CRISTIANOS EN LA VIDA PUBLICA

El Concilio Vaticano II ha significado un gran revulsivo para la presencia de los cristianos en la vida pública. Hoy no se concibe una fe cristiana sólida, madura sin la implicación en la problemática de la sociedad que nos toca vivir. Y es que antes que cristianos somos ciudadanos.

Más aún, yo diría que si no nos implicamos en las tareas que nos corresponden como ciudadanos, no podemos ser buenos cristianos. A partir de la renovación teológica conciliar se ha despertado en nosotros la conciencia de que el mundo en que vivimos es el lugar privilegiado de la revelación de Dios a los hombres. Dios se revevela en la vida de los pueblos (Walter Kasper).

Como se ha creído erróneamenterror, el cristianismo no es una oferta de salvación interior en las profundidades del alma. En su origen fue y sigue siendo un movimiento mesiánico liberador, que abriga a esperanza de que sea realidad algún día la nueva sociedad que anunciaron los profetas. Una sociedad en la que no haya excluidos y todos podamos vivir con dignidad.

El intento de reducir el cristianismo a la interioridad del individu o al culto de los templos es desvirtuarlo, porque desde sus inicios tiene una fuerte dimensión pública y social. De ahí se deriva para los cristianos el compromiso de hacerse presentes allí donde se decide el futuro de los hombres, especialmente de los que no pueden hacer oír su voz.

En este sentido la fe cristiana es un fuerte clamor de justicia y libertad. Por eso, frente a la huida del mundo que la ascética recomendaba en otro tiempo, el Vaticano II llama a los cristianos a hacer realidad en todos los pueblos las promesas de Dios para el antiguo Israel. Esto sería hoy un nuevo orden social en el mundo, en el que impere la solidaridad entre las clases sociales.

Ahora bien, esta presencia de los cristianos en la vida pública, que pide el Concilio, no va en la dirección que ha tomado un sector importante de la Conferencia Episcopal. En oposición a una asignatura, que la recomendaba ya el Concilio (GS 75, 6), y en defensa de una moral y una ideología muy de derechas, este sector utiliza la vida pública para atacar a un partido democrático, que favorece a las clases más bajas, que son las preferidas delEvangelio.


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Dice el Vaticano II:"Hay que prestar gran atención
a la educación cívica y política, que hoy día es
particularmente necesaria para el pueblo, y sobre
todo para la juventud, a fin de que todos los ciudadanos puedan cumplir su misión en la vida de la comunidad política..." (GS 75, 6)
¿Acaso no está aquí anunciada ya por el Concilio la asignatura Educación para la ciudadanía 40 años antes de que la pensara el Consejo Europeo?
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