Alerta de tsunami: Jornada Mundial de los Pobres
La iniciativa del papa Francisco de celebrar la II Jornada Mundial de los Pobres tiene como intención poner en foco en la realidad de la pobreza o lo que es lo mismo la desigualdad en nuestras sociedades.
La denuncia profética forma parte del servicio al Evangelio que es en penúltima instancia servicio a toda sociedad. Los signos del maremoto se destacan en el mundo de la globalización de la indiferencia. El creciente abismo de las diferencias sociales entre personas y países nos permite constatar el hundimiento de estados nacionales, Centroamérica va en esta dirección a la que hay que añadir Venezuela, pero África sigue con grandes dificultades para levantar estados igualitarios. Los movimientos migratorios y los flujos de refugiados. 68 millones de personas han tenido que abandonar su hogar debido a la violencia en la que ya es la mayor crisis humanitaria después de la II Guerra Mundial.
Entre nosotros el proceso de degradación fruto de las crecientes diferencias va a tener consecuencias en la cohesión social, en la sanidad y en el crecimiento de la radicalización con el auge la extrema derecha. Las costuras de las fronteras revientan, como tendremos oportunidad de ver en los próximos años en la frontera de México con EEUU. No hay murallas que contengan ni alambres concertinas que paren en empuje del sur hacia el norte en Europa. El escenario es imparable pero las sociedades más ricas permanecemos inertes cuando no a la defensiva. La voz del papa Francisco, palabra del Evangelio, no solo es un referente para el hoy, sino que lo será para el futuro.
Los tres verbos de acción que propone el papa como motivo de la Jornada Mundial son especialmente significativos. El primer verbo es gritar. El grito es la palabra extrema del dolor que no se hace violento. Hoy hemos de escuchar este grito silenciado de los pobres que es para los creyentes voz de Dios. Los avisos nos llegan por doquier, las señales apuntan a un escenario cada vez más conflictivo. A desgarro del grito hay que unir la disponibilidad de la escucha. El grito no es una cifra, es el clamor de la persona concreta. Escuchar el grito es ponerse al lado del tú sufriente y acoger su dolor.
Responder es el segundo verbo del papa. Hoy es el más difícil. Los hay sordos porque su planeta es ellos mismos y sus intereses que van millones mucho más allá de la supervivencia. Hay hipoacúsicos de la indiferencia porque se niegan a tocar cualquier malestar hasta que les llega. Los hay que teniendo responsabilidades públicas prefieren sus intereses que el bien común. Vivimos en el país de la prolongación de los presupuestos como gran síntoma que la clase política de todo género no responde al hoy ni a las necesidades de los más pobres.
El tercer verbo del papa es liberar desde las causas. Estamos en estado de urgencia. Afrontar las causas de las pobrezas irresolubres, de los estados imposibles, de los comercios de personas y armas y del desastre ambiental ya no son cuestiones elegibles. La urgencia de acciones mundiales que vayan más allá de los Frontex de turno o la implementación de países-campo-de-concentración se convierte en una exigencia ética que desde la tradición cristiana supone una exigencia.
Los tres verbos se pueden resumir en un sustantivo: alerta. ¿Se escucha?