Al acecho del Reino



Fe de identidad

Necesariamente políticos,
evangélicamente revoludionarios


En política continuó pensando que uno, incluso siendo obispo, debe decir una palabra concreta para ser fiel y honesto, y para no quedarse en la cómoda y aprovechada neutralidad, con lo cual uno se siente después en el derecho de recibir homenajes y beneficios de unos y otros porque no se comprometió.

Por lo mismo, hoy por hoy para mí, afirma P. Casaldáliga, el camino mejor es un socialismo, un socialismo democrático; que no es el partido tal o cual, que no es, ni mucho menos, la nación tal o cual, aunque pueda darse un poco en el y gracias a tal y cual partido de tal y cual nación, pues las diferentes experiencias son las que posibilitan una experiencia "más" perfecta dentro de la relatividad de todas las cosas(la Iglesia incluida) en este tiempo de nuestra activa espera, que no es el tiempo de la eternidad aún, sino que es el tiempo de la relatividad.

Creo que deberíamos superar el querer vincular excesivamente la fe a un tipo de compromisos, o mejor, a un tipo de programas políticos. Aunque deberíamos vincular siempre la fe a un verdadero compromiso sociopolítico también. Este compromiso se traducirá incluso en partidos, y para ello cada cristiano verá. ¿Por qué no? Como puedo debo tener opiniones y actitudes en biología, en medicina, en literatura, mucho más puedo y debo tenerlos en política, que es más vital.

La política como encarnación

No hay forma de evitarlo. Intento presentar el contexto y la pastoral de nuestra Iglesia y sé que a muchos amigos de ayer les parecerá que hablo excesivamente politizado. Sé que les dejo un mal sabor de boca. Algunos hermanos de Congregación podrán recordar que el Padre Claret nos quería a los misioneros lejos de toda política...Pero (Hay peros que maduran, con el tiempo).

Lo político en mis palabras o escritos, en mi vida, en mi pastoral, en el día a día o las sacudidas álgidas de nuestra Iglesia de Sao Félix, cierto o errado, ya he dicho que eso va por cuenta de la Misericordia de Dios, es, me parece, una exigencia ineludible de este contexto en que uno vive y actúa. Sería más sencillo y verdadero decir que es una exigencia de cualquier vida humana, la de un obispo también, claro está, en cualquier contexto.

Y debo decir que el artículo del P. Gentile en L'Osservatore Romano, sobre mi libro "Yo creo en la Justicia y en la Esperanza, de la colección "El Credo que ha dado sentido a mi vida, Descrée de Brouwer, Bilbao, me supo un poco a benévola comprnsión.

Lo que sucede muchas veces con algunos señores de los Primeros Mundos o de las Primeras Iglesias cuando se esfuerzan por "comprender" las ideas y las actitudes de sus hermanos del Tercer Mundo o de la Tercera Iglesia. Quiero decir, no se trata de justificar nuestras ideas y actitudes por el contexto excepcional en que estamos viviendo, sino de ser las ideas y actitudes de esos señores no están demasiado fuera del contexto humano normal en que ellos mismos, quizá ausentes, vivan.

Si la política es la realización del Bien Común ¿quién puede zafarse de colaborar en esa realización, dentro de su posibilidad y de las peculiaridades de su función social?

Nunca podemos olvidar los cristianos, los eclesiásticos, sobre todo, y más aún los obispos, que diciéndolo o no, somos políticos siempre: a favor, en contra, o en la imposible neutralidad. Desgraciadamente, durante siglos(y hoy y mañana, si nos descuidamos) estuvimos y estamos y estaremos mucho más fácilmente...a favor. A favor del orden establecido que nos asegura aquella paz que no es la paz que Cristo vino a traer al Mundo.

O en la aséptica neutralidad de los que no quieren mancharse las manos con las vicisitudes de esta Tierra, donde el Hijo de Dios realmente se encarnó como Hombre histórico. Teorizo tal vez, pero como decía el baturro de Salamanca, si nosotros somos más tozudos que los otros es porque, además, tenemos razón".
P. Casaldáliga, Al acecho de Reino
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