En el quinto aniversario de su muerte Las causas por las que luchó Pedro Casaldàliga

Pedro Casaldáliga fue más allá y antepuso las causas humanitarias a su propia vida. “Mis causas son más importantes que mi vida”, acostumbraba a decir"
"Sus causas nada tenían que ver con asuntos eclesiásticos de miradas estrechas, como la crisis de sacerdotes, mantener el estatus clerical, preocuparse por la enseñanza de la religión católica en la escuela, mandar al infierno a las mujeres pobres que interrumpían el embarazo, calificar a las personas homosexuales de enfermas..."
“Soy un ser humano y nada humano me es ajeno”, dejó escrito el escritor romano-africano Publio Terencio en su comedia El enemigo de sí mismo. Pedro Casaldáliga fue más allá y antepuso las causas humanitarias a su propia vida. “Mis causas son más importantes que mi vida”, acostumbraba a decir. Quiero recordar esas causas precisamente estos días en que conmemoramos el quinto aniversario de su fallecimiento. No, no era una frase retórica y hueca, sino la expresión de su práctica liberadora en defensa de las causas de las personas más vulnerables, de los colectivos empobrecidos y de los pueblos oprimidos. Por muy difíciles que parecieran, no dio ninguna por perdida.
Sus causas nada tenían que ver con asuntos eclesiásticos de miradas estrechas, como la crisis de sacerdotes, mantener el estatus clerical, preocuparse por la enseñanza de la religión católica en la escuela, mandar al infierno a las mujeres pobres que interrumpían el embarazo, calificar a las personas homosexuales de enfermas, reclamar al Estado brasileño la asignación tributaria para el culto y el clero, firmar un Concordato entre la Santa Sede y Brasil para defender los derechos de la Iglesia, reclamar privilegios para un mejor servicio religioso, condenar el divorcio, las relaciones prematrimoniales y los métodos anticonceptivos, convertir a la fe cristiana a los indígenas, a los campesinos, a los afrodescendientes.
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Las grandes causas por las que luchó Pedro Casaldáliga tenían que ver con los megaproblemas sufridos por la humanidad. Las resumo en el siguiente decálogo.
La causa de la tierra en defensa de los campesinos y en lucha contras grandes haciendas y las multinacionales explotadoras del territorio. Casaldáliga fue uno de los creadores de la Comisión de la Tierra dentro de la Conferencia de Obispos Brasileños y apoyó las luchas y reivindicaciones del Movimiento sin Tierra. Denunció el caciquismo y la esclavitud laboral a la que estaban sometidos los “posseiros”. Exigió el reconocimiento de los derechos y la dignidad de la Pacha Mama, que no puede ser objeto de compra-venta, sino que es tierra sagrada y fuente de vida y, por tanto, no sometida a transacciones comerciales en beneficio de los latifundistas.
La causa de la dignificación y emancipación de las mujeres oprimidas múltiplemente por el patriarcado, el machismo familiar, el capitalismo, el colonialismo, el cristianismo institucional, el poder político, etc. Centró su lucha en la liberación de las mujeres campesinas, indígenas, negras, religiosas sometidas al patriarcado religioso, prostitutas, etc. A la hora de referirse a Dios cambió el lenguaje sexista y excluyente de “Dios Padre” por el inclusivo “Dios Padre y Madre”, que incorporaba a todas las mujeres marginadas por razones de género, etnia, cultura, identidad sexual, clase social, etc.

La causa de las comunidades indígenas y negras. La defensa de estas comunidades le supuso una permanente persecución por parte de los “fazendeiros”, constantes amenazas de muerte, abandonos temporales de su domicilio hasta el punto de que la propia presidenta de Brasil Dilma Rousseff apoyó su salida de la Prelatura de Sâo Félix do Araguaia. A ambas comunidades les dedicó dos misas: Misa de la Tierra sin Males y Misa de los Quilombos. Casaldáliga se identificó con las causas de la gente empobrecida de ese pedazo de tierra marginal brasileña, donde se enterró como el grano de trigo y luchó por ella hasta el final.
Defendió la globalización desde abajo, desde las víctimas, la globalización de las luchas de resistencia populares. Desde el rincón del Matto Grosso dispuso de una información excelente, hizo lúcidos análisis de la coyuntura internacional
Las causas de todos los crucificados y las crucificadas de la tierra. Levantó la voz allí donde eran transgredidos los derechos humanos y sociales, los derechos de los pueblos. Defendió la globalización desde abajo, desde las víctimas, la globalización de las luchas de resistencia populares. Desde el rincón del Matto Grosso dispuso de una información excelente, hizo lúcidos análisis de la coyuntura internacional en cada momento y emitió declaraciones públicas de solidaridad con los colectivos y personas que vivían en situaciones de pobreza y de falta de libertad en cualquier lugar del mundo sin distinción de credos.
La causa de los mártires. En su recuerdo subversivo creó la caminada de los mártires, a quienes citó personalmente en este poema: “En su rostro, el rostro cotidiano del pueblo,/ junto a él, colegas de combate./ Joâo Bosco, Margarida,/ Rodolfo, Gringo, Tiâo,/ Josimo, Chico,/Santo/… ¡Tantos! ¡Tantas!/ Sâo Romero celebra Eurcaristía/ en el altar del Continente,/ como la de los Mayas redivivos./ Marçal empuña el millo,/ pan nuestro de Amerindia./ Las herramientas gritan,/ la fuerza del trabajo organizado,/ el poder fraterno de las manos unidas”.

La memoria martirial de Casaldáliga comienza con Jesús de Nazaret, el Jesús Pobre solidario con los pobres, el crucificado con los crucificados de la historia, el Jesús Mártir, el protomártir del cristianismo. Fue el Jesús Mártir el que le condujo a “San Romero de América Pastor y Mártir nuestro… pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa, como Jesús, por orden del Imperio”.
La causa del diálogo interreligioso, intercultural e interétnico. Casaldáliga no impuso su fe ni afirmó que su religión fuera la única verdadera. Respetó y puso en diálogo las cosmovisiones, espiritualidades y sabidurías de las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas y reconoció sus deidades. Nombró al Dios de todos nombres. Así comienza la Misa de los Quilombos:
“En nombre del Dios de todos los nombres: Yahvé,/ Obatalá,/ Olorum,/ Oió…/ En nombre del Dios/ que a todos los hombres nos hace de la ternura y del polvo./ … En nombre del Pueblo que espera,/ en la gracia de la Fe,/ a la voz de Xangó,/ el Quilombo-Pascua que lo libertará”.
La causa de las revoluciones del continente latinoamericano. Con su práctica liberadora al servicio de los oprimidos Casaldáliga rompió la vieja incompatibilidad entre ser cristiano y ser revolucionario. Él estuvo presente, incluso físicamente, en la mayoría de los procesos revolucionarios de América Latina de las últimas décadas, y los animó como cristiano y revolucionario en una síntesis armónica: Cuba, Nicaragua, Frente Zapatista, El Salvador, etc.
Desde la fidelidad al Evangelio logró la síntesis entre lo que muchos consideran irreconciliable: revolución y canción, evangelio y subversión, conciencia cristiana y compromiso liberador
Desde la fidelidad al Evangelio logró la síntesis entre lo que muchos consideran irreconciliable: revolución y canción, evangelio y subversión, conciencia cristiana y compromiso liberador. Así lo confiesa él mismo con su proverbial sinceridad poética: “Con un callo por anillo,/ monseñor cortaba arroz./ ¿Monseñor ‘martillo y hoz’? Me llaman./ Me llamarán subversivo./ Y yo les diré: lo soy./ Por mi pueblo en lucha, vivo./ Con mi pueblo en marcha, voy./ Tengo fe de guerrillero/ y amor de revolución./ Y entre Evangelio y canción/ sufro y digo lo que quiero”.
Supo compaginar igualmente lo local y lo global en una síntesis que para sí quisieran muchos políticos de la escena internacional, cuyos discursos grandilocuentes se quedan en una universalidad abstracta, y no pocos gobernantes regionales, cuya actuación no trasciende el estrecho escenario local. Pegado a la tierra del Mato Grosso, donde llegó como misionero a finales de los sesenta del siglo pasado, se caracterizó por la internacionalidad.

La causa del reino de Dios, que le llevó a luchar contra el Imperio, contra todos los imperios, contra el neoimperalismo, que es más poderoso, más omnímodo, más global y más inicuo que el viejo imperialismo. Su consigna en este sentido no podía ser más clara y exigente: “Cristianamente hablando -afirma- la consigna es muy clara (y exigente) y Jesús de Nazaret nos la ha dado: contra la política opresora de cualquier imperio, la política liberadora del Reino. Ese Reino del Dios vivo, que es de los pobres y de todos aquellos y aquellas que tienen hambre y sed de justicia. Contra la ‘agenda’ del Imperio, la ‘agenda’ del Reino”.
Su “oda a Reagan” comienza con la excomunión del presidente de Estados Unidos: “Te excomulgan conmigo los poetas, los niños, los pobres de la tierra”, y termina declarando a Reagan el último (y grotesco) emperador: “Yo juro por la sangre de su Hijo,/ que otro Imperio mató/ y juro por la sangre de América Latina/ preñada de auroras hoy,/ que tú serás el último (grotesco) emperador”.
La causa del reino de Dios de Casaldáliga fue antiimperial, contra-hegemónica. Así, cual David contra Goliat, desnudó a los Imperios que, por muy poderosos que se crean, tienen los pies de barro.
La causa de lavida, mientras era amenazado, casi a diario, de muerte. Cuanto más arreciaban las amenazas de muerte, más vida rezumaba, más apostaba por la vida. La poesía fue su mejor defensa frente a la muerte, su arma incruenta más desmitificadora de la muerte. Consciente de que los pobres, los indios, mueren antes de tiempo, como dijera Bartolomé de Las Casas, defendió la vida de estos con tesón y pasión. Fue precisamente la defensa del derecho a la vida, y de una vida digna, humana, la de quienes la tenían más amenazada la razón por la que se sintió amenazado de muerte por los cuatro costados.
Y su respuesta no fue otra que el desafío que puede sonar a arrogancia, como expresa en el “Romancillo de la muerte”, tan lorquiano: “”Ronda la muerte, ronda/ la muerte rondera ronda./ Lo dijo Cristo/ antes que Lorca./ Que me rondarás morena,/ vestida de miedo y sombra./ Que te rondaré, morena,/ vestido de espera y gloria./ Frente a la Vida,/ ¿qué es tu victoria?/... ¡Tú nos rondarás,/ pero te podremos”. Es la más bella y certera traducción comprometida del desafío de Pablo de Tarso a la muerte, cuando le dice en plan desafiante: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón?”.
Cercado por la violencia de los poderosos, Casaldáliga ejerció su tarea pacificadora a través de la no-violencia activa, siguiendo la estela de los grandes pacifistas de la historia
La causa de la paz, inseparable de la justicia.Cercado por la violencia de los poderosos, Casaldáliga ejerció su tarea pacificadora a través de la no-violencia activa, siguiendo la estela de los grandes pacifistas de la historia: Buda, Confucio, Sócrates, Jesús de Nazaret, Francisco de Asís, Gandhi, Luther King, Juan XXIII, monseñor Romero, las religiosas estadounidenses Dorothy Kasel, Ita Ford, Maura Clark, Jean Donovan asesinadas en El Salvador, Ignacio Ellacuría y sus compañeros jesuitas y las dos mujeres salvadoreñas, Teresa de Calcuta, los místicos y las místicas de todas las religiones, etc.
Sometido a la vigilancia vaticana por espías del “sistema eclesiástico”, mantiene su radicalismo evangélico sin romper ningún puente de comunicación, que le permitió avanzar en todas las direcciones bajo el señuelo de la paz basada en la justicia.
La causa de la utopía, teniendo como meta“el Evangelio, que es una utopía mayor”. Casaldáliga se definía como “hombre de esperanza” y “obrero de la utopía”. Los pobres le enseñaron a serlo y los mártires se lo confirmaron. Practicó la esperanza como principio ínsito en la realidad y como virtud del del optimismo militante en dirección a la utopía, pero entendida no como quimera, sino como “un proceso esperanzado que navega hacia un ‘lugar otro’, “utopía necesaria como el pan de cada día”, afirma remedando a Gabriel Celaya. En el discurso de recepción del doctorado honoris causa, que le concedió la Universidad de Campinas (Brasil) el año 2000 proclamó su “pasión por la utopía”.

Como obrero de la utopía, soñó con sueños despiertos. Uno de ellos lo tuvo al llegar a Roma en la visita al Papa. Fue el sueño de una “Iglesia vestida solamente de Evangelio y sandalias”, confesándose antes “pecador”:
“Yo pecador y obispo, me confieso de haber llegado a Roma con un bordón agreste, de sorprender el Viento entre las columnas, de haber llegado a Asís, cercado de amapolas. Yo, pecador y obispo, me confieso de soñar con la Iglesia vestida solamente de Evangelio y sandalias, de creer en la Iglesia, a pesar de la Iglesia, algunas veces; de creer en el Reino, en todo caso, caminando en la Iglesia. Y como meta el Evangelio, que es “una utopía mayor”.