La ideología clerical pervierte el celibato y el ministerio
La doctrina de la Iglesia y la ley del celibato (10). Comentarios libres
Decreto “Sobre el ministerio y la vida de los presbíteros” (PO 16)
En el artículo anterior comenté el primer párrafo de PO 16 sobre caracteres generales y variedad disciplinar del celibato. En dicho comentario expuse lo que creo principal, más válido y compartido del pensamiento eclesial sobre el tema:
Hoy intentaremos reflexionar sobre el 2º párrafo: Conveniencia del celibato con el sacerdocio, aportaciones a la Iglesia y al mundo. Este es su esquema:
A. Las “conveniencia multimodal” (`multimodam convenientiam´) es ideología clerical
Celibato y matrimonio son conformes con “la nueva humanidad”
La “nueva humanidad” es la comunidad que vive en el Amor de Dios, manifestado en Jesús. En esta comunidad todos son hermanos. Todos se han dejado seducir por el Espíritu de Jesús: “no tienen su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13)”. Deducir de aquí que los servidores de dicha comunidad (apóstoles, profetas, maestros, gobierno, catequistas, cuidadores de la celebración, de enfermos...), porque la comunidad a la que pertenecen “no tenga su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13)”, es conveniente que vivan en “continencia perfecta y perpetua”, me parece gratuito. Se está tratando de justificar la ley del celibato, y el tipo tradicional de presbítero, que se adueña de todos los ministerios, anulando al resto de la comunidad. Cuidar de una comunidad humana, que procede del amor divino, puede hacerse perfectamente por cualquier persona humana, empapada del Espíritu de Jesús. Para Dios la soltería y el casamiento son opciones abiertas a toda persona. Todos, solteros y casados, está invitados a vivir en el amor divino.
Coordinar y presidir la comunidad está al alcance de solteros y casados
Lo que se dice de los presbíteros “por su virginidad o celibato” puede decirse de todo célibe. Lo que importa del presbítero es que procure que el Evangelio, los sacramentos y el Amor divino se vivan en la Iglesia, en sus comunidades. Como presidente de la comunidad no tiene en sí todos los carismas. Es el responsable de que la comunidad descubra los carismas de sus miembros, los respete, los anime, los desarrolle. Él no tiene la exclusiva en la administración de la economía y los bienes comunitarios, ni en enseñar, ni en catequizar, ni en visitar enfermos, ni en ayudar a los necesitados, ni en organizar grupos juveniles, de matrimonios, o de vida ascendente... Todo esto pueden hacerlo solteros y casados. Y, por supuesto, coordinar y presidir dicha comunidad está al alcance de solteros y casados, que han sido agraciados por cualidades apropiadas y desean ejercerlas en el Amor divino.
Apropiación clerical de lo común cristiano
Al leer este párrafo se tiene la sensación, una vez más, de esa apropiación de lo común cristiano que el clero se ha adjudicado en exclusiva. Misión, celibato, corazón indiviso, libertad, Reino, paternidad cristiana... son todos conceptos y realidades comunes a todos los cristianos. Todo pertenece al común, recibido en el Bautismo, afianzado en la Confirmación, alimentado y sostenido por los sacramentos. Es el núcleo de la Iglesia, el sacerdocio común, la vocación fundamental de todo cristiano. Todos tenemos la misión de construir la nueva humanidad, célibes y casados, con el corazón lleno del Espíritu de Jesús (indiviso y apto para amar a todos), en la libertad de los hijos de Dios, buscando su Reino y su justicia, dando a luz hijos de Dios y hermanos de todos... Las vocaciones más específicas para los diversos servicios de la comunidad son secundarias. Están abiertas a casados y célibes, según la gracia que el Espíritu nos va concediendo y la comunidad va necesitando.
B.- Las aportaciones a la Iglesia y al mundo son comunes de célibes y casados
1. Dedicarnos sin división (unidos, con corazón lleno de amor) a “desposar a los fieles con un solo varón (Cristo), y a presentarles como virgen casta a Cristo”. Así precisamente ejercemos el sacerdocio común: unir en el amor de Cristo a todos nuestros hermanos, y ayudarles a vivir santamente “como una virgen casta con Cristo”. Es tarea de todos. Todos, con nuestro ejemplo, nuestra palabra, nuestra vida... podemos contribuir de diversos modos a esta vinculación de la comunidad con Cristo. El celibato o el casamiento obedecen a otras razones.
2. Celibato y matrimonio, a su manera, “evocan el misterioso matrimonio fundado por Dios y que se manifestará plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único esposo”. La fidelidad a nuestra vocación, que es vivir en Amor –en celibato o en matrimonio- es lo que evoca la fidelidad de Dios a la humanidad. En la Biblia es el matrimonio fiel el que se pone como signo y ejemplo del “misterioso matrimonio” de Dios con su pueblo. El signo está en la fidelidad al Amor, que es nuestro Dios. Célibes y casados, cuando son fieles al compromiso bautismal (seguir a Cristo en el amor), “evocan el misterioso matrimonio” de Dios con su pueblo. El problema es: muchos sacerdotes no tienen verdadera vocación al celibato, y se obligan a aceptarlo para poder responder a la vocación sacerdotal. Creen que podrán con ello, pero la realidad se encarga antes o después, de desmentirlo. Esta es la tragedia desdichada que la Iglesia tiene en su corazón, y no parece que se la quiera eliminar. Continuamente está despidiendo a jóvenes del seminario por causa del celibato.
3. “Signos vivos del mundo futuro” son todos los que tienen su esperanza en la resurrección, los que prefieren dar la vida a favor de los hermanos sin miedo a la muerte. Para esto no hace falta estar célibe o casado. Utilizar este texto evangélico (Lc 20,35-36) para promocionar el celibato carece de sentido. En el cielo hay personas llenas del Espíritu divino, casados y célibes. Decir que el soltero es signo de los resucitados equivale a decir que el casado no lo es. Lo que es un disparate. Lo único que el texto dice es que en la gloria “hombres y mujeres no se casan, ya no pueden morir”, ni nacer, ni predicar el Evangelio, ni presidir la eucaristía... Es una dimensión distinta. La vida resucitada no es engendrada, ni nace, ni vive, ni muere, ni reza, ni hace deporte... Por ser célibes o casados por el Reino no somos “signos vivos del mundo futuro”. El signo de la vida futura está en vivir en Amor a la gente, en complicarnos hasta dejarnos quitar la vida corporal, porque la vida del Espíritu nadie nos la puede quitar. El signo del cielo, pues, es el Amor, no el celibato o el matrimonio. Signo vivo del Reino futuro es tanto la soltera o soltero que se desvive por los más necesitados, como la casada o casado que cuida de sus hijos en situaciones duras, o de su consorte impedido, o vecino con alzheimer, etc.etc.
Rufo González
Decreto “Sobre el ministerio y la vida de los presbíteros” (PO 16)
En el artículo anterior comenté el primer párrafo de PO 16 sobre caracteres generales y variedad disciplinar del celibato. En dicho comentario expuse lo que creo principal, más válido y compartido del pensamiento eclesial sobre el tema:
- El Papa Pablo VI no quiso que se discutiera en público la ley el celibato.
- El texto evangélico utilizado (Mt 19, 11-12) admite la posibilidad de “hacerse eunuco por el Reino de los cielos”. No la recomienda. Sencillamente la expone como una opción libre motivada.
- la afirmación de que “Siempre muy apreciado en la vida sacerdotal” es muy discutible.
- el celibato “ciertamente no es exigido para el sacerdocio por su misma naturaleza”. Me perece la afirmación fundamental. Con argumentos indiscutibles: a) “la práctica de la Iglesia primitiva”, y b) “la tradición de las Iglesias Orientales”. Reconoce además la existencia de “presbíteros casados muy meritorios” (“optime meriti”).
- El Concilio “recomienda” el celibato.
Hoy intentaremos reflexionar sobre el 2º párrafo: Conveniencia del celibato con el sacerdocio, aportaciones a la Iglesia y al mundo. Este es su esquema:
A.- Múltiple conveniencia del celibato con el sacerdocio:
1. La misión íntegra del sacerdote se dedica al servicio de la nueva humanidad:
- la que Cristo, vencedor de la muerte, suscita en el mundo por su Espíritu;
- la que no tiene su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13).
2. Los presbíteros se consagran a Cristo con nueva y eximia razón a través de la virginidad o celibato, guardado por el Reino de los cielos.
3. Se adhieren a Él más fácilmente con un corazón indiviso.
4. Se dedican en Él y por Él más libremente al servicio de Dios y de los hombres.
5. Sirven más expeditamente a su Reino y obra de regeneración sobrenatural.
6. Se hacen más aptos para recibir más ampliamente la paternidad en Cristo.
B.- Aportaciones a la Iglesia y al mundo:
1. Ante los hombres manifiestan que quieren dedicarse sin división al oficio encomendado:
- a desposar a los fieles con un solo varón;
- a presentarles como virgen casta a Cristo.
2. Evocan el misterioso matrimonio fundado por Dios y que se manifestará plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único esposo.
3. Se hacen signo vivo del aquel mundo futuro, presente ya por la fe y el amor, en el que los hijos de la resurrección no se casarán (Lc 20,35-36).
A. Las “conveniencia multimodal” (`multimodam convenientiam´) es ideología clerical
Celibato y matrimonio son conformes con “la nueva humanidad”
La “nueva humanidad” es la comunidad que vive en el Amor de Dios, manifestado en Jesús. En esta comunidad todos son hermanos. Todos se han dejado seducir por el Espíritu de Jesús: “no tienen su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13)”. Deducir de aquí que los servidores de dicha comunidad (apóstoles, profetas, maestros, gobierno, catequistas, cuidadores de la celebración, de enfermos...), porque la comunidad a la que pertenecen “no tenga su origen en la sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en la voluntad del varón, sino de Dios (Jn 1,13)”, es conveniente que vivan en “continencia perfecta y perpetua”, me parece gratuito. Se está tratando de justificar la ley del celibato, y el tipo tradicional de presbítero, que se adueña de todos los ministerios, anulando al resto de la comunidad. Cuidar de una comunidad humana, que procede del amor divino, puede hacerse perfectamente por cualquier persona humana, empapada del Espíritu de Jesús. Para Dios la soltería y el casamiento son opciones abiertas a toda persona. Todos, solteros y casados, está invitados a vivir en el amor divino.
Coordinar y presidir la comunidad está al alcance de solteros y casados
Lo que se dice de los presbíteros “por su virginidad o celibato” puede decirse de todo célibe. Lo que importa del presbítero es que procure que el Evangelio, los sacramentos y el Amor divino se vivan en la Iglesia, en sus comunidades. Como presidente de la comunidad no tiene en sí todos los carismas. Es el responsable de que la comunidad descubra los carismas de sus miembros, los respete, los anime, los desarrolle. Él no tiene la exclusiva en la administración de la economía y los bienes comunitarios, ni en enseñar, ni en catequizar, ni en visitar enfermos, ni en ayudar a los necesitados, ni en organizar grupos juveniles, de matrimonios, o de vida ascendente... Todo esto pueden hacerlo solteros y casados. Y, por supuesto, coordinar y presidir dicha comunidad está al alcance de solteros y casados, que han sido agraciados por cualidades apropiadas y desean ejercerlas en el Amor divino.
Apropiación clerical de lo común cristiano
Al leer este párrafo se tiene la sensación, una vez más, de esa apropiación de lo común cristiano que el clero se ha adjudicado en exclusiva. Misión, celibato, corazón indiviso, libertad, Reino, paternidad cristiana... son todos conceptos y realidades comunes a todos los cristianos. Todo pertenece al común, recibido en el Bautismo, afianzado en la Confirmación, alimentado y sostenido por los sacramentos. Es el núcleo de la Iglesia, el sacerdocio común, la vocación fundamental de todo cristiano. Todos tenemos la misión de construir la nueva humanidad, célibes y casados, con el corazón lleno del Espíritu de Jesús (indiviso y apto para amar a todos), en la libertad de los hijos de Dios, buscando su Reino y su justicia, dando a luz hijos de Dios y hermanos de todos... Las vocaciones más específicas para los diversos servicios de la comunidad son secundarias. Están abiertas a casados y célibes, según la gracia que el Espíritu nos va concediendo y la comunidad va necesitando.
B.- Las aportaciones a la Iglesia y al mundo son comunes de célibes y casados
1. Dedicarnos sin división (unidos, con corazón lleno de amor) a “desposar a los fieles con un solo varón (Cristo), y a presentarles como virgen casta a Cristo”. Así precisamente ejercemos el sacerdocio común: unir en el amor de Cristo a todos nuestros hermanos, y ayudarles a vivir santamente “como una virgen casta con Cristo”. Es tarea de todos. Todos, con nuestro ejemplo, nuestra palabra, nuestra vida... podemos contribuir de diversos modos a esta vinculación de la comunidad con Cristo. El celibato o el casamiento obedecen a otras razones.
2. Celibato y matrimonio, a su manera, “evocan el misterioso matrimonio fundado por Dios y que se manifestará plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como único esposo”. La fidelidad a nuestra vocación, que es vivir en Amor –en celibato o en matrimonio- es lo que evoca la fidelidad de Dios a la humanidad. En la Biblia es el matrimonio fiel el que se pone como signo y ejemplo del “misterioso matrimonio” de Dios con su pueblo. El signo está en la fidelidad al Amor, que es nuestro Dios. Célibes y casados, cuando son fieles al compromiso bautismal (seguir a Cristo en el amor), “evocan el misterioso matrimonio” de Dios con su pueblo. El problema es: muchos sacerdotes no tienen verdadera vocación al celibato, y se obligan a aceptarlo para poder responder a la vocación sacerdotal. Creen que podrán con ello, pero la realidad se encarga antes o después, de desmentirlo. Esta es la tragedia desdichada que la Iglesia tiene en su corazón, y no parece que se la quiera eliminar. Continuamente está despidiendo a jóvenes del seminario por causa del celibato.
3. “Signos vivos del mundo futuro” son todos los que tienen su esperanza en la resurrección, los que prefieren dar la vida a favor de los hermanos sin miedo a la muerte. Para esto no hace falta estar célibe o casado. Utilizar este texto evangélico (Lc 20,35-36) para promocionar el celibato carece de sentido. En el cielo hay personas llenas del Espíritu divino, casados y célibes. Decir que el soltero es signo de los resucitados equivale a decir que el casado no lo es. Lo que es un disparate. Lo único que el texto dice es que en la gloria “hombres y mujeres no se casan, ya no pueden morir”, ni nacer, ni predicar el Evangelio, ni presidir la eucaristía... Es una dimensión distinta. La vida resucitada no es engendrada, ni nace, ni vive, ni muere, ni reza, ni hace deporte... Por ser célibes o casados por el Reino no somos “signos vivos del mundo futuro”. El signo de la vida futura está en vivir en Amor a la gente, en complicarnos hasta dejarnos quitar la vida corporal, porque la vida del Espíritu nadie nos la puede quitar. El signo del cielo, pues, es el Amor, no el celibato o el matrimonio. Signo vivo del Reino futuro es tanto la soltera o soltero que se desvive por los más necesitados, como la casada o casado que cuida de sus hijos en situaciones duras, o de su consorte impedido, o vecino con alzheimer, etc.etc.
Rufo González