(Eu 7) De Jesús a la Iglesia. El origen de la Eucaristía

He venido presentando algunos rasgos de la Eucaristía, según el evangelio de Marcos. Ayer he dejado que mi amigo A. Junior expusiera una visión tradicional de su origen, suponiendo que fue Jesús quien la fundó en la Última Cena. Esa visión me parece válida, en sentido profundo, pero debe ser matizada, en línea histórica, conforme a las indicaciones que ahora siguen:

1. La Eucaristía recoge la inspiración más profunda del mensaje de Jesús, y remite al gesto y a las palabras de la Última Cena, entendidas desde el conjunto de su vida y de su muerte.

2. Sin embargo, en su formulación actual (y definitiva), tal como aparece en Pablo (1 Cor) y en Marcos, la Eucaristía recoge no sólo las palabras del Jesús histórico, sino también las del Jesús Pascual, que aparece ya como centro y contenido del Reino de Dios. Por eso, el fundador definitivo de la Eucaristía es el Jesús Pascual, tal como vive y habla en la conciencia de la Iglesia.

3. Resulta sorprendente la rapidez con que la Iglesia paulina (de san Pablo) ha recogido y fijado el sentido de la eucaristía (con la identificación de Jesús como Pan y como Vino, compartido y entregado), pues ella aparece así a los pocos años de la muerte de Jesús.

4. Y es todavía más sorprendente la forma en que esa visión eucarística de Jesús se ha transmitido a todas las iglesias, pues la recogen no sólo Pablo y Marcos, sino todos los evangelios y el conjunto de las Iglesias.


5. Siguió habiendo en los primeros decenios de la Iglesia otras formas de celebración eucarística (que aparecen evocadas en el mismo libro de los Hechos), como fracción del pan, sin vino, pero la eucaristía del pan y el vino (del cuerpo y sangre del Cristo) se ha impuesto hasta hoy en el conjunto de la Iglesia.


Recogeré algunos de esos datos, de un modo rápido, en las reflexiones que siguen, retomando elementos escritos en mi libro Fiesta del Pan, fiesta del Vino (Verbo Divino, Estella 2005). Mañana, Dios mediante, concluiré esta serie de la Eucaristía. Buena semana a todos.

A. PRESENTACIÓN INICIAL

Resumen, las palabras eucarísticas de la cena:

a. responden a la intención más profunda de Jesús y expresan su “ruptura mesiánica”, con su reinterpretación (o superación) de la pascua nacional judía que habían querido celebrar sus discípulos (¡ellos le habían invitado!).

b. Pero esas palabras sólo han podido fijarse y formularse, en su forma actual, tras algunos años de vida de la iglesia, en un contexto judeo-helenista, una vez que la muerte de Jesús se ha entendido de forma radical, como “sacrificio” al servicio del Reino.

Ciertamente, la Iglesia puede afirmar que Jesús fundó la eucaristía, pero lo hizo el Jesús “pleno”, histórico y pascual, a través de una larga experiencia eclesial, que se puede fijar, por comodidad, en cuatro momentos, que culminan en Marcos:

− Historia, punto de partida.

a. Parece evidente que Jesús celebró con sus discípulos una Cena de solidaridad y despedida, asumiendo y superando los rituales de la pascua nacional judía (centrada en el cordero), para insistir en EL SIGNO DEL PAN COMPARTIDO (como en las “multiplicaciones”). No sabemos cuál ha sido la forma primera de la bendición del pan, que Jesús ha utilizado en su Cena, pero debe ir en la línea de las palabras de bendición de las Multiplicaciones, y de las comidas judías.

b. Es probable que esa Cena tuviera UN CARÁCTER DRAMÁTICO, y marcara una ruptura entre el ideal/camino de Jesús y la propuesta “real” de sus discípulos.

c. En ese contexto histórico puede y debe situarse EL “LOGION ESCATOLÓGICO” DEL VINO (MC 14, 25, QUE HE PRESENTADO YA), que marca el rasgo distintivo de la esperanza de Jesús, centrada en la ofrenda del vino (que no se identifica todavía con su sangre).

d. Según ese Logion del Vino, la cena de Jesús estuvo centrada en el Reino de Dios, más que en su persona



− Tras la pascua. Comunidades cristianas “hebreas” (judías).

Superado el primer rechazo (después de haber negado a Jesús), volviendo a él, sus discípulos de Jesús mantuvieron y actualizaron (celebraron) el ritual de la cena, centrada en el pan de la vida y, de un modo especial, en el vino de la promesa del Reino.

Esas celebraciones eran momentos fuertes de experiencia pascual, centrada en Jesús resucitado, a quien sus seguidores fueron descubriendo de un modo especial al juntarse y recordarle en la mesa. Ellos “vieron” (descubrieron a Jesús) en el pan compartido (un signo básico de todo su proyecto/mensaje) y en el vino que siguen tomando como anticipo y promesa de su “próxima” venida. En este momento, las “eucaristías” se identificaban con las mismas reuniones alimenticias de la comunidad (como sabemos por Hechos), sin que existan “celebraciones sacramentales” separadas.

En esas celebraciones se hacía presente no sólo el recuerdo de Jesús (cenar con él), sino la esperanza de su próxima venida, en medio de la cena, tal como lo indicaba el signo del vino.

− Comunidades helenistas

En un momento dado, que sólo conocemos bien por Pablo (1 Cor 11, 23-26), algunas comunidades helenistas (de Jerusalén y Damasco, de la costa de Palestina y de Fenicia y después de Antioquía) “descubren” (encuentran y despliegan) un sentido especial en los signos de la cena de memoria de Jesús:

-- Ellas interpretan el pan como “cuerpo mesiánico” (sôma del Cristo)… Los seguidores de Jesús “descubren” su presencia en el pan y como pan, no sólo para el futuro del Reino, sino en el presente de su vida.

-- Ellas interpretan el vino de la promesa del reino futuro (que Jesús beberá con ellos, al final….) como “copa mesiánica” en la que el mismo Reino se hace presente, de manera que en ella se evoca y simboliza sangre-haima de la nueva alianza que Dios ha realizado con los hombres por Cristo). Éste ha sido el momento clave: el descubrimiento de la “sangre” (muerte) de Jesús como presencia salvadora, el compartir su sangre….

-- Aportación especial de Pablo:

De un modo sorprendente, Pablo afirma que él “ha recibido del Señor” (parelabon apo tou Kyriou: 1 Cor 11, 23) la “identidad y sentido” de la Cena de Jesús, que habría sido revelada por el mismo Señor, en una línea comunitaria que proviene de los helenistas de Hch 6, y que desemboca de alguna forma en e mismo Pablo.

(a) En un sentido, al afirmar que ha recibido la tradición eucarística “del Señor”, Pablo podría estar pensando que él ha sido el “creador” (descubridor, propagador) de este tipo de eucaristía, en la que Jesús aparece pan como “sôma” mesiánico y cáliz como copa de la alianza nueva, en la sangre de Jesús.

(b) Pero, en otro sentido, Pablo puede afirmar que ha “recibido del Señor” algo que la misma comunidad helenista le ha transmitido como palabra o tradición del Señor; en ese sentido, él aparecería como transmisor de una tradición eucarística propia de la comunidad helenista.

((Esa formulación eucarística, que puede llamarse paulina (o quizá mejor antioquena, por el lugar desde donde parece haberse propagado desde el año 40-50 d.C.) es la que se ha impuesto después, de alguna forma, en todas las iglesias. Según ese modelo, la Cena del Señor tiende a separarse de la comida diaria (con pan y peces), para convertirse en ritual del pan y el vino sagrado)).

− El evangelio de Marcos

recoge la tradición de la eucaristía helenista (tal como Pablo la ha “recibido” y transmitida) y la integra en la historia de Jesús, en el contexto de su cena histórica, poniendo así de relieve la afirmación central de Pablo, que había introducido su fórmula con una frase enigmática que, sin contexto adecuado, resultaba difícil de entender: «El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan…» (1 Cor 11, 23). Sólo en el fondo de “entrega histórica” (que Marcos ha puesto de relieve) se puede entender e interpretar el signo eucarístico del pan como cuerpo mesiánico y del vino como sangre de la alianza. Eso es lo que Marcos ha puesto de relieve al situar la eucaristía en este momento de la “entrega” de Jesús.

a. De esa manera, el pan y el vino aparecen en Marcos como elementos centrales (básicos) de una cena ritual de celebración, que no es ya una simple comida diaria. En ese contexto, Pablo añadía la exigencia de repetir el gesto eucarístico (¡haced esto en memoria mía: 1 Cor 11, 25).

b. Marcos (con Mateo) sitúan el relato de la cena en el conjunto de la “biografía kerigmática” de Jesús, de manera que, en sentido estricto (a diferencia de 1 Cor 11, 24-25), no ofrece un texto de ritual, sino un recuerdo histórico; por eso, en principio, no siente la necesidad de evocar la necesidad de repetición del gesto, diciendo: “haced esto”.

A pesar de ello, es claro que Marcos está presentando aquí el signo distintivo del Jesús pascual de los helenistas, que ha entenderse desde el fondo de todo su evangelio, y en especial a partir de la sección de los panes (Mc. 6, 6b-8, 26). Eso significa que la eucaristía no es un gesto aislado de la vida de Jesús, sino que ofrece el compendio y el sentido más profundo de ella.


B. PROFUNDIZACIÓN. JESÚS, PABLO Y MARCOS.

(Para lectores que quieran insistir en el tema; repite en otro plano lo ya dicho, con nueva implicaciones)


1. JESÚS



Con esto podemos volver al principio de la historia. Según Marcos, Jesús ha reunido a sus discípulos en la víspera de su pasión, para mostrarse ante ellos como iniciador de una liturgia que, situándose de hecho en un ámbito cercano al de la pascua tradicional, se arraiga por un lado en ciertas tradiciones judías del pan y del vino (que están relacionadas con liturgias pentecostales, quizá más que pascuales) y, por otro, queda vinculada a su propia entrega, iniciando de esa forma un rito que ha culmina en la eucaristía de Pablo y de Marcos.

Jesús no ha tenido que crear los signos: estaban ahí, el pan y el vino de las grandes fiestas de las primicias, celebradas a lo largo del año, y que diversos tipos de esenios tomaban cada día, celebrando la presencia de Dios y su manifestación futura, salvadora. De esa forma ha evocado el sentido de su vida en esos signos, que pueden relacionarse con la pascua judía, pero que tienen un valor independiente, descubriendo y expresando en ellos el sentido de su entrega por el reino.

Su gesto ha estado precedido, como hemos dicho ya, por sus acciones y palabras anteriores: ha compartido el pan y el vino con los pecadores, ha multiplicado los panes y los peces en el campo, ha evocado el sentido de su vida en las parábolas centrales (sembrador y viñador). Lo que ahora dice y hace debe interpretarse desde lo que ha sido su camino según Marcos. Como hemos visto ya, Jesús ha proclamado: “En verdad os digo, algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean venir el reino de Dios con poder” (Mc 9, 1).

Pues bien, LA TRADICIÓN POSTERIOR DIRÁ que ese reino, cuya venida cronológica no podemos precisar, está ya presente en el misterio eucarístico: Jesús no se limita a invitar a sus amigos con el vino futuro de su reino, sino que regala su propio cuerpo y sangre (pan y vino), en anticipo de ese reino, mientras ellos siguen en el mundo

PABLO

Escribe hacia el año 52/53 (poco más de veinte años después de la muerte de Jesús, 1 Cor 11, 23-25, en un texto confesional y de creación litúrgica:

23 Pues yo recibí del Señor lo que os he transmitido, que
el Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
tomó pan, 24 y dando gracias, lo partió y dijo:
– Esto es mi Cuerpo (dado) por vosotros.
+Haced esto en memoria mía.
25 De igual modo el cáliz, después de cenar diciendo:

– Este cáliz es la Nueva Alianza en mi Sangre.
+Haced esto, cada vez que bebiereis, en memoria mía

Marcos escribe hacia el año 70, veinte años después, en un texto de tipo narrativo (Mc 14, 22-24)

22 Y estando ellos comiendo,
tomando pan, bendiciendo, lo partió y se lo dio y dijo:
– Tomad, esto es mi Cuerpo.

23 Y tomando (un) cáliz, dando gracias, se lo dio y bebieron todos de él. Y les dijo:
−Ésta es la sangre de mi alianza derramada por muchos.

Tanto las semejanzas como las diferencias resultan significativas y nos ayudarán a situar y entender el texto de Marcos.


En Pablo, las palabras eucarísticas están incluidas dentro de un texto de “revelación de un ritual” celebrado en sus iglesias.

Marcos, en cambio, las entiende y presenta como conclusión y compendio de toda la vida de Jesús; lo que él comenzó a realizar, proclamando su mensaje (1, 14-15), lo culmina y ratifica ahora, al identificar veladamente el Reino de Dios con su propia vida entregada como pan y vino, para formar la nueva comunidad mesiánica.


Tradición y revelación paulina.

Pablo afirma, de un modo solemne, que ha recibido “del Señor” (egô de parelabon apo tou kyriou) la “tradición eucarística” que ha transmitido a los corintios (ho kai paredôka hymin), apareciendo así como “portador de una tradición propia”, de manera que puede ofrecer y ofrece una formulación nueva de la “Cena del Señor” (kyriakon deipnon: 1 Cor 11). Según eso, él no se limita a transmitir simplemente algo que la comunidad anterior ya decía, sino que ofrece a los corintios algo que él mismo “ha recibido del Kyrios”, por revelación pascual.

Pablo emplea esa misma palabra (recibí, parelabon) en otras dos ocasiones muy significativas.

(a) En esta misma carta (1 Cor), cuando afirma que ha transmitido a los corintios lo que había recibido (también con parelabon), pero sin añadir “del Señor” (apo tou kyriou), refiriéndose a la proclamación pascual (que Cristo había muerto, que había sido enterrado, que resucitó, etc.: 1 Cor 5, 3), suponiendo así que esa “recepción” había podido tener unos mediadores humanos.

(b) En el otro caso (en la carta a los Gálatas), de fondo más polémico, asegura que él no ha recibido (parelabon) el evangelio a través de los hombres, sino por revelación de Jesucristo (Gal 1, 12)... Es algo que se lo ha dicho el mismo Dios de Jesús

(c) Ese mismo puede ser el sentido que él ha dado a esa palabra (parelabon) en el caso que nos ocupa (eucaristía): lo que él dice no lo ha recibido simplemente de los hombres, sino “del Señor”, es decir, por revelación de Jesucristo (1 Cor 11, 23).

Pablo no está repitiendo, por tanto, lo que hizo el Jesús de la historia (aunque eso está en el fondo), ni lo que han dicho otros cristianos anteriores, sino que está ofreciendo su propio testimonio, como portador de una revelación pascual. Pablo ha tenido, según eso, una revelación eucarística especial, que se opone a lo que realizan en Corinto aquellos que vinculan la Cena del Señor con el alimento que traen de las casas y que comen en grupos separados, de manera que unos pasan hambre y otros comen hasta emborracharse (1 Cor 11, 17-23). En contra de la praxis de esos “corintios ricos” (que comen mientras otros pasan hambre), él quiere que la Cena del Señor tenga su propia dignidad, separándose de las comidas normales, de forma que todos se esperen unos a otros y compartan el mismo pan y el mismo vino del Señor, en comunión.

Esta revelación de Pablo (enraizada en la tradición de las iglesias helenistas, de las que depende) ha marcado la vida de las comunidades cristianas que mejor conocemos (de los sinópticos y Juan), de manera que todas ellas han interpretado la presencia de Jesús de un modo “eucarístico”, a través del pan y el vino, que no aparecen ya como meros signos de comida fraterna y de anticipación escatológica (en el plano normal y nacional del judaísmo, como podía suceder en Qumrán y en otros grupos), sino como elementos fuertes de la presencia mistérica de Jesús. De esa forma, por la misma dinámica de su mensaje, las iglesias helenistas (representadas por Pablo) han dado un “salto” fuerte, que se puede y debe fundar en un tipo de judaísmo (y, sobre todo en la vida de Jesús), pero que desborda otros tipos de judaísmo, y la misma experiencia anterior de las iglesias, al afirmar que el pan y la copa de la Cena son el cuerpo y la nueva alianza en la sangre del Señor.

Esa “novedad” nos sitúa en un contexto helenista, que puede compararse (al menos de un modo lejano) con el culto de los misterios, donde hay un “dios” que (en la línea de Dionisio o Deméter) se hace presente en la comida, pero sin perder la base “judía” (de trascendencia) y, sobre todo, la referencia histórica esencial (memoria de un hecho: última cena, muerte en cruz), vinculada con un hombre concreto (Jesús) y con su programa de reino, siempre en referencia apocalíptica (esta Cena no evoca simplemente el más allá divino, sino el futuro anunciado y promovido por Jesús).


En este contexto resulta esencial la referencia a la “noche de la entrega”, que él (Pablo) no ha desarrollado, pero que es esencial en Marcos, como hemos visto en el comentario a la sección anterior (Mc 14, 17-21). Eso significa que el Señor de la Cena (cuyo cuerpo-sangre se hace presente en el pan y vino) es el mismo Jesús entregado por sus compañeros.


Desde ese fondo se pueden evocar los aspectos más significativos de la eucaristía en Pablo, pues ellos nos permiten situar mejor el texto de Marcos que, a mi juicio, depende directa o indirectamente de la tradición helenista, que Pablo ha expresado de manera clásica.

(a) Pablo escribe un texto litúrgico (no una biografía mesiánica como Marcos) y por eso transmite por dos veces (en referencia al pan y en referencia al vino) el mandato de la repetición “anamnética”: haced esto en memoria mía. Marcos, en cambio, no incluye ese mandato (aunque puede darse por supuesto).

(b) Pablo vincula el aspecto sacrificial con el pan, del que se dice: «Esto es mi Cuerpo (sôma) por vosotros (hyper)»; así sobreentiende que es un cuerpo “dado por” (a favor de), un cuerpo cuya esencia misma es “don”, no clausura en sí. Éste es un tema que quizá deba entenderse en la línea de Gal 2, 20, donde Pablo afirma que ya “no vive en sí mismo, sino en Cristo, el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (agapêsantos me kai paradontos eauton hyper emou). El pan de la cena es según eso “el cuerpo del Hijo de Dios hyper emou” (entregado por mí, por vosotros).

(c) Pablo interpreta el cáliz (de vino) no como sangre, sino como nueva alianza en mi sangre (kainê diathêkê en tô emô haimati), evitando el horror que los judíos pueden sentir por la sangre, pues el cáliz no es la sangre del Kyrios, sino “la nueva alianza” que se expresa en ella. Lo que en la Cena se celebra no es por tanto “la sangre derramada”, sino la nueva alianza, en una perspectiva claramente judía y escatológica, pues muchos judíos esperaban la nueva alianza que Jer 31, 31 había prometido para el tiempo de culminación de Israel.


MARCOS

Como he dicho, podemos suponer que la formulación de Marcos depende (de un modo directo o indirecto) de Pablo (o, mejor dicho, de los cristianos helenistas), cuya visión se ha extendido rápidamente por las iglesias, sin haber chocado con ninguna dificultad básica, aunque podemos suponer que entre la formulación más judía (cena en recuerdo de Jesús, con esperanza escatológica) y la más helenista (cena como presencia del cuerpo y alianza en la sangre del Señor) debieron darse intermedios. De todas formas, la misma formulación paulina constituye un tipo de intermedio porque, como he dicho, no identifica el cáliz de vino con la sangre, sino con la “alianza” en su sangre. Eso significa que la sangre (la muerte) de Cristo es importante (un elemento central del recuerdo de Jesús), pero no se identifica con el vino que beben los que participan en el rito.

Marcos acepta básicamente el modelo eucarístico que está en el fondo de Pablo, pero introduce algunos elementos nuevos.

(a) Relaciona el aspecto “sacrificial” (el “hyper”, por vosotros o por muchos) con la sangre, no con el cuerpo, como Pablo.

(b) Identifica ya directamente el cáliz con la sangre, y no con la alianza.

(c) Relaciona el pan con el cuerpo (sôma) en sentido absoluto, sin matizaciones.

(d) Vincula todo el gesto no sólo con la “entrega” de Jesús, entendida de un modo general, como Pablo (la noche en que fue entregado), sino con la entrega y traición concreta de los discípulos, como hemos visto en 14, 17-21 y veremos en 14, 26, 31.

(e) Relaciona también la eucaristía con la venida final del Señor, de la que Pablo trata en 11, 26; pero lo hace un modo especial, como indiqué el otro día al comentar Mc 14, 25.


A partir de aquí estudiaré mañana el sentido de la Eucaristía ya en concreto, según Marcos.
Volver arriba