Los obispos pro-Francisco tienen un año y medio de plazo

Y es que la elección de Argüello deja varias lecciones: la primera, que los obispos ultraconservadores están organizados, y tienen un candidato claro para la Presidencia de la CEE: el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz. El auténtico delfín de Rouco Varela tiene el tiempo como aliado (es casi una década más joven que Osoro, Omella o Blázquez), y tiene prisa. Prueba de ello es que el 'tapado' (aunque también anunciado por RD en su día) fuera su vicario general, Jorge Fernández Sangrador.
Y es que la lucha no va tanto por el control de la CEE (que también), sino por lograr que el Episcopado español siga siendo el más resistente a la reformas de toda Europa occidental. Opuesto a todo: a los gays, a los divorciados vueltos a casar, a la misa del Concilio, a la Iglesia samaritana, a.... La lista se hace interminable. El Papa lo sabe, y esa es una de las razones por las que ha viajado a todos los países de nuestro entorno (Marruecos incluido), excepto al nuestro.
Los obispos moderados, y los más progresistas (estos últimos son pocos), después de cinco años viéndolas venir, por fin han entendido que tienen al lobo dentro del gallinero, y se han organizado para no perder esta batalla, previa a la que tendrá lugar en la primavera de 2020. Durante el Sínodo, los cardenales Osoro, Blázquez y Omella emprendieron una estrategia común, que finalmente ha dado sus frutos. No sin suspense, pues anoche muchos daba por hecho que el elegido sería Sangrador.
¿Qué supone la elección de Argüello? Una apuesta clara por el estilo que Blázquez se empeña en dar a la Conferencia Episcopal, con el respaldo de Francisco. La sinodalidad. Un camino en el que los obispos dejen de hacer 'cordadas' para alcanzar o mantener el poder, y se dediquen a lo que deben, esto es: atender al Santo Pueblo de Dios. En este sentido, el obispo auxiliar de Valladolid es un buen ejemplo. Es el primer obispo nombrado por Francisco que alcanza un puesto relevante en la Casa de la Iglesia, y su cercanía -física y espiritual- al actual presidente de la CEE asegura una coordinación que, lamentablemente, en los últimos cinco años ha brillado por su ausencia.
Argüello, además, es obispo, con lo que -a diferencia de lo que le sucedía a Gil Tamayo- podrá tratar de igual a igual a sus hermanos en el Episcopado, tendrá voz y voto en las reuniones. Esto es especialmente importante en los próximos meses, en los que la cúpula episcopal -comandada por los tres cardenales más puramente francisquistas, y sin la oposición de Cañizares, que no se decantó en esta elección- habrá de preparar el futuro plan pastoral para la Iglesia española. Un plan que, definitivamente, apueste por esa Iglesia en salida, cercana y amiga, sensible al sufrimiento de los más necesitados.
En un momento, además, en el que importantes sedes episcopales quedarán vacantes. Porque este también es el objetivo de Francisco para España: cambiar el rostro del Episcopado. Por ello, que uno de sus primeros nombramientos alcance la Secretaría es importante. Y, también, que el rumbo que se marque sea fijo, lo que permitirá que más obispos pierdan el miedo y se unan decididamente al barco de Bergoglio. Y, también -y una vez el Nuncio Fratini se marche-, poder emprender la necesaria renovación del Episcopado. Porque, si no, en la primavera de 2020 llegará Jesús Sanz, y con él, la restauración al más puro estilo Rouco Varela. Veremos.