Domingo 33º TO C (13.11.2016): la suntuosidad no es signo del reinado de Dios

Introducción:esto que contempláis, llegará un día en que... todo será destruido” (Lc 21,5-19).
Lucas introduce este texto tras el episodio de la viuda que echa unos céntimos y los ricos que echan de lo que les sobra. Insinúa el contraste entre la grandeza deslumbrante del templo y la pequeñez del Reinado de Dios. El lujo de los templos es excesivo en muchos lugares. Andalucía, una región muy deprimida de España, tiene templos recargados de riqueza y brillantez. Grandeza que intenta seducir a la divinidad, utilizarla a favor de sus deseos y entretener a los pobres con la expectativa de que Dios hará justicia si rezan, se resignan, celebran suntuosamente y aceptan su voluntad coincidente con la de los dirigentes. Estos también participan de la grandeza del templo. De ahí su autoridad suntuosa. En medio del pueblo pobre, usan a Dios (o a Jesús) para identificarse en apariencia con él y asustar con su venida (“¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!”). Se creen investidos de su autoridad sublime. Sus vestimentas les delatan. La mayoría inmensa de obispos no levanta la voz sobre tantos errores, que se vierten sobre el Papa, si tratan de engradecerle: “el Verbo encarnado que se prolonga”; “las tres encarnaciones del Hijo de Dios son en el seno de una virgen, en la eucaristía y en el anciano del Vaticano”; “el papa es Dios en la tierra”... (Ver con más amplitud: Papoherejías (pp. 244-246), en J. I. González Faus: La autoridad de la verdad. Sal Terrae. Santander 2006).

El final no vendrá enseguida
Venga cuando venga, lo importante es la actitud de vida que posibilita el Reino. El encuentro con el Padre Dios no se da por orar en un edificio suntuoso, sino en el amor sincero y gratuito, como el de Jesús. “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad”. Este amor encontrará oposición de muchas fuerzas destructivas que buscan imponerse y esclavizar. “No tengáis pánico” ante las más variadas desgracias que lleguen. Jesús quiere persuadirnos de que la historia no es el “eterno retorno” vital que vuelve sobre sí indefinidamente (Nietzsche). El mal acabará: los sistemas de este mundo injusto pasarán. Esa es su buena noticia, evangelio perenne. No debemos dejarnos esclavizar por las estructuras violentas, sin amor. Hay que luchar, como Jesús, para cambiarlas. Es posible otro mundo mejor, otra Iglesia mejor. El discernimiento vendrá desde los valores del Reino y la vida de Jesús de Nazaret.

Jesús avisa sobre la persecución y el martirio
Persecución y martirio “por su causa” (“nombre” literalmente). El “nombre” es la persona real, con plenitud de significado: misión, salvación... Bien sabemos cómo se ha manipulado el nombre de Dios o de Jesús para barbaridades sin cuento. La asistencia del Espíritu Santo no quita los peligros que lleva la vida en Amor. Peligros de fuera y dentro del grupo cristiano. Violencia, imposición, ostracismo, arbitrariedad... se han dado, se dan y, desgraciadamente, se darán en la sociedad y en la Iglesia. Buscar la verdad, respetar los derechos humanos, ayudar a madurar, discernir, “decidir entre todos” lo que no atenta contra la verdad de Jesús, aceptar la pluralidad y libertad en el Espíritu, pobreza voluntaria, servicio a los más débiles... son vigilancia cristiana. Ahí encontrará la Iglesia credibilidad. “Con vuestra perseverancia –en el Amor- salvaréis vuestras almas”.

Oración:esto que contempláis, llegará un día en que... todo será destruido” (Lc 21,5-19)

Jesús del cambio evangélico:
Te contemplamos hoy “ponderando la belleza del templo:
esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra:
todo será destruido
”.

Era la reconstrucción del templo iniciada por Herodes el Grande:
Duró desde el año 20 antes de la era cristiana hasta el 63 después.
El año 70 este templo fue destruido por las tropas de Tito Flavio.
Lucas lo sabía cuando escribió su evangelio.
La grandiosidad era impresionante y el lujo de sus adornos sensacio­nal.
Ante el santuario había una vid de oro a la que se añadían sar­mientos también de oro,
“exvoto” regalado por los fieles.

No podemos confundir el Reino y su justicia con la suntuosidad exterior:
Cuidado con que nadie os engañe”, es tu prudente observación;
la riqueza y el poder no son valores evangélicos;
son realidades que pueden servir al Amor o al orgullo humano;
que pueden compartirse o manipular la divinidad interesadamente;
que pueden eliminar el hambre o dormir con rezos y celebraciones suntuosas...;
que estimulan el Espíritu del Reino o hacen “señores” falsos.

Vendrán usando mi nombre diciendo “yo soy” o el momento está cerca”:
- “confesamos que el santísimo Papa deber ser honrado por todos
con el honor divino, con la genuflexión mayor debida a Cristo …;
- “confesamos que el papa romano tiene potestad para cambiar la Escritura,
aumentarla o recortarla según su voluntad”;
- “cuando medita el Papa, es Dios quien piensa en él”;
- “las tres encarnaciones del Hijo de Dios: en el seno de una virgen,
en la eucaristía y en el anciano del Vaticano”;
- “el Papa es Dios en la tierra ... Jesús colocó al papa más arriba de los profetas,
por encima del Precursor y más alto que los ángeles.
- Jesús puso al papa al mismo nivel que Dios” (J. I. González Faus: La autoridad de la verdad. Sal Terrae. Santander 2006, p. 245-246).


Tanto disparate encuentra eco más suave en los títulos no evangélicos:
santidad, beatitud, eminencia, excelencia, monseñor, muy ilustre, reverendo...;
con sus respectivos atuendos celosa y ricamente embellecidos.

Necesitamos, Jesús del evangelio, escuchar tus palabras de vida:
pensáis como los hombres, no como Dios”;
el Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado” por los dirigentes...";
no sabéis de qué espíritu sois” (Mc 8,33; Lc 9,22.55).

Como Pedro seguimos resistiendo:
a anonadarnos hasta “hacernos uno de tantos”;
a aceptar las limitaciones de la historia;
a buscar y respetar el Espíritu que libremente se hace presente “donde quiere”;
a entrar en las relaciones paritarias del lavatorio de los pies.

Sólo tu Espíritu nos da la relación verdadera con Dios y entre nosotros:
el Espíritu que nos hacer llamar a Dios “Padre-Madre”;
el Espíritu con que celebramos la relación contigo, “Señor y Hermano nuestro”;
el Espíritu que nos iguala a todos en la misma dignidad;
el Espíritu que nos regala diversidad de dones, servicios, obras... para el bien común;
el Espíritu que no arranca la cizaña antes que el trigo;
el Espíritu que nos conduce a amar gratuitamente a toda persona.

Hoy, acogemos tu evangelio que nos centra en lo esencial:
en el reino de Dios y su justicia;
en la construcción de comunidades que libremente abracen tu evangelio;
en la preocupación por los más débiles de la sociedad;
en las celebraciones sencillas, expresivas del Amor que nos reúne;
en la “perseverancia” del Amor que nos “salva”.

Danos, Jesús hermano, a tus comunidades servidores:
hombres o mujeres: “todos somos uno en CristoJesús”;
que no “actúen para aparentar..., para que les hagan reverencias...”;
que no “se hagan llamar maestros, padres, directores...”;
que no “apaguen el Espíritu” con leyes no evangélicas;
que favorezcan la libertad que nos da tu Amor.

Rufo González
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