"Volver con Pedro al principio de la Iglesia. Un  itinerario" Con Pedro/Papa. Simon Baryona, llamado Kepa/Petros. Una historia abierta (I)

San Pedro
San Pedro

Celebramos el 29.6 la fiesta de Pedro (y Pablo). En ese contexto, publicaré tres postales sobre Pedro y el Papa en la iglesia actual.

(1) Presento hoy la historia de Simón Kepa/Petros en la vida de Jesús y en el comienzo de la iglesia, desde el tiempo en que fue discípulo de Juan (cf. tema del pasado 24.6).

(2) El próximo martes 27/6 desarrollo la historia apasionante  por la que el obispo de Roma, asumiendo el nombre/tarea de Pedro, se “hizo” (=fue acogido como)  Papa de la Iglesia Católica Romana

(3) El día de su fiesta (29/7) presentaré la historia y proyecto, también apasionante, por el que Francisco Papa quiere (debe) volver a ser Pedro, conforme a su programa sinodal de vuelta a la Biblia.

Introducciòn

Se llamaba Simón/Simeón Bar-Yona (hijo de Yona/Juan), como recuerda Mt 16, 17 (cf. Jn 21, 15). Pero, a fin de ratificar y formular su nueva misión, Jesús le puso el nombre arameo de Kepa(s) (cf. 1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5; 15, 5; Gal 1, 18; 2, 9. 11. 14; Jn. 1, 42), griego Petros (latín Petrus, Piedra/Pedro).

Siguiendo a Jesús, las comunidades cristianas le llamaron básicamente Pedro, reconociéndole así, como piedra andante y firme de la iglesia (cf. Mc 3, 13; Lc 6, 14; Mt 16, 18).

Aquí recojo los momentos fundamentales de su camino de una forma histórica, geográfica y espiritual, desde el Jordán y Galilea a Roma, pasando por Cesárea de Felipe, el Tabor y Jerusalén. Fue un camino en dos tiempos; primero hasta Jerusalén; después desde Jerusalén, por Samaría y la costa de Palestina, con Antioquìa de Siria, hasta los confines de la tierra. Por ese camino seguimos avanzando. San Pedro marca así nuestro itinerario. 

Archivo:Detalle San Pedro capilla Oballe.jpg - Wikipedia, la enciclopedia  libre

  1. Vocación en dos tiempos: Jordan y Mar de Galilea.

             Le pusieron el nombre hebreo/arameo de Simeón (el que escucha), hijo segundo de Jacob, para vincularle con las tradiciones patriarcales de Israel). Pero normalmente le llamaban en griego Simón (el de nariz aplastada, el Chato. En aquel contexto, entre los judíos bilingües eran normal tener dos nombres, uno hebreo/arameo y otro griego. En el caso de su hermano (Andrés, el Varón) sólo conocemos el nombre griego; no sabemos su forma primitiva hebrea o aramea(cf. Mc 1 16. 29; 3, 18; 13, 3 par).

Era judío de Betsaida, ciudad pesquera de cierta importancia, una de las dos capitales de la tetrarquía de Felipe (Golán/Iturea), pero muy cerca de Cafarnaúm de Galilea. Debía tener cierta cultura griega, abierta al mundo enero La tradición le presenta como pescador del lago de Galilea y, a diferencia de los hijos de Zebedeo, es posible que no tuviera barca propia, sino que pescara desde la orilla del lago o en la barca de otro propietario (cf. Mc 1, 16-20). Se dice además que vivía con su suegra, pues no tenía casa propia (Mc 1, 30-31), sino la de su mujer. Jn 1, 44 añade que era natural de Betsaida, lo mismo que su hermano Andrés (y que Felipe), aunque vivía en Cafarnaúm.

Según eso, no era galileo puro (del reino/tetrarquía más judía de Herodes Antipas), sino itureo de Betsaida, ciudad muy helenizada, del Bajo Golán que el rey Filipo había engrandecido, como “polis” helenista, segunda capital de su reino (la primera era Cesarea de Felipe), dándole además administración y nombre griego (Julia), en honor de una hija de Augusto. De todas formas, Pedro y su hermano Andrés habían emigraron a Cafarnaúm de Galilea, porque el trabajo de la pesca estaba mejor organizado, por tema de impuestos, o incluso por vivir en una zona más judía, donde Simón se casó y fue a vivir a la casa de su suegra (no tenía casa propia).

En este contexto podríamos destacar las conexiones y diferencias entre Jesús, tekton, artesano (campesino sin tierra), y Simón, halieus, pescador sin barca ni casa (cf. Mc 1, 16). No tenía casa propia, ni propiedades agrícolas (ni, al parecer una barca para faenar de manera independiente), ni oficio religioso (no era sacerdote, escriba o fariseo) y provenía de una tierra donde se mezclaban judíos y helenistas, pero buscaba la renovación religiosa de Israel y, al menos por un tiempo, había seguido al Bautista (cf. Jn 1, 35-42). Fue después discípulo de Jesús y tuvo  una función significativa en el movimiento de Jesús, de manera que Mt 16, 18 le presenta como piedra-roca o fundamento la Iglesia. Así empezamos hablando de sus vocaciones.

Jesús llama a Pedro

Primera vocación: Río Jordán (Jn 1, 36-42).

 El evangelio de Juan empieza presentando a Simón y Andrés, su hermano, como discípulos del Bautista en el Jordán. Eso supone que habían dejado la pesca (al menos por un tiempo) y se habían «liberado» para las tareas y esperanzas de la culminación escatológica de Israel, al lado del Bautista, lo mismo que Jesús, de manera que los dos (Simón y Jesús) habrían empezado siendo compañeros, discípulos “penitentes” de un mismo maestro, Juan Bautista. Su vocación y camino empezó siendo un camino de conversión para perdón de los pecados

Según eso, cuando Jesús recibió una vocación especial de Mesías e Hijo de Dios (Mc 1, 9-11) y quiso llamar para acompañarle a unos discípulos/compañeros, empezando por Andrés y, en especial por Simón de Betsaida, éste no era un simple pescador, sino un hombre muy comprometido en la tarea de Dios, un bautista penitente, un voluntario al servicio de la transformación de Israel. Jesús se fijó en él, porque le quería (necesitaba) para la tarea de su reino y le prometió que sería Cefas/Petros, piedra/roca del nuevo edificio la iglesia mesiánica, un hombre quizá problemático (como seguiré indicando), pero adecuado para liderar su movimiento de transformación mesiánica.

Así comienza nuestro camino con Simón, junto al río de la conversión, un itinerario de compromiso mesiánico, que seguiremos viendo en lo que sigue. Este es el camino de la Tierra Santa, desde el Jordán a los confines de la tierra, pasado por Galilea y Jerusalén, por Antioquía y Roma, el primer camino cristiano, problemático, quizá lleno de caídas y levantamientos, pero abierto al reino de Dios, nuestro camino

Siendo pescador de frontera (entre Betsaida y Nazaret), Simón había querido dedicarse a las tareas de Dios, centrado en la preparación de su juicio (simbolizado por el hacha, huracán y el fuego: cf. Mt 3, 11-12). Ciertamente, después de ir con Juan, Simón podía seguir realizando en algunos momentos funciones de pesca en el lago de Galilea, tarea compartida entre judíos y gentiles, relacionándose con otros pescadores y comerciantes de pescado, tanto en lengua aramea como griega, lo que implica que debía tener cierta cultura… Sea como fuere, el evangelio de Juan le presenta entre los discípulos de Juan Bautista, con su hermano Andrés, con Felipe y Natanael (y quizá otros dos), lo mismo que Jesús, con quienes forma un grupo especial de penitencia y preparación para el juicio de Dios, pero es muy posible que no pasara todo el tiempo con el Bautista y su grupo, sino que volviera por temporadas a la faena de la pesca, a la casa de su mujer y su suegra, para resolver los problemas económicos de la casa.

Juan Bautista
Juan Bautista

           No parece que Juan Bautista le hubiera llamado, diciéndole como dirá Jesús en Mc 1, 1-20 “sígueme…”, porque Juan era bautista sedentario al lado del río, esperando que viniera gente para bautizarse, mientras Jesús era itinerante. Jesús fue durante un tiempo donde Juan para hacerse por un tiempo discípulo suyo, pero allí descubrió su vocación más honda (no de penitencia, sino de anuncio y preparación/peregrinación del Reino de Dios , y, a partir de ese momento, para realizar su tarea, él mismo buscó y llamó a sus compañeros y discípulos, entre ellos a Simón.

            Ambos, Jesús y Simón, habían recorrido juntos un camino. Pero, en un momento dado, tras haber escuchado la llamada especial de Dios en/tras el bautismo de Juan en el Jordán (cf. Mc 1, 11), para cumplir esa llamada, Jesús buscó a Simón y a otros compañeros para que compartieran con él su nueva tarea mesiánica (cf. Jn 1, 29-51). No buscó directamente a Simón, a solas, sino a través de otros discípulos de Juan, compañeros suyos: Uno era Andrés, hermano de Pedro, el otro un desconocido, quizá el discípulo amado (Jn 1, 35-41).

            Conforme a este pasaje, como viene repitiendo la Iglesia ortodoxa de Constantinopla y Grecia (Patras), el primer discípulo conocido de Jesús fue Andrés (no Simón)… Pero Andrés contó esa noticia a su hermano, y ambos fueron donde Jesús, y Jesús dijo a Pedro: “Tú eres Simón, hijo de Juan (=Jonas, Yona), pero te llamarás Cefas/Pedro”.

            Esta ha sido la llamada/vocación de Simón, su bautismo mesiánico, con cambio de nombre, con intervención de su hermano Andrés (Jn 1, 41-42). Ciertamente, Jesús pudo haber buscado a Pedro en el lago, porque era pescador, pero no le buscó allí (al menos por ahora) como a pescador de las aguas del lago, sino como penitente del Bautista, a la vera del río.

Jesús no le llamó tras verle manejando redes o guiando una barca de pesca, sino cuando empeñado en la tarea de transformación penitencial de Israel, como hombre de fuerte compromiso por la causa de Dios. Cuando Simón escuchó y siguió a Jesús no estaba vacío, sino lleno de la preparación más adecuada, la mejor que entonces se podía tener, como penitente de la escuela del Bautista, con ideas y planes propios (con su visión de Dios y del mundo, después de haber hecho una un intenso noviciado o seminario en la escuela del río.

 Segunda vocación, mar de Galilea (Mc 1, 9-20).

Icono en Pedoulas museo Bizantino : San Pedro (siglo XVII ...

Siguiendo una línea distinta, aunque no opuesta a la del Cuarto Evangelio, Marcos prescinde prácticamente de la relación que Jesús y Pedro habían tenido entre sí y con Juan Bautista. Así dice únicamente que Jesús fue va a bautizarse con Juan, añadiendo que, a la salida del agua (acabado el rito penitencial), tuvo una experiencia fuerte de visión (cielo abierto), audición (voz diciendo “eres mi hijo”) y transformación mesiánica (recibió el Espíritu Santo, en forma de paloma).

            Eso dice Marcos de Jesús. De Pedro y Juan  Bautista no dice absolutamente nada, como si Pedro no hubiera sido discípulo del bautista, ni se hubiera bautizado, ni fuera compañero de Jesús (ambos con Juan, a la vera del río). Tampoco dice que Jesús le había llamado, cuando estaban los dos en la escuela del Bautista, por mediación de Andrés, cambiándole de identidad y nombre... No dice nada, aunque debe saberlo, porque la relación anterior de Pedro con Juan no formaba parte de su visión de teológica.

Las auténticas historias suelen contarse de varias maneras, como sabe la Biblia desde el principio, repitiendo las mismas ideas de fondo de formas parecidas como en Gen 1 y Gen 2-3. Refiriéndose a Jesús, como si la tradición del Cuarto Evangelio no fuera significativa, Marcos dice que fue donde Juan para que le bautizara, sin hacer nada más, ni estar allí más tiempo, añadiendo sólo que, tras recibir el bautismo y superar la tentación de Satán, (Mc 1, 12-13), después que Juan fue entregado/apresado por alguna denuncia ante tetrarca Antipas, Jesús vino a Galilea, para anunciar la llegada del Reino de Dios, colocándose inmediatamente a la orilla del lago, donde llamó a sus cuatro primeros discípulos (Pedro y Andres, con los zebedeos), signo y compendio de los discípulos siguientes (hasta el día de hoy, año 2023) para hacerles pescadores de hombres. Eso es todo. Marcos se limita a recordar que ellos le siguieron de inmediato, dejando las redes (Mc 1, 16-18). De dónde venían no dice nada.

Este relato de Marcos es de tipo resumido y parabólico, y pone de relieve el paso de la pesca de peces en el lago a la recolección escatológica (cf. Mc 13, 47) al servicio del Reino. Es un relato de estilo pascual (re-escrito tras la resurrección, como si se dirigiera hoy a nosotros) y de esa forma presenta a Jesús directamente como signo y presencia de Dios, con autoridad para llamar a los que él quiere, el servicio de su Reino.

Ciertamente, Pedro era un hombre con historia e ideas propias, como muchos de nosotros hoy, colocados también ante la amenaza del fin del mundo, como decía el Batista. Pero Jesús no nos llama para anunciar el fin del mundo antiguo (cosa que era y es obvia), sino para ponernos al servicio del mundo nuevo, esto es, del reino de Dios

En la línea anterior del cuarto evangelio, Simón-Pedro y los restantes compañeros llamados por Jesús le siguieron porque de alguna forma confiaban en él (habían estado a su lado en el Jordán), y quizá porque esperaban cumplir por (con) él sus propias expectativas de Reino, pasando de la penitencia del Bautista al poder, abundancia y riqueza del reino de Dios, ratificando y desarrollando así así sus ideas propias (que serán las que Satán presentará a Jesús en las tentaciones, Mt 4 y Lc 4).

Conforme a los sinópticos (cf. Mc 1, 12-13) Jesús superó esas tentaciones, pero Simon-Pedro y sus compañeros no lo hicieron entonces, ni lo harán durante el camino histórico de Jesús, hasta la pascua, como seguiremos viendo. Por otra parte, en este contexto no se puede hablar de un Jesús “héroe” que lo sabe todo y todo lo hace bien, pero que está rodeado de una “banda” de discípulos simples, ignorantes, sin ideas buenas. Al contrario, por el hecho de haber estado antes con Juan Bautista, para dejarle después y pasarse a Jesús, debemos suponer que Pedro y sus compañeros tenían sus propias ideas, no sólo para dialogar con Jesús, sino incluso para enfrentarse con él.

Camino histórico. Pedro con Jesús antes de pascua

Dos líneas, un gran desfase. Quiero insistir en “desfase”. Jesús ya ha vencido a Satán en las tentaciones (cf. Mt 4 y Lc 4), y así traza un camino en la entrega de su vida hasta la muerte. Simón y los restantes compañeros no han vencido aún a Satán, y así elevan ante/contra Jesús su anti-camino, de manera que se puede hablar de dos niveles:

- El nivel de Jesús que es ya, de alguna forma, un camino de pascua antes de pascua, un camino de entrega de la vida en gratuidad, en entrega hasta la muerte, a favor de los enfermos, excluidos, condenados de la tierra.

- El nivel de Pedro y de los doce, llamados a la pascua de Jesús, pero moviéndose todavía en el nivel de las cosas de este mundo, buscando el pan/dinero, el poder religioso y el dominio político/social tierra, lo mismo que el diablo de las tentaciones de Mt 4 Lc 4, un “diablo” bíblico, que interpreta el camino del Cristo como una “vía triunfal” de pan/dinero y triunfo político/religioso.

 Según eso, Pedro y los otros compañeros no iban con Jesús simplemente para escucharle, sino también para enfrentarse con él, queriéndole decir lo que significaba el camino de Reino, trazando para ello las estrategias adecuadas. Por otra parte, Marcos y los otros evangelios no presentan a Pedro y a los “apóstoles” como oyentes pasivos (y equivocados) de Jesús, sino como colaboradores activos, pero no en la línea de Jesús, sino en la del diablo de las tentaciones, que era el Diablo de la Biblia Antigua.

 Jesús debió tener una inmensa personalidad y una gran fuerza de atracción para llamar y atraer a los Doce (y especialmente a Pedro). Pero ellos le siguieron, no sólo porque le querían (confiaban en él), sino porque querían utilizarse conforme a sus ideas, y sentarse a su lado, en doce tronos, para juzgar a las tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30). Ciertamente, en un sentido, escuchaban a Jesús; pero en otro se escuchaban a sí mismos, conforme a su visión del mesías y del reino de Dios, con la esperanza de manejar a Jesús, de forma que al fin se cumpliera lo que querían ellos, no lo que quería Jesús.

Esta relación tensa de Jesús con Pedro y sus compañeros forma parte de su historia mesiánica, en el comienzo de la Iglesia. Por un lado, Jesús no quiso formar con Simón (ni con los Doce o los otros seguidores) un grupo cerrado y compacto de adictos incondicionales (sometidos a control y dictado social o religioso), en contra de lo que podía suceder en otros grupos mesiánicos de su tiempo, sino que les dejó su propia «autonomía». Por otro lado, Pedro y sus compañeros no eran unos ignorantes pasivos (como a veces se ha pensado), sino que tenían su personalidad, marcando así poderosamente el camino de Jesús. En ese sentido, podemos hablar de un grupo en formación mesiánica donde Jesús y sus discípulos y amigos se influyen mutuamente.

Mar de Galilea, donde el Pez de San Pedro pasa de plateado a dorado

  Con el Jesús  histórico.Ésta es una historia apasionante que aquí no puedo contar con detalle, porque es larga y porque la he descrito ya Historia de Jesús, Comentario del Evangelio de Marcos y Comentario de Mateo (Verbo Divino, Estella 2012 y 2017), aunque, como es claro, no todos los historiadores y biblistas tenemos los mismos enfoques. Hay, sin embargo, ciertas cosas que todos en general admitimos:

Pedro acompañó a Jesús de una forma activa. No fue simple oyente, alguien que escucha, calla y acoge, sino un discípulo con ideas, que no sólo aprende, sino que “enseña” a Jesús. El evangelio está lleno de escenas y palabras en feed-back (influjo mutuo) entre Pedro, Jesús y el resto de los discípulos, especialmente las mujeres. Pedro acompañó a Jesús de una forma orante (Tabor). Sin duda, Jesús traza el camino, marca y define la misión del reino. Pero nunca actúa como “dictador”, sino como alguien que se muestra, escucha y comparte en el camino.

En ese sentido se sitúa la “transfiguración” (Mc 9, 2-9 par) con la experiencia de oración compartida de Jesús con Pedro y los zebedeos. Pedro ofreció a Jesús una compañía crítica, de forma que Mc 8, 26-33 le presenta como “tentador” (no como el “Diablo” en sentido absoluto, sino como aquel que “prueba”, que ofrece otras alternativas, como en Cesarea de Felipe, donde expone y defiende ante Jesús el camino clásico del mesiánico israelita, en la línea de David (triunfo político, cf. Sal 2; Sal 45) y de Daniel (triunfo escatológico, Dan 7, 14). Este Pedro no es enemigo de Jesús, quiere ser amigo y colaborado en una línea “canónica”, conforme a las promesas de Israel. Pedro abandonó y negó a Jesús, como muestra el relato de la última cena, el Huerto de los Olivos y las negaciones ante las criadas y criados de los sumos sacerdotes.

Ese abandono y negación tiene elementos duros de rechazo, falta de solidaridad e incluso cobardía, pero en su fondo hay un elemento que debe destacarse: Pedro está dispuesto a sacar la espada y morir por (con) Jesús, según los mil años de tradición triunfal del mesianismo israelita, pero no a morir con/por él como parece pedirle Jesús Pedro “volvió” a Jesús, por la intervención y ayuda de las mujeres. No dejó a Jesús porque era “malo”, sino porque quiso mantenerse fiel a un mesianismo… Lo admirable, no es que negara (abandonara) a Jesús, sino que le recuperara, le aceptara y siguiera tras su muerte, comprendiendo y confesando al fin la identidad de Jesús, ayudado de un modo especial por las mujeres de la tumba vacía (Magdalena, la Madre de Jesús y la otra María¸ cf. Mc 9, 1-8: id y decir a Pedro y a mis discípulos que les precedo a Galilea, que allí me verán). Pedro creyó en Jesús… porque Jesús resucitado salió a su encuentro, y se le mostró (se le hizo ver, ophthê), como ratifica la tradición cristiana, que interpreta esta “aparición y cambio” (conversión, misión) de Pedro como principio oficial de la iglesia, punto de partida de la misión cristiana, como dicen Pablo (1 Cor 15, 3-8) y Lucas 24, 34, El final canónico de Marcos 16.9 presenta como principio de la iglesia la experiencia pascual Magdalena (apóstol de los apóstoles). Sin negar eso, la iglesia sigue apelando a la visión y testimonio de Pedro y de los Doce para fundar la Iglesia.

Itinerario pascual (Hch 1-5).Retomando el testimonio de las mujeres de la tumba vacía, Pedro fue con los Doce el principio apostólico de la Iglesia, como proclama Pablo en 1 Cor 15, 3-8 y como expone con detalla Hch 1-5. Estos son algunos momentos de su camino pascual: 

  1. Testimonio fundante. Pedro y los Doce en Jerusalén (años 30-34). Más que de misión propiamente dicha fueron años de testimonio. Pedro y los Doce se reunieron en Jerusalén para dar testimonio de la resurrección de Jesús, esperando su vuelta, para instaurar el reino glorioso de Dios en la tierra.Puede haber “misionado” también en Galilea, pues hubo contactos entre los de Jerusalén y los discípulos de Galilea, pero no podemos precisarlos mejor.
  2. Una iglesia, dos comunidades: Los helenistas y los judeo-cristianos de Santiago. En un momento dado, hacia el 34-35 d.C., se produjeron dos grandes cambios en la iglesia de Jerusalén. (a) Por una parte, algunos discípulos helenistas, empezaron a reinterpretar el evangelio en forma de apertura misionera, poniendo de relieve la revelación salvadora de Dios en Jesús y la apertura de su mensaje a todo tipo de persona, como ha puesto de relieve el nuevo apóstol Pablo. (b) Por otra parte, quizá en reacción a los helenistas, algunos judeo-cristianos, liberados por Santiago, “hermano de Jesús”, empezaron a reinterpretar el evangelio en forma de mayor fidelidad a la ley. Pedro no formó parte de un grupo ni de otro, pero aceptó a los dos, manteniendo así la unidad de la iglesia en medio de su diversidad.
  3. Primera misión, toda Tierra Santa (años 35-49). En ese contexto, el libro de Hechos ha situado la primera misión de Pedro, fuera de Jerusalén, en el conjunto de Israel, aceptando y ratificando de algún modo la misión de los helenistas y Pablo (cf. Hch 8-12). La misión de Galilea había comenzado ya, desde el tiempo de Jesús, en Galilea. Después se extendió desde Jerusalén a Samaría (Hech 8), por obra del evangelista Felipe, a quienes siguieron Pedro y Juan. Vino después la misión de Pedro en la costa judía (cf Hch 9), desde Joppe y Lida, cerca de Jerusalén, hasta Cesarea del Mar, en la zona más helenizada de Israel (Hch 10-11: bautismo del centurión romano Cornelio).

Año 49. Primer pacto sinodal de la Iglesia, en comunión con Santiago y Pablo (cf. Gal 2 y Hech 15). Los representantes de las tres tendencias eclesiales (Pedro, Pablo y Santiago) se reunieron en sínodo/concilio en Jerusalén, aceptándose mutuamente (dándose la mano de fraternidad). A un lado estaban los judeo-cristianos de Santiago, a otro lado los pagano-cristianos de Pablo. En el centro se mantuvo Pedro, aceptando a unos y otros en la comunión eclesial. De aquel pacto seguimos viviendo las iglesias posteriores. Años 50-60. Pedro en Antioquía, misión por el Egeo y martirio en Roma. Tanto Gal 2 como Hech 15 saben que, tras el concilio/sínodo de Jerusalén, hubo un conflicto (diferencia de visiones) entre Pablo y Pedro en Antioquía. Pablo salió a misionar a solas entre los gentiles de oriente. Pedro quedó por un tiempo en Antioquía, instalando allí su Cátedra, insistiendo en la unidad entre cristianos de origen judío y gentil. Más tarde, imitando a Pablo y para completar su tarea, salió a misionar por oriente, como sabemos por Pablo (cf.1 Cor 1, 12; 3, 22; 9, 5). En un momento dado, hacia el 60/61 d. C., tanto él como Pablo debieron dirigirse a Roma, para culminar allí el camino de la iglesia, siendo ajusticiados ambos, hacia el año 63/64 d. C., por su servicio a Cristo y a la unidad de las iglesias, como ratifica la carta de Clemente.

Volver con Pedro al principio de la Iglesia. Un  itinerario

            El curso 1984-1985, un grupo interesado en actualizar la vía cristiana de Pedro, me pidió un esquema (itinerario) de su misio, que ahora resumo, en la línea del texto anterior, para ocho días

El barco de Ginnossar, un pecio del siglo I conocido como "el barco de  Jesús"

Vocación de Jesús, dos llamadas:Una más penitencial, en el Jordán, otra más misionera ante en el mar de Galilea. Tema de fondo: Cómo vas al río, cómo esperas ante el mar; quién eres, cómo le recibes cuando llega.

  1. Decisión, subir al barco, echarse al mar. El día comienza con una visita doble, a Betsaida (patria) y a Cafarnaúm (casa de Pedro y de la Iglesia). El grueso del día en el barco, con (como) Pedro: Mirar, dejarte mirar por Jesús, evocando escenas de mar: Tempestad, caminar sobre el agua, pesca milagrosa (Lc 5 y Jn 21).
  2. Primera misión en Galilea, tres escenas: Cesarea de Felipe (discutir con Jesús sobre el camino); Tabor (mirarle, transformarte en él, como Pedro. Quizá volver de nuevo a Cafarnaúm, en la casa de Pedro, ser iglesia
  3. Muerte en Jerusalén, fracaso. Sin un tipo de fracaso a tu egoísmo egoístas no hay seguimiento de Cristo. Revivir lugares y escena: Cenáculo (Jesús lava tus pies), Huerto de los Olivos (¿sacas la espada por Jél), aula del Sanedrín (por qué y cómo le niegas). Quizá acabar el día a solas ante el desierto de Judea, mientras muere Jesús.

Jesús, terapia integradora. A propósito de E. Miquel:¿Fue Jesús un  personaje socialmente desintegrado?

(Temas desarrollados en historia de Jesús)

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