San Juan de Dios, "loco en Granada" (8 III 2012)

El propio José María Javierre (1924-2009), entrañable escritor, querido amigo, me escribió que le escribiera un breve prólogo, y así lo hice, por él y por mis amigos los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios. A ellos dedico, emocionado, más de quince años después esta memoria, hoy, día de la fiesta de su fundador, de su amigo y patrono, un gran cristiano.
Descansa en paz José María, pues llena estuvo tu vida de trabajos por la Iglesia, por la libertad y por la vida. Seguid realizando vuestra función de salud y de presencia humana, vosotros, amigos Hospitalarios, que hoy celebráis el día de vuestro Santo Fundador, uno de los últimos grandes y auténticos santos de la cristiandadad.
Juan de Dios, Santo en Granada
-Juan Ciudad. Así llamaron a un pobre pastor castellano del entorno de Oropesa (Toledo), nacido al parecer en Portugal (año 1495). Judío de origen, cristiano de vocación, sin más riqueza que sus manos, sin más ciudad ni tierra propia que el mundo. Se alistó por dos veces en las tropas del rey español, pero no alcanzó la gloria de la guerra convertida en triunfo. Pobre fue, pobre volvió, sin honores, sin dinero. Juan Ciudad, hombre del mundo. Esta fue su primera identidad.
-Juan el Loco. Así le llamaron más tarde. No tenía un pasado que pudiera identificarle, carecía de familia que le diera protección. Maduró sufriendo, como buhonero, vendedor de libros e ilusiones, compartiendo la miseria de los últimos del mundo. Llegó a Granada y allí quedó (1538). Todo lo dio, haciéndose el más pobre, pobre loco entre los locos, en la «cuerda» ciudad de Granada. Por loco le tuvieron los que vieron su primera conversión. Entre locos vivió en el hospital fundado por los reyes. Aprendió compartiendo el sufrimiento, se hizo cuerdo de Dios, cristiano bueno, entre los pobres locos.
-Juan de Dios. Su cordura de amor le hizo dejar el hospital y ponerse al servicio de los más abandonados que morían de frío y enfermedad en la plaza grande de Granada. Todos los miraban, sólo Juan los vio de verdad y los conoció de corazón, como si descubriera a Cristo en ellos. Dejó a un lado las razones cuerdas, superó los argumentos. '\0 tuvo que estudiar, sabía el evangelio. Se puso a cumplirlo de un modo directo, inmediato, sin más comentarios ni glosas que su entrega creadora. Abrió un camino de amor, senda de Dios y de cuidado hacia los pobres, en el centro de Granada. Por eso empezaron a llamarle Juan de Dios y él mismo comenzó a llamarse Juan de Dios, si Dios quisiere, hasta el momento de su muerte (1550).
-Juan Cristiano. Parecía de origen judío, fue Ciudad su apellido (su patria era el mundo), pero en Granada encontró su lugar, se encontró a sí mismo como cristiano. No fue teólogo ni clérigo, no obtuvo pre¬bendas, no escribió tratados. Le ocuparon los pobres día a día, hora tras hora. Para ellos trabajó vendiendo leña recogida por los campos y caminos. Por ellos se afanó, pidiendo plata entre los ricos, sin más programa que la urgencia del amor activo, que se encama entre los pobres. Vivió de corazón la gran palabra de Mt 25, 31-46: Tuve hambre y me disteis de comer, estuve enfermo Y me acogisteis... Descubrió a Jesús, sin necesidad de «hacerse» pobre, pues lo era ya. Sólo tuvo que hacerse servidor de aquellos pobres que se hallaban a su lado, haciéndose así Cristo para ellos. Por eso le podemos llamar Juan el Cristiano.
-Juan el Santo, Juan Hospitalario. A nadie exigió nada, pero tuvo siempre amigos: Dios puso a su lado personas, hermanos capaces de entenderle. Le guió san Juan de Ávila. Le ayudaron hombres nobles, cubriendo sus deudas incesantes, manteniendo sus obras de amor fuerte. Le acogieron en familia los más pobres de Granada... También tuvo compañeros que asumieron su camino. Murió sin haber fundado una orden religiosa, pero sembró un impulso de amor, un ejemplo de entrega que algunos de sus compañeros, convertidos en discípulos, quisieron perpetuar creando la Orden Hospitalaria de su nombre, extendida hoy por todo el mundo. Fue quizá el último de los santos populares de la Iglesia: hombre de pueblo (Ciudad era su apellido), amigo de Dios al servicio de los más enfermos.
-Juan de Dios de J. M Javierre. A los 500 años de su nacimiento, ha vuelto a escribir la vida de Juan Ciudad el mejor de sus posibles biógrafos. José María Javierre, historiador Y periodista, atento al latido de la vida de la Iglesia. Ha escrito las mejores vidas de los más grandes santos de un siglo de santos (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz... ). Ahora, en la madurez de su vida, desde la sabiduría que fluye de los ojos del corazón, nos ha regalado esta vida, hecha de historia pasada y de experiencia presente.
Javierre, amigo, te has escrito a ti mismo cuando escribes la vida de tu santo. Nos has dicho tu propio corazón cuando haces tuyo el corazón de Juan Ciudad, hombre universal, judío converso, pastor solitario, soldado sin gloria, simplemente cristiano en el corazón de la Nueva Andalucía de Granada en el siglo XVI. Leeremos tu vida los amigos de vidas de santos, pero también los que queremos ser contigo periodistas, historiadores, enamorados de la vida, incluso los teólogos como yo, tu admirador, que andamos con un pie en la cátedra y con otro en los caminos de la vida que tú sabes describir tan bien cuando nos hablas de san Juan de Dios. ¡Que vivas muchos años, José María, para seguir ofreciéndonos tu sabiduría hecha vida, en vidas como ésta!
PD. J. M. Javierre, murió el 17 de Diciembre del 2009, en Sevilla, la ciudad que le adoptó y donde él trabajó, sufrió y amó gran parte de la vida.