El machismo imperante en los medios.
No es que me haya dado por hacer una cruzada personal contra el destape, sino contra aquellos que quieren imponer una moda en la que los hombres debamos contemplar continuamente los atributos físicos de una mujer y no sus virtudes. Pero ya estoy harto, estoy cansado de ver en películas y programas de televisión lo mismo una y otra vez.
Pueden ustedes poner cualquier película de acción, preferentemente norteamericanas, y cuando los malos persiguen a un hombre y a una mujer siempre verán que al hombre le ponen nombre y apellidos, cuando lo mencionan, y a la mujer le dicen la chica o la zorra o la puta. Podría ser un mensaje subliminal de esos contra el machismo sino fuera porque hasta los buenos emplean ese mismo lenguaje. Además, la mujer que pega y golpea en las películas como personaje malo es siempre conocida como tan zorra y puta como la buena, y siempre se caracteriza por una extrema e insólita frialdad y crueldad hasta el punto de ser mayor que la de un malvado personaje masculino. La mujer como objeto, como puta y como zorra, así son muchas películas del cine, y por supuesto mujer sin identidad o sin nombre y al final o en la mitad de la película es hasta facilona porque se besa y se acuesta con el bueno.
Además ocurre parecido en esos mediocres programas que yo acostumbro a llamar de “Escalera”, porque en todos ellos hay muchos escalones ya sea entre público y escenario o en el propio escenario. En las escaleras se colocan siempre las mujeres, casi siempre modelos jóvenes y peliteñidas o sin peliteñir, pues hay de todo. El caso es que acostumbran con su ligereza de ropa a ser parte del decorado de un escenario. Se las suele preferir con pechos, ni muy excesivos ni poco marcados, las piernas muy depiladas o sin bello, lunares poco visible o para nada existentes, y los vestidos consisten siempre en o destacar sus pechos o las piernas o en ambos.
Tengo por ejemplo una enorme animadversión a Ramón García, acostumbra en varios programas como presentador a rodearse de mujeres que hacen de tontas o bobas solemnes, y no hay nada peor que ese pésimo humor en la que una no sabe hacer de payasa y termina por producirte vergüenza ajena. A mi me molesta el papel de Ramón García y de subnormal de sus acompañantes.
Otra característica de estos pésimos programas es la volatilidad de los looks y vestidos de las mujeres, casi nunca repiten ni vestido ni peinado, muy al contrario del varón que viste igual siempre, como mucho cambia la corbata o la pajarita. Esto da a entender que una mujer debe tener cientos de vestidos y renovarse continuamente y el hombre con unos pocos va que chuta.
Pero también ocurre que la mujer es marginada en los medios, en los telediarios suele ser la segundota en todo, y algún informativo por ahí perdido se podrá asegurar que hay alguna mujer que lo presenta. Yo no entiendo como en Diario de la Noche de Telemadrid la periodista Ana Samboal que ha dirigido muchas veces el informativo y se la nota estudiosa en economía, siempre acaba siendo la segundota a pesar de su mucha valía. Entiendo que Dragó fuese una estrella y a mi me gustaba el enfoque informal que le daba a su informativo, pero Herman Tersch me parece de un pésimo gusto, y más cuando Ana Samboal ya se la veía viendo demasiado buena bajo el liderazgo de Sánchez Dragó y llego ella a presentar el informativo.
Hay cosas a las que una mujer no debería jamás prestarse, pero las modelos se arrastran viviendo de lo que producen sus cuerpos. Hace unos años en el Telecupón las mujeres hacían la función de recoger una bola y poner una falsa sonrisa de soberana mediocridad. Actualmente se menosprecia a las mujeres en la Ruleta de la Fortuna donde ejercen el mediocre papel de tocar las letras sobre una pantalla digital para que se enciendan unas luces detrás.
No le tengo ninguna estima a las modelos, ni tampoco mucho a los modelos. En el caso de las modelos me molesta mucho lo que sufren para ejercer esa profesión donde solo se las quiere por su aspecto exterior dando igual su interior.
No me gusta eso de las mujeres para lucir, ni me gusta que asuman papel alguno de lucirse. La sencillez me gusta más y me parece muy apropiada, a las mujeres se las debe valorar por su interior, por su aporte intelectual y afectivo para esta sociedad, no podemos seguir por este rumbo de quererlas ver cada vez más ligeritas de ropa y apareciendo como adornos de programas de televisión o sin nombre propio en las películas, ellas importan y eso debería destacarse.
Cuando yo el viernes traté de la minifalda lo quise abordar pensando en que no me gusta ver como se inculca en mis alumnas un estereotipo consistente en seguir la moda imperante, renovarse el vestuario, tener pechos y estar delgada, y en cambio la mujer profesional brilla unas veces por su ausencia y otras como mucho de papel secundario o en programas al estilo diario de Patricia, donde se da la impresión que para cotillas ellas cuando los hombres también somos muy cotillas.
Pueden ustedes poner cualquier película de acción, preferentemente norteamericanas, y cuando los malos persiguen a un hombre y a una mujer siempre verán que al hombre le ponen nombre y apellidos, cuando lo mencionan, y a la mujer le dicen la chica o la zorra o la puta. Podría ser un mensaje subliminal de esos contra el machismo sino fuera porque hasta los buenos emplean ese mismo lenguaje. Además, la mujer que pega y golpea en las películas como personaje malo es siempre conocida como tan zorra y puta como la buena, y siempre se caracteriza por una extrema e insólita frialdad y crueldad hasta el punto de ser mayor que la de un malvado personaje masculino. La mujer como objeto, como puta y como zorra, así son muchas películas del cine, y por supuesto mujer sin identidad o sin nombre y al final o en la mitad de la película es hasta facilona porque se besa y se acuesta con el bueno.
Además ocurre parecido en esos mediocres programas que yo acostumbro a llamar de “Escalera”, porque en todos ellos hay muchos escalones ya sea entre público y escenario o en el propio escenario. En las escaleras se colocan siempre las mujeres, casi siempre modelos jóvenes y peliteñidas o sin peliteñir, pues hay de todo. El caso es que acostumbran con su ligereza de ropa a ser parte del decorado de un escenario. Se las suele preferir con pechos, ni muy excesivos ni poco marcados, las piernas muy depiladas o sin bello, lunares poco visible o para nada existentes, y los vestidos consisten siempre en o destacar sus pechos o las piernas o en ambos.
Tengo por ejemplo una enorme animadversión a Ramón García, acostumbra en varios programas como presentador a rodearse de mujeres que hacen de tontas o bobas solemnes, y no hay nada peor que ese pésimo humor en la que una no sabe hacer de payasa y termina por producirte vergüenza ajena. A mi me molesta el papel de Ramón García y de subnormal de sus acompañantes.
Otra característica de estos pésimos programas es la volatilidad de los looks y vestidos de las mujeres, casi nunca repiten ni vestido ni peinado, muy al contrario del varón que viste igual siempre, como mucho cambia la corbata o la pajarita. Esto da a entender que una mujer debe tener cientos de vestidos y renovarse continuamente y el hombre con unos pocos va que chuta.
Pero también ocurre que la mujer es marginada en los medios, en los telediarios suele ser la segundota en todo, y algún informativo por ahí perdido se podrá asegurar que hay alguna mujer que lo presenta. Yo no entiendo como en Diario de la Noche de Telemadrid la periodista Ana Samboal que ha dirigido muchas veces el informativo y se la nota estudiosa en economía, siempre acaba siendo la segundota a pesar de su mucha valía. Entiendo que Dragó fuese una estrella y a mi me gustaba el enfoque informal que le daba a su informativo, pero Herman Tersch me parece de un pésimo gusto, y más cuando Ana Samboal ya se la veía viendo demasiado buena bajo el liderazgo de Sánchez Dragó y llego ella a presentar el informativo.
Hay cosas a las que una mujer no debería jamás prestarse, pero las modelos se arrastran viviendo de lo que producen sus cuerpos. Hace unos años en el Telecupón las mujeres hacían la función de recoger una bola y poner una falsa sonrisa de soberana mediocridad. Actualmente se menosprecia a las mujeres en la Ruleta de la Fortuna donde ejercen el mediocre papel de tocar las letras sobre una pantalla digital para que se enciendan unas luces detrás.
No le tengo ninguna estima a las modelos, ni tampoco mucho a los modelos. En el caso de las modelos me molesta mucho lo que sufren para ejercer esa profesión donde solo se las quiere por su aspecto exterior dando igual su interior.
No me gusta eso de las mujeres para lucir, ni me gusta que asuman papel alguno de lucirse. La sencillez me gusta más y me parece muy apropiada, a las mujeres se las debe valorar por su interior, por su aporte intelectual y afectivo para esta sociedad, no podemos seguir por este rumbo de quererlas ver cada vez más ligeritas de ropa y apareciendo como adornos de programas de televisión o sin nombre propio en las películas, ellas importan y eso debería destacarse.
Cuando yo el viernes traté de la minifalda lo quise abordar pensando en que no me gusta ver como se inculca en mis alumnas un estereotipo consistente en seguir la moda imperante, renovarse el vestuario, tener pechos y estar delgada, y en cambio la mujer profesional brilla unas veces por su ausencia y otras como mucho de papel secundario o en programas al estilo diario de Patricia, donde se da la impresión que para cotillas ellas cuando los hombres también somos muy cotillas.