¿Pastores de Iglesia? Una imagen peligrosa (M. Foucault, E. M Lozano)

1. La imagen del pastor ha sido recreada y superada paradójicamente por Jesús y por el NT, de manera que termina diciendo lo contrario de lo que ella empezaba suponiendo, tanto en la parábola del buen pastor, como en el juicio de Mt 25 y en la alegoría de Jn 10. En un sentido, ella se puede conservar... pero sólo si se toma como imagen antigua y se supera luego desde Jesús (perdiendo toda referencia a un mando superior sobre "rebaños" de inferiores, como sabe Mc 10).
2. La cultura occidental (la sociedad moderna), con la experiencia social griega y la aportación de Israel y el cristianismo, ha superado de hecho la imagen social del pastor.... Los dirigentes y ministros de la sociedad no son "pastores"..., pues ni los ciudadanos son rebaño, ni los "dirigentes" son pastores en el sentido original... Esa imagen no nos dice casi nada, en un tiempo de igualdad y democracia (y de pastores mecánicos y rebaños "teledirigidos"); por fidelidad al evangelio y a la libertad humana debe superarse.
3. Pero la Iglesia católica,al menos en gran parte, no se ha dado cuenta de ello y sigue tratando a los fieles como ovejas tontas.... Ha tomado la imagen de Jesús pero no el nuevo sentido que Jesús quiso darle (como sabe la primera tradición cristiana). Muchos "pastores" eclesiales se siguen creyendo señores de un rebaño al que deben dirigir, sin diálogo ni libertad (y además con un perro guardián, como en la imagen). Por eso sería mejor que la Iglesia actual abandone la palabra "pastoral" y lo que está en el fondo de ella, pues está en el fondo la imagen del "pastor sabio y distinto", como el único que piensa y que dirige al rebaño.
4. Pero el tema no es la imagen ni la palabra "pastor". Esa imagen se puede recrear paradójicamente, la palabra se puede conservar (como signo de un pasado "venerable", pero no imitable)... De un modo curioso, algunos protestantes que querían evitarla palabra "sacerdote" han llamado y siguen llamando a sus ministros "pastores", cosa que a mi juicio deberían evitar. El tema no es la palabra, sino sino la visión de eso que pudiéramos llamar el "pastor ontológico", un pastos que es de otra "especie" que el rebaño, cosa que hay que superar de un modo decidido.
5. En nuestro tiempo, el tema de los pastores y el rebaño parece aplicarse de un modo especial (e inhumano) a las finanzas... donde ya no podemos hablar de pastores "personas", en contacto personal con los demás ciudadanos, sino de unos circuitos de poder económico "impersonal" que dominan sobre todos (pero al servicio de algunos), condenando al hambre a la mayoría del "rebaño". Los pastores económicos se han convertido en puros lobos (en el mal sentido de la palabra). Así nos llevan y traen (nos utilizan) desde fuera...
En este contexto he querido ofrecer unas reflexiones sobre el tema del pastoreo o supra-pastoreo cristiano y social, aludiendo a M. Foucault y E. M. Lozano, que han evocado el tema desde diversos planos.
Introducción con Foucault: Pastores, líderes, gurús.
Por lo que yo sé, quien mejor ha tratado el tema ha sido M. FOUCAULT, en un trabajo titulado «Omnes et singulatim», publicado en diversos lugares, como en La vida de los hombres infames, La Piqueta, Madrid 1990, 264-306. La tradición pastoreo puede terminar convirtiendo a los hombres en ovejas, sin dignidad, sin libertad. El pastoreo es un modo dictatorial (y místico, pero mentiroso) de gobierno, como supo Platón el ateniense (contrario a las tradiciones democráticas de Atenas).
Michel Foucault expone en ese trabajo una interpretación genealógica y crítica de la razón de Estado, que no es la de un Pastor que gobierna un Rebaño, sino la de un compañero (hermano) que representa a la comunidad. La Razón de Estado no es la Voluntad del pastor que sabe, mientras las ovjejas no saben, sino la Voluntad libre de los ciudadanos, pues todos saben y pueden buscar juntos el camino, eligiendo a un tipo de representantes para el buen gobierno.
En esa línea, la transformación de la Iglesia sólo puede lograrse allí donde se supere esta imagen del Pastor y el Rebaño... , no para oponerse al evangelio, sino para vivirlo en su raíz, como sabe Mc 3, 31-35 donde no hay pastor y rebaño sino un círculo de hermanos y hermanas que buscan juntos la voluntad de Dios, buscando todos la voluntad de Dios. Ni el Papa es Pastor en el sentido en que suele tomarse esa imagen, ni es pastor el obispo ni el cura...
En la Iglesia no puede haber pastores que dominan sobre el rebaño..., pero puede y debe haber líderes, como Jesús y como Pablo, personas que animen y den testimonio, que impulsen y abran caminos, exploradores de la verdad, animadores de la vida. Entre ellos puede situarse y se sitúa según Jn 21 la función de Pedro, que pastorea sin pastorear en el sentido "ovejil", pastorea amando...
Por otro lado, los fundamentales en la Iglesia son aquellos que como el Discípulo Amado se dejan amar y aman.... Son aquellos que dan testimonio de amor y que animan... de manera que pueden afirmar "ya no guardo ganado, que sólo en amar es mi ejercicio"... Sólo allí donde se supera la imagen del pastor (como el de la imagen, y además con perro) se puede hablar de una "pastoral" en sentido cristiano (abandonando quizá la misma imagen, o dejándola como fondo histórico, tradicional).
Quería haber planteado más extensamente este tema, en el contexto de los pasajes del pastor en Jn 10 y Jn 21, propios de estos domingos, y lo haré, Dios mediante, si encuentro un momento para ello... Pero mientras llega ese momento he leído el trabajo de E. Martínez Lozano sobre el tema y quiero ofrecerlo a mis lectores. Gracias, Emilio. Todo lo que sigue es tuyo.
E. Matínez Lozano. Pastor y Rebaño. Las trampas de una imagen
http://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/3584-pastor-y-rebano-las-trampas-de-una-imagen.html
Jn 10, 27-30
Parece indudable que dos mil quinientos años con esta imagen del pastor en la tradición judeocristiana han dejado su huella en el imaginario colectivo cristiano. No niego que, en algunos casos, la imagen del pastor –y la alegoría que lleva su nombre, en el cuarto evangelio- ha podido despertar y alimentar sentimientos de confianza profunda en Dios y en Jesús.
Pero los inconvenientes no han sido menores. Me gustaría detenerme en ellos, para crecer en lucidez acerca de los riesgos que encierra y que, en no pocos casos, se han materializado en formas concretas que van en dirección opuesta al mensaje de Jesús, que proclamaba la libertad de la persona y la exigencia de vivir la autoridad como servicio: "Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus jefes las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera seer grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros que sea el esclavo de todos" (Mc 10,42-44). Al hilo de esta palabra de Jesús, quiero señalar las trampas que percibo en el uso de la imagen del pastor dentro de la iglesia. No digo que siempre se viva así, sino que existen riesgos.
Para empezar, se trata de una imagen anacrónica, que a nuestros contemporáneos, tan alejados de la vida campestre y pastoril, no les dice nada.
Pero hay algo más grave, que se cuela muy sutilmente, y que juega a favor de los intereses de las autoridades religiosas, que no dejan pasar la ocasión para presentarse como "pastores". Es claro que se trata de una palabra que no necesita más añadidos: el "pastor" es el que sabe, el que dirige, el que está por encima, el que controla y el que, llegado el caso, castiga. No debe ser casual que la palabra "obispo" provenga del griego ἐπίσκοπος ("episkopos"), que significa "vigilante". Es cierto que también puede ser el que dé alimento, aunque eso es susceptible de generar otra dependencia todavía peor.
Pero la imagen del "pastor" no solo repercute negativamente en el modo de entender el papel de la autoridad, sino que contamina también la visión que el propio creyente tiene de sí mismo y del grupo religioso al que pertenece.
Porque lo que conduce el pastor son "ovejas": basta introyectar esa imagen para favorecer una actitud y un comportamiento "borreguil", que puede llegar (ha llegado) a delegar su responsabilidad en manos de la autoridad.
Ahora bien, como nada (aunque lo vivamos inconscientemente) es gratis, el "borreguismo" tiene que buscar otras compensaciones o "ventajas" que satisfagan a la persona que se ha sometido. Y ahí aparecen varias.
La primera ventaja es la sensación de seguridad que aporta. Es sabido que los humanos tenemos tanta necesidad de sentirnos seguros, que somos capaces de renunciar incluso a la libertad (y a la libertad de pensar y de decidir) con tal de ahuyentar el fantasma de la inseguridad.
Aporta también una sensación de contarse entre "los elegidos", los que son del "redil", frente a aquellos otros que andan desorientados en su error. Esto parece otorgar un cierto estatus de superioridad que no es difícil advertir en los círculos religiosos.
De esa posición que se considera privilegiada –aunque luego se añada que la fe es un don gratuito-, se derivan otros "tics" que tienden a deformar también gravemente el núcleo espiritual que se quiere vivir.
El primero de ellos consiste en confundir su religiosidad con la espiritualidad, como si el suyo fuera el "camino cierto", y todo lo demás no pasaran de ser autoengaños, que se toleran, pero que se miran con una cierta superioridad desde la actitud paternalista de quien se cree en posesión de la verdad.
Otro tic característico es el aire más o menos proselitista –aunque solo sea expresado en la fórmula: "tenemos que dar testimonio para que otros crean"- que se deriva de aquella creencia, y que se "cuela" incluso en no pocas presentaciones de la llamada "nueva evangelización".
Desde ese mismo lugar, parecen arrogarse nada menos que el poder de dar carné de verdaderos creyentes a quienes ellos deciden. Hasta el punto de que, en casos extremos, no tienen empacho en proclamar que quien no cree como ellos se halla fuera de la fe de la iglesia.
Si a todo esto unimos un cierto aire de victimismo cuando las circunstancias no les son tan favorables como desearían, obtenemos expresiones que producen vergüenza ajena: "Hoy no está de moda creer"; "no se valora el cristianismo"; "es una sociedad vacía"; "solo existe la religión a la carta"; "los creyentes somos perseguidos"...
A mi modo de ver, esos tópicos revelan prepotencia e ignorancia. Por un lado, porque en muchos casos ha sido la propia institución religiosa la que ha sembrado lo que ahora cosecha. Por otro, porque el declive de una forma de religión institucional no significa el hundimiento de la vivencia espiritual. ¿O acaso eran más espirituales las personas en la Edad Media, cuando era obligatorio asistir a misa, que en la actualidad?
Quizás sería bueno dejar la imagen del "pastor", abrirnos a la palabra de Jesús, válida para todos nosotros ("el Padre y yo somos uno") y asumir su forma de vivir a favor de las personas, abandonando toda forma de religión exclusivista, que parece recordar –añorar- las maneras del nacionalcatolicismo.
Enrique Martínez Lozano
www.enriquemartinezlozano.com