Dom 12.01.04. Bautismo, comunidad de liberados. Un tema de pertenencia

-- Dice que actualmente buscamos pertenencias fáciles: un grupo de danza, un simple club social, colectivos que pasan, que cambian.
-- Pero nos cuesta cada vez más la pertenencia a una comunidad fuerte, con sus experiencias radicales, con sus compromisos para toda la vida.
Pues bien, el ejemplo más hondo de comunidad fuerte lo forma la Iglesia, un grupo de pertenencia trasversal y universal, por encima de razas y culturas, una vinculación con todos los humanos, una fraternidad que se expresa y funda en la experiencia y mensaje (tradición) de Jesús de Nazaret, una comunidad de elección: Uno no nace “cristiano”, como nace ciudadano español (¡se le inscribe sin más!), ni como nace varón o mujer, blando negro de pigmentación....
Así podemos distinguir (de un modo aproximado) dos líneas de "iniciación":
-- Educación para la diversidad y la comunicación…. en un mundo dividido. Uno no nace ya “persona”, sino que le van haciendo, familiares y grupo social, al ofrecerle el lenguaje y cariño, la ley y el futuro, en un grupo marcado ante todo por el padre y por la madre… Todos los niños al nacer son prácticamente iguales por sus posibilidades… Luego les distingue (y divide) la educación, la nación…
-- Bautismo para la comunión universal, liberados para la vida. Uno no nace cristiano, sino que le hacen (aquellos que se comprometen a educarle como cristiano), y se hace a sí mismo, asumiendo un signo de renacimiento, vinculado al agua común de la vida, a la palabra de Jesús y a la invocación de un Dios de “familia universal”, que es Padre, el Hijo y es Espíritu Santo, para todos.
Surge así y se expresa a través del bautismo (con lo que significa de opción, educación en inmersión eclesial) un tipo de pertenencia universal, que se expresa en forma de comunidad libre (en amor y solidaridad) entre todos los hombres, con una Madre común (que es la Iglesia, el Espíritu de Cristo) y con un Padre originario (el Padre de Jesús…).
En esa línea, el bautismo marca no sólo el nacimiento, sino el “renacimiento”, y así expresa un don (Dios invita a los hombres a formar una comunidad de salvación)… y una opción personal (y social: eclesial) a la vida “en común”, desde el signo del Dios de Jesús, que se ofrece un espacio de vida “liberada” a todos los que quieran asumir ese camino. En esa línea, el bautismo inicia y marca la pertenencia básica del “grupo de Jesús”.
-- El bautismo es una opción simple, la más sencilla de todas: No necesita cartillas especiales de inscripción, ni pago de hipotecas, ni documentaciones complementarias…, sólo la voluntad del “postulante” (que lo pide y que se compromete a recorrer la vida en esa línea de comunión, en clave cristiana) con el aval de los que así le recibe en el grupo de los “liberados para el Reino”.
-- Pero el bautismo es también un signo y rito muy exigente, quizá lo más exigente y rompedor que puede darse en el mundo actual, de opciones light, de falta de implicaciones personales y sociales, de pura burocracia y mercantilismo.....Lo esencial del bautismo no es sólo que alguien así lo pida, y se “inscriba” por el signo del agua en una nueva forma de vida común, universal, sino que haya una comunidad de creyentes de Jesús, que se comprometan a recibirle y acompañarle en a travesía compartida de la vida, al estilo de Jesús. En esa línea van las reflexiones que siguen. Buen fin de semana, buen domingo del bautismo
Sin documentación añadida. Unas preguntas previas
Cierta administración eclesial, quizá por mimetismo, se ha dejado arrastrar en esa línea y produce estadísticas y números, hojas de bautismos y matrimonios, certificados y firmas, de manera que algunas parroquias y diócesis parecen oficinas de estadística. Gracias a Dios, ese movimiento de burocratización no se ha universalizado de manera consecuente y pienso que llega el momento de pararlo.
La iglesia en cuanto tal (en su vida y sus celebraciones) es un lugar donde no hay más documentación que palabra (sí, no: Mt 5, 37), proclamada, escuchada, compartida, por una comunidad que la recibe en el recuerdo del corazón. Por eso, pienso que ella debe dejar la burocracia, en manos del sistema ¿Para qué hace falta certificado de bautismo, si el bautismo no queda inscrito en la memoria cordial de la comunidad que acoge al candidato y en la fe del mismo neófito que crece a partir de ella?
La iglesia es memoria viva de comunión personal. Los papeles son necesarios para la administración oficial del sistema, donde está en juego el dinero y cada uno actúa como función, no como persona ¿Qué sentido tendría acreditarse con papeles en una reunión de hermanos en familia? ¿quién iría a justificar con documentos su presencia en una cena de amistad? Por eso, allí donde la pertenencia debe justificarse con papeles y no por la palabra de presencia y testimonio, la iglesia se vuelve sistema impersonal.
Ciertamente, los cristianos tendrán que hacer papeles al ponerse en contacto con la sociedad civil, cuando inscriben sus instituciones, de inspiración evangélica, en el contexto administrativo o judicial de entorno: los tendrán que hacer ante el César, pero no ante Dios, pues. Dios no necesita documentaciones, ni las necesita la comunidad creyentes, fundada siempre en la palabra personas de sus fieles. El César, en cambio, los necesita y sólo al entrar en contacto con el César han de emplearlos los cristianos.
El bautismo nos sitúa ante una sociedad universal, al servicio de la comunión y de la vida, por encima de otras pertenencias (aunque sin negarlas…). El bautismo iguala al hombre y a la mujer, al rico y al pobre, al negro y al blanco… El bautismo marca un nacimiento a lo humano en comunión, en pertenencia universal…
Un tema de Iglesia
Éste es, a mi juicio, uno de los primeros retos de la iglesia. ¿Debe ella bautizar sin más a todos los niños de una sociedad que sigue siendo sociológicamente cristiana, pero sin vivir el evangelio? ¿Puede garantizar a todos los bautizados un espacio de crecimiento en libertad y de maduración cristiana, en una comunidad que le eduque prácticamente en la fe?
El tema no es si los niños (o sus familiares inmediatos) están preparados para el bautismo, sino si la iglesia puede abrirse como pila bautismal de vida compartida para todos los que vienen todavía al bautismo.
-- ¿No habrá llegado el momento de dejar quizá a un lado el bautismo masivo de todos los niños que nacen en una sociedad mayoritariamente cristiana, para bautizar solo a los que viven en un contexto donde se tienen la certeza de que van a madurar en la fe?
--¿Cómo fijar la pertenencia de los bautizados? La "documentación" del bautismo es la misma vida de la comunidad, el tipo de pertenencia que instituye y marca, una forma de vida en común, que rompe todas las barreras anteriores, pero en gratuidad, el opción personal
Un poco de historia, bautismo en el judaísmo.
El bautismo es símbolo profundamente humano, vinculado al carácter polivalente del agua, que es principio de vida y ocasión de muerte, fuente materna y potencia destructora. La Biblia relaciona el agua con la creación (Gen 1-2) y juicio (diluvio: Gen 6-8), con la salvación del pueblo, la muerte de los perseguidores (Mar Rojo: Éxodo) y la entrada en la tierra prometida (Jordán: Josué 3-4). Los judíos del tiempo de Jesús destacan su carácter lustral y legal: limpia y purifica de manchas a los sacerdotes y fieles.
El rito básico de re-nacimiento israelita era la circuncisión de los varones y, por otra parte, el perdón oficial no se lograba con agua, sino con sacrificios , pero la misma Ley pedía agua (lavatorios y bautismos), para que se purifiquen los sacerdotes, al empezar y terminar sur ritos (cf. 2 Cron 4, 2-6; Lev 16, 24-26). Los bautismos eran instrumento de purificación para aquellos que han contraído alguna mancha ritual, que les separa de la comunidad: así deben bautizarse los leprosos curados (Lev 14, 8-9; cf. 2 Rey 5, 14) y aquellos que han tenido relaciones sexuales, poluciones o menstruaciones... (cf. Lev 14,16-24).
El judaísmo oficial ha destacado la pureza que se logra oficialmente en el templo, con sus sacrificios. Pero algunos grupos han buscado otras formas de pureza y comunión, centradas en ritos bautismales y códigos alimenticios. Para muchos, el agua se vuelve un elemento central de la acción religiosa. Las casas de judíos puros (y ricos) tienen piscinas purificatorias (miqvot), para "limpiarse". Los esenios de Qumrán se bautizan al menos una vez al día, para la comida ritual (cf. 1Q 5, 11-14). Hay también hemero-bautistas, como Bano, que se purifican a diario (incluso varias veces), para hallarse limpios ante Dios, participando así en la pureza de la creación.
Juan Bautista
ha dado al bautismo un carácter profético de preparación y purificación ante el juicio, destacando más el aspecto escatológico. El bautismo era un tipo de “juramente” o compromiso de purificación ante la llegada del juicio de Dios.
No sabemos si otros profetas lo habían entendido de esa forma. Sólo la memoria de Juan nos ha llegado y debemos recogerla, pues él ha preparado y enmarcado la primera institución cristiana. De manera extraña y significativa, tras la muerte de Jesús, sus seguidores bautizarán a los creyentes, en gesto que sólo se entiende a la luz de Juan.
(1) Gesto profético y único. El bautismo de Juan marca la irrupción del juicio de Dios. Por eso, la tradición le llama baptistés (=bautizador, Bautista). No dice a los demás que se bauticen, sino que lo hace él mismo, como enviado de Dios. Sin duda, se siente llamado a bautizarles, como profeta del fin de los tiempos.
(2) Juicio apocalíptico: hacha, fuego, huracán ¿Nueva creación? El rito de Juan se vincula con imágenes de dura destrucción, que expresan el fin de este mundo, la vuelta al principio del caos, antes que el tiempo existiera. Es como si todo debiera brotar otra vez de ese caos (Mt 3, 11-12par). Existe, pues, un Poder superior y a su luz quiere ponernos Juan Bautista, de una vez y para siempre, superando así la norma y ritmo de repeticiones incesantes de este mundo viejo.
(3) ¿Tierra prometida? Jordán. Juan no bautiza en cualquier agua, sino en el río de los recuerdos, que se abrió antaño para que el pueblo entrara en Palestina: allí donde acaba todo y Dios realiza su juicio puede empezar todo, de una forma nueva: entramos ya en la tierra prometida.
Entendido así, el bautismo de Juan era un gesto revolucionario... que rompía todas las pertenencias anterior, los rituales del templo, las formas de vida establecida... Se trataba de romper con todo para lograr una forma de vida distinta, en común, gratuita....
De Jesús a la iglesia
(1) Jesús ha empezado compartiendo el bautismo de Juan, como discípulo suyo, ratificando el cumplimiento y fin de la historia precedente... De esa forma ha roto las amarras con un tipo de vida anterior, ha rechazado las normas y leyes de la comunidad israelita...
Pues bien, ese rechazo (esa liberación...) ha sido principio de un nuevo nacimiento. El evangelio dirá que el mismo Dios Padre se ha mostrado a Jesús en el bautismo, confiándole una tarea más alta, en línea de nuevo nacimiento. Allí donde Juan afirmaba que el mundo termina, dirá Jesús que la vida verdadera empieza. La experiencia de muerte del bautismo se abre de esa forma a la esperanza del reino.
(2) La iglesia ha vuelto a bautizar "en nombre de Jesús". Ese gesto puede resultar extraño, pues el mensaje de Jesús no incluía elementos bautismales. Pero es un gesto que resulta lógico desde una visión total del cristianismo:
-- Ser cristiano implica una ruptura, un rechazo o superación de los esquemas de vida anterior, una liberación... En esa línea es importante mantener el rito de Juan.
-- Ser cristiano implica morir con Jesús... Morir a las formas de pertenencia anterior, que limitan, dividen, oprimen... Sólo es posible el nuevo nacimiento si uno "muere" a lo anterior, si lo supera.
-- El bautismo marca una nueva pertenencia al grupo liberado de Jesús... una pertenencia a la vida humana entendida en forma de libertar personal y de comunión..., dentro de una comunidad que se compromete a recibir y educar a los "neófitos" (renacidos).
Un signo que se hace pronto universal
Al recrear y mantener el bautismo de Juan, pero desde la perspectiva de Jesús, la iglesia ha tomado una opción trascendental. No sabemos quién lo hizo, pudo ser Pedro (cf. Hech 3, 38. No sabemos si al principio entraban todos en el agua o bastaba el "bautismo en el Espíritu", como renovación interior. Lo cierto es que el bautismo se hace pronto un signo clave de pertenencia cristiana, la primera institución visible de los seguidores de Jesús.
(1) El bautismo cristiano es escatológico (dice que el mundo anterior ha terminado) y pascual (dice que podemos vivir de un modo nuevo, desde el mensaje y vida de Jesús). Por un lado mantiene a los creyentes en continuidad con Juan Bautista con el juicio de Dios. Pero, al tiempo, expresa y expande la nueva experiencia de la muerte y pascua de Jesús, en cuyo nombre se bautizan sus fieles.
(2) El bautismo es signo de iniciación y demarcación, es decir, de pertenencia. Quienes lo reciben nacen de nuevo, insertándose en la muerte y resurrección de Jesús (cf. Rom 6). De esa forma se distinguen y definen a sí mismos, como indicará la fórmula trinitaria (en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu: Mt 28, 16-20).
(3) El bautismo es signo de universalidad, que supera la división de estados y sexos, como sabe Gal 3, 28: "ya no hay judío ni gentil, macho ni hembra...". La circuncisión discriminaba, como signo en la carne (para judíos y varones). El bautismo es igual para varones y mujeres y todos los humanos.
(4) El bautismo es un signo democrático. Es igual para varones y mujeres (en contra de la cicuncisión, que era sólo de varones). Es un signo de la Iglesia como tal, por eso la iglesia no ha creado una institución especial de bautistas (cf. 1 Cor 1, 14-17), ni lo ha reservado a presbíteros y obispos, ni a varones. Todos los cristianos (varones y mujeres) pueden bautizar, de manera que son por sí mismos celebrantes, ministros de la liturgia cristiana de la vida.
Excurso. ¿Bautismo universal, bautismo de niños?
Entendido en la línea anterior, el bautismo no tiene por qué hallarse vinculado a los mayores, sino que puede celebrarse también con los niños, pero sólo en un contexto social y familiar donde al niño se le eduque "libremente" en línea cristiana.
En esa línea, el bautismo de niños es un signo(como una "bomba") de efecto retardado, que sólo "explota", se despliega plenamente, cuando el bautizado adulto lo asume y ratifica. Sea como fuere, la celebración del bautismo ha de entenderse como nacimiento desde Dios, para la vida universal, para la comunión gratuita de sus hijos.
La Iglesia no bautiza al niño en nombre del sistema, de un estado, de una patria o de una economía, sino para declararle Hijo de Dios (en nombre de la Trinidad) para la vida universal, en fraternidad humana, comprometiéndose a ofrecerle un lugar donde podrá crecer en esa fraternidad y para ella. De aquí brota, a mi juicio, el primero de los retos de la iglesia.
-- ¿Debe bautizar todavía, en este tiempo (año 2014), garantizando al niño, en nombre de los padres y de la comunidad creyente, un espacio de crecimiento en libertad gratuita y gozosa?
-- ¿Puede hoy hacerlo en verdad y mantener su ofrecimiento a lo largo de la vida del niño?
Ciertamente, las afirmaciones tradicionales sobre un bautismo que borra el pecado original, y que permite que los niños vayan al cielo si mueren, siguen siendo válidas en un sentido simbólico. Pero nadie las toma ya de una manera literal estricta, sobre todo desde que el papa Benedicto declaro "nulo" el limbo de los niños sin bautizar
Bautizados o no, los niños son hijos de Dios y pertenecen al misterio de su Vida, al camino de su cielo. La iglesia no les bautiza para quitarles un pecado de muerte (de manera que si no hubiera bautismo irían al limbo o al infierno), sino para celebrar de un modo solemne su nacimiento a la Vida, que es don del Padre, camino de gracia, que se abre a la fraternidad universal y nos permite superar los riesgos de ley y muerte del sistema.
El tema no es si los niños (o sus familiares inmediatos) están preparados para el bautismo, sino si la iglesia puede abrirse como pila bautismal de vida compartida para aquellos a quienes bautiza. La cuestión consiste en saber si las comunidades cristianas son hoy “madres y maestras de paz”, lugares de crecimiento en evangelio.
Una nota marginal¿Contar a los bautizados? ¿Certificado de bautismo?
El bautismo ha corrido el riesgo de convertirse en un acto de burocracia eclesial, de manera que para muchos parece que lo que importa es el certificado de bautismo, para establecer así el número de bautizados, es decir, de cristianos… ¡Como si la Iglesia fuera un club o partido donde se cuentan los números de los afiliados!
La iglesia no es una institución de control burocrático, sino gratuidad y encuentro personal. Por eso, en principio, ella no necesita documentación legal, sino comunión en perdón y amor; ella debe ofrecer su “casa” (la casa y camino de Jesús) bautizando a los que se comprometen… pero sin contar su número.
De manera consecuente, en muchos siglos, ella ha vivido sin más papeles que los vinculados a la memoria de Jesús (Biblia), sin necesidad de archivos ni justificantes. Pero después, como heredera del imperio romano, ha creado la primera administración racional de occidente, con archivos de bautismo y matrimonio, nombramientos ministeriales y una chancillería y burocracia ejemplar al servicio de su propio sistema.
El sistema social realiza sus servicios burocráticos en perspectiva escolar y laboral, económica y policial, jurídica y sanitaria. A ese nivel importan los papeles: archivos informatizados identifican y controlan a los individuos, según tarea, trabajo o número. Cierta administración eclesial, quizá por mimetismo, se ha dejado arrastrar en esa línea y produce estadísticas y números, hojas de bautismos y matrimonios, certificados y firmas, de manera que algunas parroquias y diócesis parecen oficinas de estadística. Gracias a Dios, ese movimiento de burocratización no se ha universalizado de manera consecuente y pienso que llega el momento de pararlo.
La iglesia en cuanto tal (en su vida y sus celebraciones) es un lugar donde no hay más documentación que palabra (sí, no: Mt 5, 37), proclamada, escuchada, compartida, por una comunidad que la recibe en el recuerdo del corazón. Por eso, pienso que ella debe dejar la burocracia, en manos del sistema ¿Para qué hace falta certificado de bautismo, si el bautismo no queda inscrito en la memoria cordial de la comunidad que acoge al candidato y en la fe del mismo neófito que crece a partir de ella?
La iglesia es memoria viva de comunión personal. Los papeles son necesarios para la administración oficial del sistema, donde está en juego el dinero y cada uno actúa como función, no como persona ¿Qué sentido tendría acreditarse con papeles en una reunión de hermanos en familia? ¿quién iría a justificar con documentos su presencia en una cena de amistad? Por eso, allí donde la pertenencia debe justificarse con papeles y no por la palabra de presencia y testimonio, la iglesia se vuelve sistema impersonal.