Francisco y la pederastia

Se echó en falta un compromiso claro para asegurar la extradición de aquellos eclesiásticos acusados de pederastia que encuentran acomodo en algunos países, incluída la Santa Sede -el ejemplo del ex nuncio de la República Dominicana, Josef Weselowski, es palmario, por mucho que se le pueda juzgar en el Vaticano-, y de sobra el intento de ampararse en el hecho -cierto, por otro lado- de que estas atrocidades se dan también en otras instituciones.
Ese mismo día, como si advirtiera lo que iba a suceder, el Papa Francisco tocaba el tema en su homilía de Casa Santa Marta. "Los escándalos de los sacerdotes corruptos son la vergüenza de la Iglesia", titulábamos en RD. Una vez más, Bergoglio trata de dar más de lo que se le pide, consciente de que la sociedad en la que nos movemos, y en la que hay que vivir, y trabajar, y anunciar el Evangelio, y continuar construyendo el Reino de Dios, exigirá un plus a una institución que durante décadas ha ocultado atrocidades de este tipo en los cinco continentes, y a la que, además, se le presume depositaria de unos valores, los de Jesús, que han ayudado a conformar nuestra civilización.
No basta con pedir perdón. Es necesario, pero no suficiente. No basta con endurecer las penas canónicas. Es necesario pero no suficiente. Hay que predicar con el ejemplo, salir al encuentro, no dejar el mínimo asomo de duda acerca de las actitudes, intenciones, acciones, decisiones y proyectos de futuro a este respecto.
"Dejad que los niños se acerquen a mí", dijo el Señor. Francisco no tiene miedo a hacerlo. Pero hay que ir más allá. Los casos de Weselowski y, sobre todo, de la Legión de Maciel, son una prueba de fuego para el Papa.
jesusbastante@religiondigital.com