El Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación trabaja en la recuperación de tallas sumergidas en barro y agua Coser la memoria con pinceles y bisturís: así se rescatan las imágenes afectadas por la dana en l’Horta Sud

Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón.
Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón. Agencia Flama

Un año después de la dana que devastó l’Horta Sud el 29 de octubre de 2024, el recuerdo del agua y el barro sigue vivo. No solo en la memoria colectiva de los vecinos de Paiporta y Picanya, dos de las localidades más afectadas, sino en los objetos que han formado parte de su patrimonio religioso y artístico

En el taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), en Castellón, estas piezas hablan. Con grietas, con pintura descascarillada, con madera hinchada y con ausencias dolorosas

Pero también con esperanza. Porque aquí, bajo luces blancas y manos expertas, se escribe una segunda oportunidad

Un año después de la dana que devastó l’Horta Sud el 29 de octubre de 2024, el recuerdo del agua y el barro sigue vivo. No solo en la memoria colectiva de los vecinos de Paiporta y Picanya, dos de las localidades más afectadas, sino en los objetos que han formado parte de su patrimonio religioso y artístico. En el taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), en Castellón, estas piezas hablan. Con grietas, con pintura descascarillada, con madera hinchada y con ausencias dolorosas. Pero también con esperanza. Porque aquí, bajo luces blancas y manos expertas, se escribe una segunda oportunidad.

Fanny Sarrió, jefa de sección de pintura de caballete y escultura policromada del centro, explica con serenidad y precisión quirúrgica el proceso que ha seguido el equipo desde que, hace meses, llegaron las primeras piezas afectadas: “Aquí intervenimos esculturas procedentes principalmente de tres iglesias: la de la Virgen de Montserrat de Picanya, y las de San Jorge Mártir y la Inmaculada Concepción de Paiporta”, enumera.

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Madera empapada y recuerdos embarrados

En este escenario, hay esculturas y un anda procesional. Todo ello representa un conjunto devastado por el temporal que inundó naves, templos y vidas enteras. “Muchas de las piezas han estado sumergidas en agua y barro, y eso conlleva problemas”, comenta Sarrió. Y añade: “Están construidas mayoritariamente después de la Guerra Civil, con maderas no siempre de la mejor calidad, lo que complica aún más su recuperación integral”.

Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón.
Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón. Agencia Flama

Una de las piezas más emblemáticas que reposa en este espacio silencioso y blanco es un Cristo yacente, una talla de madera policromada de la iglesia de San Jorge Mártir. Esta figura, medio cubierta de barro, se convirtió en una imagen viral en medio del caos y fue bautizada popularmente, según la valenciana, como “Cristo del barro”. Ahora, con la mirada baja y la carne aún pálida, presenta pérdidas de estrato pictórico y algunos dedos mutilados. El barro, pese a la limpieza meticulosa, persiste en las grietas. “Este taller es como un hospital, hay pacientes que aceptan bien los tratamientos y otros que no”, reflexiona la restauradora.

La lista de afectaciones es larga: el San José con el Niño, obra de Francisco Teruel, de la parroquia de la Virgen de Montserrat, todavía presenta restos de barro en la base. El Corazón de Jesús, también de la misma iglesia, ha sufrido una desestructuración interna. La Asunción de la Virgen, de Francisco Germán, quedó completamente sumergida dentro de un nicho. “Cuando la vimos estaba toda llena de barro. La madera ha ido reventando a medida que se ha secado. Nos asustamos, pensábamos que no la salvaríamos, pero ha respondido muy bien”, recuerda Sarrió.

Además de estas esculturas, hay un anda procesional de madera dorada y policromada, compartido por tres imágenes. Una de ellas, la de San Agustín, ha desaparecido. “Como esta, hay algunas piezas que no se encontraron, posiblemente porque alguien se las llevó; este hecho demuestra la parte buena pero también la parte mala de las personas”, lamenta.

También se trabaja en una talla de San José, de José Pérez, procedente de la iglesia de San Jorge Mártir. La figura muestra una pérdida notable: la cara de uno de los querubines ha desaparecido. En muchos casos, el pegamento que mantenía unidas las partes se ha desintegrado con la humedad, desprendiendo fragmentos como dedos, alas o elementos decorativos. A pesar de todo, “solo un 2% se ha extraviado”, destaca Sarrió, subrayando la labor diligente de los voluntarios y técnicos que recogieron todo lo que se había desensamblado.

Recomponer la memoria

La intervención del equipo del Instituto ha seguido una metodología estricta, pensada para preservar tanto la integridad física como la memoria de las piezas. Desde el primer momento, se recomendó que las esculturas se dejaran secaren espacios ventilados y sin manipulaciones, para evitar deformaciones irreversibles debido a la humedad. Una vez estabilizadas, se procedió al traslado controlado hasta Castellón, donde hoy trabajan ocho especialistas centrados en las estructuras de madera y policromía. En el taller anexo, cinco técnicos más intervienen los elementos textiles, también víctimas de las inundaciones. Todos juntos forman un engranaje paciente y preciso que se mueve entre pinceles, guantes y luces de alta intensidad.

"Creo que es bonito que se reflejen registros de los daños provocados por la dana; eso ayudará a leer mejor sus historias en el futuro"

Cada escultura contiene más que materia: arrastra una historia propia, a menudo interrumpida por la fuerza del agua durante aquel fatídico 29 de octubre de 2024. No se trata solo de reconstruir; muchas de estas figuras ya habían sido intervenidas anteriormente, y ahora se busca recuperar su estructura original, deshacer lo que un día se retocó por conveniencia. “Las piezas tienen su historia y no podemos enmascararlas”, dice Fanny Sarrió. Por eso prefiere hablar de intervención y no de restauración. “Creo que es bonito que se reflejen registros de los daños provocados por la dana; eso ayudará a leer mejor sus historias en el futuro”, admite.

Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón.
Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón.

La documentación fotográfica es parte fundamental del proceso. No solo sirve para dejar constancia de los trabajos, sino que se convierte en una herramienta de retorno simbólico a las comunidades de origen. Las presentaciones públicas que suelen realizarse una vez finalizado este laborioso proceso, y en las que se muestra el antes y el después de cada pieza trabajada, tienen una acogida “increíble”, según Sarrió. Son actos de transparencia, pero también de reparación emocional. Porque detrás de una escultura pulida y restaurada hay meses de trabajo invisible, metódico, paciente.

Y así, entre bisturís, pinceles y silencio, se vuelven a coser las heridas de la historia. La de la madera, la de la devoción y la de un territorio que, un año después, aún se esfuerza por secarse.

Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón.
Taller del Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+i), Castellón.

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