Israel será destruida, a no ser que .... (cuatro condiciones)

No lo digo yo, ni lo dice Hamás,  sino el mismo Dios, en  el capítulo central de la Constitución del Estado de Israel, que es la Biblia (Ex 34)

El mismo Dios decretó la destrucción de Israel  (hacia el 576 aC), pero se arrepintió, cambió la historia...

Ahora, en cambio (año 2025 dC) Israel no deja lugar para el arrepentimiento de Dios, de manera que  se está destruyendo a sí misma. Quedan 40 días simbólicos, como en tiempo de Nínive (Jonás), porque la Biblia sabe que Israel se ha hecho "colonia" de Nínive (hoy de USA) y con Nínive-USA será destruida.

Quien quiera saberlo mejor lea la Biblia, empezando por Ex 34, quizá con la ayuda de libros que he dedicado al tema. Quien tenga menos tiempo  puede seguir leyendo  aquí. 

Gran diccionario de la Biblia by Xabier Pikaza Ibarrondo | Goodreads

La guerra de Gaza no es guerra, sino una  persecución pura y dura, proyecto "satánico" de destrucción del pueblo palestino. Dios había sacado a Israel  de Egipto para que fuera un pueblo distinto, ejemplo de humanidad, de entrañas de vida, gratuidad y pacto (Ex 34)

Pero Israel se hizo Egipto, se hizo Nínive, se hizo Babilonia,  como los pueblos imperiales, señores de la guerra, ejemplos de opresión y persecución, de manera que Dios decidió destruirlo, como ahora. Este es el centro de la Biblia, Ex 34: Israel debe ser destruida, porque no tiene entrañas (rehem), gratuidad (hen), justicia (hesed) ni verdad (emunah), Las razones antiguas las explica Ex 34 y la profecía... Son razones complejas y desde una perspectiva humana no parece que puedan cumplirse (no hay buenos y malos).

Los judíos pueden aducir buenas razones, pero de buenas razones está el infierno lleno, decía mi abueno. Pero la palabra de Dios (Ex 34) está ahí, como profecía de lo que hoy está pasando.. y de lo que puede pasar si Israel se convierte (cf. Rom 8-11)

Un tipo de judaísmo ha perdido (está perdiendo todo) menos la razón imperial, racionalista. Tiene razón, pero se esta dirigiendo al infierno, un infierno para los palestinos un infierno para los judíos que, según la rueda de la fortuna van hacia una nueva shoah, la gran bomba que   están provocando contra sí mismos...

Una Bomba de Israel que puede destruir a toda la humanidad, sin que muchos de los políticos actuales de Israel, de USA y de los imperios actuales del poder y del dinero se enteren de nada, se preocupen de nada, pues, comamos y babamos que mañana moriremos, dice la Biblia.

Tienen razón, como he dicho, estos judíos y otros imperios "imperiales", pero la razón engendra monstruos, locuras e infiernos, si es que no tiene rehem, hen, hesed  y emunah (piedad, gracia, misericordia y fidelidad, Ex 34).

Las razones de la destrucción de Israel, según la Biblia 

El judaísmo es, al mismo tiempo, un pueblo particular (con su historia separada de la historia de los pueblos del entorno) y una religión universal, abierta a la globalización salvadora, es decir, a la unión pacífica de los pueblos dispersos y enfrentados... Como pueblo elegido (particular), guiado por Dios del mundo y de la historia, Israel se ha sentido llamado a realizar una tarea universal de reconciliación o shalom.

Pero, como dice Ex 34, saliendo de Egipto (de la shoah del 1939-1945) un tipo de Israel imperial, con USA, se ha convertido en pueblo elegido a si mismo, en contra del Dios de la Biblia, para perseguir a incluso matar a su pretendidos enemigos (que tampoco son "santos, pero de eso hablaré otro dís)

Este Israel ha mantenido dos certezas: su llamada particular (como pueblo elegido que tiene que cumplir una tarea propia) y su vocación universal (ser fermento de pacificación entre todos los pueblos). De esa forma se vinculan, en línea histórica, la elección concreta (Israel es un pueblo especial, elegido por Dios) y la tarea universal (abrir en el mundo un camino de salvación para todos los pueblos).

‒ Los judíos se sienten un pueblo particular, y en esa línea se atreven a decir que Dios mismo les ha escogido y separado: “Yo (Yahvé) seré vuestro Dios; y vosotros (israelitas) seréis mi pueblo” (cf. Dt 26, 16 19). Esta concentración sagrada ha definido y sigue definiendo su historia hasta el día de hoy. En ese trasfondo se vuelve transparente y cobra contenido la confesión pactual, cuyo recuerdo se conserva en Jos 24, 17 18 y Re 1, 18, 39, como ratifica el Shema (Escucha...), que ha determinado la espiritualidad del judaísmo: «Escucha, Israel, Yahvé, nuestro Dios, es solamente Uno. Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón... (Dt 6, 4 5).

‒ Al servicio de la humanidad. Pues bien, ese pueblo de Israel, cuyos componentes escuchan la voz de Dios y le responden cumpliendo su palabra (amándole), aparece se abre y despliega, desde su singularidad, como portador de una promesa universal de salvación (cf. Is 2, 2-4). De esa manera se han vinculado, de forma paradójica y poderosa, los dos momentos fundamentales del proyecto de globalización judía, un momento particular y otro universal.


Por una parte, Israel ha sido y sigue siendo uno de los pueblos más “particulares” y separados del mundo. Así decidió serlo no sólo ende su historia antigua (reflejada en la Biblia), sino especialmente a partir del renacimiento rabínico (siglo I-III d.C.), que ha marcado de un modo intenso la historia posterior del mundo occidental. Pero, al mismo tiempo, el judaísmo ha querido y quiere ser fermento de esperanza o globalización salvadora para todos los pueblos, siendo portador de una promesa de universalidad aún no cumplida (los hombres no pueden unirse por ahora, en forma igualitaria, gratuita y salvadora), pero han de hacerlo pronto, cuando Dios así lo decida.

Judaísmo actual, gran paradoja.

A partir de las guerras romanas (67-70 y 132-135 d.C.), los judíos se han dispersado, extendiéndose a lo largo de la Edad Media y Moderna como nación “religiosa”, sin Estado propio, bajo el poder de reinos y de imperios. Como pueblo exilado y peregrino en medio de otros pueblos, como grupo de identidad religioso/nacional han pervivido a lo largo de los siglos, tanto en el sur (España, Francia, Italia) como en norte de Europa (Alemania, Polonia, Rusia), con el norte de África y Oriente Medio. Desde 1946, parte de la comunidad judía se ha restablecido políticamente en Palestina, formando el estado de Israel. Ellos siguen teniendo estos rasgos:

‒ Los judíos reinterpretan la herencia de Abrahán y Moisés en plano nacional. Ciertamente, saben que, según la tradición, el viejo patriarca tuvo otros hijos y quizá muchos árabes sean hijos suyos (en sentido biológico) y todos los musulmanes y cristianos se pueden llamar descendientes de Abrahán en sentido espiritual. Pero sólo ellos, los judíos, hijos de Israel/Jacob y de los “doce patriarcas”, siendo la nación elegida de Dios, quieren presentarse como portadores legítimos de la tradición abrahámica en el mundo. En ese aspecto, ellos se sienten ante todo un pueblo distinto y quieren serlo hasta el final de los tiempos.

‒ Los judíos reinterpretan el monoteísmo en línea transcendente y nacional, en paradoja que otros pueblos y religiones han entendido con dificultad. Por un lado, los judíos sostienen la diferencia de Dios a quien conciben como radicalmente distinto, de manera que todo intento de fijarle en algo (en idea, o símbolo) les parece idolatría., y así, como testigos de la diferencia de Dios se han mantenido siempre, criticando a los demás de un larvado o claro paganismo. Pero luego (al mismo tiempo) ellos sostienen que ese Dios transcendente se unido con ellos de una forma duradera y especial, suscitando así el recelo de otros pueblos.

Todos los libros del autor Xabier Pikaza



‒ Los judíos han aplicado la Ley de una forma nacional, al menos en el tiempo presente, hasta que se revele Dios de una forma definitiva. Sin duda, ellos piensan que su Ley es también transcendente, existía en Dios desde el principio, como signo de su sabiduría y providencia. Pero esa Ley eterna, expresada de algún modo en su Escritura y Tradición se encarna de alguna forma en ellos, que así tienen una capacidad teológica especial: una penetración religiosa peculiar que les capacita para descubrir en su propia vida el misterio de Dios. Portadores y testigos de Dios en su propia carne, en su camino de pueblo histórico, eso son los judíos.

‒ Ellos cultivan un mesianismo nacional... Muchos piensan que obligación primera es mantenerse como nación Los cristianos han personalizado la esperanza en Jesús, a quien consideran Hijo de Dios, en gesto de apertura a todos los hombres de la tierra. Pues bien, los judíos han nacionalizado la esperanza, si es que se puede emplear este lenguaje: los más secularizados esperan de algún modo reconciliación final de la humanidad; los más religiosos hablan de una venida o manifestación salvadora de Dios. Pero todos, de un modo u otro, destacan la mediación judía: ellos mismos, como pueblo distinto y elegido, son los transmisores de la esperanza, los garantes de la reconciliación final entre los hombres.

‒ Estrictamente hablando, ellos no pretenden convertir a los demás pueblos en el tiempo de la historia; pero deben mantener su identidad para ofrecer de esa manera un ejemplo de vida y una semilla de futuro para todos los pueblos. Esa tarea mesiánica les ha permitido vivir separados y unidos, como un pueblo particular, pero de cultura universal, con intereses religiosos pero también económicos, que han suscitado el recelo de muchos.


Pues bien, estos judíos que han vivido diecinueve siglos sin tierra ni estado propio (del 70 al 1948 d.C.), siendo muchas veces perseguidos, especialmente en la shoa nazi (del 1939 al 1945), han conseguido crear (¿recrear?) su propio Estado particular en Palestina. En esta perspectiva, algunos que suelen llamarse sionistas creen que es preciso defender el estado de Israel, para que actúe como signo de esperanza y reconciliación humana en todo el mundo (especialmente en el oriente medio). Evidentemente, Palestina es para ellos un signo religioso, una tierra que el mismo Dios les ha ofrecido, de manera que ellos imponerse y defenderla por las armas, en un contexto de máxima violencia, creando así una nación de puros, separados y distintos.

Así se expresa la gran paradoja israelita. Los judíos han sido por siglos un pueblo paria, en el sentido que Max Weber daba a ese término, al menos dentro de occidente. Pues bien, su su misma condición de grupo minoritario y sometido les había impulsado a desarrollar una inmensa labor económica y cultural, como germen de una deseada universalidad futura; en esa línea, ellos han alimentado muchos ideales de revolución social de globalización en los siglos XIX y XX. Pero a través del moderno Estado de Israel ellos corren el riesgo de alimentar un durísimo particularismo.

Monoteísmo imperial, corruptio optimi pessima  (la corrupción de lo mejor es lo peor).

Los israelitas han sido y siguen siendo, de algún modo, descubridores y testigos privilegiados de un monoteísmo universal (abierto a unidad pacífica de todos los pueblos), que ellos han formulado y mantenido de un modo contra fáctico: precisamente allí donde se había derrumbado su seguridad política y donde habían perdido su esperanza histórica (tras la derrota y exilio: tras el 586 a. C.), en contra de las apariencias adversas, ellos han descubierto y confesado que hay un sólo Dios, que dirige la historia de los hombres y que les ofrece precisamente a ellos (derrotados, exilados) la promesa de una reconciliación futura de la humanidad.

No han encontrado a Dios en un camino de triunfo, ni como poder imperial, sino al contrario, en el centro de su impotencia, allí donde han perdido toda esperanza de vida en línea de sistema. Ellos, derrotados y exilados (en Egipto o Babilonia), saben que hay un Dios que es garante y portador de una promesa de vida universal.

Esa presencia de Dios constituye para los derrotados de Israel una memoria e impulso de liberación que les permite mantenerse sobre (y contra) el sistema político-económico triunfante, que parece imponerse de manera inexorable sobre el mundo. Por encima de una estructura de poder opresor (globalización imperial), que los textos judíos presentan desde Dan 7 como «mundo de bestias», los derrotados de Israel se descubren llamados por Dios, elegidos entre las naciones, para cultivar y transmitir una experiencia superior de comunión en libertad entre todos los pueblos. Dios se les presenta así como principio superior de concordia universal .

La Palabra Se Hizo Carne. Teología De La Biblia (ebook) (libro del 2020 ...



‒ Prueba de humanidad y germen de comunión universal. Los judíos han podido aparecer como piedra de tropiezo donde se mide la capacidad de acogida y comunicación, de diferencia y comunión de las naciones (estados) dominantes y de los grupos menores, de distintos o excluidos. De esa forma han sido y siguen siendo un test de humanidad, un banco de prueba donde otros, especialmente los cristianos, han podido medir su tolerancia o falta de tolerancia y su manera de entender o no entender su monoteísmo. Allí donde los cristianos, a veces en nombre de la misma iglesia (e incluso de Jesús), han perseguido a los judíos, ellos han mostrado que no creen en el Dios del evangelio. Éste ha sido uno de los contextos fundamentales en el que se ha planteado en Europa (y en el mundo) el tema de la tolerancia y de la intolerancia .

En esta línea podemos añadir que los judíos han sido y son testigos (=Presencia), del Dios que es Presencia («Soy el que Soy», es decir, el que estoy presente: Ex 3, 14) desde el sufrimiento de la historia. Eso les ha hechos capaces de trazar su distancia frente a todos los poderes y dioses del entorno. Esos dioses avalaban o justificaban un poder particular de tipo cósmico o biológico, ideológico o político; eran limitados o servían para justificar un sistema, una ideología.

De un modo sorprendente, desde una experiencia de derrota, amenazados por la destrucción, los israelitas han podido descubrir la Presencia (= Shekina) de un Dios siempre mayor, que les ofrece promesa de Vida (y que es garantía de existencia para todos los amenazados de la historia). Dios se muestra así principio de tolerancia radical (pues acoge a los excluidos de la historia), frente a la intolerancia de los poderes políticos triunfantes de este mundo, que protegen a los vencedores)).

‒ Riesgo de violencia, el Estado de Israel. Pues bien, a pesar de esa racionalidad y habiendo sido mártires del mayor nacionalismo violento de este siglo (shoa), los judíos se han convertido al final del siglo XX y comienzos del XXI en fuente de dura injusticia: han formado un Estado impositivo expulsando a cientos de miles de palestinos y lo mantienen de un modo violento, por la fuerza de las armas. De esa manera, el pueblo de la utopía mesiánica (que se presenta a sí mismo como germen de reconciliación final del conjunto de la humanidad) se ha convertido en amenaza concreta de guerra sobre el mundo.

Oponiéndose a la propia dinámica de su historia, después de haber sufrido una atroz persecución (del 1939 al 1945), algunos judíos han optado por fundar y defender con violencia su estado militar en Palestina (1947), empleando y ampliando unas normas de talión: violencia contra violencia, persecución contra persecución, expulsión y muerte de los habitantes milenarios de la tierra, los palestinos

Sin duda, como un pueblo más, ellos han tenido y quizá tienen el “derecho” histórico de acudir a la violencia para crear su estado y defenderse. Pero al comportarse de esa forma ya no pueden ya apelar al Dios de su tradición de tolerancia creadora y de esperanza de reconciliación mesiánica de los hombres .

Los judíos creyentes, que mantuvieron su fe tras exilio y persecución, fueron por siglos (y lo siguen siendo) testigos de Dios porque aceptan el martirio y esperan, en amor y no en resentimiento, la resurrección o culminación mesiánica, que Dios mismo les ofrece como gracia. Por eso custodian el testimonio de sus mártires y aguardan la justicia, que se elevará sobre la opresión e injusticia de los asesinos, no por venganza, sino por fe en la gloria y la verdad de Dios .

Propuesta bíblica, desde Ex 34. 

vPara bien de su tradición religiosa y de su testimonio mesiánico, los judíos sionistas deberían renunciar a su nacionalismo sacral, para hacerse portadores de una esperanza profética de la paz, como fueron por siglos muchos de sus antepasados. Para ello tienen que dejar de ser imperio  como Babilonia, Roma, USA... y hacerse pueblo libre de Dios, con rehem, hen, hesed y eminah.

Si un día lo hicieran, si pusieran su potencial utópico/mesiánico al servicio de la reconciliación (con musulmanes y cristianos que también deberían cambiar mucho) cambiarían la faz de nuestra historia. Para ser plenamente judíos (esto es, mesiánicos), ellos deberían renunciar a su intransigencia impeerial, como sucursal de la peor Babilonia USA de este tiempo (2025), empezando a vivir con y para los otros hombres. Los judíos son un pueblo germen, al servicio de la humanidad (del futuro mesiánico).

Para eso deben superar su actitud de resistencia (enfrentamiento, pura separación), para comenzar un mesianismo activo, convirtiéndose ya (desde ahora) en fuente de humanidad reconciliada. Pero es evidente que esto implica también grandes cambios para cristianos y los musulmanes)). En ese contexto ha de entenderse la aportación y el problema (la paradoja) del judaísmo en la causa de la globalización religiosa y política de la humanidad, en este comienzo del siglo XXI .

En contra de todos los intentos de persecución (anti-judaísmo) hay que mantener el derecho de Israel a mantenerse como pueblo y a tener su propio Estado, en medio de los pueblos y estados de la tierra.. pero un estado de rehem, hen, hesed y emunah, como quería Dios en la Biblia, Ex 34.-De lo contrario, si quieren hacerse imperio opresor, perseguidor de los distintos... condenando a muerte a los palestinos... los judíos serán destruíos,  como sabe y anuncia el libro de las Lamentaciones. 

  Israel pueblo de Dios:rehem, hen, hesed y emunah (Ex 34, 6-8)

Dios había hecho a Israel para que fuera su pueblo entre los pueblos de la tierra... y por eso le sacó de Egipto y le fue guiando.... Pero los israelitas se hicieron peones que los egipcios, asirios y babilonios, de forma que Dios decidió destruirlos en 40 días. Pero, al final, le propuso otra oportunidad.... y pasó ante ellos, para mostrarles cómo era, para que ellos, los israelitas le vieran y se convirtieran, haciéndose como Dios (=presencia de Dios) sobre la tierra. Así se les mostró, así quiso que fueran dándoles una nueva oportunidad para vivir.... Que no fueran como los imperios del mundo (Nínive, Babel, Roma, USA...), sino que fueran como él, como Dios. 

  1. Dios es Rahum (rehem), amor entrañable. Eso tiene que ser el pueblo de Dios, Israel, para existir en el mundo. Esa palabra, vinculada al vientre materno, expresa el cuidado de una madre por aquellos que brotan de su entraña y necesitan su cuidado, evocando así la más honda experiencia de Dios en la Biblia. El principio de Dios no es la acción de unas manos que forman las cosas, ni una pasión superior, ni un de tener… sino el amor del útero materno, expresado en el cuidado de la madre por los hijos. También un padre puede tener rehem, pero su modelo originario es la madre. Significativamente, los idiomas semitas (hebreo, arameo, árabe) vinculan la misericordia con el vientre materno (el origen y cuidado de la vida), mientras los latinos la vinculan con el corazón (cor) que se apiada de los miserables (miseri). Ciertamente, rehem significa también apiadarse de los desgraciados externos, pero su punto de partida es el amor que brota del interior del que ama, como desbordamiento de ternura y cuidado.
  2. Dios es Hannun (hen), amor gratuito, de la raíz hebrea hanan, que significa gracia (cf. Hanna/Ana, la Agraciada), y así aparece como aquel que acoge y ayuda a los hombres de un modo gratuito, sin necesidad de imponerse con violencia sobre ellos, para dominarles. Sólo Dios es pleno Hannun, gratuidad suprema que nace de las misericordia, aunque los hombres pueden responder y actuar también gratuitamente.  Dios Hannun es amor gratuito pues quiere y ama y goza perdonando. Este amor-hen en gratuidad, precede a todas las obras de misericordia, las sostiene y fundamenta. Así aparece la experiencia más honda del Dios que agracia a los hombres, se agrada en ellos y les mira no sólo con simpatía, sino con felicidad, a pesar de su pecado. Dios es también piedad, pero la piedad parece un gesto de compasión reactiva, mientras que el amor-hen conserva un elemento original de complacencia, propio del Dios que goza en los hombres y de los hombres en Dios, como agrado que se expresa en el perdón que fundamenta todo lo que existe. Dios es Hen/hanum, eso tiene que ser su pueblo
  3. Dios es Hesed, fiel, una palabra incluye también cercanía y ayuda entrañable y gratuita, como en los casos anteriores, pero añade un matiz importante de lealtad o fidelidad a la alianza, es decir, a la palabra dada, como aparece bien en esta escena. Dios Yahvé (¡soy el que soy!) había estipulado con los hebreos un pacto en el Monte Sinaí, y ellos, su pueblo, se habían comprometido a cumplirlo (Ex 19-31), pero después lo rompieron, adorando al Becerro (Ex 32). Lógicamente, Dios debía responder rompiendo su pacto y rechazando al pueblo en manos de su propia destrucción; pero Dios no ha cumplido su deber en ese plano, sino que ha sido fiel a su alianza originaria Los israelitas descubrieron así que, a pesar de su infidelidad, Dios mantenía su palabra, queriendo que Moisés volviera a la montaña para ratificar el nuevo pacto, fundado en su amor gratuito y no en el cumplimiento de las obras de los hombres. Según eso, hesed significa no sólo lealtad sino también “perdón”, sobre la misma ley (no en contra de ella), superando el plano de los mandamientos y ofreciendo a los hombres un amor incondicionado para siempre. Dios es por tanto rab-hesed, rico o grande en lealtad. La riqueza o capital de Dios, aquello que le hace Rab (como a los rabís, rabinos) es su lealtad, ser fiel a su alianza de amor.
  4. Dios es ‘Emet, Emunah, amor verdadero verdadero. El último rasgo de este Dios es su verdad, que no es simple veracidad, ni descubrimiento de algún misterio oculto, sino firmeza, esto es, cumplimiento de la palabra dada. La verdad es pues confianza plena, no vacilar de un lado para otro, como ramas movidas por el viento, o piedras arrojadas al camino, es mantener la fidelidad (ser fiables), respondiendo así a la llamada de Dios, que es en hebreo ‘emunah, fidelidad eterna. Aunque los hombres pueden haber sido in-fieles, es decir, falsos, Dios es fiel, y los hombres pueden confiar en él, respondiendo “amén” (así es, así sea).

      Esta fidelidad de Dios define y fundamenta la vida de los hombres que pueden y deben ser fieles entre sí, relacionándose con entrañas de amor, con obras de misericordia (es decir, de verdad y fidelidad, de auténtica justicia) como iremos viendo en todo lo que sigue. La fidelidad de Dios aparece así, por tanto, como principio y fundamento de fidelidad entre los hombres y mujeres, que han de mantener el compromiso que ellos han contraído con Dios y con los restantes hombres.

       Estas palabras de misericordia (rehem, hannun, hesed, ‘emunah) rompen (superan) los esquemas moralistas e imperiales de un Dios condicionado por una ley externa, y expresan su rostro de misericordia y cercanía personal. Sobre el talión (¡ojo por ojo!) de la pesecucion, Dios , él se revela así como principio de misericordia, amigo trascendente y cercano, en quien podemos confiar, sobre nuestros propios males. En ese fondo se entiende el argumento de fondo del pasaje:

 ‒ Dios ofrece misericordia hasta mil generaciones, esto es, desde siempre y para siempre, de manera que la historia de la salvación no se halla pendiente del hilo delgado de las obras humanas, sino que ella se funda en la misericordia por la que Dios viene a presentarse como principio de futuro fiable para mil generaciones (cf. Sal 51; 57; 67; 101; 118; 136).

Pues bien, para fundar mejor esa misericordia, él castiga a los culpables, de forma limitado, por tres o cuatro generaciones, para hacerles así un bien, para que así cambien y puedan también ellos responder con misericordia. Esta es la experiencia que los israelitas han vivido en el exilio (576-539 a.C.) y ella ha marcado su vida para siempre.  


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