Novísimos 12. Cristo Rey, domingo del Juicio (domingo sin juicio)

(1) Un ejemplo. El Apocalipsis.
En sentido estricto, el Apocalipsis no es libro de juicio, sino de gracia de Dios y por eso no tiene dos finales simétricos, uno de condena de los injustos y otro de salvación de los justos (como muestran en sentido externo Dan 12, 1-3 y Mt 25, 31-46) sino un solo final: la salvación de los hombres en Cristo, es decir, en las bodas del Cordero. De todas maneras, en un primer nivel, el Apocalipsis ofrece un amplio abanico de términos judiciales.
(a) Juzgar es vengar a los asesinados, haciendo justicia. Así piden las víctimas, mientras esperan bajo el altar (6, 10; cf. 11, 18).
(b) Hay un juicio histórico (krima) de la Prostituta (17, 1), que Juan presenta de forma solemne (Ap 17, 1, 19, 8). Juicio significa aquí básicamente destrucción, en tonos que parecen de gozo en la venganza (18, 20). Lo realiza Dios (18 8.20; 19, 2), no de un modo directo, por sí mismo, sino por las bestias y reyes que destruyen a la Prostituta, en una especie de talión (autodestrucción) histórica (cf. 18, 10).
(c) Hay un juicio escatológico de Bestias y Reyes del mundo, realizado a través de la guerra, conforme a la visión tradicional israelita: juzgar es vencer y destruir a los destructores; no se emplean libros para ello, no hay diálogo previo, sino espada justiciera del Cristo que juzga venciendo a los perversos (19, 11).
(d) Hay un juicio que realizan los mismos que han sido degollados a causa de Cristo: ellos se sientan sobre tronos y reinan y juzgan (establecen la justicia de Jesús) por mil años en el mundo (20, 4).
(e) Hay un juicio final de tipo forense, realizado conforme a los libros de la conducta de cada uno, según la tradición israelita (cf. 14, 7) y que se aplica por igual, sin excepción alguna, a todos los humanos (Bestias y Prostituta no lo son), como sabe 20, 11-14.
(f) Más allá del juicio. Pues bien, en en el fondo de todo ese despliegue de juicios, el Apocalipsis ofrece el testimonio de un supra-juicio, que está más allá de todo juicio, que no depende e libros (biblia) que marcan la conducta de los hombres (Ap 20, 12), sino sólo del libro (biblion) de la Vida del Cordero (20, 12; cf. 17, 18). Eso significa que, en último término, más allá de todo juicio, la meta de la obra de Dios es el despliegue de la gracia. Estamos, por tanto, ante un juicio que termina siendo no-juicio.
(2) Un esquema básico. Las religiones bíblicas.
En un primer nivel, la Biblia concibe a Dios como Juez (cf. Sal 7, 1; 50, 6; 75, 7). Lógicamente, las tres religiones bíblicas (judaísmo, cristianismo, Islam) confiesan que Dios realiza y despliega su justicia sobre el mundo, aunque a veces resulte difícil descubrirla y las tres añaden que al final se elevará la verdad de Dios, sobre la injusticia actual del mundo y de la historia, a través de un juicio en el que Dios retribuye a cada uno conforme a sus obras.
(a) Ese es un juicio final, escena conclusiva del drama de la historia. No hay según estas religiones eterno retorno, giro indiferente de los mundos y las generaciones. La existencia es un camino, un proceso y al final vendrá el gran juicio: ha creado Dios mundo e historia; Dios desvelará al fin su sentido, a través de un juicio irreversible; terminará el camino, cesará la historia, las cosas no podrán luego cambiar.
(b) Es juicio universal, es decir, abierto a todos los hombres, sin que exista en principio distinción de raza o de pueblo. Toda la historia, la humanidad entera se condensa en el final. Por eso, el juicio será como una visión de conjunto de todo lo que ha sucedido en el camino de los hombres, de manera que el juicio de Dios se expresará en las mismas relaciones humanas: los mismos hombres descubrirán lo que ha sido la trama de su historia, podrán verse en claridad unos a otros.
(c) Es juicio también particular, es decir, dirigido a cada individuo, que aparece así como responsable de sus propios actos, agente y gestor de su propia vida. Eso significa que cada hombre está dotado de una racionalidad propia, de tal manera que no se puede esconder o refugiar en responsabilidades puramente grupales. Sobre esa base común, pueden variar las actitudes no sólo entre los tres grupos religiosos sino también en el interior de cada uno de ellos: no todos los musulmanes han pensado lo mismo sobre el juicio, ni todos los judíos o cristianos.
(d) El juicio puede convertirse en expresión de una proyección humana: los creyentes proyectan hacia el final de la historia los problemas de una humanidad dividida, injusta, pidiendo a Dios que los resuelve. En esa línea, algunos han podido hablar del juicio final como expresión del resentimiento de los derrotados de este mundo, que sueñan y desean la llegada de la gran sanción de Dios que castigue a los malvados. Ese aspecto puede tener ciertos elementos de verdad. Pero, mirado desde los principios de la religión bíblica, el juicio evoca ante todo la misericordia y justicia de Dios que quiere culminar con su amor la historia tantas veces fracasada de los hombres. Teniendo eso en cuenta, podemos y debemos añadir que en el juicio se han mezclado poderosamente las visiones de judíos, cristianos y musulmanes, de tal forma que unos y otros han proyectado sobre el final de la obra de Dios sus terrores y esperanzas, sus miedos y deseos.
(3) Una experiencia de fondo: Dios habita más allá del juicio.
Volvemos de esa forma al tema del Apocalipsis, descubriendo que en el fondo de la imagen del juicio viene a expresarse un Dios que está más allá del juicio, de un Dios que es vida infinita para todos los hombres.
(a) El judaísmo ha podido interpretar el juicio en clave de talión, dentro de la perspectiva de una alianza en la que Dios y el hombre aparecen como seres capaces de dialogar entre sí. Leído en esta línea, el juicio es la expresión de la moralidad radical del ser humano, es decir, de su capacidad de responder a Dios. Ciertamente, algunos judíos han podido caer en la doctrina de las dos pesas y medidas: Dios les trata a ellos de un modo especial (con misericordia infinita) mientras proyecta sobre los infieles todo el peso de su ira destructora. Pero la mayor parte de los judíos han pensado y siguen pensando que Dios será imparcial con todos, de manera que no habrá diferencias en su forma de tratar a los hombres. Más aún, el más hondo judaísmo mesiánico y místico, tal como se expresa, por ejemplo en la → cábala, sabe que al final de todo sólo existe Dios y que Dios es salvación para todos los vivientes, como ha evocado en tiempos recientes M. Buber.
(b) Los cristianos tienden a interpretar el juicio en forma salvadora, superando de esa forma una actitud de talión o equivalencia entre las acciones de los hombres y su sanción. En esa perspectiva ha de entenderse Mt 7, 1: «no juzguéis y no seréis juzgados...». Dios no ha enviado a su Hijo a juzgar al mundo en el sentido forense (es decir, a dar a cada uno según sus obras, en clave de talión) sino a salvar el mundo. Por eso, cuando el Credo dice que Jesús vendrá a juzgar a vivos y muertos hay que entender ese juicio en forma salvadora, conforme al sentido que juzgar tiene a veces en la misma Biblia hebrea. A pesar de eso, algunos cristianos han podido olvidar y han olvidado muchas veces el carácter gratificante del juicio salvador de Dios en Jesús, cayendo en actitudes de revanchismo divino (Dios quiere vengarse de los malos) o de pura indiferencia (Dios quiere salvar a todos de tal forma que da lo mismo lo que cada uno haya sido).
(c) Los musulmanes han entendido el juicio en clave de poderío divino, de tal forma que parece que, al fin, las obras de los hombres casi no interesan, porque lo que importa es la misma acción de Dios, su imposición soberana. Dios ha permitido que las cosas sigan como están, ha dejado que los hombres sean pecadores... pero al final se mostrará con toda fuerza, para restablecer el orden, para imponer su sumisión sobre todas las cosas. Por eso, en un momento determinado, en algunos círculos musulmanes, el juicio ha podido aparecer como un acto irracional de poderío de Dios; por eso pueden destacarse los terrores de los condenados. Más aún, algunos musulmanes han acentuado la severidad del Dios que impone su poder sobre la tierra. Pero en el fondo, la inmensa mayoría de los musulmanes, creen, quizá por compensación, frente a la dureza de ese mundo, que al final de todo habrá una especie de restitución universal y salvadora: Dios encontrará la forma de perdonar a los hombres de tal forma que se salvarán todos ellos, sin excepción ninguna. Sólo quedará Dios, Dios que es todo en todos.
(cf. M. BUBER, Yo y tú, Galatea, Buenos Aires, 1956; S. H. NASR, Vida y pensamiento en el Islam, Herder, Barcelona 1985; F. ROSENSZWEIG, La estrella de la redención, Sígueme, Salamanca 1997; A. T. TORRES QUEIRUGA, Creo en Dios Padre. El Dios de Jesús como afir¬mación plena del hombre, Sal Terrae, Santander 1986; Repensar la resurrección. La diferencia cristiana en la continuidad de las religiones y de la cultura, Trotta, Madrid 2003).