Dejad que los niños se acerquen a mí Apóstoles de jóvenes. Con los hermanos de la Salle

Hoy mi compañero Pedro Gómez me comunica el fallecimiento trágico de un padre de familia que fue formando suyo en el seminario de Badajoz hace décadas. Uno este hecho al compartir con los hermanos de La Salle aqui en el santuario de Regla y traigo a mi memoria los años que en mi vida sacerdotal he dedicado a la formación y acompañamiento de niños y jóvenes en parroquias, seminario, universidad, movimientos... Y oro al Padre de todos junto a estos hermanosy sus sentimientos.
Formar y acompañar niños y jóvenes, un reto y una gracia.
(Hoy desde el dolor)

El hecho de vida, en este caso con muerte, me sitúa ante la relación del formando y el formador, cuando se realizan en la verdadera entrega de búsqueda de verdad y libertad para el joven. El joven puede abrirse o no a lo que se le propone y al discernimiento que se le ayuda a hacer, pero curiosamente también queda tocado el formador que acompaña y que realiza un tramo del camino con esa persona. Ya nunca olvidas su persona y sus pasos, la concreción de aquella acción constructiva en una relación que era desigual, de adulto a adolescente, pero totalmente servicial. Yo no olvido a las personas que estuvieron encomendadas a mí en el seminario, independientemente de cómo pudo desarrollarse dicha relación.
En estos días estoy celebrando la eucaristía con los hermanos de la Salle que descansan y oran juntos aquí en el santuario de Regla. Este año son catorce, en otros han sido más de cincuenta, la mayoría son de edad avanzada, jubilados civilmente. Cada uno de ellos tiene un recorrido brutal por colegios y lugares de toda España y del extranjero, no han hecho otra cosa que dedicar su vida a los jóvenes. Cada mañana les veo con su oración preparada en profundidad con un estilo nuevo, vivo, esperanzador y celebran con jovialidad la eucaristía, llena de vida y de amor, hoy con el poema eucarístico de Pedro Casaldáliga de fondo. Pienso en los miles y miles de jóvenes con los que habrán compartido camino, como hizo Pedro Gómez con José Manuel Torres. Cuanto bien a cuanta gente joven, que están grabado en sus corazones limpios y entregados.
En medio de esta marea de sospecha y dolor en el mundo y en la iglesia por lo que han sido abusos en esas relaciones de formación, necesitamos recuperar la verdadera misión y bien que se ha ido realizando a lo largo de los siglos por todas las personas que han dedicado su corazón a acompañar con verdadera pasión de entrega a los niños y jóvenes, con el verdadero sentido del evangelio, doliéndose de sus dificultades y aplaudiendo sus pasos decisivos y valientes como personas y como cristianos. A veces también, mirando con tristeza cuando no han podido o sabido responder generosamente a la propuesta de un Jesús de Nazaret que les invitaba a arriesgar para llenar sus vidas de verdad y de alegría plena.
Hoy en la eucaristía he tenido presente los años que estuve de formador en el seminario de Badajoz, los compañeros con los que compartí tarea –especialmente por el dolor que hoy siente Pedro Gómez- y con todos estos héroes de lo anónimo que han gastado sus vidas por todos esos colegios con el deseo firme diario de que Cristo viva siempre en sus corazones. Siento que toda mi vida sacerdotal ha estado ligada a esta misión de acompañar y animar vidas, especialmente juveniles. Y me alegro ante la próxima experiencia de acompañamiento que será del 24 al 30 en un pueblo de Málaga en la asamblea de la JEC, a la que asistirán jóvenes de mi parroquia, procesos abiertos de vida creyente y humana, que buscan verdad y vida auténtica, desean cuidarse y cuidar, sabiendo que son templos del Espíritu.