Día de la Palabra. 25. 2. 07. Tentación de Jesús (y de la Iglesia)

Texto
Éste es uno de los textos básicos de nuestra historia crisiana. Nos hallamos envueltos en una triple lucha: económica (posesión de bienes de consumo), política (control de los medios del poder) e ideológica (producción y posesión de la ideas), que puede conducirnos a la destrucción diabólica del ser humano y de la iglesia (el ser humano queda sometido a poderes de opresión definitiva) o a la conversión y transformación mesiánica (en la línea de gratuidad y comunión).
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan." Jesús le contestó: "Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre"."
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo."
Jesús le contestó: "Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto"." Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras"."
Jesús le contestó: "Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios"."
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión (Lc 4, 1-13) .
Sentido general
Algunos piensan que el evangelio ha de narrarse como manual de revolución económica, social e ideológica, para destruir las estructuras de opresión actual. Sin rechazar del todo ese nivel, queremos leerlo como manual de esperanza mesiánica y creatividad mesiánica; lógicamente, en su principio se incluyen las tentaciones.
Ellas no resuelven el tema en plano de teoría, pero ofrecen la visión más luminosa y actual de las exigencias y riesgos sociales del mesianismo: el evangelio no es una evasión idealista, sino programa de "lucha" contra los poderes diabólicos. Para exponer el sentido de esa lucha escribieron los separados de Qumran su Manual de Guerra (4QM); para darle nuevo contenido han escrito Mt 4 y Lc 4 este espléndido relato que recoge, en el principio de la historia de Jesús, el sentido de conjunto de su obra.
Como los héroes del mito, Jesús debe superar las pruebas que le presenta el tentador: a) utilizar su autoridad para hacer las piedras pan, pues el hambre aprieta entre las gentes; b) asumir el poder, porque es grande la opresión de los gobiernos pervertidos; c) realizar milagros portentosos, para que los humanos superen su angustia y puedan lograr seguridad sobre la tierra. Tales son las tentaciones y Jesús las supera acudiendo a la Escritura: frente a la absolutización del pan afirma que vivimos también de las palabras que brotan de la boca de Dios (Mt 4, 4); frente a la toma del poder por medios esclavizantes, afirma que sólo a Dios debemos obediencia (Mt 4, 10); frente a un milagro que es tentar a Dios destaca el valor de la fe (Mt 4, 7).
Esas tentaciones no pueden entenderse como un hecho histórico, datable en el comienzo de la actividad de Jesús, aunque es muy probable que iniciando su mensaje haya debido superar alguna prueba, sino como expresión del conflicto permanente de su vida y de su obra: son muchos los judíos de su tiempo que habrían optado por el Diablo, muchos los cristianos posteriores que han seguido al Tentador, pues la Iglesia sigue estando en la misma situación de prueba y debe decidirse. Mt y Lc describen las tentaciones de como paradigma permanente de prueba y victoria mesiánica. Toda la vida y opción de Jesús se encuentra resumida en ellas, como ha visto certeramente Dostoievsky:
Si hubo alguna vez en la tierra un milagro verdaderamente grande fue aquel día, el día de esas tres tentaciones. Precisamente, en el planteamiento de esas tres cuestiones se cifra el milagro. Si fuese posible idear, sólo para ensayo y ejemplo, que esas tres preguntas del Espíritu terrible se suprimiesen sin dejar rastro en los libros y fuese menester plantearlas de nuevo, idearlas y escribirlas otra vez, para anotarlas en los libros, y a este fin se congregase a todos los sabios de la tierra... ¿piensas tú que toda la sabiduría de la tierra reunida podría discurrir algo semejante en fuerza y hondura a esas tres preguntas que, efectivamente, formuló entonces el poderoso e inteligente Espíritu en el desierto?... Porque en esas tres preguntas aparece compendiada en un todo y pronosticada toda la ulterior historia humana y manifestadas las tres imágenes en que se funden todas las insolubles antítesis históricas de la humana naturaleza en toda la tierra (Los hermanos Karamásovi, en Obras completas, III, Aguilar, Madrid, 1964, 208)
1. Tentación del pan. Economía.
"Si eres hijo de Dios di a esas piedras que se vuelvan alimento” (cf. Lc 4, 3). Así argumenta el Diablo, con lógica perfecta: si Dios nos ha creado y sacado de Egipto (esclavitud) es evidente que debe alimentarnos. Son millones los hambrientos: si hay Dios debe resolver su problema. Jesús ha respondido que “no sólo de pan viven los humanos” (Lc 4, 4), sino, y sobre todo, del don creador de la gracia. Así presenta Dostoievsky la "razón" del Sataán, con palabras de un Inquisidor sevillano:
Tú quieres irle al mundo, y le vas con las manos desnudas, con una ofrenda de libertad que ellos, en su simpleza y su innata cortedad de luces, ni imaginar pueden... porque nunca en absoluto hubo para el hombre y para la sociedad humana nada más intolerable que la libertad. ¿Y ves tú esas piedras en este árido y abrasado desierto?... Pues conviértelas en pan, y detrás de Ti correrá la Humanidad como un rebaño, agradecida y dócil. Pero tú no quisiste privar al humano de su libertad y rechazaste la proposición, porque ¿qué libertad es esa -pensaste- que se compra con pan? Tú objetaste que el humano vive no sólo de pan. Pero ¿no sabes que en nombre de ese mismo pan terrenal se sublevará contra ti el Espíritu de la tierra y luchará contigo y te vencerá y todos irán tras él exclamando “¿Quién es semejante a esa bestia que no ha dado el fuego del Cielo? (Ibid 208-09).
A un nivel se oponen pan y libertad. El diablo piensa que “sólo construye del todo el que da de comer” y dice a Jesús: “de haber optado por el pan habrías respondido al general y sempiterno pensar humano: ¿ante quién adorar?”. Para el Diablo, el humano es primordialmente estómago: quiere riqueza, transformar el mundo en alimento (puro objeto de consumo), disfrutando sin más de los bienes materiales; la libertad es secundaria. Pero Jesús ha ofrecido libertad: piensa que el humano puede y debe expresarse en actitud de amor, sin imposiciones; por eso no quiere realizar su redención a manera de compra económica.
2. Tentación del reino. Política.
“Mostrándole los reinos de la tierra, dijo el Diablo: todo te lo ofrezco...” (Lc 4, 5-6). Largos siglos lleva esperando Israel: frente a los imperios despiadados de la tierra, frente a reyes y señores de injusticia que han regido perversamente el orbe, surgirá un gran día el nuevo príncipe, el Mesías. Su imperio será universal; su duración, eterna. Sobre ese fondo son lógicas las palabras del diablo, según Dostoievsky:
Siempre la Humanidad, en su conjunto, afanóse por estructurarse de un modo universal. Muchos fueron los pueblos grandes con una gran historia; pero cuanto más grandes, tanto más intensamente que los otros han sentido el anhelo de la fusión universal de los humanos... Si hubieras aceptado el mundo y la púrpura del César, habrías fundado el imperio universal y dado la paz al mundo (Ibid 212-13).
No existiría más carrera ni guerra de armamentos; vivirían en autonomía los pueblos, reinaría en todos la justicia... Y, sin embargo, Jesús ha rechazado la propuesta porque el poder que se consigue y ejerce dominando a los demás (postrándose ante el Diablo) es alienante. La supresión de disturbios y guerras, la unidad entre los pueblos no se pueden lograr por la violencia. El Dios mesiánico no quiere autómatas ni esclavos, sino amigos e hijos. Por eso, el despotismo o dictadura perfecta que ofrecen a Jesús viene del Diablo: surgiría un espléndido rebaño, habría muerto el ser humano.
Es buena la autoridad creadora que anima y potencia la vida de los otros, el prestigio de padre, el amor creador de un amigo... Pero es malo el poder que se ejerce imponiéndose a la fuerza, aunque con ello se consiga un orden en el mundo. Esta tentación muestra que el dominio de unos sobre otros es siempre realidad del diablo. En contra de eso, el mesianismo de Jesús sólo es servicio: “Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada eso; al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más joven y el que dirige al que sirve” (Lc 22, 25-26), “...porque tampoco el Hijo del Humano (Jesús) ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10, 44-5).
3. Tentación del milagro. Ideología, religión.
“Si eres hijo de Dios, lánzate abajo” (cf. Lc 4, 9). Jesús está sobre el pináculo del templo. Los fieles se agitan al fondo, buscando en los rituales un consuelo espiritual, una receta de seguridad en el comercio angustiante de la vida. Todos podrán ver la forma en que se lanza al vacío, observando a los ángeles de Dios que le sostienen, mostrando así que Dios ama a su Hijo, aceptando su evangelio. Jesús debe emplear todos los medios para mostrar a los humanos la verdad de su mensaje.
El Diablo promueve un milagro de mesianismo antidivino. Por eso, Jesús le responde: “¡No tentarás al Señor tu Dios!” (Lc 4, 12). Tentación son los medios engañosos e impositivos que se emplean para imponer a los demás el Evangelio, como aquellos signos que pedían algunos judíos (Mt 12, 38-39; 16, 1) e incluso cristianos (cf. 1 Cor 1, 22; Mc 13, 22). Ellos quieren agarrarse a la verdad, tener seguridades, disponer de Dios y de la vida sin correr ningún riesgo. En contra de eso, Jesús sólo ha presentado el signo de su vida entregada en amor, gratuitamente, en camino que lleva a la cruz. Una verdad que se impone deja de serlo, un mesianismo que obliga ya no es mesianismo, como sabe Dostoievsky:
Pero tú sabías que en cuanto el hombre rechaza el milagro, inmediatamente rechaza también a Dios, porque el hombre busca no tanto a Dios como el milagro. Y no siendo capaz el hombre de quedarse sin milagro, fue y se fraguó él mismo nuevos milagros y se inclinó ante los prodigios de un mago o los ensalmos de una bruja, no obstante ser cien veces rebelde, herético y ateo. Tú no bajaste de la cruz cuando te gritaron: “¡Baja de la cruz y creeremos que eres Tú!”. Tú no descendiste, tampoco, porque también entonces rehusaste subyugar al humano por el milagro y estabas ansioso de fe libre... Te lo juro: el hombre es una criatura más débil y baja de lo que tú imaginaste. Al estimarlo en tanto tú te condujiste como si dejases de compadecerlo, pues le exigías demasiado. De haberlo estimado en menos, menos le hubieses exigido, y esto habría estado más cerca del amor, porque más leve habría sido su peso (Ibid 211).
Jesús nos ha estimado en mucho... Hubiera sido más fácil entablar relaciones con Dios a nivel de prodigio y seguridad. Pero Dios nos ha llamado en amor liberador, en respeto radical, en confianza creadora. Por eso no ha querido obligarnos a aceptar el mesianismo de Jesús. En este campo sigue siendo urgente la crítica cristiana: no tenemos demostraciones, ni contamos con milagros exteriores; la prueba del mesianismo de Jesús es su mensaje en libertad, la experiencia de su pascua.
Entendidas así, las tentaciones constituyen un elemento esencial del principio de la biografía mesiánica de Jesús. No entenderemos jamás el evangelio si no las sabemos contar, de manera que nos impresionen y cambien, en actitud de compromiso por el reino. Alguien podrá lamentar su carácter general, su posible ambigüedad en plano ideológico, pero al hacerlo caerá en la trampa de su propia ideología: el relato evangélico sigue claro y creador, en el principio del camino de Jesús, anunciando todo lo que sigue.
Son muchos los que siguen apelando, aún dentro de la iglesia, a revelaciones especiales, a seguridades milagrosas (apariciones, poderes sacrales). Pues bien, a partir de la respuesta de Jesús y en virtud de su entrega pensamos que no existe otro milagro que la hondura y gracia contagiosa de su vida: ha rechazado el mesianismo de los milagros porque quiere ofrecernos el milagro de su entrega pascual. Frente a la Ley que sanciona lo que existe (judaísmo normativo) y frente a los prodigios que pueden aparecer como dominio sobre los demás (en la línea de los theioi andres, varones divinos de cierto helenismo), los evangelios han presentado el gesto creador de un Jesús que ofrece su vida gratuitamente por los otros.
Y. M. Congar ponía de relieve el carácter eclesial de las tentaciones de Jesús (¡donde él no cayó, suele caer su Iglesia!), como destacó hace tiempo J. Dumery, Las tres tentaciones del apostolado moderno, FAX, Madrid 1950. Cf. también J. Dupont, Les tentations de Jésus au désert, SN 4, Bruges 1968; A. Feuillet, Le récit lucanien de la tentation (Lc 4, 1-13): Bib 10 (1959) 613-631; Id., L'épisode de la tentation d'après l'ev. selon S. Marc (1, 12-13): EstBib 19 (1960) 49-73; A. Fuchs, Die Versuchung Jesu, SNTU, Linz 1984; J. I. González Faus, Las tentaciones de Jesús y la tentación cristiana, en La teología de cada día, Sígueme, Salamanca, 1976; S. Schulz, Die Spruchquelle der Ev. Q.,TVZ, Zürich 1972, 177-190.