La asignación tributaria, por Ricardo Blázquez

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¡La Iglesia es muy rica! ¡Que vendan el Vaticano y den el dinero a los pobres! Son expresiones frecuentes que llevan su carga de demagogia y a veces de desconocimiento.
Para confundir las cosas es muy eficaz el mezclarlas, agitarlas y al final nada se ve claro. Esto ocurre frecuentemente con los llamados dineros de la Iglesia; por lo cual debemos distinguir campos y ejercitar el discernimiento sin prejuicios.
La Iglesia es titular de un extraordinario patrimonio cultural y artístico. A lo largo de la historia la Iglesia ha sido amiga de la inteligencia, como acreditan las obras de muchos cristianos eminentes por su ciencia; ha sido y es solícita de los pobres, como muestran mil iniciativas caritativo-sociales; ha sido mecenas y promotora de diferentes manifestaciones artísticas.
Este patrimonio posee un valor inestimable; pero su conservación, restauración y puesta a disposición de todos exige cuantiosas inversiones, que con la ayuda del Estado, de otras instituciones y de la misma Iglesia se hacen. Este patrimonio económicamente es poco rentable. ¿Cuánto vale la catedral de Burgos, por ejemplo? No tiene precio. ¿Cuánto produce la contemplación gozosa de su belleza? (además de ser lugar de culto).
Hay muchos colegios católicos concertados que con razón reciben financiación pública para que los profesores perciban su nómina y los centros conserven las instalaciones.
Ya que estos centros cumplen una misión en la sociedad, como otros centros de titularidad estatal o civil, es justo que sean financiados. Este dinero tiene su precisa destinación, que nada tiene que ver con la asignación tributaria.
También instituciones del Estado subvencionan en mayor o menor proporción obras de carácter social gestionadas por diferentes organizaciones de la Iglesia: Cáritas, Manos Unidas, residencias de ancianos, hospitales, proyectos de promoción aquí y en el Tercer Mundo. Este dinero se recibe con una mano y se entrega con la otra, con una transparencia admirable, con la colaboración generosa de miles de voluntarios y voluntarias.
La asignación tributaria es una vía distinta y tiene una finalidad diversa. Es la posibilidad que tenemos cada uno de los contribuyentes al hacer la declaración de la renta de asignar un 0.7% del IRPF a favor de la Iglesia católica.
No es asumir un impuesto nuevo, sino determinar adónde va una cantidad pequeña de nuestros impuestos. Nosotros deseamos que todas las confesiones cristianas y otras religiones sean también apoyadas económicamente.
Lo recibido por este cauce significa aproximadamente la cuarta parte de lo que se dedica a las actividades pastorales de la Iglesia: Ayuda a la sustentación de obispos, presbíteros y laicos, servicios litúrgicos y catequéticos, conservación de templos y construcción de otros nuevos necesarios, atención a las tareas administrativas, etc.
Yo os pido en nombre de la Diócesis vuestra colaboración a través de la asignación tributaria.
Os agradezco vuestra generosidad probada en mil oportunidades
baronrampante@hotmail.es