"La sinodalidad exige 'pastores con olor a oveja', no burócratas del altar" El legado de Francisco: Del clericalismo a la sinodalidad

El legado de Francisco
El legado de Francisco

"La muerte del papa Francisco deja a la Iglesia un legado de enorme importancia: su decidida apuesta por pasar del clericalismo a la sinodalidad"

"A menudo se espera del laicado que escuche, obedezca y no cuestione, mientras que los presbíteros aparecen como únicos depositarios de la verdad y la decisión pastoral"

"El clericalismo tiene raíces profundas. Una de las más persistentes está en la formación que reciben los seminaristas"

"Este modelo ha generado una figura sacerdotal sacralizada, distante, y en muchos casos autoritaria"

La muerte del papa Francisco deja a la Iglesia un legado de enorme importancia: su decidida apuesta por pasar del clericalismo a la sinodalidad. Inspirado en el Concilio Vaticano II, Francisco insistió en una Iglesia entendida como Pueblo de Dios, donde todos los bautizados caminan juntos hacia el Reino.

Durante siglos, la cultura eclesial ha estado marcada por una relación vertical entre clérigos y laicos. Para muchos fieles, esta dinámica se ha traducido en abusos de poder, exclusiones y una experiencia eclesial pasiva. A menudo se espera del laicado que escuche, obedezca y no cuestione, mientras que los presbíteros aparecen como únicos depositarios de la verdad y la decisión pastoral.

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Clericalismo
Clericalismo

Este fenómeno, normalmente llamado “clericalismo”, Francisco lo ha calificado con claridad: una “perversión del sacerdocio”. El problema no radica solo en algunas actitudes individuales, sino en una mentalidad y estructuras institucionales que impiden relaciones fraternas, debilitan la comunión y oscurecen el rostro evangélico de la Iglesia.

El clericalismo tiene raíces profundas. Una de las más persistentes está en la formación que reciben los seminaristas. Desde temprano, se los separa del Pueblo de Dios, se les forma para obedecer y mandar, antes que para el servicio humilde. En lugar de pastores cercanos, los seminarios suele producir  —como dice el Papa— “profesionales del sagrado”.

Este modelo ha generado una figura sacerdotal sacralizada, distante, y en muchos casos autoritaria. El laicado, por su parte, no siempre ha reaccionado con responsabilidad: con frecuencia ha aceptado ser reducido a una obediencia acrítica. “El cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice”, observa con agudeza Francisco. Así se perpetúa una costumbre que infantiliza a los fieles y esteriliza su misión en el mundo.

Las consecuencias del clericalismo han sido graves. Este ha sido caldo de cultivo para abusos sexuales, de conciencia y de poder, y de su encubrimiento. Sin mecanismos eficaces de control y rendición de cuentas, algunos ministros han transgredido límites esenciales con impunidad. La reforma, entonces, no puede limitarse a aspectos disciplinarios: se requiere una transformación profunda en la conciencia eclesial.

Sin igualdad no habrá sinodalidad ni auténtica fraternidad
Sin igualdad no habrá sinodalidad ni auténtica fraternidad

La respuesta de Francisco ha sido clara: sinodalidad. Frente a una Iglesia jerárquica en exceso, propone una Iglesia que discierne en común, donde todos escuchan y aprenden unos de otros. La sinodalidad no es solo un estilo pastoral: es una dimensión constitutiva de la Iglesia, reflejo del Espíritu que anima a todo el Pueblo de Dios.

Esto implica reformas concretas: otra forma de formar a los ministros, nuevos modos de ejercer la autoridad, participación efectiva del laicado —incluidas las mujeres— en espacios de decisión, y estructuras económicas y pastorales sujetas a revisión comunitaria. La sinodalidad exige “pastores con olor a oveja”, no burócratas del altar.

Francisco ha insistido en que el cambio no será auténtico si no nace de una conversión interior. La Iglesia necesita pastores humildes, comunidades abiertas, ministros dispuestos a escuchar y estructuras que promuevan la participación. “No queremos clérigos de laboratorio”, ha dicho, sino servidores que vivan su vocación como entrega.

La credibilidad de la Iglesia sigue en juego. Si ella quiere anunciar el Evangelio con fuerza profética, necesita desprenderse de todo lo que la encierra en sí misma. El clericalismo la ha apartado del Pueblo fiel de Dios y ha entorpecido la acción del Espíritu. La sinodalidad, en cambio, abre caminos de comunión, discernimiento y misión compartida.

Clericalismo sinodal
Clericalismo sinodal

Este es de los puntos clave del legado del papa Francisco: haber encendido en la Iglesia la esperanza de que es posible ser verdaderamente evangélica, si aprende y enseña a caminar junta. Con todos y todas, sin castas.

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