Un Sínodo para seguir caminando hacia adelante

Y, sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, ha sucedido algo novedoso. Varias cosas novedosas, en realidad: en primer lugar, que todos han podido hablar con absoluta libertad, incluso el Papa -no, no crean que deliro: en una institución tan rígida como la romana, el sumo pontífice suele ser el que, con diferencia, más corsés encuentra-; en segundo término, que se ha debatido sobre todo lo que se ha planteado; en tercer lugar, que el documento final ha logrado el consenso en todos los puntos -muchos dirán, no sin razón, que a resultas de elaborar un texto un tanto difuso-; en cuarto, todos los ardides, venenos y engañifas han pasado sin pena ni gloria, sin dimisiones ni lágrimas: a los conspiradores les ha salido el tiro por la culata. Es lo que tiene ofrecer y vivir con libertad. Y nadie puede dudar de este Papa en este punto.
Dirán que me ando por las ramas, pero lo cierto es que el Sínodo ha ofrecido al Papa -ésa, y no otra, era su misión- un documento de análisis, sin soluciones cerradas, para que sea Bergoglio, siguiendo sus indicaciones, pero también las del Pueblo de Dios (recuerden ese magnífico discurso sobre la sinodalidad que ofreció el pasado 17 de octubre), y las de sus más estrechos colaboradores, el que defina nuevos usos para una doctrina que no cambia, porque no puede cambiar. Lo que cambian, y lo ha hecho decenas de veces a lo largo de la historia, es la pastoral respecto al mensaje de Jesús, que se adecúa como un traje nuevo a todas las situaciones, en todo lugar y tiempo. Si no nos creemos esto, no podemos llamarnos cristianos.
Así las cosas, Francisco nombrará el próximo mes de diciembre a los miembros de la nueva Congregación de Laicos y Familia, en la que habrá -veremos si presidiéndola- laicos, matrimonios, sacerdotes, obispos y cardenales, en una muestra más de esa sinodalidad que es la auténtica clave de bóveda de este Sínodo, y de la Iglesia que propone Francisco. Y ellos, como grupo de expertos, serán los encargados de mostrar los "caminos de misericordia" para las situaciones difíciles, para los que sufren en su vida familiar y personal, quienes ayudarán a que los cristianos podamos abrir puertas y ventanas a su reintegración plena en la vida de la Iglesia.
Y sí, veremos a muchos divorciados vueltos a casar comulgando, participando como padrinos en celebraciones, pudiendo aportar su testimonio en los cursillos prematrimoniales. Y sí, veremos una nueva política de acogida a las parejas de hecho (también a las homosexuales, aunque me temo que ese camino será mucho más arduo); y también veremos nuevas hogueras, porque al igual que la pastoral se adecúa a los tiempos, también los cazaherejes se renuevan. Y así seguiremos hasta el fin de los tiempos.
Pero, al menos, desde que arrancó el proceso sinodal, lo haremos con otro espíritu: el de sentir, por primera vez en mucho tiempo, que todos formamos parte de la construcción de la Iglesia. Que todos, como se empeñó en demostrar Francisco, tenemos opinión, y que ésta debe ser escuchada. Los frutos, como ha dicho el Papa, los veremos, y serán muchos. Y no dejarán a nadie indiferentes.