El "todo o nada" de los Legionarios

Entre los participantes, auténticos "bultos sospechosos", como Luis Garza y Álvaro Corcuera, o elementos tan poco dotados para el liderazgo como Juan Carlos Ortega y Florencio Sánchez, de cuyas "habilidades" ya hemos dado cuenta en estas páginas.
La Legión de Cristo se lo juega a todo o nada. No sólo el trabajo de los últimos siete años, desde que Benedicto XVI relegara a una vida en silencio al todavía vivo Maciel; no sólo la labor llevada a cabo por los comisarios pontificios -entre ellos, Ricardo Blázquez-, o por el delegado, Velasio de Paolis. Con la Legión de Cristo nos estamos jugando la credibilidad como institución.
No es el de la Legión un tema interno que han de abordar y decidir única y exclusivamente los legionarios. No. Ya no. El Papa Francisco tiene ante sí el primer gran reto, el primer conficto en mayúsculas, de su pontificado.
Y es que cualquier cierre en falso, cualquier componenda, cualquier espacio a la iniquidad de los que, en su día, conocieron y toleraron los abusos de Marcial Maciel, supondría un bofetón a la credibilidad de la Iglesia católica.
Después de los escándalos de la pederastia o el Vatileaks, después del paso de gigante que supuso la renuncia de Benedicto XVI, después de los nuevos aires que ya ha impregnado Bergoglio a la institución, unas constituciones de la Legión que no cambien radicalmente la congregación fundada por Maciel y a los que fueron responsables durante su macabro reinado, el Papa no puede ser tibio.
Pese a la resistencia interna, todavía hay esperanzas. Los propios Legionarios han abierto un canal de comunicación en su web, en cuya historia oficial ya reconocen los abusos de Marcial Maciel. Es un paso. No es suficiente. Hay que pedir perdón: orgánica y personalmente. A todas las víctimas, no sólo de Maciel, sino del entramado que, en la práctica, convertía a los aspirantes a legionarios en pobres muñecos, presos de la locura de unas normas que les marcaban desde cómo vestirse a qué comer, leer, escribir o con quién hablar. Y de qué.
Hay que romper con la espiral del silencio que, aún hoy, sacude a la Legión y le impide una renovación creíble y perdurable. No nos cabe duda de que en este movimiento hay miles de personas que quieren vivir sinceramente el Evangelio. Pero tal vez sea imposible que lo hagan dentro de una institución viciada en su origen y su carisma. Que, no lo olvidemos, es el de su fundador. Un pederasta como Marcial Maciel.
La Legión se juega su futuro. La Iglesia, su credibilidad. Ha llegado la hora de las decisiones.