Los Papas dejarán de ser Jefes de Estado


(Escribí este artículo en la mañana del día 2 de Septiembre 2011.
Pero hasta hoy, día 17, me ha sido imposible colgarlo en mi blog).


Hace sólo unos días que han finalizado las celebraciones de la JMJ Madrid 2011.

Benedicto XVI ha recorrido nuestras calles y plazas, apareciendo en todos los medios de comunicación.

No es de extrañar que se haya asomado también a algunos de nuestros sueños, especialmente en la madrugada del 2 de septiembre:

"Yo me veía dentro del Vaticano, horas antes de la gran Ceremonia de presentación del recién elegido Papa, Benedicto XVI. Clareaban las primeras luces del amanecer. Monseñor Ratzinger se encontraba en sus aposentos, de rodillas, en una actitud de oración profunda. Delante de él apareció San Pedro, recordándole las últimas secuencias de su vida: Cuando lleno de miedo intentó huir de la ciudad de Roma, pero seguidamente regresaba para enfrentarse a la muerte, como lo hizo Jesús. Poco después le crucificarían cabeza abajo. En ese momento San Pedro desapareció de su vista.

Monseñor Ratzinger, que pocas horas antes había hecho el juramento de seguir las huellas de Pedro, primer pastor de la Iglesia, pareció entender el significado profundo de lo que acababa de escuchar.

Llegó por fin la mañana. Todo fue sucediendo como cuidadosamente lo había previsto la Curia Romana. Se inició la Ceremonia en la gran plaza ante miles y miles de hombres y mujeres, ante los jefes de Estado de los países más poderosos del planeta. La Misa Pontifical seguía su curso. Pero al llegar al momento de la homilía, el nuevo Papa comenzó con estas palabras: "Hemos escuchado la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús de Nazaret. Es precisamente ese Jesús, por ser fiel a Él y a su Evangelio, quien me anima a comunicar al mundo entero mi decisión más firme y más profunda. Desde este momento los Papas dejarán de ser Jefes de Estado y el Vaticano se convertirá en un gran Museo, con sus puertas abiertas para todos los hombres y mujeres de nuestra tierra, para que puedan admirar las obras de arte que nos legaron pintores, escultores y arquitectos, reflejando así el amor grande de Dios, su amor y su belleza".

La misma voz del Papa se escuchaba con nitidez en todos los idiomas.

Los congregados en la Plaza de San Pedro, Cardenales, Obispos, simples fieles, se miraban unos a otros asombrados.

Pero el Papa siguió diciendo:"Desde ahora me dedicaré a recorrer el mundo entero, sencillamente, como uno más, sin perturbar la vida normal de las ciudades. Iré a visitar a mis hermanos en la fe, para animarnos unos a otros a vivir plenamente el Evangelio. Y como Jesús, por los caminos, por plazas y por calles, me acercaré a los más sencillos y olvidados, a los más pobres, a los que no tienen voz, a tantos hombres y mujeres explotados, a tantos niños que día a día se nos están muriendo de hambre. Y ante los periodistas y a través de las pequeñas y grandes cadenas de prensa, radio y televisión, levantaré la voz para, como Jesús, decir al mundo entero: Felices los pobres, los que tienen hambre y sed de justicia, los que anuncian y construyen la paz verdadera, los que comparten su vida con los pobres y, unidos a ellos, luchan siempre contra toda pobreza. Felices los que, con brazos abiertos, acogen al emigrante, al deportado de su tierra. Felices los perseguidos y ajusticiados por defender la libertad, la paz y la justicia, las grandes causas del Reino de Dios... Ahora continuaremos celebrando la Eucaristía, celebrando la Resurrección de Jesús, esperanza para esta nuestra tierra dolorida. Que Él nos de fuerzas para llevar adelante la decisión que hemos contraído ante el mundo entero. Que Él nos anime en este nuevo caminar de nuestra Iglesia"...

Yo seguía soñando, pero en este momento se volvían a repetir las mismas escenas del principio. De nuevo la presencia del Apóstol Pedro ante los ojos de Monseñor Ratzinger. De nuevo el comienzo y desarrollo de la Ceremonia en la gran explanada. Pero, de repente, todo empezó a cambiar. El nuevo Papa comenzó a leer una homilía que nada tenía que ver con lo que yo había oído en la primera parte de mi sueño. Nada dijo de su decisión de dejar de ser Jefe de Estado, nada de convertir el Vaticano en un gran Museo, de ir sencillamente de pueblo en pueblo, como lo hizo Jesús...Todo salió como de antemano había establecido la Curia Romana."

En ese momento me desperté.

Este sueño, con su final decepcionante, ha sido francamente idéntico al que tuve en la madrugada del día 9 de julio de 2005. Yo me encontraba en Houston, participando en un "Encuentro de responsables y animadores de la pastoral del canto", de habla hispana, con representantes de buena parte de las Parroquias de Estados Unidos. Aquella noche mi sueño también se prolongó durante un largo espacio de tiempo. Al despertarme, profundamente decepcionado, contrariado, estuve a punto de ponerme a llorar. Llamé por teléfono a Carmenchu, mi mujer, que se encontraba en Madrid. Al escuchar mi relato, ella trataba de animarme, subrayando que todo había sido un sueño.

De todos modos, me puse a escribir con el mayor detalle todo lo que había visto y oído en aquella madrugada. Al día siguiente, en mi Conferencia - con la que se concluía el Encuentro de Pastoral y que había titulado "La Celebración de la Eucaristía a la luz de la Pascua de Cristo"-, casi al final, al hablar del Nuevo Rostro que debería presentar la Iglesia ante el mundo de hoy, leí pausadamente todo el relato de mi sueño sobre Benedicto XVI. Y terminé con estas palabras: "Sí, todo ha sido solamente un sueño. Pero, si creemos en Jesús, Señor de la Historia, deberíamos pensar que este sueño algún día llegará a ser una realidad."

Desde entonces han pasado ya más de seis años.


¿Hasta cuándo, Señor, tendremos que seguir esperando?




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