Nacional-sintoísmo nipón y nacional-catolicismo celtibérico

En el vuelo a Tokyo, leí una columna del Mainichi sobre corrientes fundamentalistas en el catolicismo español. A quienes recelan ante el resurgir en Japón de la ideología sintoísta de pre-guerra, al amparo del partido gobernante (antes con Koizumi y ahora con Abe, inseparables de la Casa Blanca), interesan las noticias sobre neoconservadurismos: ya sean imanes iraníes, rabinos judíos u obispos castellanos obsesionados con la unidad nacional.

Ya en Tokyo, leí un reportaje sobre una guardería infantil en Osaka. Un maestro asustado ante el desmadre moral, pretende solucionarlo adoctrinando y hace recitar a los pequeñines el obsoleto edicto de los años treinta: «Somos un imperio, daríamos la vida por el emperador...»
La ideología nacional-sintoísta manipuló la religión al servicio de los militarismos responsables de la masacre de Nanking, la catástrofe de Pearl Harbour y la locura de la guerra del Pacífico, que desembocó en la tragedia de Hiroshima y Nagasaki.

Japón y España son diferentes, pero cuando se habla a los japoneses del nacional-catolicismo español de postguerra, con sus consignas de «por el imperio hacia dios» o el patriotismo de la «unidad de destino en lo universal», les evoca la memoria histórica del nacional-sintoísmo.

A la inversa, la ideología nipona de los kamikazes nos da qué pensar sobre la sacralización de conflictos en términos de cruzada, sea por Franco o por Bush.

El P. Juan Sopeña (jesuita español fallecido en 1991), reconocido en Japón como especialista sobre la España del 36, orientó sobre este tema a los historiadores japoneses. Chiaki Watanabe es una discípula suya, catedrática en la Universidad de Aoyama (Tokyo), que en su tesis doctoral analiza las posturas exageradas de la Asociación Católica de Propagandistas en 1931, provocadoras de reacciones opuestas por parte del anticlericalismo (Confesionalidad católica y militancia política: La Asociación Católica Nacional de Propagandistas y la Juventud Católica Española, 1923-1936, UNED Ediciones, Madrid, 2003).

El libro contiene interesante documentación sobre la iglesia española del 31, pero no me extrañaría que la línea actual de algunos herederos de aquellas instituciones simpatice poco con el sensato juicio histórico de la profesora japonesa. Señala esta autora las reacciones pendulares hispánicas y no quiere que se repitan los errores del pasado. En una ponencia reciente de un congreso de historia, manifestaba su preocupación ante el resurgir del tema de las dos Españas en el discurso de la cúpula eclesiástica de nuestro país hermanada con la oposición política.

Esta voz desde el país del sol naciente viene bien en los momentos actuales de crispación celtibérica. El desastre del nacional-sintoísmo nipón puede servir de vacuna para que no crezcan brotes de nacional-catolicismo celtibérico.
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