La cigüeña sobre el campanario

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La blanca cigüeña,
como un garabato,

tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado

Cap. XIX
Recuerdos a Marx de parte de Jesús
(Cont., viene del día 8)

Podría haber puesto ya punto final a este tema, dice Díez-Alegría, pero quiere añadir algo más, que dé razón del título que ha puesto a este capítulo.

Ni Carlos Marx, dice, es un "cristiano de incógnito", ni Jesús es una especie de Carlos Marx de su tiempo. Es más, como hace notar Girardi, un cristiano marxista, por el hecho de su fe cristiana, se aparta de Marx en algo que éste no consideraba meramente accesorio.

Esto no debe resultar demasiado grave desde el punto de vista de un marxismo crítico. Al fin y al cabo, fue el mismo Carlos Marx quien le dijo un día a su yerno Pablo Lafargue: "Lo cierto es que yo no soy marxista". Tampoco nosotros tendremos que ser incondicionalmente "marxianos" por narices.

Un marxista crítico podría no sentirse demasiado lejano del punto de vista del economista independiente José A. Shumpeter: "No hay que pensar que una gran conquista ha de ser forzosamente un manantial de luz o verdad impecables en todos los dominios. Podemos creer, al contrario, que es una fuente de oscuridad: podemos estar convencidos de su caracter fundamentalmente erróneo o estar en desacuerdo con ella en diversos puntos particulares.

En el caso del sistema marxista, este juicio adverso e incluso la refutación exasta, por su misma incapacidad de herirlo mortalmente, sólo sirven para poner de relieve la fuerza de la estructura".

Todo lo que Marx dijo se puede discutir, pero queda en pie algo imperecedero. Su crítica perferó para siempre el caparazón del capitalismo, aunque en el lento y difícil desarrollo histórico, éste siga siendo un hueso duro de roer.

Las encantadoras palabras de su enamorada esposa, en una carta escrita en 1844 hacen justicia a las luces y sombras del gran escritor:

"¡Por favor, no escribas en tan amargo e irritado estilo! Escribe llanamente y de modo preciso o con gracialidad y humor. Por favor, corazón mío, deja que la pluma corra por las páginas, y aun si en ocasiones tropieza y desatine y repite frases, con todo, ahí están tus pensamientos, enhiestos como granaderos de la vieja guardia, resueltos y bravos...¿Qué importa si su uniforme cuelga con desaliño y no está bien abrochado?

Mira qué elegantes parecen los uniformes sueltos, ligeros, de los soldados franceses. Piensa en nuestros rebuscados prusianos,¿no te da escalofríos? Deja que los participios corran y pon las palabras a donde quieran ir. Semejante tropa no debe marchar con demasiada regularidad. ¿Van tus tropas al campo? Buena suerte a su general, mi maestro moreno. Adiós, corazón, cariño, vida mía".

A pesar de los pesares, esas tropas de Marx no han sido barridas del campo. Siguen en pie, como lo demuestra la apasionada virulencia del antimarxismo.

---Ver: JM. Díez Alegría, Rebajas teológicas de otoño. Ed Desclée de Brouwer 1980
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