Arzipreste de Hita, el amor de los clérigos

Su libro (El libro del Buen Amor) está escrito para entretener e ilustrar, poniendo de relieve la importancia del amor divino, pero insistiendo, al mismo tiempo, en la fuerza del amor humano, que vincula a clérigos y caballeros, a siervos y señores, dentro de una sociedad donde las instituciones religiosas y políticas no habían marcado todavía las normas de lo bueno y de lo malo, en el sentido en que lo harán más tarde.
El amor, cosa de todos. El libro comienza con una plegaria a Jesús nazareno, una reflexión bíblica sobre el amor (desde la perspectiva del Antiguo Testamento), una oración a Dios, unos gozos emocionados a la Virgen María y una reflexión erudita sobre la alegría, fundada en razones de griegos y romanos. Después expone, en versos ejemplares, la importancia del amor en la naturaleza y en la vida de los hombres: Según naturaleza, hombres y animales quieren tener compañía con las hembras: "Como dise Aristóteles, cosa es verdadera,/ el mundo por dos cosas trabaja: la primera /por aver mantenençia; la otra era / por aver juntamiento con fembra placentera".
El amor pertenece, según eso, a la esencia de la vida, que el hombre comparte con los animales y todos los vivientes, aunque en el hombre tiene un sentido y poder especial: no está limitado a un tiempo, según naturaleza, sino que puede encenderse siempre, amenazando con romper el equilibrio de su vida. El Arcipreste mira ese amor desde la perspectiva del varón, cuyo placer supremo consiste en “aver juntamiento con hembra placentera”: "Si Dios, quando formó el ome entendiera / que era mala cosa la mujer, non la diera / al ome por compañera, nin d'él non la fesiera,/ si para bien non fuera, tan noble non saliera.
El amor de los clérigos de Talavera. En este contexto se sitúa uno de los testimonios más importantes de la literatura castellana a favor del matrimonio de los clérigos cristianos. Estamos en torno al 1340/1350. «Allá en Talavera, en las calendas de abril / llegadas son las cartas del arçobispo don Gil, / en las quales venía el mandado non vil (no pequeño), / tal que si plugo a uno, pesó más que a dos mil» (Buen amor 1690). La inmensa mayoría de los clérigos se opone a ese mandato, empezando por el arcipreste de Talavera: «Fabló este arçipreste, et dixo bien ansí / si pesa a vosotros, bien tanto pesa a mí: / ¡ay viejo mesquino, en que envejeçí /en ver lo que veo, et en ver lo que vi!» (1692). Este es el motivo de su llanto: « Llorando de sus ojos començó esta raçón: / dis: «El Papa nos envía esta Costituçión… / que clérigo nin casado de toda Talavera, / que non toviese mançeba casada nin soltera / qualquier que la toviese, descomulgado era» (1693-1694).
En contra del mandato del Papa, los clérigos apelan a dos razones, una más política y otra más religiosa.
(a) La razón política se sitúa en la línea de los “derechos humanos”, que deben ser garantizados por el Rey de Castilla: «Amigos, yo querría que toda esta cuadrilla / apelásemos del (contra el) Papa ant' el rey de Castilla / que magüer que (a pesar de que) somos clérigos, somos sus naturales / servímosle muy bien, fuemos simpre leales» (1696/7). Los clérigos suponen que el rey tiene que garantizar los derechos de todos sus súbditos, incluso en contra del Papa. Y entre esos derechos está el matrimonio (tener manceba o casada).
(b) La razón natural está reflejada en el hecho de que «todos somos carnales» (1698) y, sobre todo, en la realidad concreta de la vida de los clérigos que están casados y quieren (deben) estarlo, de manera que no pueden sin injusticia ni falta de piedad expulsar a sus mujes. Con este testimonio profundamente humano (y cristiano) de los clérigos de Talavera, que apelan ante el rey y defienden ante el Papa la “verdad” de su vida de casados, y lo hacen públicamente, termina este libro entrañable del Buen amor.""Pero non alonguemos tanto las rasones: apelaron los clérigos, otrosí los clerisones, fesieron luego de mano (de antemano) buenas apelaçiones,et dende en adelante çiertas procuraciones" (Buen amor 1709.
Así quedó el tema hace casi setecienteos años, en la ciudad de Talavera. Las cosas hoy no son como entonces. La Iglesia está cambiada. Pero hay situaciones y razones que dan que pensar.