Lectura de un artículo de Chenu de 1978 a propósito de la muerte de Pablo VI Un Papa a la medida del Concilio

Plaza De San Pedro
Plaza De San Pedro Vatican Media

"Un pontífice atento al testimonio más que al poder y dotado del carisma profético que le permita superar vacilaciones morales y políticas, de modo que se realice la Buena Noticia en la iglesia de los pobres proyectada por el Concilio"

"El futuro Papa permitirá explícitamente las deliberaciones colectivas, como una participación efectiva en el poder"

"Hay cadenas que se deberían romper, sin detrimento de la fe, que será una sin ser uniforme"

"La Iglesia de Cristo se llama católica, con una calificación más doctrinal que real y concreta; es tiempo que exista a la medida del mundo"

"Al extinguir sus disensiones, las iglesias del Tercer Mundo proclamarán y llevarán a cabo la Buena Nueva, en esa Iglesia de los pobres propuesta por el Concilio"

"Esperamos un Papa en el que el testimonio sea lo primero y no el poder, incluido el poder magisterial que siempre es un poco limitado"

Conclave card

A pocas horas del inicio formal del Cónclave, aunque esté realmente muy avanzado con las deliberaciones, diagnóstico de la realidad eclesial y mundial, acuerdos de las Congregaciones generales de cardenales, definición consensuada de los nombres elegidos para las votaciones en la Sixtina, se discute en círculos más o menos informados sobre los rasgos que debería tener el nuevo papa y en general, sobre las características del pontificado luego del Concilio Vaticano II.

La situación no es nueva. Un breve artículo de Marie-Dominique Chenu O.P. influyente teólogo del Concilio publicado en la Revista Rocca de Asís en 1978[1] permite conocer cuáles eran las expectativas respecto al sucesor de Pablo VI y ofrece pistas sobre las características que debería tener el pontificado en el sentir de uno de los grandes testigos del evento conciliar.

anuncio muerte de Pablo VI Osservatore Romano

Al respecto, escribe Francesca Minuto Peri en el libro “Vía san Calepodio”[2]que recoge cartas de Chenu: “En ese artículo publicado en “La Rocca” emerge su esperanza. En efecto, después de subrayar las novedades esenciales del pontificado de Pablo VI: el régimen comunitario instaurado en la Iglesia con la reunión regular de los sínodos episcopales; la apertura ecuménica a las Iglesias hermanas; la aceptación de la autonomía cultural de los nuevos pueblos del Tercer mundo, a su catequesis, a su teología, a su originalidad litúrgica; augura la elección de un pontífice atento al testimonio más que al poder y dotado del carisma profético que le permita superar vacilaciones morales y políticas, de modo que se realice la Buena Noticia en la iglesia de los pobres proyectada por el Concilio”.

Tales expectativas de los padres conciliares fueron seguramente las que condujeron a la elección de Albino Luciani a la cátedra de Pedro, con sus lecciones sobre la maternidad de Dios y sobre la humildad. Chenu proyectaba en el mismo artículo hacer una evaluación de los cien primeros días del nuevo pontificado. La prematura muerte del papa de la sonrisa canceló tal propósito y aumentó las expectativas de un papa a la medida del Concilio.

via caledopio chenu

En sintonía con tales expectativas, desde sus primeras alocuciones, el papa Francisco, 35 años después del agitado otoño romano de los tres papas, retomó el sueño de Juan XXIII de una Iglesia pobre para los pobres, planteó la sinodalidad en el gobierno de la Iglesia, se hizo servidor del ecumenismo y del diálogo interreligioso, denunció las actuales esclavitudes en la sociedad del descarte y animó un mancomunado esfuerzo en la preservación de la casa común. 

En el momento álgido de la definición nominal y programática de la continuidad o discontinuidad de cada línea del pontificado de Francisco, que están haciendo los cardenales, valdría la pena preguntarse, a partir del artículo de Chenu, testigo y cronista del concilio Vaticano II, cuál sea el estilo de pontificado que soñó el Concilio.

sixtina preparata per il conclave

He aquí el texto íntegro del artículo de Chenu:

“A partir de los hechos, de las directrices, del gobierno del difunto Papa Pablo VI, tenemos las herramientas y las luces para prever y esperar las líneas de fuerza, el gobierno, del próximo Papa. La continuidad y las innovaciones necesarias, quizás rupturas, quedan así aseguradas en su interferencia dialéctica. Más que nunca, en este tiempo de rápida y profunda evolución del mundo y, en el mundo, del pueblo de Dios, las previsiones deben basarse en los cambios que se implementarán de forma rápida o lenta según el caso, más que en los elementos para conservar. Camino único, por supuesto, pero la dirección de Roma a Nápoles no es la misma que la de Nápoles a Roma. En cuanto a mí, historiador profesional, soy más sensible a los cambios que a la permanencia y estoy capacitado para leer, en la concatenación de eventos, las "implicaciones" del futuro en el presente. ¿Podría atreverme a decir que este es el discernimiento de la obra del Espíritu?

obsipos en el concilio Vaticano II

Un régimen comunitario

Si considero, en el gobierno de Pablo VI, los elementos más visibles en términos de arquitectura institucional, el más nuevo y más significativo probablemente se encuentre en el régimen colegiado, establecido o restaurado por el Concilio e implementado por Pablo VI, en particular con la reunión ordinaria de los sínodos episcopales. Régimen complejo en muchos niveles, al que ahora estamos acostumbrados, pero que en un principio provoca nuestra feliz sorpresa, después de muchos siglos de creciente monocracia. Pablo VI lo llevará a cabo no sin algunas reservas, después de una vida enteramente en la curia. Considerando que esta colegialidad como la forma jurídica de comunión se fue aplicando gradualmente. El futuro Papa tendrá que favorecer este lento proceso y, sin dar a estas asambleas el carácter de "sínodo permanente" de las iglesias orientales, permitirá explícitamente las deliberaciones colectivas, como una participación efectiva en el poder. No un régimen democrático, sino uno "comunitario", de base mística, con consecuencias institucionales.

mesa del papa en el sinodo

Apertura ecuménica

Segundo gran eje de la obra de Pablo VI: apertura ecuménica a otras iglesias, a las "iglesias hermanas", en la superación de determinadas formas históricas y culturales del catolicismo. Juan XXIII ya había roto el monolitismo de la Iglesia romana; el Concilio había reconocido que las otras iglesias compartían gran parte del capital común de la Palabra de Dios; Pablo VI distinguió y determinó las ramificaciones fraternas: "El ecumenismo es la parte más misteriosa de mi pontificado". Pero hoy este movimiento ecuménico está atascado en la cima, tanto en términos de doctrina como de institución. Los observadores más perceptivos y confiables señalan que una ósmosis se lleva a cabo, silenciosamente, a veces con torpeza, en la base, en pequeñas comunidades (ver El diagnóstico del cardenal Willebrands, calificado para hablar). Es hora de desbloquear la situación, aunque avanzando hacia el consentimiento a una autonomía teológica, institucional, pastoral de aquellas confesiones como la Iglesia anglicana, tan marginada por la decisión de León XIII sobre la nulidad de sus ordenaciones. Hay cadenas que se deberían romper, sin detrimento de la fe, que será una sin ser uniforme.

Pablo VI y Atenagoras

La Iglesia y la historia del mundo

Esta perspectiva y esta esperanza nos llevan a un tercer problema y una tercera necesidad, sobre la fe en sí misma. Pablo VI, a pesar de algunos bloqueos ocasionales, como sucedió en el sínodo del 74, emprendió una reflexión teológica y pastoral sobre la relación entre fe y culturas en su variedad. La fe no se ahoga sólo en la civilización occidental, y debe liberarse de ella. En varias ocasiones, dio solemne asentimiento a la autonomía cultural de los nuevos pueblos del Tercer Mundo y, por tanto, a su catequesis, su teología, su liturgia original. Estaba obsesionado por este problema multifacético; pero también temía por la unidad de la fe, y sobrecargado de fórmulas tradicionales, su sucesor deberá avanzar con cierta osadía más por la sensibilidad profética que por el análisis conceptual o burocrático. La Iglesia de Cristo se llama católica, con una calificación más doctrinal que real y concreta; es tiempo que exista a la medida del mundo.

Entre los otros temas en foco, hay [otras] dimensiones del mundo, precisamente: las demandas de justicia, en la vida económica y social de las naciones, hoy pesantemente solidarias y rivales, dominadas por las empresas del régimen capitalista. También aquí podemos hacer una colección de textos sólidos de Pablo VI, a partir de la encíclica Populorum Progressio (1967) en la línea de las declaraciones del Sínodo de 1971, que proclama la dimensión política del Evangelio superando la beneficencia y la ayuda al desarrollo de los que la encíclica aún no se había liberado. Aquí el clamor del profeta debe superar todos los análisis y cálculos y superar las vacilaciones morales y políticas contra las que se enreda el mesianismo evangélico de los pueblos pobres, en una "teología de la liberación". Al extinguir sus disensiones, las iglesias del Tercer Mundo proclamarán y llevarán a cabo la Buena Nueva, en esa Iglesia de los pobres propuesta por el Concilio.

Concluyamos con una palabra: esperamos un Papa en el que el testimonio sea lo primero y no el poder, incluido el poder magisterial que siempre es un poco limitado. Es el carisma del profeta que, agarrado a la coyuntura, supera los análisis objetivos, las decisiones doctrinales, la prudencia diplomática.

Los teóricos de la vida política han observado que los nuevos dirigentes que acceden a la gestión de las distintas empresas juegan su suerte en las decisiones que toman durante los primeros cien días de su gobierno; allí fijan casi irresistiblemente, las esperanzas y los límites de su mandato.

Observaremos con fervor, con respetuosa impaciencia las posiciones y decisiones del nuevo Papa durante los primeros cien días de su reinado”.

Marie-Dominique Chenu O.P. (1895-1990)

Congar y Chenu

[1] M.-D. Chenu, L'attesa di un profeta, Rocca n.17 del 1 settembre 1978, pp. 23-26.

[2] Minuto-Peri Francesca, Vía san Calepodio, Edizioni Studium Roma, 2011, pp. 118.

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