Oriol Domingo, Cigoña y otros pájaros


Oriol Domingo y Francisco José Fernández de la Cigoña ya se han dicho lo que tenían que decirse. Como lo que son: dos caballeros y dos hombres de fe. Si se quiere, divergente en muchos términos, pero es tan sano poder discrepar, y hacerlo con elegancia, tranquilidad y sosiego... Y tan poco usual en el "catolicismo digital", donde tanto abundan los carroñeros. Por tanto, no voy a entrar en una discusión que no es la mía.
Sí quiero, porque creo que es de justicia, reconocer la profesionalidad y buen hacer periodístico -con una innegable veta cristiana- que Oriol Domingo lleva demostrando durante años. En La Vanguardia, y en cualquier foro donde se da la oportunidad -y el placer- de escucharle. Un buen periodista, una mejor persona y, también -y lo ha demostrado con creces- un buen cristiano. Y valiente, lo que no quiere decir temerario. Sólo hay que leer su último post en su magnífica "In saecula saeculorum". Un cristiano que construye Iglesia, y con el que suelo coincidir en muchas cosas (entre risas: a mí me gusta más la "ñ" que la "ny" cuando hablamos de Cataluña, pero vaya... cosas de la formación).
Al amigo Cigoña no vamos a descubrirle en estas páginas, más que nada porque también son las suyas. Como él ya lo sabe, y yo ya lo he escrito, no me duelen prendas en repetirlo: es un tipo honrado, valiente y sincero, con el que suelo disentir, siempre desde el respeto y la amistad. Ha sido uno de los grandes descubrimientos en este año, que ahora cumplimos, del retorno del "Barón Rampante". Y, me lo permitirá... no es tan fiero el león como lo pintan. Gana mucho, muchísimo, en el plano personal (también entre risas: creo que será Oriol el que no te aguante más de dos whyskys, amigo...). Creo que en ocasiones su tono hace más daño que beneficio a la Iglesia, pero es el suyo, le funciona y resulta sumamente atractivo. Y, sobre todo, no se escuda en el anonimato.
Afortunadamente, vivimos en un país libre. La Iglesia, nuestra Iglesia, en demasiadas ocasiones peca de esa falta de libertad. Algunos se ven obligados a esconderse en las catacumbas o en el anonimato, es cierto. Pero también lo es que, en la mayoría de los casos (e Internet es un ejemplo palmario) esa invisibilidad se torna maléfica: son muchos los que abusan del anonimato para medrar, herir, dañar e insultar. Y eso no se puede permitir. Ni defender.
Oriol y Cigoña son un ejemplo de disensión en el interior de una Iglesia en la que, por fortuna, todavía se puede discutir. Las aves carroñeras, precisamente por su oscuridad y sus intrigas ocultas, trabajan precisamente por lo contrario. Ciertamente, algunas de ellas estarán perseguidas: pero la dictadura no se soluciona con el gulag. Creo que nos entendemos.
Gracias a los dos. Por vuestra amistad y por vuestro compromiso. Y sigamos adelante, que hay muchos árboles que visitar, muchas ramas en las que posarse... En las mías, modestamente, siempre seréis bienvenidos.
baronrampante@hotmail.es