Domingo 20º TO (17.08.2014)
Introducción: “Ten compasión de mí, Señor... Mi hija tiene un demonio muy malo” (Mt 15, 21-28)
El texto narra la curación de una chica “cananea” (Mateo), “sirofenicia” (Marcos), fuera de Israel, en la región de Tiro y Sidón. Estas ciudades antiguas, situadas en la costa del Líbano, son famosas por el comercio. No eran de religión judía, pero tenía alguna referencia del judaísmo, pues a Jesús le llama “Hijo de David” (v. 22) y entiende el privilegio de Israel (v. 27).
Mateo narra, en versículos anteriores (Mt 15,1-20), el duro enfrentamiento de Jesús con los sectores más piadosos de Israel (fariseos y maestros de la Ley). Le preguntan por qué se saltan sus discípulos “la tradición de nuestros mayores”. Jesús contesta preguntando por qué ellos se saltan “el mandato de Dios, en nombre de la tradición”. Es la historia normal de toda institución, también de la Iglesia. El “mandato de Dios” (que la persona viva dignamente), inspiración original de toda religión, debe ser la base de toda tradición-ley humana. Cuando en nombre de Dios imponen leyes, que no honran la inspiración original, es decir, sin respeto a la vida personal y con carácter absoluto, se está siendo infiel al Dios “amigo de la vida”, el Dios que quiere que el ser humano viva. Por eso, por valorar sus tradiciones más que la vida humana, les llama “hipócritas” (Mt 15, 3-9). Se escandalizan (Mt 15, 12). Jesús les llama “ciegos y guías de ciegos” (Mt 15, l4). A los discípulos les aclara que el núcleo de la moral es la conciencia: “lo que sale de la boca y viene del corazón” (15, l6-20). Esto le crea un ambiente hostil, y por ello “se retiró a la región de Tiro y Sidón” (Mt 15,21).
-“Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo”.
Marcos dice que “la hija estaba poseída de un espíritu inmundo” (Mc 7, 25). “Espíritu inmundo” se opone a “espíritu santo”. Espíritu “inmundo” inspira maldad, contamina, deteriora, es incompatible con Dios y su Amor. “Santo” es lo que pertenece a la dimensión de Dios, nos hace buenos, asemeja a Dios, origen de todo bien, misericordia y compasión. Crecer en el bien o decrecer hasta niveles inhumanos es el desafío de la libertad irrenunciable. La fe en el Misterio-Dios Padre-Madre, que nos trabaja con su Espíritu Santo, colabora con nuestra libertad en la realización personal.
“Estar endemoniado” añade a “estar poseído por un espíritu inmundo” un rasgo de exaltación o violencia externa, convirtiendo al individuo en fanático y extremista (Ídem, pág. 174). Por tanto, entre la madre y la hija no hay modo de entenderse. La madre cree que la hija está imbuida de una fuerza contraria al Bien, de modo exaltado y violento. Pide a Jesús que la cure.
-“Atiéndela, que viene detrás gritando”.
Jesús responde: -“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer se arrodilla: -“Señor, socórreme”.
Jesús responde: -“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
La mujer: -“Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de las mesas de los amos”.
Jesús no tiene más remedio: -“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
ORACIÓN: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David” (Mt 15, 21-28)
Jesús, Dios humanado, buscador de la voluntad divina.
Te descubro hoy en el evangelio creciendo, como nosotros,
“en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres”.
La vida, los acontecimientos, te van descubriendo la voluntad del Padre:
hay que enfrentarse a los hipócritas, aunque sean piadosos y sabios;
el bien del ser humano está por encima de toda tradición y ley humana;
obrar en conciencia, desde el corazón, hace digno al hombre.
Esto te crea enemigos y te induce a “retirarte a la región de Tiro y Sidón”.
Allí vas a dar un paso nuevo en tu crecimiento pastoral.
Tú no eres un robot divino que actúas al margen de la conciencia libre;
ni un sabio en leyes que tiene respuestas definitivas para todo;
tu libertad va tomando decisiones, como nosotros,
conforme crece tu conocimiento y tu conciencia amorosa.
Descubres hoy la voluntad divina a través de una mujer extranjera:
Al principio “no respondiste nada” a su grito de auxilio.
¿Era el modo mejor para tratar a un no judío?
¿Creías que era esa la voluntad de Dios?
Los discípulos te ayudan: “Atiéndela, que viene detrás gritando”.
No debías de verlo claro cuando contestas:
-“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer te ruega de rodillas: -“Señor, socórreme”.
Tu respuesta desconcierta: -“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
Para la mentalidad judía, “perros” son los paganos, lo no judíos.
La mujer parece estar de acuerdo con esta apreciación.
También ella está acostumbrada a la esclavitud, a la marginación:
su hija “tiene un demonio muy malo”;
está dominada por una ideología extrema y violenta;
no soporta la opresión del sistema impuesto;
era una inadaptada agresiva, socialmente desquiciada.
Su respuesta pacífica, sosegada, consigue cambiarte:
-“Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen
las migajas que caen de las mesas de los amos”.
La voluntada del Padre Dios te ilumina la mente y el corazón:
-“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
Jesús de todos, esta mujer cananea marcó “un antes y un después” en tu misión:
Dios quiere que todos los hombres encuentren la dicha;
Dios nos quiere libres e iguales en dignidad y libertad;
Dios no quiere el fanatismo ni la obediencia ciega de los judíos,
ni la esclavitud y violencia de los paganos.
Para ti, Cristo Jesús, fanatismo y obediencia ciega, esclavitud y violencia,
son “espíritus inmundos o impuros”, incompatibles con Dios.
Son las ideologías que nos enajenan, nos despersonalizan,
nos impiden ser nosotros mismos y utilizar nuestra razón;
anulan algo tan humano como la capacidad de crítica.
Tú “enseñas con autoridad”, es decir, respetas nuestra inteligencia y libertad;
buscas el bien humano por encima de toda institución;
propones, no impones, el amor sin fronteras, sin violencia.
Así nos ayudas a “crecer” como personas,
que es lo que significa “auctoritas”: “capacidad de hacer crecer”.
Queremos, como Tú, Cristo hermano, abrirnos a toda persona;
escuchar a todos, piensen lo piensen, vivan como vivan;
dejarnos interpelar por todo acontecimiento y circunstancia;
comprometernos sin fanatismo por la verdad siempre humilde;
poner nuestro esfuerzo en la construcción de tu reino;
sembrar sinceridad, racionalidad, sensatez... en nuestras relaciones.
Rufo González
El texto narra la curación de una chica “cananea” (Mateo), “sirofenicia” (Marcos), fuera de Israel, en la región de Tiro y Sidón. Estas ciudades antiguas, situadas en la costa del Líbano, son famosas por el comercio. No eran de religión judía, pero tenía alguna referencia del judaísmo, pues a Jesús le llama “Hijo de David” (v. 22) y entiende el privilegio de Israel (v. 27).
Mateo narra, en versículos anteriores (Mt 15,1-20), el duro enfrentamiento de Jesús con los sectores más piadosos de Israel (fariseos y maestros de la Ley). Le preguntan por qué se saltan sus discípulos “la tradición de nuestros mayores”. Jesús contesta preguntando por qué ellos se saltan “el mandato de Dios, en nombre de la tradición”. Es la historia normal de toda institución, también de la Iglesia. El “mandato de Dios” (que la persona viva dignamente), inspiración original de toda religión, debe ser la base de toda tradición-ley humana. Cuando en nombre de Dios imponen leyes, que no honran la inspiración original, es decir, sin respeto a la vida personal y con carácter absoluto, se está siendo infiel al Dios “amigo de la vida”, el Dios que quiere que el ser humano viva. Por eso, por valorar sus tradiciones más que la vida humana, les llama “hipócritas” (Mt 15, 3-9). Se escandalizan (Mt 15, 12). Jesús les llama “ciegos y guías de ciegos” (Mt 15, l4). A los discípulos les aclara que el núcleo de la moral es la conciencia: “lo que sale de la boca y viene del corazón” (15, l6-20). Esto le crea un ambiente hostil, y por ello “se retiró a la región de Tiro y Sidón” (Mt 15,21).
-“Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo”.
Marcos dice que “la hija estaba poseída de un espíritu inmundo” (Mc 7, 25). “Espíritu inmundo” se opone a “espíritu santo”. Espíritu “inmundo” inspira maldad, contamina, deteriora, es incompatible con Dios y su Amor. “Santo” es lo que pertenece a la dimensión de Dios, nos hace buenos, asemeja a Dios, origen de todo bien, misericordia y compasión. Crecer en el bien o decrecer hasta niveles inhumanos es el desafío de la libertad irrenunciable. La fe en el Misterio-Dios Padre-Madre, que nos trabaja con su Espíritu Santo, colabora con nuestra libertad en la realización personal.
“Los rasgos del espíritu inmundo son:
-a) es un factor activo que no procede del hombre, sino del exterior;
-b) el hombre puede aceptarlo y, en ese caso, las acciones se atribuyen igualmente al hombre y al espíritu (Mc 1,23-24);
-c) es alienante; una vez que se apodera del hombre, lo despersonaliza: ya no actúa realmente el hombre, sino “el espíritu”;
d) “el espíritu inmundo” es figura de una ideología contraria al ser de Dios” (J. Mateos-F. Camacho: “Evangelio. Figuras y símbolos”. Ed. El Almendro. Córdoba 1989. Pág. 172).
“Estar endemoniado” añade a “estar poseído por un espíritu inmundo” un rasgo de exaltación o violencia externa, convirtiendo al individuo en fanático y extremista (Ídem, pág. 174). Por tanto, entre la madre y la hija no hay modo de entenderse. La madre cree que la hija está imbuida de una fuerza contraria al Bien, de modo exaltado y violento. Pide a Jesús que la cure.
-“Atiéndela, que viene detrás gritando”.
Jesús responde: -“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer se arrodilla: -“Señor, socórreme”.
Jesús responde: -“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
La mujer: -“Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de las mesas de los amos”.
Jesús no tiene más remedio: -“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
ORACIÓN: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David” (Mt 15, 21-28)
Jesús, Dios humanado, buscador de la voluntad divina.
Te descubro hoy en el evangelio creciendo, como nosotros,
“en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres”.
La vida, los acontecimientos, te van descubriendo la voluntad del Padre:
hay que enfrentarse a los hipócritas, aunque sean piadosos y sabios;
el bien del ser humano está por encima de toda tradición y ley humana;
obrar en conciencia, desde el corazón, hace digno al hombre.
Esto te crea enemigos y te induce a “retirarte a la región de Tiro y Sidón”.
Allí vas a dar un paso nuevo en tu crecimiento pastoral.
Tú no eres un robot divino que actúas al margen de la conciencia libre;
ni un sabio en leyes que tiene respuestas definitivas para todo;
tu libertad va tomando decisiones, como nosotros,
conforme crece tu conocimiento y tu conciencia amorosa.
Descubres hoy la voluntad divina a través de una mujer extranjera:
Al principio “no respondiste nada” a su grito de auxilio.
¿Era el modo mejor para tratar a un no judío?
¿Creías que era esa la voluntad de Dios?
Los discípulos te ayudan: “Atiéndela, que viene detrás gritando”.
No debías de verlo claro cuando contestas:
-“Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer te ruega de rodillas: -“Señor, socórreme”.
Tu respuesta desconcierta: -“No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
Para la mentalidad judía, “perros” son los paganos, lo no judíos.
La mujer parece estar de acuerdo con esta apreciación.
También ella está acostumbrada a la esclavitud, a la marginación:
su hija “tiene un demonio muy malo”;
está dominada por una ideología extrema y violenta;
no soporta la opresión del sistema impuesto;
era una inadaptada agresiva, socialmente desquiciada.
Su respuesta pacífica, sosegada, consigue cambiarte:
-“Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen
las migajas que caen de las mesas de los amos”.
La voluntada del Padre Dios te ilumina la mente y el corazón:
-“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
Jesús de todos, esta mujer cananea marcó “un antes y un después” en tu misión:
Dios quiere que todos los hombres encuentren la dicha;
Dios nos quiere libres e iguales en dignidad y libertad;
Dios no quiere el fanatismo ni la obediencia ciega de los judíos,
ni la esclavitud y violencia de los paganos.
Para ti, Cristo Jesús, fanatismo y obediencia ciega, esclavitud y violencia,
son “espíritus inmundos o impuros”, incompatibles con Dios.
Son las ideologías que nos enajenan, nos despersonalizan,
nos impiden ser nosotros mismos y utilizar nuestra razón;
anulan algo tan humano como la capacidad de crítica.
Tú “enseñas con autoridad”, es decir, respetas nuestra inteligencia y libertad;
buscas el bien humano por encima de toda institución;
propones, no impones, el amor sin fronteras, sin violencia.
Así nos ayudas a “crecer” como personas,
que es lo que significa “auctoritas”: “capacidad de hacer crecer”.
Queremos, como Tú, Cristo hermano, abrirnos a toda persona;
escuchar a todos, piensen lo piensen, vivan como vivan;
dejarnos interpelar por todo acontecimiento y circunstancia;
comprometernos sin fanatismo por la verdad siempre humilde;
poner nuestro esfuerzo en la construcción de tu reino;
sembrar sinceridad, racionalidad, sensatez... en nuestras relaciones.
Rufo González