Domingo de Ramos A 2ª Lect. (09.04.2017)
Introducción: “Cristo no hizo alarde de su categoría de Dios” (Flp 2,6-11)
La clave está en el versículo 5
Este himno, que cantarían las primeras comunidades cristianas, recogido por Pablo en la carta a los cristianos de Filipos, es un compendio de cristología: preexistencia, vida terrena y glorificación de Cristo. Es importante entender bien el versículo 5, no leído hoy, introductor del himno. Tras haber exhortado al amor, a la comunión de espíritu y a la humildad (2,1-4), les dice: “tened entre vosotros la misma actitud del Mesías Jesús” (2,5) ; “tened entre vosotros estos sentimientos que [se dieron] en Cristo Jesús”. Más literalmente: “pensad en vosotros esto que también [debe pensarse] en Cristo Jesús” [en o por razón de la comunión en Cristo] (Traducciones de J. Mateos, Cantera-Iglesias, y la más literal apoyada por R. Schnackenburg: La cristología de Pablo, en Mysterium Salutis, tomo III, 3ª ed. Cristiandad, p. 253). No se trata sólo de presentar el ejemplo de Cristo, sino identificar más profundamente el ser mismo del cristiano (“el que está en Cristo”). Los que están en Cristo tienen la misma mente de Cristo, es decir, tienen el mismo espíritu de Cristo. “El mismo ser de Jesús es visto como acto de humildad” (González Faus: La humanidad nueva I 3ª ed. Madrid 1976, p. 204-214. R. Schnackenburg: La cristología de Pablo, en Mysterium Salutis, t. III, 3ª ed. Cristiandad, p. 251ss).
Seguimos la “traducción interpretada del himno”
“Como casi todo en la exégesis- no puede pretender más que un grado de probabilidad objetiva que (subjetivamente hablando) nos parece grande” (González Faus):
Vida solidaria de Cristo
Jesús, a pesar de su condición divina, vive la verdad de la vida humana hasta el final, sometido a cualquier situación histórica justa e injusta. Vive en el amor de Dios: vive para los demás, trabajando por la realización humana de todos. Lógicamente trabaja más para los que más lo necesitan, buscando la fraternidad de todos, movido o empapado del mismo amor del Padre. Esta solidaridad desveló el proyecto de Dios para toda la humanidad. El vacío solidario de Jesús es fecundo. Dios quiere, pues, la solidaridad humilde como camino de realización humana, que se verá agraciado por la plenitud de vida en la resurrección. Es el amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, primogénito de todos los hombres y mujeres, hermano de todos y de todas.
Oración: “Cristo no hizo alarde de su categoría de Dios” (Fil 2,6-11)
Jesús, uno de nosotros, hombre cualquiera:
iniciamos hoy la celebración de los días finales de tu existencia;
el domingo de Ramos sintetiza tu vida y nuestra vida;
recordamos tu alegría y tu cruz de hombre solidario.
Tu alegría no viene de los honores del poder ni de la riqueza.
Tu alegría viene de la fraternidad: del amor y la entrega desinteresada:
- que libran al hombre del desamparo y del pecado (carencia de amor);
- que hacen presente el amor gratuito del Padre Dios;
- que nos inducen a pensar en su amor más fuerte que la muerte.
Te contemplamos alegre, montado en una borrica:
“mira que viene tu rey, con toda sencillez...”;
vienes en el nombre del Señor sintiéndote uno de tantos, indigente, indefenso...;
ofreciendo vida, desintoxicando el templo, curando, acogiendo a los niños...
Te contemplamos en nuestra “carne de pecado”:
siendo la imagen de Dios, no alardeaste de tu categoría divina;
te vaciaste de tu imagen, al asumir la imagen del Siervo;
te hiciste como uno de tantos;
actuando como un hombre cualquiera,
te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Este modo de vida agradó a Dios y reveló su proyecto de vida:
por lo que Dios te sobreexaltó y te dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que a tu nombre de Jesús toda rodilla se doble...
y toda lengua confiese que tú, Jesucristo, eres el Señor para gloria de Dios Padre.
Eres el camino del amor y la libertad, vocación humana:
siendo uno de nosotros, nos descubres el amor de Dios, plenitud humana;
el amor de Dios Padre abre el perdón y la gloria que nos espera a todos;
el amor de Dios produce la fraternidad que contradice la situación histórica;
el amor de Dios es la mejor crítica a los poderes de este mundo;
el amor de Dios provoca en los poderosos persecución y muerte.
Tu deseo de fraternidad choca con el egoísmo humano:
eres frágil y socialmente débil frente a los poderosos;
logras sobreponerte a la soberbia y al egoísmo de los fuertes;
es la fuerza, el Espíritu de Dios, que te habita;
ella te mueve a ser verdadero, a servir, a amar a todos;
ella te hace fuerte para no echarte atrás, y llegar hasta el final.
Claramente tú, Jesús hermano, no buscabas el sufrimiento:
- querías reunir a los hermanos en fraternidad universal;
- “nos enseñas que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto,
de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor” (GS 38):
- luchabas para que todos tuvieran vida: pan, salud, cultura, amor...;
- despertabas –y sigues despertando- en nosotros el amor que nos perfecciona;
- nos has abierto las puertas de la vida;
- nos has entregado tu Espíritu de amor y esperanza plena.
Tu vida entregada hasta la cruz es fuerte llamada:
a venerar a los crucificados de la tierra que necesitan nuestro amor;
a entregarnos como Tú en la construcción de la fraternidad humana;
a desprendernos de todo lujo y ostentación;
a seguir tus huellas por caminos de pobreza, de servicio, de amor sin medida;
“a llevar la cruz... de quienes buscan la paz y la justicia” (GS 38).
Rufo González
La clave está en el versículo 5
Este himno, que cantarían las primeras comunidades cristianas, recogido por Pablo en la carta a los cristianos de Filipos, es un compendio de cristología: preexistencia, vida terrena y glorificación de Cristo. Es importante entender bien el versículo 5, no leído hoy, introductor del himno. Tras haber exhortado al amor, a la comunión de espíritu y a la humildad (2,1-4), les dice: “tened entre vosotros la misma actitud del Mesías Jesús” (2,5) ; “tened entre vosotros estos sentimientos que [se dieron] en Cristo Jesús”. Más literalmente: “pensad en vosotros esto que también [debe pensarse] en Cristo Jesús” [en o por razón de la comunión en Cristo] (Traducciones de J. Mateos, Cantera-Iglesias, y la más literal apoyada por R. Schnackenburg: La cristología de Pablo, en Mysterium Salutis, tomo III, 3ª ed. Cristiandad, p. 253). No se trata sólo de presentar el ejemplo de Cristo, sino identificar más profundamente el ser mismo del cristiano (“el que está en Cristo”). Los que están en Cristo tienen la misma mente de Cristo, es decir, tienen el mismo espíritu de Cristo. “El mismo ser de Jesús es visto como acto de humildad” (González Faus: La humanidad nueva I 3ª ed. Madrid 1976, p. 204-214. R. Schnackenburg: La cristología de Pablo, en Mysterium Salutis, t. III, 3ª ed. Cristiandad, p. 251ss).
Seguimos la “traducción interpretada del himno”
“Como casi todo en la exégesis- no puede pretender más que un grado de probabilidad objetiva que (subjetivamente hablando) nos parece grande” (González Faus):
“Cristo, siendo la imagen de Dios (Gén 1, 26),
no consideró como botín el ser-como-Dios (Gén 3, 5),
sino que se vació de su imagen, al asumir la imagen del Siervo (Is 53)
y hacerse como uno de los hombres [Que precisamente habían perdido aquella imagen divina con la que y hacia la que fueron creados. Es la visión del pecado como frustración del progreso típica en algunos autores antiguos],
y mostrándose en esa condición humana, se humilló hecho obediente hasta la muerte (y muerte de cruz) [Aquí podemos prescindir de la cuestión de si el paréntesis es un añadido de Pablo, tan del gusto de algunos exegetas].
Por lo que Dios le sobreexaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, [Tal nombre es, evidentemente, el nombre del Señor que introduce a continuación el himno. Importante es tener en cuenta la mentalidad semita, según la cual, el nombre responde a la cosa misma]
para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble ...
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.
Vida solidaria de Cristo
Jesús, a pesar de su condición divina, vive la verdad de la vida humana hasta el final, sometido a cualquier situación histórica justa e injusta. Vive en el amor de Dios: vive para los demás, trabajando por la realización humana de todos. Lógicamente trabaja más para los que más lo necesitan, buscando la fraternidad de todos, movido o empapado del mismo amor del Padre. Esta solidaridad desveló el proyecto de Dios para toda la humanidad. El vacío solidario de Jesús es fecundo. Dios quiere, pues, la solidaridad humilde como camino de realización humana, que se verá agraciado por la plenitud de vida en la resurrección. Es el amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, primogénito de todos los hombres y mujeres, hermano de todos y de todas.
Oración: “Cristo no hizo alarde de su categoría de Dios” (Fil 2,6-11)
Jesús, uno de nosotros, hombre cualquiera:
iniciamos hoy la celebración de los días finales de tu existencia;
el domingo de Ramos sintetiza tu vida y nuestra vida;
recordamos tu alegría y tu cruz de hombre solidario.
Tu alegría no viene de los honores del poder ni de la riqueza.
Tu alegría viene de la fraternidad: del amor y la entrega desinteresada:
- que libran al hombre del desamparo y del pecado (carencia de amor);
- que hacen presente el amor gratuito del Padre Dios;
- que nos inducen a pensar en su amor más fuerte que la muerte.
Te contemplamos alegre, montado en una borrica:
“mira que viene tu rey, con toda sencillez...”;
vienes en el nombre del Señor sintiéndote uno de tantos, indigente, indefenso...;
ofreciendo vida, desintoxicando el templo, curando, acogiendo a los niños...
Te contemplamos en nuestra “carne de pecado”:
siendo la imagen de Dios, no alardeaste de tu categoría divina;
te vaciaste de tu imagen, al asumir la imagen del Siervo;
te hiciste como uno de tantos;
actuando como un hombre cualquiera,
te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
Este modo de vida agradó a Dios y reveló su proyecto de vida:
por lo que Dios te sobreexaltó y te dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que a tu nombre de Jesús toda rodilla se doble...
y toda lengua confiese que tú, Jesucristo, eres el Señor para gloria de Dios Padre.
Eres el camino del amor y la libertad, vocación humana:
siendo uno de nosotros, nos descubres el amor de Dios, plenitud humana;
el amor de Dios Padre abre el perdón y la gloria que nos espera a todos;
el amor de Dios produce la fraternidad que contradice la situación histórica;
el amor de Dios es la mejor crítica a los poderes de este mundo;
el amor de Dios provoca en los poderosos persecución y muerte.
Tu deseo de fraternidad choca con el egoísmo humano:
eres frágil y socialmente débil frente a los poderosos;
logras sobreponerte a la soberbia y al egoísmo de los fuertes;
es la fuerza, el Espíritu de Dios, que te habita;
ella te mueve a ser verdadero, a servir, a amar a todos;
ella te hace fuerte para no echarte atrás, y llegar hasta el final.
Claramente tú, Jesús hermano, no buscabas el sufrimiento:
- querías reunir a los hermanos en fraternidad universal;
- “nos enseñas que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto,
de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor” (GS 38):
- luchabas para que todos tuvieran vida: pan, salud, cultura, amor...;
- despertabas –y sigues despertando- en nosotros el amor que nos perfecciona;
- nos has abierto las puertas de la vida;
- nos has entregado tu Espíritu de amor y esperanza plena.
Tu vida entregada hasta la cruz es fuerte llamada:
a venerar a los crucificados de la tierra que necesitan nuestro amor;
a entregarnos como Tú en la construcción de la fraternidad humana;
a desprendernos de todo lujo y ostentación;
a seguir tus huellas por caminos de pobreza, de servicio, de amor sin medida;
“a llevar la cruz... de quienes buscan la paz y la justicia” (GS 38).
Rufo González