Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC Haz esto y tendrás la vida. Aurora Pedrosa, ruega por nosotros

Haz esto y tendrás la vida. Aurora Pedrosa, ruega por nosotros
Haz esto y tendrás la vida. Aurora Pedrosa, ruega por nosotros José

Amar, sin más, en todas las direcciones. No hay otro camino para la vida. Vivir es amar. Profundizar en este mandamiento es adentrarse en una selva sin límites llena de tesoros inconmensurables que sólo se pueden descubrir haciendo camino por ella. La luz entre la arboleda, el agua estancada y la que corre, la noche oscura, los silbidos alegres y los aullidos de miedo, el animal benigno y alegre o el que asusta y se espanta. Todo está en el camino de esa realidad no escrutada, pero disponible para el viajero y seductora a la vez, que temerosa.

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

 En aquel tiempo se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

                Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él contestó: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo».  Lucas 10,25-37

Del miedo a la confianza, camino del amor

 Andar por las sendas del querer gratuito, en la experiencia radical de la entrega, es lograr el tesoro que no tiene vuelta atrás. El que ama tiene ya la vida y nadie se la podrá quitar. El reto es saltar sobre el miedo que nos paraliza ante la realidad y nos acomoda, es adentrarse con la confianza puesta más allá de nosotros mismos y dejando que nos conduzca el espíritu del que nos sostiene amándonos.

El gesto radical del cuidado

buen samaritano

Un conductor, que dio positivo en la prueba de alcoholemia, desbarró con su coche y tuvo un pequeño accidente en la nacional V. Una mujer que pasaba por allí, Aurora Predosa, una cocinera sencilla y humana, -como el buen samaritano- al verlo, se conmovió y fue incapaz de seguir adelante sin pararse. Su corazón sencillo y humilde le condujo para hacer esa obra de misericordia de atender al necesitado, de ponerse en su lugar, de servirle y prestarle lo que necesitara, facilitarle salir de esa situación de dolor y postración… y al ir a socorrerlo, fue atropellada por otro vehículo, perdiendo su vida. Hasta ahí el dato, ahora ha de venir la lectura creyente.

Te doy gracias, Padre, porque tú te has revelado a la gente sencilla. Cuántas personas humildes cada día viven siendo consuelo y alivio para los que sufren y se agobian: en las familias, en la calle, en el trabajo, en la educación, en la sanidad, en las ONGs, en la cooperación, ante el paro, la enfermedad, soledad… Sí, hoy me he querido parar y comentarlo con la cocinera del bar de la facultad de Educación y con el camarero. El valor de la sencillez y de la humildad, de saber dejarse llevar por lo mejor del corazón.

Es cierto que nuestra sociedad necesita riqueza, trabajo… pero lo que, de fondo más se necesita, incluso sería la solución de lo anterior, es la sencillez y la humildad de corazón, esa que hace que te pares cuando ves un dolor y que no pases de largo, la que te implica, te hace compasiva, te une al otro y te hace red con él, la que consuela y alivia el sufrimiento. Sólo con estas entrañas se resolverá el problema del mundo, se hará la revolución de lo verdaderamente humano. Por eso Aurora, para mí, ya no será nunca una mujer más, seguirá siendo sencilla y humilde, pero ya gloriosa para siempre.

A partir de ahora, la pongo como intercesora mía en mi vida, como buena samaritana, y a ella he de acudir cuando me caiga y accidente mi vida, mi norte, mi bondad, la canonizo en mi interior y la tendré como modelo. A ella la pongo como intercesora ante Dios, para que me ayude a pedir perdón, por todas las veces que ante el dolor ajeno no he parado, incluidas aquellas que he visto a personas en la carretera con el coche accidentado y sintiendo que debería parar, pensando que podía ser yo el accidentado, he seguido hacia adelante porque iba a 120, era peligroso o ya habrían llamado por el móvil.

En mis letanías de intercesores, ocuparás un lugar alto porque tú, Aurora, hoy, me has hecho ver este evangelio a pie de accidente, en la carretera, queriendo auxiliar, me has hecho más fuerte y radical la parábola del buen samaritano. Parábola que nos hablaba de un Dios que, por socorrernos, a nosotros pecadores, aceptó el accidente de su muerte en la cruz, porque pensó más en nosotros que en él mismo. Es lo que has hecho tú Aurora, pensaste más en el herido que en ti misma, por eso creo que no has pasado de la vida a la muerte, sino de la vida sencilla y humilde a la vida eterna y gloriosa.

Esta noche mi oración a Dios, aparte de pedir por toda tu familia para que Dios la bendiga, la proteja y la consuele, acaba musitando: “Aurora Pedrosa, buena samaritana muerta por auxiliar al caído, ruega por nosotros, ruega por esta humanidad para que tenga la misma sensibilidad que tú has tenido. Ayúdame a estar cerca de Cristo, con los mismos sentimientos de sencillez y humildad con los que tú has llegado al cielo, tras morir queriendo dar la vida, sin más contemplaciones. Te dejaste llevar por un corazón humilde y auténtico, como el de Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien y queriendo ayudar y curar a los caídos en el camino de la vida.

Gracias Aurora, para ti la medalla del cuidado y de la ternura, la corona de gloria que no se marchita.”

Notas hilvanadas

Sé que lo harias por mí

“No es necesario tu salto de fe, sé que lo harías por mí”

(Viva Suecia & Valeria Castro- Hablar de nada)

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