Cumplir la Constitución
Con la miel en los labios todavía por los fastos del 30 aniversario de la Constitución de 1978, no pretendo amargar la fiesta a los que la alabaron ni a los 7 padres que la concibieron con probada sabiduría y con una indiscutible voluntad de consenso.
Pero quiero hacer constar que no han faltado voces disidentes o incrédulas, que han puesto el dedo en la llaga social, todavía abierta, y que esto beneficia a la Constitución, porque, para ellos, lo importante es que se cumpla.
La simple declaración de principios o fórmulas en ella no infunden confianza y la convierte en papel mojado, si no se traslada su contenido a la vida real del pueblo. Sólo por la vía de los hechos es posible recuperar la credibilidad perdida en tantas leyes que nos agobian, aunque estén contenidas en la Carta Magna o Ley de leyes.
¿De qué sirve que la Constitución diga que todos los ciudadanos tienen derecho a una vivienda y un trabajo dignos, si muchos ciudadanos(@s) no lo han consgido aún ¿Es que se trata de una Constitución de buenas intenciones nada más?
Los que la elaboraron nos dicen que se trata de una herramienta que hay que saber utilizar, para que todas las piezas encajen en el tejido social. Bien, pues que los políticos en el Gobierno y en la oposición se centren en el texto constitucional y no se pierdad entre los vericuetos del Derecho. Es preciso podar sin miedo todo lo que ensombrece a la Carta Magna, de lo contrario nunca se hará realidad.
Los ciudadanos no debemos esperar pasivos o resignados a que las cosas cambien sin tomar el protagonismo que la Constitución nos otorga. En un Estado social democrático el poder reside en el pueblo, pues usémoslo saliendo del apoliticismo que nos caracteriza. Hoy hay abiertos muchos cauces para participar en la vida pública, aprovechémoslos, para no morir arrollados por la estructura tecno-económica que avanza como dictadura invisible.
Salgamos de nuestro aislamiento individualista y agrupémonos en movimientos sociales, que abogan por mayor justicia y solidaridad en la sociedad. Hoy la política no se entiende como algo propio de unos pocos privilegiados, sino como asunto de todos.
El Concilio Vaticano II lo expresa así: los hombres, las familias y los grupos que componen la sociedad son conscientes de su propia insuficiencia para lograr una vida más plenamente humana y perciben la necesidad de una comunidad más amplia en la que todos conjuguen sus energías en orden a una mejor procuración del bien común. Forman una sociedad política según tipos institucionales. La comunidad política nace, pues para procurar el biem común, en el que encuentra su justiciaciín y legitimidad(GS 74, 1).
Pero quiero hacer constar que no han faltado voces disidentes o incrédulas, que han puesto el dedo en la llaga social, todavía abierta, y que esto beneficia a la Constitución, porque, para ellos, lo importante es que se cumpla.
La simple declaración de principios o fórmulas en ella no infunden confianza y la convierte en papel mojado, si no se traslada su contenido a la vida real del pueblo. Sólo por la vía de los hechos es posible recuperar la credibilidad perdida en tantas leyes que nos agobian, aunque estén contenidas en la Carta Magna o Ley de leyes.
¿De qué sirve que la Constitución diga que todos los ciudadanos tienen derecho a una vivienda y un trabajo dignos, si muchos ciudadanos(@s) no lo han consgido aún ¿Es que se trata de una Constitución de buenas intenciones nada más?
Los que la elaboraron nos dicen que se trata de una herramienta que hay que saber utilizar, para que todas las piezas encajen en el tejido social. Bien, pues que los políticos en el Gobierno y en la oposición se centren en el texto constitucional y no se pierdad entre los vericuetos del Derecho. Es preciso podar sin miedo todo lo que ensombrece a la Carta Magna, de lo contrario nunca se hará realidad.
Los ciudadanos no debemos esperar pasivos o resignados a que las cosas cambien sin tomar el protagonismo que la Constitución nos otorga. En un Estado social democrático el poder reside en el pueblo, pues usémoslo saliendo del apoliticismo que nos caracteriza. Hoy hay abiertos muchos cauces para participar en la vida pública, aprovechémoslos, para no morir arrollados por la estructura tecno-económica que avanza como dictadura invisible.
Salgamos de nuestro aislamiento individualista y agrupémonos en movimientos sociales, que abogan por mayor justicia y solidaridad en la sociedad. Hoy la política no se entiende como algo propio de unos pocos privilegiados, sino como asunto de todos.
El Concilio Vaticano II lo expresa así: los hombres, las familias y los grupos que componen la sociedad son conscientes de su propia insuficiencia para lograr una vida más plenamente humana y perciben la necesidad de una comunidad más amplia en la que todos conjuguen sus energías en orden a una mejor procuración del bien común. Forman una sociedad política según tipos institucionales. La comunidad política nace, pues para procurar el biem común, en el que encuentra su justiciaciín y legitimidad(GS 74, 1).