Recapitulación sobre el sentido e ideas fundamentales de la gnosis



Escribe Antonio Piñero

Volvemos, tras el largo recorrido por las ponencias de el Curso de verano de El Escorial, a nuestro tema “El Evangelio de Judas”. En mi última comunicación sobre ideas básicas de la gnosis anuncié que haría un resumen de estas nociones fundamentales. ¿Qué diría yo como breve introducción a la gnosis a alguien que tuviera prisa y que no supiera nada de ella? Me imagino que algo breve como cuentan del rabino Hillel: una vez se le acercó un pagano y le pidió que le resumiera la Ley en el menor tiempo posible. El individuo en cuestión le dijo más o menos así: “Explícame la Ley durante el tiempo que puedo sostenerme sobre un solo pie”. Y la tradición dice que le respondió muy brevemente.

Sin llegar a tanto creo que yo diría algo parecido a lo siguiente:

Gnosis es un vocablo griego que significa “conocimiento”. Por él se entiende dentro de la historia de las religiones el movimiento religioso que alberga la pretensión de poseer la inteligencia de ciertos misterios divinos, normalmente reservados a unos pocos, que garantizan la salvación. Gnóstico, o “conocedor”, es el afortunado de poseer ese conocimiento, y gnosticismo es como se denomina a la gnosis cuando está plenamente desarrollada en un sistema religioso, que incluye mucho de cosmología filosófica sobre el origen del universo y del hombre.

A principios del siglo I, en el Mediterráneo, la gnosis y el gnosticismo todavía no existían plenamente como un conjunto religioso bien determinado, es decir, como una religión que tiene en su base un sistema filosófico desarrollado e ideas religiosas precisas y determinadas. Esto tardará todavía unos 150 años. Pero sí existían las bases de ideas y concepciones que más tarde se plasmarán en una gnosis, o mejor en un gnosticismo completo.

Así pues, la gnosis no era una religión concreta a comienzos del siglo I, sino una atmósfera religiosa de nociones que podían caber en distintas religiones. Hasta cierto punto podríamos comparar a los primeros gnósticos a gentes relativamente marginales de hoy que andan buscando caminos alternativos de conocimiento religioso o que apuntan hacia la vía mística para resolver la angustia de la vida humana. También podemos asimilarlos a los grupos de “esotéricos” que manifiestan poseer una sabiduría superior o más profunda de lo religioso y que expresan una condena continua del modo de vida y de los criterios morales de la masa. Ellos mismos son una minoría, pero se creen agraciados con conocimientos religiosos superiores.

A esta concepción fundamental de la gnosis incipiente como atmósfera religiosa del siglo I pertenecía la sensación de desgarro que siente el ser humano al verse aprisionado en un mundo que le oprime y en el que se siente extranjero. Al considerar la extensión del mal en el mundo muchos seres humanos de la época se veían conducidos al deseo de liberarse de ese mundo y unirse de algún modo a la divinidad a la que creían pertenecer. La gnosis en general, como otros movimientos esotéricos, se inscribe en los sentimientos elementales pero profundos de la religiosidad del espíritu humano.

En el siglo I este impulso espiritual no se traducía prácticamente nunca en una suerte de revolución social o política, sino en un rechazo del mundo material presente y en un apartamiento de la corrupción espiritual, de la ebriedad de la distracción e inquietudes de las ciudades, que se hacían ya grandes, de los compromisos de la política y de todo lo que significaba verse envuelto con los afanes de este mundo. Traducido a la práctica de la vida cotidiana los gnósticos se autoexcluían de la masa de la humanidad y soñaban con un orden ideal que en realidad trasciende este mundo. En consecuencia, su deseo era renunciar a todos los bienes usualmente deseados por los humanos y aspirar a la liberación definitiva que sólo viene de Dios como Espíritu y que afecta al espíritu humano. Para sentirse libre de tales ataduras de lo material el gnóstico necesita una ayuda celestial, que se concreta en una revelación, como veremos.

Pertenece también a la gnosis una visión del universo transida de un dualismo esencial, que interpreta la existencia humana en sus aspectos positivos y negativos como el producto de una lucha entre dos potencias espirituales contrarias, el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas.

En esta misma línea la gnosis está convencida de que este mundo es perverso y que no puede ser el producto de una divinidad buena, sino de otra diferente, inferior, y malvada. Así el gnóstico sabe que la materia es mala y transitoria, y que el ser humano portador de algo más que materia no tiene su patria verdadera en este mundo de aquí abajo. El gnóstico busca una iluminación de lo alto que le enseñe el camino hacia lo celestial y le ayude a escaparse de la prisión de esta existencia.

La gnosis posee un concepto específico de la salvación, a saber: ésta se consigue por el hecho de conocer una revelación divina concreta y disponer de todas las energías para eliminar los impedimentos que estorban para llegar a la meta, también ofrecida por esa revelación.

Es esencial a la gnosis la creencia de que el ser humano, o al menos unos cuantos elegidos entre ellos, es digno de esa revelación porque hay una parte en él, normalmente llamada espíritu, que es de algún modo consustancial con la divinidad o que forma parte de ella. Consecuentemente, esa divinidad no puede permitir que en el ser humano quede aniquilado lo que a ella de algún modo pertenece.

Por este motivo, un Enviado celeste, depositario del mensaje y de la fuerza de la divinidad, desciende del cielo para salvar a los hombres por medio de un mensaje divino. Este mensaje es la respuesta a los que poseen el deseo de la verdad total y que se formulan preguntas como las siguientes: ¿Quién soy yo realmente? ¿De dónde vengo? ¿Qué relación tengo con la divinidad? ¿Cómo conseguiré poder volver allí de donde procedo, es decir, cómo alcanzaré la salvación? ¿Cómo eliminaré los impedimentos que se oponen para conseguir este fin?

La revelación celeste de la “gnosis” es una pura iluminación intelectual que le responde a las preguntas anteriormente formuladas. La tragedia consiste en que la inmensa mayoría de los hombres no recibe esa revelación por lo que no se salvará, no alcanzará la plenitud de la vida humana que se halla en la divinidad. Al encontrarse su espíritu distraído y enloquecido por las trampas de la materia no presta oídos a la revelación del mensajero celestial que sólo pretende despertar al hombre dormido, ebrio de lo material, e indicarle que su origen verdadero está arriba, en el mundo divino.

En su expresión más estilizada, este conjunto de nociones religiosas que formaban la atmósfera gnóstica de inicios del siglo I, estaba formado por seis principios fundamentales:

1. Existe desde toda la eternidad una pugna continua entre el Bien y el Mal.

2. El universo material es malo. No puede ser un producto de la Divinidad porque ésta es buena; es la creación de un Espíritu malo, normalmente inferior en poder al Bueno y dependiente de Él de algún modo.

3. El ser humano está compuesto de parte buena, el espíritu, y parte mala, la materia. El espíritu es consustancial con la divinidad buena y procede de ella.

4. El espíritu del ser humano debe retornar allí de donde procede, es decir, al ámbito de la divinidad buena. Esta vuelta constituye la salvación.

5. Un ser divino bueno, un Enviado, desciende de su ámbito superior como revelador y salvador; con su revelación recuerda al hombre que posee el espíritu, participación de la divinidad buena; le ilumina y le instruye sobre el modo de hacerla retornar al ámbito del que procede.

6. La iluminación del revelador es ya en sí el comienzo de la salvación. Ésta, pues, no proviene de los sacrificios, o de cualesquiera acciones exteriores, como en la religión tradicional, sino de un proceso intelectual.

El próximo día seguimos con la traducción, muy literal, del Evangelio de Judas y con su aclaración.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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