Discursos planos, repetidos, preparados, sin apenas debate. El famoso 'debate a cinco', el único de esta campaña electoral, dejó pocos titulares, muchas 'fakes' (todos los candidatos dieron cifras erróneas) y una sensación de aburrimiento difícilmente superable en las otras ofertas (pocas, pues casi todos los canales nacionales optaron por dar la señal del debate) en el prime time.

Santiago Abascal, de Vox; Pablo Iglesias, de Unidas Podemos; Albert Rivera, de Ciudadanos; Pablo Casado, del PP; y Pedro Sánchez, por parte del PSOE. Cataluña, Franco, la Guerra Civil, la inmigración ilegal, el proteccionismo económico, el Brexit... fueron algunos de los temas abordados durante casi tres soporíferas horas. Todos pertrechados con papeles (Rivera, incluso, con un cascote de los utilizados por los ultras independentistas en Barcelona), gráficos y una obsesión por quién pactará con quién... antes de que los españoles votemos.

Y, por supuesto, como ya ocurriera en los anteriores comicios, la religión quedó fuera del debate. No se habló de la enseñanza concertada o la clase de Religión, ni una palabra de la famosa denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado, o la ley de conciencia, que al menos sí aparecieron el pasado mes de abril. El único que citó las raíces cristianas, en este caso de Europa, fue Santiago Abascal, aunque para contraponerlas con lo que denominó 'islamización' de la UE.

Pedro Sánchez hizo suya la exhumación de Franco, y anunció la disolución de la Fundación Francisco Franco y todos los grupos que defiendan, de una u otra manera, el franquismo. ¿Se referirá a los benedictinos de Cuelgamuros? Abascal, por su parte, mostró por primera vez su discurso xenófobo y racista, que achaca a los inmigrantes todos los delitos y aboga por su salida inmediata. Casado y Rivera, a veces de la mano, a veces enfrentados, tratando de hacer la pinza a Sánchez. Y Pablo Iglesias, insistiendo en un pacto que no salió en los anteriores comicios. ¿Podrá pactar alguien con alguien? A partir del 11-N, veremos. Primero, el voto.

Los obispos, entretanto, mudos, pese a los intentos de los sectores rigoristas por volver al frenismo político. La Conferencia Episcopal, tras la publicación en RD de dichas iniciativas, se limitó a volver a colgar un artículo, escrito a título personal, por el portavoz de la CEE, Luis Argüello, de cara a las anteriores generales. Como si nada fuera a cambiar. Como si a los obispos no le importara. Tal vez conscientes de que, cada vez más, a la sociedad no le importa nada lo que diga la Iglesia.