Dom 19.10.13. El grito de la viuda, una fe que protesta

Dom 29 Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 18, 1-8. El evangelio de hoy habla de una viuda que tiene fe y que protesta, pidiendo justicia, a pesar de la maldad de los jueces. Esta viuda está en la línea de otras que han aparecido ya en Lucas:

La viuda del nacimiento de Jesús (Lc 2, 37);
La viuda y madre del hijo muerto de Naím (Lc 7, 12);
La viuda que da todo lo que tiene, la mejor cristiana (Lc 21, 2-3).


En contra de los que piensan que no merece la pena salir a la calle y gritar (en plano social y religioso, político y eclesial) habla este evangelio, que nos pone ante el ejemplo de la fe y del grito de protesta la viuda, capaz de cambiar el orden injusto del sistema. Muchas veces queda sólo un grito, pero un grito que es más hondo y eficaz que todas las voces opresoras, huecas, prepotentes, de los jueces del sistema

Ciertamente, es necesaria la justicia, con el buen pensamiento, con el compromiso de instituciones e iglesias. Pero, en el fondo de todo, según el evangelio, importa también el grito insistente de las viudas, que claman ante Dios y ante los hombres.

Para que el mundo cambie sigue siendo también necesario el grito de las viudas, la voz de todos los oprimidos del mundo, a los que el mismo Jesús dice: Juntaos y gritad al Dios omnipotente... Así imagino yo (como en la imagen) a la viuda que protesta.


Texto

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.
Y el Señor añadió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lucas 18, 1-8)


Ésta y otras viudas aparecen vinculadas a lo largo del evangelio con otros personajes “marginales”

que serán los que mejor entiendan el mensaje y camino de Jesús (el samaritano, el publicano, los leprosos…).Por eso he querido presentar de nuevo a esta viuda, vinculado a la oración y a la justicia, que es la protagonista de una parábola extraña y de una pregunta inquietante: El Hijo del Hombre, cuando vuelva ¿encontrará esta fe en la fe en la tierra? ¿Qué fe? ¿La de la viuda que insiste pidiendo justicia? ¿La de los discípulos que corren el riesgo de desanimarse y dejar la oración? Ya no se trata de la fe-oración que mueve montañas (como hace dos domingos), ni de la fe-oración que cura… sino de la fe que se mantiene tensa, en búsqueda de justicia, hasta que llegue el Hijo del Hombre.

La viuda “cree” (tiene fe) en el valor de su insistencia:

está convencida de que el juez le atenderá, si se mantiene firme y pide, una y otra vez, con actitud que puede llegar a ser “desagradable” para el mismo juez (¡puede acabar pegándole en la cara!). La súplica de la viuda (¡que no tiene más recurso que su insistencia!) puede transformar al mismo juez.


En el contexto bíblico, esta viuda que “pide justicia”, de un modo insistente, es signo de todos los pobres del mundo que sólo cuentan con eso que la tradición católica ha llamado la “omnipotencia suplicante”(propia de la Virgen María que grita y protesta contra las injusticias del sistema en el Magnificat)
.

Traslademos el gesto de la viuda a nuestro mundo, a todos los pobres y excluidos de la sociedad.

-- Ciertamente, el mal juez (los malos poderes del mundo, que no creen en Dios ni en la justicia) pueden ignorar a los que piden, gritan, se manifiestan. ¿Qué le importa al sistema la vida o muerte de los pobres? ¿Qué le importa al capitalismo la suerte de los miles de hombres y mujeres que mueren cada día de hambre o abandono? No, en un primer momento, a los jueces del mundo no les importa nada. Ellos van a lo suyo: su justicia particular, si imperio, su dinero, los demás que mueren.

-- Pero en un plano más hondo... el grito de los marginados y las viudas llega llega hasta la mente de los jueces... Se trata de no resignarse, de no aceptar sin más el mundo como está, de protestar... Ésta viuda es el signo de las voces de todos los que gritan y gritan... ¡Si todos los pobres gritan, como esa viuda, el sistema tiembla! Un sistema que se dice "democrático" no puede gobernar en contra del grito de la mayoría.

Ésta parábola no es una palabra particular (circunstancial) de Jesús, sino que ella recoge la experiencia más honda de la Biblia, desde los hebreos de Egipto que gritan y Dios les escucha (Ex 2). En contra de lo que se dice, al final de todo no está el triunfo militar de los más fuertes, ni el poder del dinero, sino el poder más alto, la omnipotencia del grito, un grito incesante, de no-violencia activa.


El problema está en que la mayoría callan o se doblegan ante el sistema,

pidiendo pequeñas migajas, subsidios pequeños…, para que todo siga igual. Una mayoría nos "resignamos", con tal de que nos den una migaja de pan y muchas horas de circo... En el fondo, queremos que nos engañen, y así pactamos con la sumisión (y encima decimos a los jueces y jefes que son nuestros benefactores).

Pues bien, en contra de eso, esta viuda grita, en gesto de manifestación radical. No se resigna, no quiere se esclava. ¡Una y otra vez se eleva ante el juez!, que controla los grandes poderes del mundo (tiene a su servicio el ejército, la policía, la cárcel y el dinero).

Este juez (que tiene el poder, el ejército y el dinero...) acaba temblando ante el grito de la vida. Ella,la viuda del grito, es más fuerte que los mismos jueces. Si todas las viudas del mundo gritaran, si todos los que están engañados por esta sociedad elevaran la voz y se plantaran, los grandes jueces tendrían que decir, pues no se pude vivir en este mundo enfrentándose a todos.

La omnipotencia de los que gritan, pidiendo justicia

He visto el rostro de esta viuda por doquier, aquí en Castilla donde vivo, en la Iglesia de la que formo parte, y, de un modo especial, entre los hombres y mujeres que sufren y llaman, a lo largo y a lo ancho de la tierra.

Por eso creo que este mundo tiene solución..., creo que existe una respuesta, porque el grito de los llaman ante Dios y ante los hombres tiene una fuerza infinita.

Vivimos en un mundo que parece dominado por la voz de los que viven de olvidar, por la propaganda de un sistema que quiere silenciar todos los gritos y engañarnos a todos con el circo mediático de las mentiras organizadas. Pues bien, en contra de eso tenemos que comprometernos a elevar la voz, como tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo:

‒ Ésta es la voz de O. Romero, que pidió justicia y fue asesinado el año 1981… Le mataron los jueces injustos y mentirosos (¡por lo menos el de la parábola de Jesús confiesa que no cree en Dios!), pero su voz sigue resonando, y son muchos los juces que acabarán cediendo.
‒ Ésta es la voz de I. Ellacuría y sus compañeros, asesinados el año 1989… Mataron sus “cuerpos” externos, pero su voz sigue gritando, más fuerte que todas las voces de sus jueces.
‒ Ésta es la voz de Jesús, que gritó en contra de las injusticias, a favor de la justicia del Reino, pero fue asesinado… ¡Es evidente que no lograron acallar su voz, que sigue resonando, como la primera de las voces de la historia de occidente!
‒ Ésta es la fe de los que creen que la oración constante acabará siendo escuchada….... Está nuestra voz, está nuestro grito, contra el orden económico injusto, contra una sociedad que engaña... e incluso contra una posible Iglesia jerárquica que quiere que estemos en silencio.

Humanamente hablando, esa voz parece muy débil: ¿Cómo puede compararse a los millones y millones de dineros del sistema, a las armas infinitas del imperio, a la injusticia organizada de los jueces del mundo?

Externamente parecía que el grito de la viuda era muy poco:

--una voz en el micrófono de cada domingo (M. Romero),
--una palabra en la cátedra (Ellacuría),
--un simple grito en la calle (viudas y más viudas).


No es nada y sin embargo esa voz ha sido y sigue siendo más poderosa que todas las armas y dineros del sistema.

Acabará pegándome en la cara…

Ciertamente, el sistema puede matar esas voces… pero si las mata a todas acaba destruyéndose a sí mismo.
Los jueces del mundo necesitan de las viudas y los pobres, pues sin ellos no son nada. Por eso, allí donde todas las viudas del mundo se junten y griten, negándose a colaborar con el sistema, allí donde miles y miles de hombres y mujeres protesten (¡sin necesidad de armas!) el sistema caerá.

Ésta es la presión popular, esta la revolución de todas las viudas del mundo, es decir, de todos los pobres, una revolución que tiene que empezar, desde el evangelio.



Lo que pasa es que, muchas veces, los que deberían protestar con la viuda (con ella) prefieren ajustarse al sistema “por un plato de lentejas”: prefieren pactar con el juez, con el imperio… Ésa ha sido la actitud de gran parte de las iglesias organizadas, de las jerarquías oficiales, de los que dicen que nada puede cambiar. Ésa es la actitud de los que no creen en Dios (aunque se digan siervos suyos, aunque parezcan expertos en vivir el evangelio).

Sólo esta “protesta” de las viudas y los pobres, unidos pidiendo justicia, harán que el sistema cambie… porque los jueces del mundo tendrán miedo, miedo de los pobres que pueden “pegarles”, sin necesidad de armas: dejando de trabajar para ellos, dejando de obedecerles, dejando de respetarles como si ellos fueran signo de Dios.

Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?
Éste es el tema, ésta la pregunta.


-- Ésta es la fe fundamental, la fe de la viuda que grita y que pide justicia.
-- Ésta es la fe en el poder de la protesta... Ésta es la fe que se eleva y se opone al sistema, al servicio de la viuda, la fe protestante, en el sentido radical de la palaba.

¿Creemos también nosotros como cree esta viuda, en la justicia final y en la salvación para los pobres? ¿Creemos de verdad o preferimos pactar con el sistema, es decir, con el juez injusto que no cree en Dios ni se interesa de los hombres?
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