Ariel Álvarez Valdés, una semblanza

Acabo de compartir con él unos días de reflexión y estudio en Salamanca y precisamente el 1 de este mes (hace dos semanas) le he ha mandado un prólogo para su libro La muerte de Jesús (EDHASA, Buenos Aires 2010). Pienso que esta semblanza de su vida y obra, con referencia especial a su nuevo libro, podrá servir para que los lectores de RD le conozcan mejor y pueden opinar sobre los temas de fondo de su teología y de su vida (con lo que significa en estos momentos la renuncia a los ministerios, dentro de una Iglesia Jerárquica que impone a sus ministros unas condiciones que muchos juzgan (juzgamos) que en este campo resultan inaceptables. Muchos lectores de mi blog han opinado ya sobre su teología. Éste es el lugar y momento en el que pueden seguir haciéndolo.
Prólogo a La muerte de Jesús (EDHASA, Buenos Aires 2010)
Le conocí el año 2002 en la Universidad Pontificia de Salamanca donde vino a disfrutar por un tiempo sabático de estudio e investigación. Coincidimos pronto en ideas y hemos compartido desde entonces muchas horas de estudio y trabajo, al servicio de un mejor conocimiento de la Biblia y, sobre todo, de un mejor entendimiento de la vida, en libertad y madurez, para saber mejor lo que somos y buscar con más intensidad aquello que podemos ser, en una línea religiosa y, sobre todo, humana. Por eso es para mí un honor y una alegría poner mi firma al comienzo de su libro, presentando a su autor, diciendo qué ha visto en Jesús de Nazaret y qué quiere aquí decirnos.
Ariel Álvarez Valdés, pensador distinto
No es fácil encontrar en Argentina, ni en el ancho mundo de lengua castellana, un autor como él, ocupado en cuestiones de especialidad y pre-ocupado por los temas de mayor vigencia, en la enseñanza universitaria y en el contacto directo con el pueblo “real” de la calle, desde Santiago del Estero, donde nació y donde vive normalmente. Allí en Santiago empezó a estudiar filosofía y teología, para especializarse después en filología e historia antigua en el Estudio Bíblico Franciscano de Jerusalén, donde conoció, de primera mano, los lugares y temas principales de la primera historia de occidente, realizando viajes de estudio por Egipto, Jordania, Turquía, Grecia y la Península del Sinaí. Se especializó luego en Salamanca, un centro clave de la cultura europea, desde la Edad Media hasta la actualidad.
Es un hombre abierto al ancho mundo, pero, al mismo tiempo, está bien arraigado en su tierra, Santiago del Estero, donde ha enseñado y enseña religión y pensamiento, vinculando los temas de la Biblia con las grandes cuestiones científicas y culturales del hombre actual, tanto en la Universidad Académica (la Católica y la Nacional), como en la Universidad del Pueblo, donde ha organizado y organiza cursos para estudiantes de todos los estamentos sociales y de todos los niveles culturales, hablando siempre con rigor y cercanía de los temas de la vida.
Vive regularmente en Santiago y allí enseña, pero al mismo tiempo habita en una casa-móvil, pues ha viajado y viaja con regularidad para impartir cursos de Biblia y de Cultura Humana, no sólo en Argentina, sino en América Latina, desde Colombia a Chile, y también en España, donde viene regularmente a estudiar y enseñar.
Es un especialista, pertenece a la Asociación Bíblica Italiana (1996) y a la Española (2003), es miembro honorario del Instituto de Filosofía del Derecho de la Universidad de Lomas de Zamora (1998) y Consultor Internacional de Cuestiones Teológicas y Filosóficas, de la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia (2003). En esa línea se sitúa su tesis doctoral (La Nueva Jerusalén: ¿ciudad celeste o ciudad terrestre?), que obtuvo la máxima calificación en la Universidad Pontificia de Salamanca (2004) y que ha sido publicada en Verbo Divino, Estella (2006).
Es un investigador de primera línea, pero ha querido poner su especialidad al servicio directo de los que podrían llamarse “pobres de cultura”, pues no tienen acceso a los grandes y caros volúmenes de de la “ciencia” bíblica; por eso viene publicando para ellos, desde hace casi veinte años, una larga serie de artículos y libros más breves, en revistas de América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Venezuela), de Estados Unidos y de Europa (Alemania, Bélgica, España, Francia, Portugal, Rumania, Suiza, Ucrania), e incluso de Israel. Entre sus obras quiero destacar las colecciones: ¿Qué sabemos de la Biblia? (5 volúmenes) y Enigmas de la Biblia (8 volúmenes), con otros trabajos y libros sobre la Virgen María, el Sufrimiento o los problemas de fondo de la Biblia.
Muchos de sus libros y artículos han sido traducidos al italiano, inglés, francés, alemán, flamenco, ruso, ucraniano, rumano y portugués. No creo que exista ningún creador argentino (o de lengua castellana) cuyas obras de pensamiento estricto (no de ficción, ni de pura divulgación) se hayan extendido más, ni se hayan traducido a más idiomas. Sólo por eso, Ariel merece todo nuestro respeto.
Jesús, una figura apasionante
Entre los temas que ha estudiado destaca el de la vida y mensaje (actualidad) de Jesús de Nazaret, a quien entiende de un modo cristiano (como Hijo de Dios), pero también, y sobre todo, de un modo cultural y humano, como aquel que ha definido gran parte de la historia de occidente. Del legado de Jesús seguimos viviendo todavía, aunque muchos no sean confesionalmente cristianos. En esa línea, Ariel piensa que la historia de Jesús pertenece no sólo a nuestra cultura pasada, sino que puede ofrecer incentivos y luces para vivir de una manera más honda y apasionada en el futuro.
Como Ariel sabe, casi todos le estaban esperando en Israel (esperaban a un Mesías), pero cuando vino apenas le conocieron: aguardaban a un rey como David, a un caudillo victorioso como el Macabeo o Judas Galileo, a un sabio como Filón, a un maestro de la ley como Hillel, a un profeta del juicio como Juan Bautista, a un sacerdote... Pero vino él, Jesús, y a muchos les pareció que no era significativo, pues en vez de elevarse él mismo sobre los demás, decía que «el hijo del hombre ha venido para curar y perdonar, para compartir la vida con los hombres y mujeres…». Ése es el Jesús en quien Ariel confía, el Jesús que él ha estudiado.
Aquí está, según Ariel, el secreto de Jesús, su mayor milagro: supo vivir y potenciar la vida de los otros, de manera simple, a ras de tierra, entre la gente de la calle, con aquellos a quienes casi todos despreciaban: enfermos y prostitutas, leprosos, marginados y proscritos... A pesar de ello, y aunque parecía totalmente inofensivo, y no tuviera autoridad externa (militar o religiosa, política o social), él tenía una gran autoridad humana y muchos pensaron que podía cambiar el orden político-social de Palestina, adelantando sí la llegada del Reino de Dios y precisamente por eso, para impedir aquello que él quería, le mataron.
Así pudo haber terminado su historia. Pero «aquellos que antes le habían amado, siguieron amando» a Jesús, con más fuerza si cabe, como aseguró F. Josefo, el mayor historiador judío (Ant 18, 63-64). La memoria de ese amor, que se impuso y triunfó por encima de su muerte, hizo que se unieran sus amigos afirmando que el mismo Dios le había enviado y sostenido y resucitado. Esa memoria fundó la iglesia y enriqueció la historia de la humanidad, de manera que él ha sido durante veinte siglos el personaje central de occidente, hermano de pobres, amigo del alma de mujeres y hombres, animador de monjes, inspirador de obispos, pero también modelo de reyes e incluso patrono de guerras que se han hecho en su nombre.
Pues bien, Ariel ha descubierto, en esa línea, que muchos han querido “secuestrar” a Jesús, poniéndole al servicio de sus instituciones (incluso Iglesias y Estados que se confiesan o confesaban cristianas), que tienden a cerrarse en sí mismas, realizando incluso, en nombre de Jesús, cosas que son contrarias a la intención y obra de Jesús. Por eso ha querido estudiar de primera mano, en los textos originales (hebreos, arameos y griegos), aquello que Jesús hizo y dijo, recuperando su figura, en la línea de los grandes investigadores que desde principios del siglo XX (con A. Schweitzer) han querido recuperar la historia de Jesús.
Ariel está convencido de que uno de los mayores servicios que se puede hacer al hombre actual, al menos en los países de tradición cristiana, es conocer bien a Jesús y devolver su herencia a los “pobres”. Por eso ha unido su rigor científico y su esfuerzo al de los investigadores que, a largo de todo el siglo XX, han estudiado críticamente la figura de Jesús, primero en Alemania, luego en el resto de Europa y América del Norte y finalmente en todo el mundo (incluso en Argentina). Pero lo ha hecho no para encerrar otra vez a Jesús en una Universidad o en una Iglesia establecida, sino para devolverlo a su lugar, que es la vida y esperanza de los pobres.
Ese Jesús que así ha surgido (está surgiendo) del estudio de los textos no va en contra de la tradición de las iglesias, pero aporta numerosas novedades, que son importantes no sólo para la reforma de la Iglesias (cosa por otra parte necesaria), sino también para la maduración de la conciencia de los hombres y mujeres de la actualidad (sean o no sean creyentes confesionales). Ariel ha vinculado, según esos, dos rasgos: por un lado, es un investigador riguroso, que conoce y discute las mejores obras sobre el tema; por otro lado es un hombre de pueblo, y así quiere presentar en Santiago del Estero, y en libros populares, la mejor investigación actual, lo que se dice en las aulas de Harvard o Göttingen, de Oxford o Lovaina.
Por eso, él escribe para el pueblo, pero no vulgariza, como suele hacerse, ni rebaja el listón de las verdades, pues (en contra de algunos jerarcas) está convencido de que no se puede ocultar nada al pueblo, que está maduro para entender, más que muchos que se juzgan superiores porque forman parte de un gremio elitista de universitarios y burgueses del conocimiento. Éste ha sido su empeño, está su vocación: Todo para el pueblo, pero con el pueblo, no rebajando el nivel, sino adaptando el conocimiento.
De esa manera presenta a un Jesús que sigue siendo más apasionante que nunca, tras veinte siglos de cristianismo y cultura occidental. Es como si diera brillo a viejas monedas que parecían gastadas, descubriendo de nuevo la novedad cristiana, pero no al servicio del poder de iglesias, estados o universidades, sino de los hombres y mujeres concretos, esto es, del pueblo de aquellos que creen en el Dios de los hombres (Jesús).
Lo que este libro dice
A modo de conclusión, quiero añadir tres observaciones que pueden ayudarnos a entender este libro, que trata de temas relacionados con la muerte de Jesús
1. La muerte de Jesús, un tema de maduración. Los momentos de esa muerte han sido, y pueden seguir siendo, en otro plano, objeto de meditación y liturgia piadosa, como muestra el ejercicio clásico del Via-Crucis. Pero Ariel ha querido situarse en otro plano, estudiando de manera críticamente rigurosa algunos momentos de esa historia, que son importantes y plantean preguntas a los eruditos y curiosos.
Todo lo relacionado con la muerte de Jesús (incluso más que lo relacionado con la de Sócrates) constituye un lugar privilegiado para conocer la realidad humana y para madurar en ella. Por eso, Ariel ha querido reunir en este libro, como en un espejo de humanidad, algunas de las fuerzas (pasiones y miedos) que actuaron en el fondo de esa muerte, para descubrir mejor lo que nosotros somos, conociendo lo que fue Jesús.
2. Relatos breves, al parecer independientes. Muchas veces hemos dialogado sobre el tema: Yo provengo de la filosofía y me gustan los libros largos, lógicamente trabados; Ariel, en cambio, proviene de la ciencia y del contacto personal (cara a cara) con oyentes y lectores. Por eso prefiere los relatos breves, que parecen independientes, reunidos en torno a un personaje o tema central (en este caso la muerte de Jesús).
Tenemos criterios diferentes, pero debo confesar que el de Ariel me parece el apropiado para conseguir los fines que pretende y de esa forma ofrece materiales, como historias rápidas, en forma de mosaico; la unidad de los relatos ha de darla el tema de fondo y han de darla también los lectores, que van construyendo su libro, a medida que leen el de Ariel, haciéndose así co-autores de la obra.
3. Con una breve conclusión, pero sin moraleja. Otra nota significativa del libro (junto a su agudeza crítica) es su aparente imparcialidad: Va contando lo que se puede decir y se dice sobre un problema o texto, sin afán apologético ni moralista: No quiere defender nada, ni dar consejos, pues sabe que la mejor “medicina” es la verdad y así la va buscando, de manera minuciosa y profunda. De esa manera, siendo imparcial, pu
ede ser “parcial” como Jesús, al servicio de los pobres y expulsados del gran sistema.
Por eso, cada relato puede terminar con una brevísima conclusión, que se sitúa y nos sitúa en nuestro tiempo, en Santiago del Estero y en el mundo (¡urbi et orbi!), de un modo concreto, sin fijar conclusiones generales sobre la humanidad o el conjunto de la Iglesia Católica. Éste es el mejor servicio que él puede prestar y presta al conocimiento de Jesús y a la maduración de muchos hombres y mujeres, en este año de esperanza que es el 2010 de la era de Jesús. Por eso, este libro que Ariel ha comenzado sólo pueden terminarlo los lectores, ellos tienen la última palabra.
A mí sólo me queda decirle a Ariel: ¡Gracias por haberme invitado a compartir este libro, escribiendo para ti y contigo, estas letras de prólogo, mientras vueles de Salamanca a Santiago del Estero! Gracias también a su editorial, EDHASA, por confiar en este libro, que es vuestro (de la editorial), siendo mío y de todos sus lectores.
En San Morales del Tormes
1 de Marzo de 2010
Xabier Pikaza