Dios o el dinero (Mt 6, 24). Opción personal y bomba de relojería

Ha aparecido ya en varios lugares la "propaganda" de mi libro: Dios o el dinero. Economía y teología (Sal Terrae, Santander 2019). El Grupo de Comunicación Loyola lo presenta el 9.1.19 de forma "exagerada" con la imagen primera y unas letras que dicen:

¿Estás preparado/a para elegir? ¿Dios o el dinero? El grandísimo teólogo Xabier Pikaza nos descubre en su libro 'Dios o el dinero', la historia más sorprendente, fascinante, arriesgada (actual y futura) de la Biblia en perspectiva de dinero.¡No te lo pierdas!
(cf. /www.facebook.com/LoyolaGC/?)

Por su parte, A. Aradillas, buen periodista, pero también exagerado, me ha canonizado hoy (14.1.19) en RD, antes de tiempo, presentando generosamente este libro para decir después (no se si tendrá acceso a los secretos de Dios, él, que es gran maestros de periodistas):

Quienes lo seguimos y conocemos limpia y generosamente, y con capacidad suficiente para el asombro, me limito a referir que Xabier es ante todo, una buena persona, intachable cristiano, con los pies en el suelo, es decir, en el cielo, nada partidario de la Iglesia "oficial", jerarquizada y burócrata, pobre entre los pobres, ferviente amigo de RD y de otras siglas post- conciliares y sagradamente "franciscanas", ex padre descalzo en Órdenes redentoras de cautivos en tierras de misiones



Ése debo ser yo y así me veo y río. De todas formas, gracias a ti, y/o a los responsables de RD por poner de portada la imagen de un "tipo" muy puesto, pensando y dudando entre Dios y/o el dinero, como opción personal (espiritual).

Pero Natxo, comercial, con experiencia en los cinco continentes, me ha mandado una tercera imagen que define el tema de fondo del texto de Mt 6,26 (¡no podéis servir a Dios y a Mammón!) como bomba de relojería.

Esta imagen de J. Lozano (cf. FB, Paintings and Comics) pinta a los pobres como bomba programada por un Diablo astuto, para que estalle muy pronto la humanidad entera, si no cambiamos todos, especialmente los ricos (que son los que convierten a los pobres en bomba programada de muerte).



Este Lozano es, a mi juicio, quien mejor ha visto el tema del evangelio y de mi libro. No sé si veis a los pobres de esa forma... Pero así los ha visto Jesús en el evangelio, al insistir en la oposición entre Dios que es la Vida... y Mammón que es principio de muerte... cuando anuncia con toda seriedad el estallido y fin de este mundo de violencia y opresión, de muertos de hambre, de pobreza, si es que no dejamos de adorar a Mammón.

¿Quiénes han convertido a los pobres en bomba? ¿Serán los pobres? ¡No, ellos quieren vivir, por eso piden... ¿Será Dios? Evidentemente no, pues el Dios del evangelio hace a los pobres promesa de vida. ¿Serán los ricos, las instituciones de poder del mundo?

Con esas preguntas, leyendo el evangelio y el conjunto de la Biblia, analizando todos (o casi todos) los pasajes de dinero, he escrito este libro, que otro día presentaré de un modo más concreto. Hoy me limito a resumir aquí unas páginas centrales del libro sobre el tema (cf. 253-280).

Dios o el dinero: ¿opción personal? ¿bomba de relojería? Siga leyendo quien quiera situarse ante el tema. Buen día a todos, y gracias a los editores de Sal Terrae, con Aradillas, y los amigos de RD.


Revelación central: Dios y Mammón (Mt 6, 24)

Dios es Dios y el dinero, Mammón, es su contrario, como sabe Jesús:

Nadie puede servir a dos señores
– Pues odiará a uno y amará al otro.
– O se apegará a uno y despreciará a otro.
¡No podéis servir a Dios y a Mammón! (Mt 6, 24; cf. Lc 16, 13).


((El término Mammón, del arameo popular significa riqueza y, más en concreto, el Dios de la Riqueza divinizada, y expresa de un modo visual, imaginativo, que lo contrario a Dios, en sentido radical, no es el Poder en sentido militar o político, ni una Entidad filosófica (el Dios malo, en contra del Dios bueno), ni un Demonio mítico, sino el Dinero absolutizado que domina a los hombres que a él se entregan.

La etimología de esta palabra (con doble mem en algunos textos extrabíblicos), no es clara, pero todo parece indicar que proviene del ámbito cananeo/fenicio y que Jesús la emplea para referirse al Deseo objetivado y absoluto de poseer, un deseo con fundamento externo (el dinero), en la línea de emeth-emuna, que es confiar o “creer”, de forma que Mammón sería aquello/aquel en quien creemos de un modo absoluto..


La verdadera Realidad o Señor que fundamenta y potencia la vida del hombre es Dios, de manera que “servirle” es dejarse crear y amar por él, en comunión y gratuidad, amando así a los demás seres humanos. Pero los hombres han “formado” frente al Dios que les hace ser en gratuidad un anti-Dios, la mayor y más perversa de sus creaturas, a la que Jesús llama Mammón, advirtiendo a sus discípulos (su Iglesia) que no pueden servirle al lado de Dios, ni sobre Dios, pues si lo hacen quedarán en manos de la muerte.

Como sabe la tradición judía, Dios es Uno y sólo a él podemos servir con todo el corazón, con toda el alma, alcanzando así nuestra verdad (cf. Dt 6, 4-6). Pues bien, lo opuesto a Dios, aquello que destruye y mata al hombre porque es “nada” (teniendo la apariencia de ser todo) es el dinero absolutizado, Mammón, principio y compendio de aquellos poderes que el hombre ha creado, para ser al fin pueden esclavizado por ellos, pues son lo opuesto al Dios creador.

1. Mammón, estructura objetiva que esclaviza. Es es un deseo interior de tener, pero un deseo objetivado, que se expresa y encarna en un anti-mundo de dominio sobre los demás y de muerte, en línea ideológica (mentira) y político/económica (lucha mutua, opresión). Como sabe Gen 1, el mundo en sí mismo es bueno, y lo misma la materia, el cuerpo, y especialmente el ser humano (cf. Jn 1, 14), pero el hombre ha formado un anti-mundo malo, por obra de eso que pudiéramos llama mal ojo objetivado, como acaba de decir Mt 6, 23, un deseo colectivo (contagioso) de tenerlo todo en clave de dinero, a fin de asegurar así la vida en algo que pensamos tener (pero que en realidad nos tiene).

Ese mal (Mammón) no es creación de Dios, sino producto del mal ojo (deseo) y del miedo de los hombres que quieren asegurar su vida en lo que hacen y construyen, y poseen, pero de tal forma que al fin, aquello que ellos quieren tener para asegurar su vida, les tiene, deshace y destruye (cf. Sab 13-15, en la línea de la Torre de Babel: Gen 11, 1-9). No es creación positiva de Dios, pero tampoco es pura ficción, sino una realidad invertida que nosotros mismos, los hombres, fabricamos, para dominar el mundo (y ser de esa manera dioses), pero dioses que se enfrentan y confunden, destruyéndose a sí mismos.

El dinero en cuando medio de comunicación, al servicio de todos, es bueno, pero al presentarse como deseo absoluto se convierte en una especie de inmenso agujero negro, que lleva en sí el riesgo de tragar (destruir) todo lo que existe. Así lo vio Jesús en su tiempo, así podemos verlo de manera más urgente y clara en el nuestro. Hemos dado tanto poder al dinero, construido de forma colectiva, que al querer tenerlo (comerlo), en la línea del “pecado” de Gen 2-3, hemos terminado cayendo en sus fauces, de manera que nos mata).

((Mammón es aquel/aquello en quien confiamos o creemos plenamente, después de haberlo creado, como si fuera garante de nuestra identidad, de manera que nos inclinamos ante su poder diciendo “amen, así sea”. Nosotros mismos lo hemos creado, pero de tal forma que, al descubrir su poder, lo hemos convertido en Dios (Mammón), corriendo así el riesgo de quedar dominadas por su mismo poder y destruidos. Mammón no es un “ídolo” individual, sino colectivo, la expresión de un deseo “común” de posesión, que nos une y nos enfrenta, de tal forma que pudiéramos hablar de una “anti-iglesia” “mammónica”, la gran sociedad dividida y enfrentada, siempre en lucha, de los adoradores del dinero, como indicará de forma ejemplar y definitiva el libro del Apocalipsis )).


2. Ídolo universal, monolatría. Jesús no expone su declaración (no podéis servir a Dios y a Mammón) como resultado de un análisis económico-social aislado de la vida, sino como expresión y compendio de una experiencia radical por la que ratifica y engloba la tradición del Antiguo Testamento, de Gen 11 a Sab 13-15, reinterpretada desde su experiencia de Dios y de la vida de los hombres (cf. también tentaciones de Mt 4 y Lc 4). Los diversos elementos del poder y la opresión que él ha ido encontrando en su camino le han llevado a descubrir que los males en los que ha venido a caer la humanidad, quedando al fin atrapada por ellos, se condensan en Mammón, que no es signo de ateísmo, sino de idolatría, anunciada ya en textos radicales de opresión como la muerte de Abel, la Torre-Ciudad de Babel (Gen 11) y la adoración del Becerro de Oro (Ex 32).

En esa línea, al identificar al anti-dios con Mammón y al condensarlo de algún modo en el dinero absolutizado, Jesús realiza una opción hermenéutica radical: lo que en plano de pecado une a los hombres no es una razón teórica perversa, una pasión sexual, ni un tipo de ateísmo irreligioso, sino el Capital/Mammón, deseo objetivado en forma de dinero, como “aquel/aquello” en lo que creemos (confiamos) de un modo absoluto, en un mundo convertido en objeto de compra-venta, mercado de dinero. Este Mammón es el ídolo total, no uno entre otros, sino el ídolo absoluto, objeto de una religión invertida, un tipo de poder/deseo objetivado, que puede camuflarse en ropajes de piedad o libertad, pero que acaba uniendo a unos hombres en el mal, oprimiendo de esa forma a todos, para así encerrarles en la muerte.

3. Revelación invertida. El ídolo Mammón no se sitúa en la línea del orden cósmico, ni en un plano de razonamiento conceptual, sino en el espacio más hondo del deseo radical del hombre, objetivado en un tipo de riqueza divinizada, que podría liberarle de todos los problemas y peligros, incluso de la muerte. Ese deseo, que en Gen 2-3 aparecía dirigido hacia el conocimiento del bien y del mal, se concretiza ahora en un dinero que aparece como poder de dominio total sobre el mundo, un dinero con el que se puede comprar, vender y tener todo, un dinero que se diviniza y objetiva en forma de “gran tesoro”, objeto y condensación de todos los deseos ya cumplidos (que pueden cumplirse), como ha mostrado Pablo en Rom 13, 9, cuando proclama, en forma lapidaria, “no desearás”.

No se trata, en modo alguno, de un deseo sexual expresado en la relación con otro ser humano (aunque el deseo sexual puede vincularse de manera muy intensa también con el dinero), sino de un deseo de posesión total, que se expresa de forma económico-política, en línea de tener y de poder (como pondrá de relieve de manera clara el Apocalipsis). En ese contexto, Mammón aparece como signo y objeto (la expresión más honda) del deseo de tener y dominar, que se objetiva en forma de poder y dinero, entendido como aquello por lo cual se compra y vende todo (pensando que con él y por él nos volvemos omnipotentes e inmortales, siempre con engaño). En ese sentido se le puede presentar como revelación invertida de Dios, pues Dios es la gracia creadora y comunión de vida, mientras que Mammón es aquello que se consigue por imposición y dinero, en un mundo de lucha de unos contra otros, donde nada es gracia, sino todo compra-venta.

Así lo ha comprendido Jesús al presentar a Dios como gracia creadora y al comprender de un modo vital que lo contrario a Dios es, de hecho, el anti-dios Mammón, un tipo de poder económico-vital, que nosotros mismos hemos creado y en el que creemos, de manera falsa, entregándole nuestra existencia, sin advertir que se trata de un poder imaginario que nos entrega al fin en manos de la muerte. Frente a la revelación del Padre, en quien podemos confiar plenamente (shema: Dt 6, 5-6), como Jesús ha ratificado con su vida, emerge (se revela) el anti-Dios Mammón, a quien creemos, amamos y servimos, pensando que nos puede salvar, sin advertir (no queriendo advertir) que nos enfrenta a unos con otros y al fin nos destruye a todos. En esa línea, lo más peligroso de Mammón no es que sea perverso en sí mismo, sino que lo pervierte todo (incluso las relaciones sexuales y afectivas, familiares y culturales), a partir del mismo dinero.

((En ese sentido se puede se debe insistir en la relación (oposición) entre la fidelidad buena de/a Dios (con emuna/amén) y fidelidad invertida de/a Mammón (que es de la misma raíz de emuna/amén). Ciertamente, en un mundo pervertido, Mammón nos permite comprar y vender, y cumplir otros deseos, si llevamos su marca (cf. Ap 13, 17), pero al fin acaba convirtiéndonos también a nosotros en pura mercancía (cf. Ap 18, 11-13). En esa línea, convertidos en poder supremo, los mismos bienes de Mammón pueden destruir el equilibrio la vida en el mundo (peligro ecológico) y nuestra propia realidad humana, como vivientes personales. En esa línea, lo contrario a Dios no es la riqueza como abundancia, ni el dinero como símbolo de cambio y medio para realizar operaciones económicas al servicio de la vida (y en especial de los pobres), sino el dinero convertido en capital Absoluto de mercado, donde todo se compra y vende)).


4. La gran contradicción. Mammón y Dios son contradictorios, de forma que donde está uno no puede estar el otros, pues Dios es aquel que entrega/regala su propio ser para que vivan otros, mientras Mammón es aquel que vive de la muerte de otros, pues no vive en sí, no tiene ser, y por eso tiene que devorar a los otros, como parásito perverso (cf. Dragón de Ap 12).

Dios es libertad, y así nos hace libres, para que vivamos de manera autónoma, dándonos la vida y convirtiendo así el dinero en signo de comunicación de vida y de liberación de otros. Mammón, en cambio, es la anti-vida, la gran contradicción, aquello que deseamos de tal forma que nos acaba devorando, pues, en vez de vivir en/con él, nos hacemos servidores suyos, en un mercado sin humanidad, donde todos queremos tener, de tal forma que al fin acabamos siendo esclavos unos de los otros, y todos del dinero. Dios nos ama de manera personal y de esa forma “nos sirve” (es nuestro servidor, en el sentido radical de la palabra). Por el contrario, el dinero hecho Mammón parece servirnos, pero lo hace de tal forma que al fin somos nosotros los que debemos servirle, haciéndonos esclavos y esclavizando a los pobres, en una “iglesia” o mercado de muerte.

5. Del monoteísmo que da vida al monoteísmo que mata. Frente al “Dios Uno” del Shema (Dt 6) se eleva el Capital Uno, Mammón, que se impone a través del único mercado mundial, entendido como iglesia donde nada se comparte, sino que todo se compra y vende. Dios es creador (da la vida y la recrea por la resurrección: Rom 4, 19.24). Mammón, en cambio, no crea, sino que destruye lo creado, convirtiéndolo en mercancía, de manera que los hombres ya no valen por aquello que son, ni por el amor que comparten unos con otros, sino por lo que tienen esclavizando a los demás.

En peligro no es ya un politeísmo con muchos dioses, sino un monoteísmo pervertido, que se centra en el único invertido que es Mammón. Al único Dios de verdad y gracia no se oponen muchos dioses, sino el Mammón único y universal del “interés y deseo” egoísta divinizado como Dinero, ante quien cesa el valor de las personas. En la línea de una tradición unánime del AT (reflejada por ejemplo en Jer 13, 22-26), el Dios verdadero se revela en la justicia creadora, que los pobres e indefensos vivan. En contra de eso, el Dios falso es el poder de un dinero que se absolutiza y que vende y destruye (mata) todo por dinero. De esa forma se contraponen el monoteísmo de Mammón que lleva a la muerte y el de Dios que es Vida.

6 Iglesia invertida, comunidad de Mamón. Surge así por Mammón un tipo de sociedad donde hombres y mujeres se juntan y esclavizan por dinero, una humanidad donde sólo importa el tener para poder, en forma económica, política y/o religiosa. Esa “iglesia” es la ciudad diabólica, contraria a la del Creador, como había mostrado San Agustín, desde su perspectiva, en La Ciudad de Dios, obra que ahora puede y debe interpretarse desde la oposición entre las dos ciudades, una centrada en la gracia de la vida (en el amor mutuo entre los hombres) y la otra en el poder del dinero, entendido como principio de opresión y destrucción para los hombres. En esa línea, como seguiré mostrando, la Iglesia verdadera es la comunidad de los que adoran al Dios de la Gracia, de manera que ellos mismos se convierten en portadores de gracia, compartiendo de un modo generoso los bienes, a partir de los excluidos y los pobres, poniendo así todos sus medios (incluido el dinero) al servicio de la vida.

Ésta Iglesia de la comunión se viene revelando desde el principio de los tiempos, pero ha sido convocada y reunida de un modo especial por Jesús, el crucificado, amigo de los pobres y excluidos, que ha querido y sigue queriendo reunirles en un Reino de Gratuidad, abierto a todos los hombres y mujeres de la tierra. Ésta Iglesia entendida como Ciudad de Dios se expresa de un modo privilegiado (pero no único) en la comunidad concreta de los seguidores de Jesús, que asumen su movimiento de búsqueda de Reino, confesándole como aquel a quien Dios ha resucitado de la muerte y que dirige a sus seguidores por el camino del Reino. Ciertamente, esa Iglesia de la gratuidad puede y debe expresarse en la comunidad histórica de los seguidores de Jesús, según el evangelio, pero ella supera los límites puramente confesionales de las iglesias establecidas, no para negarlas, sino para potenciarlas.

Según eso, como opuesto a Mammón, Dios es gracia, de tal forma que el hombre, amado por Dios, puede volverse también gracia, un ser llamado a vivir y crear vida: Los hombre nacen por regalo de amor (no por negocio) y sólo regalando y compartiendo amor, que es vida, puede realizarse humanamente, como Iglesia. Frente a todo idealismo más o menos religioso, propio de seres ociosos y ricos, alimentados por siervos o esclavos, Jesús entiende al hombre desde su verdad real, como ser de amor, diciendo que no es posible una armonía entre Dios y Mammón, entre la gratuidad de la vida que crea comunión y el poder de un dinero absolutizado que lleva a la violencia y mata.
Volver arriba