Cismáticos y ortodoxos

Líbreme Dios de decirle a nadie cómo tiene que vivir su fe. Pero también de ser tolerante con los intolerantes. Con los que derraman odio y claman venganza porque "Dios lo quiere". Un mensaje que nos retrotrae a las cruzadas, a la época en la que se quemaba a la gente por pensar de otro modo, por creer de diferente manera, por "no tener alma". Que nos empuja a una Iglesia que afortunadamente hace décadas (y el Concilio Vaticano II hizo mucho por eso) que dejó de dar esa imagen. Aunque quede mucho por hacer.
Los que en virtud de la Verdad, de "su" Verdad -que no es la de Cristo- alimentan lo que describe la declaración conocida ayer, no pueden ser auténticos seguidores de Jesús. Lo quemarían vivo, le arrancarían la piel, lo clavarían en un madero. Y todo en nombre de la ortodoxia. La misma que defienden los que atacan a profetas ancianos, persiguen a teólogos, religiosos, sacerdotes o laicos por el mero hecho de pensar. Y es que leyendo algunos artículos o declaraciones, uno comprende que tal vez el problema sea ése: el mero hecho de pensar. O de no hacerlo.