Dos, Presencia y presencias (1)

Con ocasión del Corpus Christi, he tratado en el último post de la Eucaristía como Cuerpo de Cristo, vinculado a su historia (Cena del Señor), presente como don mesiánico y como reto en la vida de los cristianos. En ese contexto he insistido los tres elementos de la “cena”: Recuerdo, Eucaristía, Anámnesis o invocación del Espíritu Santo.

Como todos los años, algunos lectores e interlocutores personales me han preguntado por el sentido de la Presencia Real (e incluso de la trans-substanciación), temas que yo en principio no quería haber tratado de un modo directo. Pero puesto a ello he pensado que puedo aportar algo en este campo, poniendo de relieve el sentido de la “presencia real”.

Quizá no hay tema más urgente en teología y en vida social que la presencia, es decir, la forma de “estar siendo” unos en otros, haciéndonos ser. Como la Presencia que es Dios (como amado en el amante, uno en otro residía…), como la Presencia que es Cristo (yo estoy con vosotros…), como la presencia que hemos de ser unos hombres en otros, partiendo en cristiano del dicho de Jesús (fui exilado y no me acogisteis, estuve hambriento y no me alimentasteis).

Así quiero tratar en cuatro o cinco días de las formas de presencia de Dios, partiendo del modelo de la Eucaristía, que estará en el fondo de todas. Empiezo con una presentación general, sobre las “presencias de Dios”.


Dios, un puente, una presencia



Los modos de revelación de Dios se identifican con sus modos de presencia, como iremos evocando de manera muy sencilla, partiendo de una división tradicional, que recuerda Teresa de Jesús, cuando afirma que Dios está presente en el mundo "por esencia, presencia y poten¬cia" (cf. Moradas V, 1, 10). Ella estaba angustiado porque algunos teólogos le hablaban “estrechamente” de las presencia de Dios, diciéndole que sólo “estaba” en los justos (por gracia). Ella protesto, diciendo (y diciendo bien) que todo lo que existe es presencia de Dios, que se manifiesta especialmente en el diálogo de los hombres con Dios.

 Dios y el Hombres se encuentran y dialogan, volviéndose Presencia compartida. Dios se revela en el mundo: signos de su revelación son las diversas realidades, como sabe las religio¬nes. Para nosotros, los cristianos, ese mensaje de Dios se identifica con Jesús, su propio Ser hecho Presencia, Logos personal. Por medio de Jesús, Dios y humano verdadero, se vinculan lo que Dios dice a los humanos (haciendo presente su misterio) y aquello que los humanos dicen a Dios (al responderle en el Cristo):


 El Emisor primero es Dios, existen¬cia original. Siendo en sí, Dios se revela, sale de su ocultamiento y de esa forma se expresa y mani¬fies¬ta. No retiene el ser: teniéndolo lo ofrece de manera que otros puedan igualmente compartirlo, viniendo a ser de así sus amigos, compañeros. De ese modo es persona: siendo dueño de sí puede darse, diciéndose a sí mismo en forma humana. Porque es perfecto en sí, se da perfectamente la Presencia divina (Trinidad) y la comunicación humana se vinculan y unifican en el Cristo

 El ser humano es "oyente de la palabra", receptor de la revelación Dios ha creado el mundo porque quiere revelar su Presencia a los humanos. Como destinatarios de este despliegue personal de Dios hemos surgido, no como "pastores del Ser" (cf. M. Heidegger), sino como Amigos de Dios.


Revelación es donación y presencia personal: Ser que existe haciéndose Presente, manifestándose a sí mismo. No dice cosas, no cuenta historias, se dice a sí mismo, despliega su historia de amor trinitario, haciéndose comunicación de vida entre los humanos. Dios existe en sí, como Absoluto, en donación comunitaria (dando y compartiendo su ser, en Trinidad) y desde esa donación interna se revela de modo personal, en proceso de patencia y ocultamiento.


– Patencia: Alumbra Dios y las cosas son, se vuelven claras.
– Ocultamiento: Ilumina con su rostro lo que existe siendo en sí tiniebla.


El sentido de la revelación se identifica con mismo ser de los humanos. Siendo en sí, Dios se hace Presencia para ellos. Desarrollando su propio ser, el humano vive en la Presencia de Dios, como viviente peculiar que, hallándose en el mundo, ¬entre el conjunto de las cosas, puede escuchar y responder al Dios que le dirige su Palabra. El humano vive en la presencia de Dios y Dios se le muestra por esencia, conocimiento y potencia.


2. Dios está presente por esencia.

Esencia, revelación. La misma esencia de las cosas consiste en ser revelación (presencia de Dios), como muestran las diversas religiones y las grandes filosofías. En esta línea suele decirse, utilizando un lenguaje más platónico, que está presente por participación: Dios es Existe en sí, los entes son (existen) porque reciben ser de Dios, comparten de algún modo su existencia, como amplia¬ción del mismo ser divino. A partir de aquí, podemos esbozar una sencilla división que servirá de esquema a lo que sigue:

 Dios es en sí y no se encuentra limitado ni a lo externo por la nada ni a lo interno por ninguna otra posible realidad con la que deba compartir su esencia.
 Los entes (las cosas creadas) existen en Dios y expresan su existencia en múltiples esencias, que brotan de la más honda unidad divina, dentro del gran todo del cosmos, a lo largo de la historia.

Dios se encuentra así presente en cada una de las cosas por esencia: su misma esencia ha de entenderse como un modo de presencia de Dios. Ellas surgen porque Dios ha decidido estar presente fuera de sí mismo.

 Dios ha querido revelarse fuera de sí mismo. Su Existencia se vuelve así Presencia para los restantes seres (los humanos), que son una expansión de Dios, señal de su presencia.
 El mundo es espacio donde Dios se manifiesta, suscitando múltiples esencias que son como "cuerpo finito de Dios", mani¬festación multiesencial y limitada de su Existencia trans¬cendente.
 Sólo el humano sabe (o puede saber) dentro del mundo que es "cuerpo de Dios", pues Dios se le revela de un modo personal, compartiendo con él un mismo camino de amor, que culmina en la Presencia del Espíritu, meta del camino de la vida. Acogiendo la Presencia de Dios, el humano conoce su propia realidad como persona y puede dialogar con Dios y realizarse humanamente.


3. Dios está presente por conocimiento.

Sabemos que Dios es más que idea, pero debemos añadir que su Él se hace presente en un camino de conocimiento. El humano es el viviente que acoge la Verdad (= Presencia de Dios en cuanto conocimiento) y la cultiva humanamente. Así lo indicaremos, distinguiendo y vinculando tres palabras fundantes de la tradición occidental: alethei¬a, e¬muna y veritas.

1. En griego, verdad se dice aletheia.

Verdad-Aletheia es desvelamiento del Ser (de Dios), que rompe el velo del engaño y olvido, para desplegarse en desnudez fundamental, en todo su misterio. Dos son sus aspectos o momentos principales:

 Dios es voluntad y poder de manifestación: no se oculta primero y luego viene a desvelarse de manera caprichosa; no se esconde para burlar a los humanos, ofreciéndoles un rostro que varía según las circunstan¬cias, de manera que ellos nunca pueden conocerle plenamente; no es esfinge indescifrable que jamás conoceremos porque nunca desvela total¬men¬te su misterio. En contra de eso, Dios es verdad manifes¬tad¬a: descorre el velo de su rostro y nos deja penetrar en el misterio de su vida (cf. 2 Cor 3, 12-18).

 El humano aparece en muchos mitos como viviente superior que puede desvelar enigmas, penetrando de esa forma en el misteri¬o de las cosas. Pues bien, el ser humano puede conocer el gran Misterio no por ser más hábil, sino porque Dios mismo ha querido desvelarlo¬. El conoci¬miento ofrece a este nivel un signo religioso: no es dominio técnico del mundo, ni pensamiento caprichoso que inventamos según las convenien¬cias, sino aletheia: desvelamien¬to más profundo del misterio de Dios en nuestra vida.

Ciertamente, ¬en un nivel de ciencia conocemos solamente aquello que nosotros mismos vamos construyendo con la mente. Pero, en el nivel más alto, conocemos a Dios porque Él mismo hace presente su Verdad en nuestra vida: su presencia es verdadera, porque Él mismo ha querido desnudarse en amor y claridad ante nosotros, en actitud fontal de gracia.

2. En hebreo verdad es "emuna" o fidelidad.

Verdadero es lo firme, aquel que ofrece garantía y da confianza, tanto en plano activo como receptivo. Pues bien, Dios nos ofrece la máxima confianza; por eso nos sentimos seguros en su presencia. La verdad ha de enten¬derse así en clave personal: es fidelidad de Dios que asiste a los humanos a lo largo del camino; es fidelidad de los humanos que se fían de su gracia de Dios, viviendo su presencia. Por eso, ella es siempre dialoga¬da:

 La Verdad es Presencia fiel de Dios, que ofrece su palabra y la mantiene por encima de las dificultades y rechazos del humano. Dios es Verdadero, pues se afirma como Roca firme en la que pueden asentarse los creyen¬tes. No es una ilusión de ensueño, un espejismo que nos deja vacíos cuando le queremos tocar con nuestras manos. No es mentira que va y viene, que se dice primero sin firmeza y después se niega o se retira, cuando llega el tiempo malo. La Verdad de Dios es Fidelidad, Presencia amistosa para siempre.

 La Verdad ha de expresarse como Presencia fiel de los humanos, confianza entre personas. Sólo ellas, las personas, pueden ser en ese plano verdaderas. Así lo certifica la Biblia Hebrea cuando dice que el conocimiento más perfecto surge a nivel de relación interhumana, allí donde el varón y la mujer se encuentran y conocen como tales, en amor enamorado. Pues bien, Dios y el humano se vinculan en un tipo de Verdad de matrimonio, en Presencia de alianza, como sabe la tradición profética (Os, Jer, Is). Este es el Dios que se preocupa de los pobres, los perdidos y pequeños de su pueblo, siendo fiel, portador de emuna.

Sólo conoce quien ama, haciéndose presente. Dios conoce en verdad: se fía de los humanos, siendo Presencia para ellos. El humano conoce en vcerdad cuando, apoyado en la promesa de Dios, acoge su presencia y se acerca en amor a los hermanos. En este plano, la Presencia de Dios está ligada al despliegue de su propia Verdad como confianza creadora, susci¬tando para los humanos un camino fiable de existencia compartida.

3. En latín verdad es "veritas": es la justicia en las relaciones interhumana.

Para convivir sobre la tierra, los humanos tienen que aceptar la ley y respetarse mutuamen¬te. De esa forma, la relación personal se vuelve signo de un misterio transcendente pues Dios sanciona la verdad y justicia entre los humanos.
El mismo Dios que manifiesta su verdad (aletheia), que nos protege y da confianza, dialo¬gando con nosotros (emuna), ratifica con su propia justicia la verdad interhumana, como sabía la tradición profética de Israel al referirse al juicio. Ciertamente, la Presencia de Dios es más que una Verdad de puro juicio, en plano de talión o deber intramundano: antes que "justicia" judicial, Dios es misterio de amor, encuentro de personas. Pero, dicho eso, debemos añadir que su Verdad/Presencia se expresa en la justicia humana.

La Verdad de Dios se vuelve así principio de comunicación: Dios se hace Presencia por Jesús a fin de que nosotros nos hagamos presencia personal, los unos con los otros

4. Dios está presente por potencia

La experien¬cia religiosa primordial nos lleva a recibir con reveren¬cia ese Poder, reconociendo su misterio y dejando de esa forma que Dios se manifieste y fundamente nuestra vida.

Ciertamente, Dios es más que pura acción material. Pero, dicho eso, debemos añadir que Él se despliega o manifiesta en clave religiosa como Fuerza creadora en plano de energía, poder liberador, potencia creadora.
Lo divino suele presentarse en general como numinoso: energía o fuerza transcendente que desborda lo que somos (lo que hacemos o pensamos) para fundarnos en el fuerte Poder de su presencia.

1. Está presente por energía.

Así le han entendido las antiguas religiones de la naturaleza cuando, abriéndose hacia el mundo, han descubierto a Dios en los poderes que actúan de manera superior y sorprendente en nuestra vida. Había entonces múltiples poderes de misterio: ¬de la vida y la muerte, salud y enfermedad, lluvia y sequía, viento y tormenta... El humano vivía al interior de esos poderes. En medio de ellos debía realizarse¬, en camino de búsqueda difícil, donde que pueden distinguir¬se dos respuestas principa¬les:

 La magia ha querido apoderarse de las fuerzas sagradas para controlarlas en provecho propio. Muchos piensan que al principio, la experiencia religiosa no sería más que magia: un modo especial de controlar los poderes cósmicos, para servicio propio. Pienso, en contra de eso, que religión era (y es) más que magia.

 La religión no quiere utilizar el Poder sagrado de Dios, sino acogerlo en gesto reverente. En ella, Dios se expresa como energía primige¬nia deamor; cuando Él actúa acogemos reverentes su presencia.

Dios es Poder originario que sustenta nuestra vida y así la Biblia le define como Aquel el que actúa. Cf. G. E. Wright, El que actúa. Teología bíblica como narración, FAX, Madrid 1974. Más allá de los restantes poderes que se expresan en cielo y tierra (ángeles, demonios), el humano religioso acoge el Poder de la transcen¬dencia, dialogando con lo divino. Esa experiencia de gratuidad ante el misterio, que acogemos en adoración y alabanza, puede hallarse mezclada con motivos de egoísmo y magia. Pero en su fondo hay, sin duda, una experiencia religiosa. No es la magia la que logra humanizar al humano, sino la Acción más alta del poder divino. Como viviente interpelado¬, en¬riquecido y transfo¬rmado por el flujo de Energía de Dios ha surgido y se mantiene el ser humano.

2. Está presente como poder de libertad interna.

Las religiones de la interioridad (hinduismo, budismo, espiritualismo griego etc) tienden a considerar la realidad del mundo como mala o por lo menos como negativa: es apariencia o cárcel donde estamos amarrados al giro de los tiempos que van–vienen, a la esclavitud de la materia y deseos del mundo que pretenden mantenernos para siempre sometidos; el poder de Dios no puede revelar¬se ya en los signos de la naturaleza. Dios es Poder de libertad interna. Ofrece diversos rostros, y nombres diferentes, pero es siempre plenitud de realidad y vida "espiritual" para los humanos
Sobre un mundo perdido (condenado al eterno retorno de la vida y de la muerte) el verdadero Dios se muestra como fuerza interior de redención: Espíritu que puede liberarnos de la esclavi¬tud cósmica para conducirnos nuevamente o levantarnos hasta el plano de su propia transcendencia. Desde ese fondo, lo divino (en el budismo lo nirvana) debe interpretarse como antipoder: es lo contrario del poder del cosmos.

Más allá de los poderes naturales. Para los creyentes de las religiones de la interioridad aquellos poderes ¬negati¬vos. Por eso, la experiencia religiosa nos lleva a superarlos. –Sometido externamente al mundo, el humano lleva dentro de sí mismo un Poder de libertad más alto. La religión es el cultivo interior y consecuen¬te de ese Poder

Más allá de los poderes de este mundo, que acaban encerrando al humano en su rueda de fortuna ciega, está el poder de libertad interna (o libertad divina) como principio de realiza¬ción para los humanos. La religión se define, por tanto, como experiencia y cultivo de ese Poder supracósmico: es religioso aquel humano que quiere superar el riesgo y apariencia, la muerte y destrucción del mundo en un camino de iluminación (transformación) interna. – Dios es presencia personal: comunicación del Padre con el Hijo en el Espíritu, fuente de comunicación para los humanos.

3. Dios, Poder de liberación histórica.

Las religiones proféticas, derivadas de la experiencia israeli¬ta, han descubierto a Dios como el Poder de creación que se explicita (actúa) en el camino de la historia. Por eso, ellas no buscan en primer lugar una vivencia interior de libertad para liberarse (evadirse) de este mundo cautivante y malo en que el humano se encuentra sometido, sino que quieren transformar el mundo, en una historia abierta al futuro escatológico.

En esta perspectiva, el ser humano es capaz de realizarse en un camino de creatividad histórica; por su parte, Dios actua poten¬ciando creadoramente a los humanos. Acción de Dios y acción humana vienen a implicarse de una forma intensa y misteriosa, tal como lo muestran de manera convergentes las grandes religiones proféticas (judaísmo, is¬lam), que a nuestro juicio han venido a culminar en el cristianismo.

La Presencia de Dios se vuelve fuente de comunicación gratuita. Esta es la mística cristiana, esta la sorpresa del misterio: que los seres existen al comunicarse unos a otros; que la vida sea donación y gratuidad, presencia mutua, resurrección compartida en el Cristo. Así, al final de nuestro itinerario descubrimos que Dios estaba aquí desde el principio, como Presencia dialogal, como amigo que colabora con nosotros.
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