Pendientes de estreno (II) Popieluszko, cine para romper el silencio


Hay zonas de la historia reciente de Europa que todavía permanecen cubiertas por un manto de oscuridad y una sutil conspiración del silencio. Películas como "La vida de los otros" (2006) Florian Henckel von Donnersmarck o "Katyn" (2007) vienen a hacer memoria del tiempo del comunismo en Alemania y Polonia. Sin embargo, este tipo de cine resulta escaso y sospechosamente oculto. Bastará que comprobemos la inmensa cantidad de películas que siguen llegando a nuestras pantallas sobre el III Reich y la sospechosa ausencia de películas sobre los regímenes comunistas de la Europa oriental.

La película "Popieluszko, la libertad está entre nosotros" de Rafal Wieczynski es un ejemplo más de las dificultades para estrenarse de este cine entre nosotros. Basada en la figura del sacerdote polaco Jerzy Popieluszko, recientemente beatificado, sigue la estela de otro film sobre el mismo tema de Agnieszka Holland con el título "Conspiración para matar a un cura".

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Narrada con un estilo épico inserta en la historia de ficción imágenes reales de los acontecimientos vividos por las luchas obreras del sindicato Solidaridad y de las dos primeras visitas de Juan Pablo II a su patria. Con un ritmo marcado por el suspense acerca la figura de este sacerdote que terminó convertido en un héroe de la resistencia espiritual y política a la dictadura.

El protagonista está interpretado con acierto con Adam Woronowicz. El proceso personal nos permite comprender como este joven de pueblo y sencilla formación se va convirtiendo en sacerdote y guía espiritual más por coherencia que por voluntad propia. Así destaca su fidelidad a las personas, su sencillez marcada por el sentido del humor, su coraje a pesar del miedo y su profunda conciencia de buscar los caminos de Dios. La solidaridad con los trabajadores, la disponibilidad al servicio a la Iglesia, el fuerte sentido evangélico que avanza hacia el perdón y el dolor por la situación de opresión de su pueblo enmarcan las opciones que progresivamente le van colocando en una situación de máximo riesgo. Así la película está marcada por el presagio de una muerte que a la hora de la verdad se presenta brutal y encarnizada.

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El segundo protagonista es el pueblo polaco y su lucha por la libertad. Los obreros, los jóvenes y las mujeres son presentados como los artífices de una nueva Polonia que se gesta en medio de una dolorosa persecución de los derechos fundamentales y de una estrategia de manipulación de la masas. El sacrificio marcará muchas vidas que verán truncadas sus trayectorias para servir a la esperanza de todos.

El tercer protagonistas es la Iglesia polaca que por un lado busca la prudencia para no desencadenar el estallido violento y por otra trabaja por la libertad. Los obispos, el nuncio y el propio Juan Pablo II, que regalará un rosario a Popieluszko, apoyarán a este sacerdote que representa la lucha espiritual de su pueblo.

A pesar de su duración de 149 minutos el ritmo no decae y los giros del guión van conduciendo al clímax que llega con la muerte del sacerdote, pero que también coincide con el crecimiento de la conciencia de que el régimen comunista entra en la fase de disolución. Su obra ha ido dando fruto y su estilo marcado por la frase “tenemos que vencer al mal con el bien” permite mirar al futuro.



“El padre Popieluszko es beatificado como ejemplo de la defensa de derechos y de la dignidad humana, también como modelo del diálogo y reconciliación”, dijo Mons. Nycz, arzobispo de Varsovia ante 100 obispos, 1500 sacerdotes y una enorme multitud el día de su beatificación.

Por eso esta historia merecía ser contada y también vista rompiendo el silencio y la oscuridad de un tiempo del que la memoria se convierte en justicia. Esperemos con atención su estreno que por ahora todavía no tiene fecha.
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