Balda y el obelisco de San Pedro

En el centro de la plaza de San Pedro se yergue un obelisco, transportado desde Egipto por Calígula en el año 37 de nuestra era. Quince siglos después, el papa Sixto V lo trasladó desde el circo de Nerón a su actual emplazamiento, y el 26 de septiembre de 1586 hizo haciendo grabar en su base de mármol una antigua formula de exorcismo: “Ecce crux Domini (“esta es la cruz del Señor ” – ostensión de la cruz); Fugite partes adversae (“Huid, fuerzas del caos ” – un auténtico exorcismo); Vicit Leo de tribu Juda (“Venció el león de la tribu de Judá ” – aclamación final)”. De este modo, la plaza de San Pedro delimita el límite simbólico del enfrentamiento entre el Bien y el Mal, y el exorcismo impediría que el Demonio llegara a la sede de Pedro.

Éste era uno de los muchos relatos que Ángel Lucio Vallejo Balda (Villamediana de Iregua, La Rioja, 1961) narraba a los visitantes españoles en la Ciudad Eterna. Y es que nadie podrá negar que el detenido este lunes por la Gendarmería vaticana acusado de sustracción y filtración de documentos secretos del Vaticano, delitos por los que podría enfrentarse a una pena de entre cuatro y ocho años de prisión, era un magnífico anfitrión.

Hombre dicharachero, atento, preparado, Vallejo Balda tenía todo en su mano para convertirse en uno de los hombres de confianza del Papa Francisco, quien le nombró secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, el organismo desde el que el español pudo pilotar la reforma de las finanzas de la Santa Sede. Sin embargo, la designación del cardenal australiano George Pell como “superministro” de Economía vaticano, acabó condenando a este sacerdote, prelado de honor de Su Santidad.

El trasfondo de la polémica, que algunos ya dibujan como una reedición del famoso “Vatileaks” que concluyó con la dimisión de Benedicto XVI, haría las delicias del mismísimo Dan Brown. La escena parecería de película si no fuera por su incontestable verosimilitud: una feroz lucha de poder entre dos concepciones de Iglesia, el Opus Dei y los jesuitas; los sectores más reaccionarios de la Curia y los vientos aperturistas que Bergoglio trajo de Argentina; en definitiva, las ansias de reforma frente al inmovilismo.

Una cuestión de dinero, pero también de poder, que tuvo sus cabezas de turco -a nadie se le escapa que los que ayer cayeron no son sin peones en una batalla en el seno del Vaticano- en Vallejo Balda y en la italiana Francesca Chaouqui, una brillante economista, consultora de Ernst&Young y que en el pasado ya fue relacionada con el periodista Gianni Nuzzi -periodista que utilizó la información del mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, para hacer explotar el escándalo de Vatileaks-. Chaouqui ha quedado en libertad tras colaborar en la investigación iniciada por las autoridades vaticanas.

Con todo, este escándalo de revelación de secretos es sólo un movimiento más dentro de la encarnizada lucha en el interior de la Curia romana entre los detractores y partidarios de Francisco. Unos enemigos que ya filtraron en su día al periodista Sandro Magister -el mismo que perdió su acreditación ante la Santa Sede por adelantar la encíclica Laudato Si- la carta de 13 cardenales criticando la metodología del Sínodo, o que hicieron circular el falso rumor de que Francisco tenía cáncer de cerebro.

Y es que dos de los grandes objetivos de la reforma curial propuesta por el Papa chocaban frontalmente con los intereses de los sectores más rancios de la Curia. En primer lugar, por la apuesta por la austeridad (Francisco quiere que se controle cada euro que sale de las arcas vaticanas); en segundo término, por la eliminación de cargos curiales, y de su rango. En un futuro, el deseo del Papa es que los trabajadores de los organismos vaticanos no sean obispos, para eliminar la “casta episcopal” de la que Bergoglio ha hablado en más de una ocasión. Y eso, en una estructura tan jerárquica como la de la Iglesia romana, supondría el final de los privilegios de los grupos más conservadores. Especialmente del Opus Dei, quien vivió sus años de mayor influencia durante el pontificado de Juan Pablo II y que ahora vería mermada su relevancia en beneficio de la Compañía de Jesús. No hay que olvidar que el actual Papa es el primer pontífice jesuita de la historia. La Obra, de hecho, no ha tardado en desvincularse del eclesiástico español en un comunicado, en el que muestra su "sorpresa y dolor", ante la noticia, al tiempo que asegura que la orden "no dispone de ninguna información sobre el caso".

Lucio Ángel Vallejo Balda, acusado de filtrar documentos relacionados con las reformas económicas y la modificación del aparato curial, estaba en una suerte de “limbo” laboral, después de que las competencias de la Prefectura de Asuntos Económicos fueran asumidas por la Secretaría de Economía, dirigida por Pell. Ello causó una profunda desazón en el religioso, quien en febrero de 2014 difundió que iba a ser nombrado número dos de la Secretaría de Economía. En febrero de 2014, el español Lucio Ángel Vallejo Balda difundió a los medios que iba a ser nombrado número dos del “superministerio” vaticano creado por el Papa para ocuparse de gestionar todas las actividades económicas y administrativas de la Santa Sede, algo que no se produjo.

En mayo de 2014 participó en un lujosa comida a la que asistieron religiosos, empresarios y periodistas italianos en la azotea de la prefectura vaticana de Asuntos Económicos durante la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, un acto que no contó con la simpatía del papa Francisco, según se hicieron eco entonces los medios italianos.

Desde entonces, el actual superior jerárquico del sacerdote español era el revisor general de la Santa Sede, Libero Milone, cuyo ordenador fue hackeado hace unos días. La investigación de este caso ha llevado a descubrir que los documentos, además serían publicados en dos libros que verán la luz la próxima semana. Se trata de 'Avarizia', de Emiliano Fittipaldi, periodista de L'Espresso, y 'Via Crucis' de Gianluigi Nuzzi.

El Vaticano ha recordado en un comunicado de prensa que la divulgación de noticias y documentos es un delito previsto en la ley del Vaticano y ha resaltado que "publicaciones de este tipo no ayudan de ninguna manera a establecer claridad y verdad, sino más bien generar confusión e interpretaciones parciales y tendenciosas".

Asimismo, ha señalado al respecto que estos robos de documentos "también esta vez, como ya en el pasado, son fruto de una grave traición de la confiada del Papa y, por lo que se refiere a sus autores, de una operación para obtener beneficio de un acto gravemente ilegal de entrega de documentación reservada, operación en la que las implicaciones legales y posiblemente sanciones están bajo estudio de la Oficina del promotor, en vista de las posibles medidas adicionales, recurriendo, si es necesario, a la cooperación internacional". Mientras tanto, el obelisco de la plaza de San Pedro continúa barruntando su oración para espantar al demonio. Hay muchos que piensan que, desde hace años, el diablo campa a sus anchas tras los muros vaticanos.
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