Pascua en Mateo: Dos mujeres, vida de Dios contra soldados imperiales y sumos sacerdotes

El texto de Mt 28, 1-15, recreado a partir de Mc 16, 1-8, hacia el año 80 d.C., constituye un prodigio de historia y literatura, apologética y experiencia cristiana, un durísimo y emocionante testimonio de vida de dos mujeres, sobre un mundo dominado por sacerdotes/ideólogos  y soldados/guardianes que matan,  mienten y vigilan por poder y dinero. Dos mujeres, dos evas, dos marías (no varón y mujer, cf. Gen 1-3) aparecen y actúan como iniciadoras de la nueva humanidad abierta a la resurrección por Cristo.

La Pascua y la resurrección de Cristo: el acto más grande de Fe que creó  una religión - Infobae

INTRODUCCION.

Mt 28, 1-15. Texto literario (histórico y teológico, simbólico, apologético y polémico). Ha de leerse, al mismo tiempo, en todos esos planos, insistiendo quizá en sus rasgos polémicos: Dos mujeres buenas (Magdalena y la otra María) contra todos los restantes “malos” (sacerdotes de templo oficial, soldados del mayor imperio de todos los tiempos). Dos mujeres que salvan el mundo, frente a todos los demás que lo destruyen.

Texto simbólico, ha de leerse al pie de la letra, pero como símbolo y propaganda cristiana, en contra del templo y del imperio. Es un texto judeo-cristiano, pero contrario a un tipo de judaísmo sacerdotal de templo, que se destruye a sí mismo (entre el 70 y 80 d.C.). No hay peor cuya que la de la misma madera: Dos mujeres judías, en la línea de Jesús, destruyen el judaísmo milenario de un templo que acude para sobrevivir a la mentira y el dinero sagrado.

Un tipo de judaísmo de templo y poder acusa a los judeo-cristianos de robar el cadáver de Jesús y de mentir… Los judeo cristianos de Mateo contestan apelando al testimonio de las dos “marías” para fundar sobre ellas el nuevo judaísmo del crucificado. Las dos mujeres ofrecen el testimonio de la verdad de la víctima (de las víctimas) por encima de todos los constructores de templos, al servicio de sí mismos. Más que a los sacerdotes judíos/judíos, este texto acusa a los nuevos sacerdotes cristianos que quieren construir una religión de poder.

Junto a los sacerdotes están los soldados,dos grupos unidos por el poder de la muerte, todos los sacerdotes falsos de la historia unidos a todos los soldado también falsos (mentirosos) de la historia imperial del mundo… Frente a ellos, dos mujeres que ofrecen el testimonio del Dios de la vida, que se revela y abre su futuro a través del crucificado.

Este es un texto apocalíptico, muy cercano al Apocalipsis de Juan, con todos los tonos y símbolos de la apocalíptica judía, al servicio del Crucificado. Léase simbólicamente, de un modo visionario, abierto a la misión cristiana (con la que culmina este pasaje, en Mt 28, 16-20). Éste texto es como una “ópera musical”, con efectos de luz, de sonido, de tramoya celeste. El lector ha de entrar en la acción y decidirse, como en una inmensa “procesión” en la que el Dios de la vida (protector de los asesinados) triunfa sobre malos sacerdotes-soldados, a través de dos mujeres creyentes.

He desarrollado de un crítico estos motivos en las cien últimas páginas de mi comentario de Mateo. Aquí los resumo de forma casi telegráfica, sin notas, sin bibliografía, sin desarrollo de argumentos en esta semana de pascua gozosa para los cristianos. Buen día a todos 

ICONO DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y DEL DESCENSO AL INFIERNO Ruso, finales  del siglo XIX Témpera sobre tabla de madera gessoada con doble kovcheg.  Ejecutado en un suelo de oro. 31,2

TEXTO

Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella.Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve.

Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos.

El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado;no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba.Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.” Ya os lo he dicho.»Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. 

En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.10 Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»

11 Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado.12 Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados,13 advirtiéndoles: «Decid: “Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos.”14 Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones.»15 Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy. 

Evangelio de Mateo - Editorial Verbo Divino

COMENTARIO

Mt 28, 1-4. Teofanía pascual: Mujeres y guardia del sepulcro

      Mateo narra una experiencia que ningún otro autor o libro del NT ha recogido, presentando de un modo indirecto la resurrección de Jesús, desde la perspectiva del ángel del Señor que descorre la piedra de la muerte (28, 2-3), que los soldados romanos habían sellado, queriendo impedir que los discípulos robaran el cadáver. En ese contexto se sitúa la acción de las mujeres.

Las mujeres de la tumba (28, 1). Ellas habían aparecido ya dos veces, ante la cruz de Jesús (27, 53-56) y ante su tumba (27, 61), y reaparecen ahora, como recordando el motivo de la unción de Betania (26, 6-13). A diferencia de las mujeres de Mc 16, 1, ellas no van a ungir el cadáver de Jesús, sino a ver su tumba:

28 1 Pasado el sábado, al amanecer del día que sigue al sábado vinieron María Magdalena y la otra María a mirar el sepulcro.

      Son las de 27, 55-56.61. La tradición sabe que, a diferencia de los rabinos normales, que sólo enseñaban a varones, creando con ellos una escuela de letrados, Jesús iba acompañaban también de mujeres (27, 55-56; cf. Lc 8, 2-3). Ciertamente, los Doce eran sólo varones, representantes de las tribus del Israel (10,2‒4; 19, 28). Pero ellos habían abandonado a Jesús (cf. 26, 56.69-75; 27, 3-10), de manera que al fin sólo quedan estas dos mujeres, que han seguido a Jesús hasta la cruz y se han sentado ante su tumba cuando todo ha terminado e incluso José de Arimatea se ha marchado.

Pues bien, más tarde, pasado el sábado, en la madrugada de primer día de la semana, vuelven para mirar el sepulcro del amigo muerto (28, 1 , como en 27, 55, donde se dice que miraban a la cruz). Mc 16, 1-3 supone que iban para ungir el cadáver, para sepultarle bien, de forma que su muerte quedara sacralmente ratificada. Mt 28, 1 afirma simplemente que desean ver la tumba  No es fácil precisar lo que esa mirada significa, pero podemos sospechar que ellas siguen apegadas al sepulcro del amigo, como millones de mujeres a lo largo de la historia. Quizá late en el fondo una tradición jerosolimitana que consistía en “peregrinar” a la sepultura de Jesús (aquí como en Mc 16, 1-8), para recordar su muerte o para celebrar su resurrección (mostrando que el lugar se hallaba vacío, que Jesús no estaba allí (Mc 16, 6; Mt 28, 6)

b) 28, 2-3. Ángel de la pascua. Mc 16, 5-7 le presentaba como un joven (16,5: neani,skoj) vestido de blanco, un mensajero celeste que ofrece la palabra de Dios a las mujeres, mostrándoles el sepulcro abierto, y diciéndoles que vayan a Galilea, para ver allí a Jesús. A diferencia de eso, Mt 28, 2-3 nos sitúa ante el Ángel del Señor (a;ggeloj kuri,ou), el mismo Dios que actúa y descorre con poder la piedra del sepulcro. No es un espíritu cualquiera, sino el Malak de Yahvé (hw"ïhy> %a'l.m;), que la tradición judía identifica con su presencia activa. Por eso, más que una angelofanía (manifestación de un espíritu celeste) este pasaje es una teofanía, revelación de Dios.

28, 2 Y he aquí que hubo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor, bajando del cielo y adelantándose, descorrió la piedra y se sentó encima de ella; era su visión como relámpago y su vestimenta blanca como la nieve (28, 2-3.

      Van a ver el sepulcro de Jesús, pero el que desciende del cielo y les habla es el Ángel de Señor, Dios en su revelación. No ven a Jesús resucitado, se les manifiesta el ángel de Dios que ha descendido para descorrer (mover, separar) la piedra de la muerte que le tenía retenido, a fin de que pudiera salir, elevarse, liberarse de la muerte. Con estas palabras se atreve Mateo a narrar lo inenarrable, con imágenes que vienen de la tradición israelita, en la línea de las epifanías del Dios en sí o de su ángel o del Hijo del Hombre en la literatura apocalíptica (cf. Dan 7; 1 Hen 14; 4 Esd 13). Pero nuestro pasaje ofrece una intensa novedad, algo que nunca se había dicho: Describe simbólicamente el acontecimiento definitivo del Dios que se manifiesta y define resucitando a Jesucristo, su Hijo, de la muerte. Los hombres le han matado y enterrado en un sepulcro de roca, pero el Ángel de Dios ha descorrido la piedra o losa (li,qon) que cubría el hueco escavado en la roca.

Pablo definía a Dios como aquel que ha resucitado a Jesús de entre los muertos (Rom 4, 24), constituyéndole Hijo de Dios, en poder (Rom 1, 3-4). Pues bien, Mateo le define en esa misma línea, al presentar a su ángel bajando del cielo y descorriendo la losa de la muerte con la que habían querido encerrar a Jesús, bajo una custodia militar romana. En ese contexto se debe pensar que el terremoto que se había sentido en 27, 51, a la muerte de Jesús (se rompieron las rocas y se abrieron los sepulcros), se produjo en realidad porque el ángel de Dios ha bajado y ha removido la gran losa de la muerte que José de Arimatea había colocado ante/sobre su sepulcro (27, 60), de manera que ese seísmo o terremoto (seismo.j) de 28, 2 es el mismo de 27, 51 (la tierra se estremeció y las rocas se abriegon:h` gh/ evsei,sqh kai. ai` pe,trai evsci,sqhsan). Eso significa, el seísmo/terremoto de la muerte del Viernes Santo es el mismo de la resurrección del Domingo de Pascua.

La Resurrección de Cristo - Colección - Museo Nacional del Prado

Descendió a los “infiernos”: Pascua Universal. Conforme a Mt 27, 51-53: a la muerte de Jesús se han rasgado los sepulcros donde estaba enterrada la historia de los hombres, pues Cristo no ha realizado su camino a solas; no ha muerto separado de los otros, sino en medio de todos, como representante de la humanidad entera. Su  pascua ha sido y sigue siendo principio de vida para los que acogen su llamada. En ese contexto se puede entender la antigua afirmación del Credo romano que dice descendió a los infiernos, añadiendo que “fue entonces cuando proclamó la victoria incluso a los espíritus encarcela­dos que fueron rebeldes, cuando antiguamente, en tiempos de Noé...” (cf. 1 Pe 3, 18-19). Estos espíritus encarcelados pueden ser los hombres del tiempo del diluvio, condenados por malvados, o los ángeles perversos que en aquel tiempo fomentaron el pecado, siendo por tanto encadenados. Sea como fuere, la tradición cristiana supone que Jesús ha bajado al infierno de la historia (de la muerte), para acompañar (liberar) a los “encarcelados”, de manera que su resurrección es principio de resurrección para todos los muertos.

Acción y visión del ángel de Yahvé (28, 2-3). El texto no presenta la acción de Jesús resucitado, sino la del Ángel de Yahvé que desciende del cielo, avanza y descorre la losa de la muerte :“Su visión (apariencia) era como relámpago y su vestimenta era blanca como la nieve”. La palabra blanco evoca el resplandor, más que el simple color, y así lo destaca la comparación de sus vestidos con la nieve   que resplandece ante el sol. De esa forma se unen dos signos opuestos y complementarios: El relámpago   es fuego luminoso, y así aparece como signo de Dios en Dan 7, 9, en 1 Hen 14 20 y en otros lugares de Ezequiel 1-2 y Apocalipsis. Por otra parte, el blanco es color de Dios (Dan 7, 9) o del Hijo del Hombre (Ap 1, 14), y también de Jesús resucitado en la montaña de la transfiguración (Mt 17, 2). Pues bien, aquí se trata de un blanco de nieve, hecho de frío que brilla, contrapuesto al fuego del relámpago, que es también luminoso en extremo.

El texto nos sitúa ante una revelación del Ángel de Dios, que descorre la piedra y se sienta encima de ella, en gesto de triunfo. Es un ángel cósmico, en la línea del Dios de Ez 1-3 y de la visión del trono de 1 Hen 14. Su función es descorrer la losa del sepulcro de Jesús, a fin de que salga, resucite, de forma que él (el ángel) se sienta después sobre el mismo sepulcro abierto, esperando a las mujeres, para conversar con ellas. Esta visión del Ángel sentado en el sepulcro abierto para anunciar el evangelio de la pascua a las mujeres estaba en el centro de Mc 16, 5.

Capilla Boetto - FELIZ Y SANTA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR Que Cristo  Resucitado, en quien la Belleza refulge íntegramente, nos conceda conocer  el misterio de su Verdad que se revela como victoria sobre

Ese Ángel de la Resurrección es el mismo Dios activo, creador y resucitador, Dios que aparece al servicio de Jesús, resucitándole de entre los muertos. De esta forma retoma Mateo el motivo del Ángel del Señor que había aparecido al comienzo de su evangelio (Mt 1-2), aunque entonces lo hacía de un modo escondido y misterioso, dirigiendo en sueños la “historia de José” (hombre justo, buen israelita) que acogía la obra de Dios y se ponía al servicio de la Madre de Jesús y de su hijo (cf. 1, 20). El Ángel iba guiando el camino de Jesús, de Belén a Egipto, de Egipto a Nazaret (2, 13. 19). No es un ángel con nombre especial, como Rafael, Medicina de Dios (Tobías), Gabriel, Fuerza de Dios (cf. Dan 8, 16; 9, 21; Lc 1, 19.26), o Miguel, “quién como Dios” (Dan 10, 13.21; 12, 1). Éste es el mismo Dios ángel que se hace presente y guía la historia, con la culminación pascual de Jesús

c) Guardianes aterrados (28, 4).Por el relato anterior sabemos que sacerdotes y fariseos habían logrado que Pilato les concediera una “custodia” de soldados romanos, formando una “guardia” (27, 65) para impedir que los discípulos robaran el cadáver. Pero, según el relato de Mateo no vinieron discípulos, sino el mismo Dios, y los soldados de la guardia no pudieron impedirlo:

28, 4 Por miedo de él (del Ángel del Señor) los guardianes se estremecieron y quedaron como muertos

      Los guardianes soldados, como en 27, 54) quedan perturbados ante la irrupción de Dios. No han temblado ante el terremoto producido al correrse la piedra del sepulcro (28, 2), sino ante el terror que del ángel (28, 4), cuya misma visión provoca un espanto sagrado, una fascinación terrorífica que puede ser, al mismo tiempo, físico y espiritual, dejándoles al borde la de muerte, conforme a la creencia del antiguo oriente y del conjunto de las religiones ¡Quien ve a Dios muere! (cf. Is 6, 5).

Resurrección de Cristo - Pintura - Generalitat Valenciana

     El texto no dice expresamente si los guardias vieron al Ángel de Dios bajando y moviendo la piedra como un relámpago de fuego vestido de blanca nieve (28, 3-4), pero lo supone: Da la impresión de que han visto al Dios del terror, pero sin descubrir en su fondo a Jesús, sin aceptar su buena nueva, y así han quedado como muertos. El texto dice que se conmovieron (evsei,sqhsan), temblaron como se tiembla ante un terremoto (seismo.j, seísmo; 28, 2; cf. 27, 51). Pues bien, a pesar de eso, Mateo supone que ellos han seguido manteniendo sus mentiras y su “amor” al dinero, como seguirá afirmando 28,11-15, lo que indica que la misma aparición terrible del Ángel del Señor, por muy pavorosa que haya sido, no ha logrado cambiar su conducta, entre el poder de Pilatos (Imperio) y el dinero de los sacerdotes (Templo).

     Mateo muestra así la falsedad de fondo de aquellos sacerdotes que, colocados ante la cruz de Jesús moribundo, se mofaban de él y decían “baja de la cruz y creeremos” (27, 42). Pues bien, estos guardias romanos son todavía más falsos, pues han visto lo más grande, han experimentado al mismo Ángel de Dios que baja y mueve la piedra de la muerte, quedando aterrados, como ante un terremoto, pero no han creído, y se lo han contado a los sumos sacerdotes, y ellos no han querido hacerles caso, tampoco han creído, y les han seguido sobornando con dinero (28, 11-15). De un modo muy significativo, en esa misma línea, 28, 17 dirá que algunos de los Once vieron al Señor resucitado y, sin embargo, siguieron dudando.

Mt 28, 5-10. Revelación a las mujeres.

El texto deja a un lado a los guardianes aterrados, como muertos, y pasa a tratar de las mujeres, que estaban llegando para mirar la sepultura (28, 1), pero que, en vez de eso, han visto al Ángel de Yahvé y después al mismo Jesús resucitado. Consta de dos escenas (a) La primera, 28, 5-7 retoma el motivo básico de Mc 16, 5-6, pero con la visión del Ángel de Yahvé, en lugar del joven de pascua. (b) La segunda, 28, 8-10 reelabora e invierte el final de Mc 16, 8, diciendo que las mujeres han visto a Jesús resucitado, cumpliendo después su mandato, de manera que los once discípulos pueden recrear la tarea misionera en Galilea:

El ángel de Dios y las mujeres (28, 5-7). María Magdalena y la otra María habían llegado (28, 1) para ver el sepulcro, antes que se produjera el terremoto y el Ángel de Yahvé corriera la piedra de la tumba. El texto no dice si vieron directamente al Ángel moviendo la losa, ni cuenta su reacción, ni indica si vieron a los guardias caídos en el suelo, dominados por un terror sagrado, sino sólo que ellas hablan o mejor dicho se preguntaban, de manera que el ángel les “respondió y les dijo:

28 5 Pero el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: Vosotras no temáis, sé que buscáis a Jesús el crucificado. 6 No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, mirad el lugar donde yacía. 7 Pero ahora, yéndoos de prisa, decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y os precede a Galilea. Allí le veréis, he aquí que os lo digo.

       El joven de Mc 16, 6-7 había transmitido a las mujeres el mensaje completo de la pascua, diciéndoles que fueran a Galilea, para encontrar allí a Jesús resucitado, en compañía de los discípulos y Pedro, pero el evangelista añadió después que no fueron, pues tenían miedo (Mc 16, 8). Pues bien, Mateo recrea y  cambia esa escena de forma muy significativa:

No temáis: Un pasado cumplido (28, 5-6a). El Ángel empieza diciendo: ¡No temáis! (mh. fobei/sqe; 28,5), palabra normal en las teofanías, para superar el primer impacto de terror sagrado. Los hombres sienten miedo ante Dios, y Dios (su ángel) les responde que no teman, con una expresión que se repite desde la teofanía de Abrahán (Gen 15, ), hasta la anunciación de María, donde el ángel Gabriel repite esas mismas palabras (Lc 1, 30). Más allá del temor del Dios, que se apodera de aquellos que no escuchan su palabra (así siguen como muertos los guardianes del sepulcro), se eleva aquí la acción recreadora de Dios, centrada en Jesús resucitado:

‒ Un sepulcro vacío.Las mujeres no deben temer ante el Dios que se revela en Cristo, pues, en sentido externo allí sólo ha quedado un sepulcro, abierto por Dios, donde ya no se encuentra Jesús. Eso significa que ellas no pueden venerar el sepulcro, como podrían hacer los creyentes de las religiones de la vida cósmica, pues Jesús no está allí. Con la muerte de Jesús se había rasgado el velo del templo (27, 51); pues bien, de la misma manera se ha rasgado y abierto el sepulcro (un tema que aparecía en otro contexto en 27, 51-3: se rasgaron las rocas, resucitaron los muertos). Las mujeres buscaban a Jesús en la tumba, para iniciar quizá un culto funerario; pero Jesús no está donde ellas le buscan, el sepulcro ha perdido su santidad, está vacío.

Buscaban a Jesús el Crucificado(28,5). Éste es su título nuevo y definitivo. El ángel no le llama Señor, ni nazoreo, sino simplemente el Crucificado, un título que condensa su historia, desde la anunciación (1, 21), hasta la culminación pascual. Para confirmar su fe, el ángel les invita a que miren el lugar, para que descubran que no está, que ha resucitado, como él mismo había dicho. Este paso del sepulcro del crucificado a la fe en el resucitado define la experiencia cristiana. De la historia anterior de Jesús sólo queda el lugar donde había yacido  y su palabra más alta, pues todo se ha cumplido como él les había dicho .

 El hecho de que Jesús no esté allí, en el sepulcro, indica el fracaso de aquellos que le han matado, y la superación de un modelo sacrificial, que se funda en la muerte de los pretendidos “culpables”. El sepulcro de los sacrificados ha sido por milenios testimonio del poder sacral de lo asesinos (de aquellos que les matan), el signo quizá más importante de una religión fundada en la violencia de los poderosos y en el sometimiento de las víctimas (como decía Jesús en 23, 34-39). Pues bien, tras milenios de historia sacrificial, hecha de miedos y opresiones (de muerte de víctimas), el Ángel de Dios muestra a las mujeres que la tumba de Jesús está vacía, pues los asesinos no pueden retener al que han matado, aunque hayan puesto una guardia imperial para vigilarle, con el dinero de los sacerdotes. Los han matado a Jesús no han logrado acallarle, sino todo lo contrario, pues al amor y la libertad triunfan de la muerte. 

Mensaje pascual: Ha resucitado de entre los muertos(28, 6b-7). Una vez que las mujeres han visto el lugar, y han descubierto que el cadáver de Jesús no está allí, porque ha resucitado, el ángel les manda que salgan con rapidez   y que cumplan la función pascual de Dios (abandonando el signo clave de una religión sacrificial de sepultura). Así deben salir y anunciar a los discípulos el mensaje: Ha sido resucitado de los muertos , pasivo divino: ¡Dios le ha resucitado!).

            Ésta es la confesión final del evangelio. En el principio estaba el anuncio del Reino, proclamado por Juan, por Jesús, y sus discípulos: ¡Ha llegado (se ha acercado) el Reino de los cielos! (3, 2; 4, 17; 10, 7). Ahora, culminado el camino de Jesús, el mensaje es: ¡Ha resucitado de los muertos! (cf. Rom 4, 24): Los pecados de los hombres le han matado (para ratificar su religión de muerte), pero Dios le ha resucitado.

            Esta confesión no trata de Dios en general, ni de los posibles títulos de Jesús, sino de su culminación mesiánica: Jesús resucitado es la revelación plena de Dios, la presencia del Reino como vida que vence, venciendo a la religión de los sacrificios. Éste es el mensaje que han de proclamar y transmitir estas dos mujeres, el buen testimonio que han de dar al menos dos personas, María Magdalena y la otra María, madre de Santiago y José; cf. 27, 56: 28, 1). En el momento determinante de la historia, ante la tumba vacía de Jesús en Jerusalén, después que los discípulos varones han huido o le han negado, Dios confía el testimonio de su Cristo (¡su mensaje divino!) a estas mujeres, que son la raíz y compendio de la historia cristiana.

‒ Yendo, pues, decid a sus discípulos que ha resucitado (28, 7a). No pueden quedar en el sepulcro, venerando al Cristo Muerto, pues de esa forma seguirían dando razón a los asesinos. Las mujeres tienen que dejar el sepulcro, sabiendo que Jesús no está allí, sino que ha resucitado y está presente en la vida de aquellos que van a buscarle a Galilea, retomando su camino. El Ángel del Señor no dice a las mujeres dónde están los discípulos varones, aunque el lector sabe que han huido, que Pedro le ha negado, y que Judas se ha suicidado (26, 56. 69-75; 27, 3-10). No dice dónde están, pero dice a las mujeres que vayan, que les busquen, que inicien una nueva misión, es decir, la de Jesús, otra forma de vida. En este contexto, a diferencia de Mc 16,7, Mateo no alude ya a Pedro, quizá porque su función especial ha quedado asegurada en 16, 16-19. Son ellas las que en este momento dicen la palabra definitiva, que nos permite pasar de la religión del sacrificio y sepulcro (propia de los sacerdotes y de aquellos que han matado a Jesús) a la religión de la vida resucitada.

¡Os precede a Galilea, allí le veréis! El camino pascual… (28, 7b). Pero el mensaje no es sólo que Jesús “ha resucitado”, así en general, sino que estas mujeres deben transmitirlo a los discípulos, instándoles a que vayan a Galilea. En este momento, el ángel vincula su palabra a la de Jesús, que ha resucitado como había dicho (kaqw.j ei=pen: 28, 6), apelando de esa forma a su palabra angélica: ¡He aquí que os lo he dicho! (ivdou. ei=pon u`mi/n). No se funda sólo en algo que Jesús había dicho previamente, sino en lo que él mismo (el ángel de Yahvé, que ahora se identifica en el fondo con Jesús) acaba de proclamar a las mujeres, para que ellas crean y acepten su palabra ya definitiva[i].

El principio de la Iglesia, una tarea de mujeres. No es sólo que Jesús haya resucitado, sino de que “os precede a Galilea”, como él mismo había dicho (26, 32). El ángel encarga a las mujeres la tarea más difícil e importante, la primera de la Iglesia, pues de ella depende todo lo que sigue: ¡Que transmitan su experiencia y así puedan poner en movimiento a los discípulos del Cristo, para que vayan a Galilea, reiniciando la tarea de Jesús, a quien podrán ver allí! El Ángel de la Tumba vacía actúa así como testigo y garante del gran éxodo pascual, pasando de la era anterior (que termina en la sepultura vacía de Jesús en Jerusalén) a la nueva era de la misión cristiana en Galilea. Todos los discípulos habían abandonado a Jesús huyendo (pa,ntej e;fugon: 26, 56); pero el Ángel de la Pascua confía a las mujeres el encargo de que les busquen, para convencerles por su palabra y testimonio de que vayan a Galilea.

Estos tres versículos (28, 5-7) condensan la revelación poderosa del Ángel de Dios a las mujeres, su palabra ante la tumba vacía, en una línea que, lógicamente, puede verse desde la perspectiva del Antiguo Testamento (es decir, de la revelación de Dios a Israel), pero con unas novedades muy significativas. (a) Éste Ángel de Yahvé es el mismo Dios de Israel que dice su palabra final a dos mujeres, ratificando por ellas su presencia en Jesús, Dios con nosotros (cf. 1, 23), que ha resucitado de los muertos. (b) Dios confía de esa forma su palabra a unas mujeres, a las que dice que no teman, mientras los soldados de la guardia imperial yacen en el suelo como muertos (28, 4), sin haber cumplido su tarea de custodiar el cadáver. (c) Ellas no han visto por ahora a Jesús, pero han “descubierto” de alguna forma a Dios (¡el Dios de la tumba vacía!) y han escuchado su mensaje definitivo sobre Jesús, al que deberán encontrar en Galilea. La revelación pascual del Resucitado a los Once (y a toda la Iglesia posterior) depende del testimonio primordial de estas mujeres, de forma que sin ellas no habría existido experiencia pascual ni Iglesia.

Directamente Jesús (28, 8-10).Parece que al principio la tradición evangélica había renunciado a presentar apariciones de Jesús (como muestra el final antiguo de Mc 16, 1-8), pero el mismo Pablo había querido ofrecer una lista “oficial de apariciones, todas de varones, desde la de Pedro y los Doce hasta la suya (1 Cor 15, 3-9). Pues bien, en un momento dado, por imperativo de la misma narración pascual, los evangelistas quisieron fijar por escrito el recuerdo o, mejor dicho, el sentido de algunas apariciones de Jesús en el principio de la iglesia. Se suelen distinguir dos tipos: Unas en Galilea (Mc 28, 16-20), partiendo de la promesa de fondo de Mc 14, 28 y Mt 26, 32, y otras en Judea/Jerusalén (Lc 24). De un modo significativo, el evangelio de Juan (en su última redacción) ha vinculado ambos tipos de apariciones, en Jerusalén y Galilea (Jn 20-21).

Pues bien, Mateo, cuyo testimonio culmina en la gran Revelación de Galilea (que expondrá de un modo esquemático y universal en 28, 16-20) ha querido introducir también una aparición anterior, de Jesús a las mujeres, en el entorno de la tumba en Jerusalén, para confirmar su mediación pascual y ofrecer un puente entre la tumba vacía (con la palabra del Ángel) y la gran revelación de Galilea, pasando así de la teofanía (Ángel de Yahvé) a la cristofanía propiamente dicha:

28 8 Y ellas saliendo con prisa del sepulcro, con temor y alegría muy grande, iban corriendo para dar el anuncio a sus discípulos (de Jesús).9 Y he aquí que Jesús salió a su encuentro diciendo: ¡Alegraos! Ellas, acercándose, tomaron sus pies y le adoraron. 10 Entonces, Jesús les dijo: No temáis; id y anunciad a mis discípulos que vayan a Galilea: allí me verán.

Iban corriendo… (28, 8). En este contexto ofrece Mateo la primera revelación pascal de Jesús, que se aparece a las mujeres, para que ellas puedan reconocerle y realizar bien su tarea de mediadoras entre el mismo Jesús y sus apóstoles. En contra de lo que sucede en Mc 16, 8, donde se afirma que huyeron del sepulcro y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo, estas mujeres de Mateo corren, con temor y alegríagrande (28, 8) para realizar su tarea apostólica, en el principio de la Iglesia:

‒ Van con miedo   en el sentido de terror, como el de los soldados de la guardia (28, 4). Pero este miedo no las deja como muertas, sino que les capacita para salir del sepulcro y andar rápidamente   para cumplir la palabra del Ángel. Tienen miedo, como lo habían tenido los discípulos, viendo a Jesús caminar por las aguas (cf. 14, 26), un miedo al que podía añadirse un temblor y terror como el que aparece en algunos textos de Pablo (cf. 2 Cor 7, 15; Ef 6,5; Flp. 2:12:), conforme a un motivo común en el AT ante la revelación de Dios. Estas mujeres han visto al Ángel de Dios (=a Dios mismo) y tienen miedo, pero su temor no puede entenderse como duda, en la línea de 28, 17 (y le adoraron, aunque algunos dudaban), sino como estremecimiento ante el misterio.

‒ Al mismo tiempo, van con alegría   una palabra que responde al hebreo (shimjáh) y que aparece con frecuencia en el NT, como expresión de cumplimiento mesiánico (cf. Lc 1,14.28; 15, 7.10; Mt 2, 10; 13, 20). Esta alegría define la nueva experiencia cristiana de la salvación, que Mateo ha expresado en la parábola de los talentos, la alegría de tu Señor: 25, 21.23). Esa mezcla de miedo y alegría (que no se excluyen, sino que van unidas y se completan mutuamente) define el camino apresurado de las mujeres, que salen con prisa del sepulcro, dejando allí al ángel de Dios, y van corriendo para anunciar a los discípulos la palabra, cumpliendo su encargo, sin saber cómo responderán ellos.

      Estas mujeres son ángeles (mensajeras) del Ángel de Yahvé, es decir, del mismo Dios del AT que les ha encargado su tarea más alta: Dar testimonio de la tumba vacía y de la resurrección del Señor. Estamos, pues, ante una aparición “mientras van corriendo”, es decir, en el camino, no para que se detengan, sino para que continúen con más fuerza, y así puedan transmitir no sólo el mensaje del Ángel de Yahvé (que ha resucitado a Jesús), sino la experiencia del mismo Jesús, pasando del cumplimiento del Antiguo Testamento al comienzo del nuevo.

Jesús sale a su encuentro (28, 9-10). Esta es la palabra clave: Y he aquí que Jesús salió a su encuentro (u`ph,nthsen auvtai/j). Han dejado el sepulcro, pues el Ángel les ha dicho que el evangelio no es un culto sacrificial (quedar ante la tumba como ellas querían: 28, 1), sino un camino de vida que debe anunciarse y compartirse, como superación de la muerte. Por eso han dejado el sepulcro y corren para cumplir su encargo. No se ocupan de sí mismas, no se cierran en sus problemas propios (de gozo o desaliento), y es precisamente entonces cuando Jesús viene a su encuentro, haciendo que pasen de la teofanía a la cristofanía, de la visión del Ángel de Yahvé a la de Cristo, que viene hacia ellas y les dice alegraos.

‒ Saludo de Jesús: ¡alegraos! (28, 9a).Las mujeres corrían con miedo y alegría, como dominadas por el gran misterio (tremens et fascinans, aterrador y fascinante). Pues bien, en ese momento, se les muestra el mismo Jesús y les invita de manera positiva “alegraos”, a diferencia del ángel de 28, 5 que les decía de manera negativa: ¡No temáis! La alegría es el primero de los dones de esta pascua de las mujeres, que Gal 5, 22 ha colocado después del amor, al exponer los frutos del Espíritu Santo: Amor, gozo, paz    Ésta es la palabra de saludo pascual(ca,rij, gracia) que los cristianos se desean unos a los otros, conforme al uso de Pablo: Gracia y paz de parte de... (cf. Rom 1, 7; 1 Cor 1, 3; Gal 1, 3; Ef 1, 2). Es la palabra clave de la celebración cristiana, expresada como saludo de alegría y deseo de gozo profundo, experiencia de vida mesiánica, en la línea del ángel de la anunciación de Lc 1, 28 dirigiéndose a María: Alégrate agraciada (cai/re kecaritwme,nh)... Así les saluda el Cristo de pascua: Khairete, alegraos. Más allá del miedo, que seguía al fondo de la escena del Ángel del Señor (28, 5-7), aquí domina la alegría del resucitado, que se revela a los creyentes, empezando por estas mujeres que no dudan del Señor que ha salido a su encuentro.

Las mujeres responden arrojándose a sus pies (28, 9b), en gesto de cercanía humana y seguridad religiosa. Le agarraron los pies, como aferrándose a él, no queriendo dejar que se escapa   Mt 28, 3-4 había descrito sobriamente, pero con palabras elevadas, al Ángel de Yahvé (figura de relámpago, vestidura blanca…). Jesús, en cambio, queda sin describir, pero todo nos permite suponer que él se parece a un peregrino, caminante, como en Lc 24, 13-35. Pues bien, ese Jesús les saluda, y ellas le conocen de inmediato, se arrojan a sus pies y le agarran, en un gesto parecido al de Magdalena (Jn 20, 11-18), que le reconoce también por el saludo, agarrándose a sus pies, pero Jesús les dice que le suelten y les encarga su tarea misionera ante los hermanos cristianos. El modelo de visión y envío de Jesús es semejante en Mateo y Juan, aunque en Mateo encontramos dos mujeres (una es María Magdalena), mientras Juan sólo habla de una (María), como en el final canónico de Mc 16, 9.

Un gesto de adoración. Estas mujeres abrazan con fuerza los pies de Jesús, como si quisieran aferrarle, que no se escape, que no les deje a solas. Al mismo tiempo, ellas realizan un gesto aún más profundo: le adoran, . En sentido estricto, adorar, que responde al hebreo hishtajava (hw"x]T;v.hi), postrarse ante uno y besarle los pies o las manos, no implica que las mujeres le llamen sin más Dios, pero le veneran como revelación divina. En esa línea habíamos hallado otros gestos de adoración: 2,8 (magos); 8, 2; 9,18; 15,25 (leproso, padre de la niña enferma, mujer cananea); 14, 33 (discípulos tras la tempestad). Pues bien, ahora le adoran estas dos mujeres (28, 9), como harán los once de 28,17 (aunque algunos duden).

Jesús les responde diciendo no temáis ( 28, 10), id y anunciad igual que les había pedido el Ángel de Yahvé en 28, 5. A lo largo del evangelio, Jesús había dicho a sus discípulos que no temieran ante los perseguidores, ni ante las grandes amenazas de la naturaleza (10,31; 14,27). Ahora retoma esa palabra y la del Ángel de Yahvé (28, 5), diciendo a las mujeres que no teman (¡como dirá a los once en 28, 18!), ni ante los peligros del mundo, ni ante la revelación de Dios. Nada les dice, sin embargo, sobre el gesto de adoración (agarrándole sus pies), aunque implícitamente podrían escucharse en el fondo las palabra del Jesús de Jn 20, 17, a Magdalena: “no me sigas tocando, vete y di a mis hermanos…”.       No les dice que “dejen” de adorarle, pero les manda que vayan, y de esa forma les “despide”, les separa de sí, y les hace mensajeras de su proyecto de Reino: Id y anunciad  , con sentido de “proclamad”) a mis discípulos que vayan a Galilea: allí me verán. Así repite las palabras del Ángel (28, 7), reiniciando por ella el mensaje de Reino, la tarea de Pascua.

28, 11-20. CONCLUSIÓN, LOS DOS CAMINOS.

      Significativamente, el despliegue de la pascua (Mt 28) y de todo el evangelio culmina en dos escenas casi paralelas y antitéticas: 28, 11-15 y 28, 16-20. (a) Los sacerdotes de Jerusalén, con los soldados de la guardia imperial, rechazan esa revelación hasta el final, oponiéndose al testimonio de Jesús. (b) Los once discípulos escuchan a las mujeres, cumplen su encargo y suben a la montaña de Galilea para recibir y cumplia la tarea de Jesús resucitado, a favor de todos los pueblos.

     Este doble final responde a la dinámica del evangelio (camino) de Jesús, a quien unos aceptan (María, José, Magos) y otros rechazan desde el principio (Herodes, con los sacerdotes y escribas del pueblo). Un tipo de división semejante aparece a lo largo del evangelio, y se expresa de un modo especial en Mt 13 (parábolas) y en Mt 25 (juicio final). Unas veces parecía que la comunidad de Mateo se hallaba inmersa dentro del judaísmo, como una de sus diversas tendencias, en la segunda mitad del siglo I (hacia el 85 dC). Pero otras parecía que la iglesia de Mateo había roto ya su comunión con los escribas y fariseos (Mt 23), herederos de los sacerdotes y ancianos de Jerusalén. Significativamente, Mt 27, 62 había vinculado (de manera históricamente muy inverosímil) a los sacerdotes con los fariseos en la cuestión de la guardia de la tumba, como para indicar que unos y otros (sacerdotes y fariseos) se habían opuesto a Jesús desde el principio. Pues bien, ahora se dice que esa controversia ha quedado definitivamente fijada en el tema de la resurrección de Jesús, como indica este pasaje, hasta el día hoy (cf. 28,15), es decir, hacia el 85 dC, y las cosas siguen así el 2017).

El camino del rechazo. Sacerdotes y ancianos de Jerusalén (28, 11-15)

      Éste ha sido y sigue siendo un tema muy discutido, de manera que pueden aplicarse todavía las acusaciones del tiempo de Mateo. (a) Los cristianos pueden acusar a ciertos judíos de mentir cuando han dicho que ellos (los cristianos) han robado el cadáver de Jesús para afirmar que ha resucitado. En contra de eso podemos afirmar que la experiencia pascual no es la expresión de una mentira. (b) Pero los judíos pueden acusar con razón a los cristianos, por seguir manteniendo en su Biblia un pasaje como éste, que deja malparados (como mentirosos y falsos) a los sacerdotes antiguos de Jerusalén (a quienes los cristianos suelen tomar como representantes de todo el judaísmo).

     Hay que empezar reconociendo el carácter polémico de este pasaje, en el que más que la verdad histórica, en sentido externo, importa el valor o la posible mentira de la novedad cristiana. Puede contener una tradición previa (en la línea de 27, 62-65 y 28, 4), pero Mateo lo ha elaborado para trazar la división final entre judíos rabínicos y cristianos, una división que aquí aparece ya como definitiva: La iglesia cristiana se ha separado de un tipo de judaísmo rabínico, que afirmaría que la resurrección de Jesús ha sido un engaño. Tomado al pie de la letra, este pasaje caricaturiza de un modo poco verosímil (y poco justo) a los sacerdotes judíos en conjunto, pero tomado así, como parodia, sirve para situar mejor los frentes de disputa entre judíos rabínicos y cristianos:

28 11 Mientras ellas (las mujeres) iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo sucedido. 12 Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una gran suma de dinero a los soldados, 13 advirtiéndoles que dijeran: “Sus discípulos vinieron de noche y le robaron (a Jesús) mientras nosotros dormíamos.” 14 Y si la cosa llega a oídos del gobernador, nosotros le convenceremos y haremos de modo que no tengáis que preocuparos. 15 Ellos, tomando el dinero, hicieron lo que les habían dicho. Y corrió esa palabra entre judíos, hasta el día de hoy.

 Esta narración ha de leerse desde el final: “Y corrió esa palabra entre judíos   hasta el día de hoy”, como si ellos formaran una totalidad, que se opone a los cristianos, conforme al uso más tardío de esa palabra, que aparece sobre todo en el evangelio de Juan (passim). Pues bien, en contra de esa visión, los judíos en su totalidad no son culpables (a pesar de que se haya dicho que los de Jerusalén pidieron la muerte de Jesús: 27, 15-26), pues muchos han sido engañados por los sacerdotes (los más responsables) y por los fariseos (que aparecen en 27, 62), con los ancianos que aparecen aquí, en 28, 12.

El tema de fondo, la discusión esencial entre judíos rabínicos y cristianos, se centra en torno a la resurrección de Jesús. Los cristianos quieren ofrecer (y ofrecen) testimonio de ella con su vida y mensaje. Un tipo de judíos les responde y critica diciendo que mienten, añadiendo que han robado el cadáver de Jesús, y que sólo de esa forma pueden certificar la resurrección. Unos y otros parecen suponer (en contra de la primera experiencia cristiana) que la resurrección Jesús se identifica con la desaparición física de su cadáver (transformado, desmaterializado), que ha dejado de estar por tanto de estar en la tierra, es decir, en el sepulcro de roca donde había sido colocado.

Posiblemente, muchos judíos y cristianos no plantearían hoy el tema de esa forma, pues la cuestión exterior del cadáver (su robo o no robo) parecería secundaria. La resurrección se sitúa en un plano distinto: Es inseparable de la muerte de Jesús, pero no se identifica con la “desaparición” física del cadáver, sino con su glorificación mesiánica, es decir, con su presencia nueva en la vida de los creyentes (cf. Rom 1, 3-4). En esa línea, este pasaje debería ser profundamente reformulado, para bien de los judíos y de los cristianos, partiendo de dos presupuestos: 

Sería bueno que los “judíos” dejaran de criticar a los cristianos diciendo que ellos robaron el cadáver, pues no lo hicieron, y, además, la resurrección de Jesús no se identifica con la desaparición del cadáver, sino con la presencia transfigurada de Jesús en la vida de los hombres. Es normal (incluso bueno) que los llamados “judíos” cuestionen la resurrección de Jesús, pero han de hacerlo con otras razones, sin apelar al robo de cadáver. Por su parte, los cristianos deberían responder adecuadamente, en un plano de diálogo respetuoso y no de acusación contraria, diciendo que los judíos mienten.

‒ Los cristianos han de ofrecer su experiencia de la resurrección, sin acusar a los judíos de mala fe o de mentira. Por su parte, los judíos no han de seguir diciendo que los cristianos han robado el cadáver de Jesús. Por eso, tanto los judíos como los cristianos deberían ofrecer una versión positiva (no acusatoria) de su experiencia creyente, en respeto mutuo, cultivando los valores de su propia tradición, sabiendo que tanto en lo referente al terremoto de 27, 51a-53 como en lo referente al Ángel de Yahvé que mueve la losa del sepulcro nos hallamos ante un lenguaje simbólico muy hondo, que no puede tomarse en sentido literal 

De todas formas, es bueno que este “engaño” de sacerdotes y soldados se mantenga en Mateo, no para tomarlo como verdad objetiva, sino para valorar con su ayuda el sentido de algunas controversias pascuales, entre judeo-cristianos y judíos rabínicos, antes de la ruptura y división total entre ambos grupos. Resulta triste que un evangelio como Mateo haya terminado presentando la “mentira” de los sacerdotes (28, 11-15) al lado de la gran “verdad” de la presencia interior y misionera de Jesús, con el anuncio de su mensaje a todos los pueblos (28, 16-20).

Este final de “acusación contra los judíos” es un precio que Mateo ha pagado por narrar el evangelio apelando a veces a métodos y formas que, en sí mismos, no responden a su inspiración evangélica, utilizando unos esquemas de alianza como los de 25, 31-46 (con bendición y maldición, salvación y condena…) que provienen de los modelos del Dt 28-29, pero que no reflejan el sentido de la nueva alianza de Jesús (26, 28), que se expresa en su sangre derramada por todos, como expresión de gracia y misericordia universal. Desde ese fondo quiero destacar cuatro puntos más significativos[1].

Lo que cuentan los guardianes (28, 11).El texto supone de manera sorprendente que los soldados de la guardia romana, al menos algunos, han visto y contado a los sumos sacerdotes todo lo sucedido lo que Mateo ha contado en 28, 1-10: El descenso del Ángel de Yahvé, el movimiento de la piedra, e incluso la aparición y discurso de Jesús a las mujeres (si a[panta, todo, se toma en sentido estricto). En esa línea, los guardias habrían convertido una “experiencia y confesión de fe” (lo narrado Mt 28, 1-10) en relato histórico objetivo, pero mirado desde el exterior, y cambiando con ello su significado.

‒ ¿Un relato novelado? Ciertamente, una “visión” como ésta que los soldados ofrecen a los sacerdotes se puede contar en relatos novelados (o en visiones apocalípticas), pero no en una “historia” como la de Mateo. De todas formas, si quisiéramos conceder verosimilitud al caso, deberíamos afirmar que los soldados sintieron algo “sobrenatural” (que no pudieron entender), descubriendo al fin que la tumba estaba abierta y sin cadáver; pero en vez de inclinarse ante el misterio, como los guardianes de la cruz que confesaron ¡este era Hijo de Dios! (27, 54), estos soldados cuentan su “historia” a los sacerdotes, sin creer en ella, y se dejan sobornar por esos sacerdotes (28, 15).

‒ Dos relatos paralelos, pero muy distintos. Los guardianes de 27, 54 habían presenciado la muerte de Jesús, con el terremoto siguiente y la resurrección de los muertos (27, 45-53), y responden proclamando la presencia de Dios. Pues bien, estos guardianes de 28, 11, han sentido el terremoto, y han visto al Ángel de Dios, que mueve la piedra del sepulcro de Jesús, sentándose encima de la tumba vacía y hablando a las mujeres, y sin embargo no han creído, no han aceptado la presencia de Dios… Los motivos son semejantes: Terremoto, apertura de sepulcros, presencia de resucitados…, pero las reacciones son muy distintas: En un caso veneración ante el misterio, en otro caso mentira y soborno[2].

Mentira de los sacerdotes y verdad del evangelio (28, 12-15a).En el plano de la narración, los soldados se encuentran ante una grave dificultad, pues si dicen al Gobernador que un poder sobrenatural se ha llevado el cadáver que ellos custodiaban no serán creídos; y si dicen que se lo han robado serán castigados, por no haberlo guardado... Sea como fuere, algunos de la guardia (tinej th/j koustwdi,aj: 28, 11 ¿qué hacen los otros, como responden?) van a los sacerdotes y les cuentan todo (a[panta), como si el misterio pascual fuera algo que puede expresarse de un modo objetivo. Los sacerdotes no pueden despedirles diciendo “allá vosotros”, como dijeron a Judas en un caso en parte semejante, dejándole ante su desesperación y su muerte (cf. 27, 3-10), porque estos soldados dirían que un poder sobrenatural ha llevado el cadáver (o que Jesús ha resucitado y que ellos le han visto), y eso significaría dar razón a los “cristianos” (cosa que los sacerdotes no pueden permitir).

Una asamblea para mentir (28, 12).En ese contexto, los sacerdotes, reunidos con los ancianos en consejo (como en 27, 1, cuando decretan la muerte de Jesús; cf. 28, 12), deciden “mentir” para mantener su conveniencia, es decir, para no aceptar el testimonio de los soldados de guardia, y/o para no tener que creer en Jesús. Evidentemente, no son todo Israel, todos los judíos, pero sí los representantes del judaísmo oficial de Jerusalén, que aparecen a los ojos de Mateo como hipócritas consecuentes. Por un lado, ellos saben que Jesús ha resucitado, como han dicho los soldados, pero no quieren aceptar su testimonio, perder su autoridad, hacerse cristianos. Por otro lado, ellos ratifican su hipocresía con una mentira, sobornando a los soldados, para que mientan (asegurándoles que el gobernador no les castigará).

Un pacto de dinero.Así se establece según Mateo un pacto de dinero entre los sacerdotes/ancianos de Jerusalén y los soldados de Roma, para ocultar la “verdad” de Jesús, unos por conveniencia político-religiosa (sacerdotes), otros por dinero (soldados). De esa forma se ha unido un tipo de religión con una mentira económica, en contra de la verdad del evangelio. Ciertamente, las cosas no fueron así. En sentido externo no hubo custodia militar de este tipo ante la tumba de Jesús, ni el Ángel de Dios bajó de esa manera y se hizo ver por los soldados, ni los soldados fueron a contar estas cosas a los sacerdotes... Pero la verdad de fondo del texto es clara: Un tipo de religión de sacerdotes (poder religioso) y de ancianos (poder social) puede convertirse en hipocresía y mentira. Por su parte, un poder militar (como estos soldados) puede caer bajo el dominio de la pura economía de los sacerdotes o de otros personajes importantes. Estos soldados de 28, 15 son más parecidos a los de 27, 27-32 (los de la burla de pretorio) que a los de 27, 54 (los de la cruz), y al final sólo se ocupan de dinero (28, 12 dicen que reciben una gran cantidad de plata:,). Judas había rechazado al fin el dinero que le habían dado los sacerdotes (27, 3-10), estos soldados, en cambio, lo aceptan. En torno a la muerte de Jesús se extiende así la mentira de una humanidad que quiere resolverlo todo por dinero.

Hasta el día de hoy, un problema de fondo (28, 15b). En la raíz de este complejo e inverosímil relato, que describe, sin embargo, la verdad descarnada de un mundo de mentira, se expresa, según Mateo, la gran crisis (gran enfrentamiento) de los judeo-cristianos con un judaísmo rabínico, fundado en la respuesta mentirosa de los sacerdotes y ancianos de Jerusalén. Los que, según Mateo, acusan a los cristianos de haber robado y escondido el cadáver no son todos los judíos, pero representan una parte importante del judaísmo que no acepta a Jesús, tal como ha visto y narrado el evangelio. De esa forma viene a expresarse la última palabra sobre la ruptura anunciada de judeo-cristianos y judíos rabínicos que Mateo ha venido narrando hasta el día de hoy (me,cri th/j sh,meron h`me,raj, hacia el 85 dC). En esta frase se condensa el sentido de la escena (28, 11-15) y de todo el evangelio de Mateo, como indican las anotaciones que siguen:

‒ Reacción de algunos judíos: Concepción virginal, resurrección corporal. Como respuesta al mensaje cristiano de la resurrección, algunos judíos pudieran correr la voz de que los mismos discípulos habían robado el cadáver, en un gesto que puede compararse con el de aquellos que dijeron que, en vez de nacer de una virgen (, parthenos: 1, 23), Jesús había nacido de un soldado llamado Parteno o Panthera. En ambos casos nos hallaríamos ante una misma respuesta reactiva, que ha de entenderse desde el contexto de dura polémica “fraterna” que ha suscitado el despliegue del movimiento de Jesús. Es lógico que algunos “judíos” rechacen y critiquen la concepción virginal y la resurrección corporal de Jesús… y es lógico que los cristianos como Mateo reaccionen a su vez, rechazando esa crítica y acusando a los contrarios.

En el caso de la concepción virginal el texto de Mateo no reproduce la crítica de los contrarios, pero todo nos lleva a suponer que la había, y que la formulación del relato (1, 18-25) responde a ella. En el de la resurrección corporal la crítica judía es más clara, aunque se trata, en ambos casos, de temas que tienen cierta semejanza, aunque se sitúan en planos distintos, y pueden recibir respuestas diferentes. Ciertamente, desde una perspectiva teológico/dogmática, ni la encarnación del Emmanuel implica virginidad biológica ni la resurrección del crucificado exige desaparición del cadáver. Pero la discusión sobre esos temas nos sitúa en el centro del gran “misterio teológico” que de manera muy significativa planteó unos años después Ignacio, en la misma Iglesia de Antioquía al hablar de los tres “misterios sonoros de Dios” (Efesios 19, 1), que en el fondo se resumen en dos (Anunciación/Nacimiento de Jesús y Resurrección), en términos parecidos a los de Mateo.

‒ Un tema complejo. Tanto esos “judíos” que critican a los cristianos (diciendo que han robado el cadáver de Jesús), como Mateo que critica a los judíos, diciendo que ellos mienten y que han tenido que sobornar a los guardias de la tumba para mantener su mentira, se mueven en niveles semejantes de rechazo “visceral” más que de diálogo, especialmente en el caso de la resurrección. No tiene fundamento (no puede aceptarse en modo alguno) la crítica de aquellos que acusan a los cristianos de haber robado el cadáver de Jesús, como han seguido haciendo algunos “eruditos” hasta el día de hoy (2017); pero tampoco se puede criticar a los judíos que han acusado a los cristianos de “falsos” por haber apelado a un tipo de resurrección corporal de Jesús.

El problema ha de centrarse en la naturaleza de la prueba (y de la crítica) de la resurrección que está en el fondo de este relato apocalíptico que habla del descenso del Ángel de Dios que levantó la piedra del sepulcro, de manera que Jesús salió dejándolo vacío (por una desmaterialización o trans-materialización “física” del cadáver). En la misma línea se mueve el “tárgum apocalíptico” de 27, 51-53 (apertura de las tumbas y resurrección de muchos muertos). Sobre ese tema, sobre el sentido físico o simbólico (¡real!) de la resurrección han de seguir dialogando judíos y cristianos.

Elevarse de nivel. La solución no está en negar las acusaciones de mentira, sino en subir de plano, unos y otros. Para rechazar la voz, que seguía corriendo entre algunos judíos en tiempo del evangelista (¡han robado el cadáver de Jesús!), Mateo acogió en su evangelio la voz contraria de los que decían que los sacerdotes y ancianos habían sobornado a los soldados guardianes, para que dijeran que se habían dormido y que, mientras tanto, los discípulos habían robado el cadáver. Pues bien, esa razón no puede tomarse al pie de la letra, porque no ofrece la verdadera respuesta cristiana, por dos razones básicas.

‒ La resurrección no se prueba ni refuta con el robo o no robo de un cadáver, sino que se sitúa en un plano más alto de transformación radical del mensaje, con la vida de los creyentes, en un nivel de encuentro con Jesús y de gratuidad (nueva creación). De un modo consecuente, Pablo no acude en ningún momento al robo o no robo del cadáver, ni lo hacen los restantes testimonios del Nuevo Testamento (de Marcos a Juan). Por eso, el tema del cadáver de Jesús puede quedar en un plano de misterio, sin decir o decidir si ha desaparecido o si ha sido “transformado” de un modo “no corporal” en el mismo sepulcro.

‒ En su mensaje central (28, 16-20), Mateo prescinde del robo o no robo del cadáver y sitúa el mensaje cristiano en un plano más alto de presencia de Jesús y cumplimiento del evangelio, desde la experiencia plena del Dios que es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. Éste es el dato más significativo, dentro del mismo evangelio de Mateo. Ciertamente, él acepta en un plano los elementos apocalípticos de fondo de 27, 52-53 y de 28, 1-7. 11-15, pero en otro plano los “olvida” o margina, como si no los necesita. Se trata, pues, de un lenguaje que él acepta en un momento (en un nivel, para algunos lectores), para superarlo después, no sólo en el Sermón de la Montaña (Mt 5-7), donde prohíbe todo juicio contra los contrarios, sino en el conjunto de la pasión.

 NOTAS

[1] Ciertamente ésta es una historia casi “intraeclesial”, entre miembros muy cercanos de la comunidad cristiana y la judía, Se trataba en principio de una controversia entre hermanos que se estaban dividiendo, y resulta normal que en momentos de ruptura como aquellos surgieran relatos, que no son objetivamente exactos, sino que brotan de un tipo de discusión retórica propia de aquel tiempo, como he dicho en la introducción a Mt 23.

[2] El relato no dice si los guardianes son los mismos o distintos, eso queda para los lectores. Los del terremoto de la cruz responden con veneración. Los del terremoto de la tumba responden con soborno. Parece evidente que los terremotos a los que aquí se alude son interiores. La verdad real es la muerte de un pretendiente mesiánico, custodiado (ejecutado) por los soldados imperiales y la voz de la resurrección que transmiten las mujeres.

[i]

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