Tenía nombre: Juan Antonio Montero Asesinado en Mérida un cristiano anónimo

(César L. Caro).-La vida de Juan Antonio Montero se truncó cuando se agachaba al borde del camino a atender a uno de esos inmigrantes, perdedores de nuestro mundo, que en él encontraban acogida y el aliento sanador de la solidaridad. Fue en mi ciudad el jueves pasado, 3 de noviembre.

Juan Antonio era maestro, compañero de trabajo de mi madre y amigo de mi familia. Hombre bueno y discreto, de esas personas que hablan con el tono bajo y que intentan siempre no molestar. Un hombre culto, educado y humilde, con un rico mundo interior, excelentes cualidades artísticas y una vocación de educador a la que se entregó por completo.

Cuando se jubiló encauzó su tiempo entre la pintura y su labor de voluntariado en la Oficina Municipal de Atención al Inmigrante. Allí conoció a muchos susaharianos, magrebíes, rumanos, etc.; les daba clases de español y luego les ayudaba de otras maneras más silenciosas: mi madre dice que a menudo le preguntaba dónde encontrar muebles de segunda mano, o alquileres baratos, ella le aconsejaba y luego él le contaba los resultados. Paciencia pero sin pausa.

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