6.5.16 San Pedro Nolasco. 800 años de libertad

Pero podemos celebrar ya los ochocientos: es un día bueno para ello, porque es la fiesta de San Pedro Nolasco (6.5.16), y con esa ocasión quiero retomar el argumento del mensaje de los mercedarios del Capítulo General de México (1992), que empecé a presentar hace dos días, pues recoge los principios de la historia y compromiso mercedario de San Pedro Nolasco.
Retomo ese argumento, recordando los cuatro grandes problemas de la Iglesia en el siglo XIII (y en el XVI, y en la actualidad):
-- Un problema graves es el dinero injusto (la Mamona), con la pobreza de las grandes masas: por eso la respuesta de la Iglesia debía ir en la línea del testimonio de pobreza y de la fraternidad entre los hombres y mujeres (Francisco de Asís).
-- Otro gran problema era y es la falta de conocimiento y de verdad: lógicamente, la Iglesia quiso y quiere responder con la predicación de la palabra y la búsqueda del verdadero conocimiento, en línea de predicación, estudio comunicación de los saberes (Domingo de Guzmán).
-- Otros pensaron más tarde, en el siglo XVI, que el mayor problema era la falta de apostolado de la Iglesia: por eso piensan que es preciso fundar y promover grupos que extiendan y defiendan la doctrina verdadera y la práctica religiosa (en una línea que suele atribuirse a Ignacio de Loyola).

-- Pues bien, Pedro Nolasco (igual que Juan de Mata, fundador de los Trinitarios) pensaba, a principios del siglo XIII, que hay un problema aún más profundo: la falta de libertad entre los hombres: por eso promovió un mensaje y camino de liberación socia y personal, pues la libertad es la base de todos los valores y virtudes. Se trataba de una libertad religiosa y económica, social y personal. Ésta fue su obra de Merced o misericordia.
De esa forma creó una "orden", es decir, una institución social y religiosas al servicio de la libertad, pero no en general, sino en concreto: es decir, de la liberación económica, social y personal de los cautivos y oprimidos.
El año 2018 se cumplirán ochocientos años de la gran obra de San Pedro Nolasco que, unida a la de San Juan de Mata, forma uno de los momentos fundamentales de la historia de la libertad en Occidente. Su programa de liberación sigue siendo una tarea esencial dentro de la Iglesia y de la sociedad:
-- Se trata de poner el dinero al servicio de la libertad de los hombres y mujeres, no de su esclavizamiento (imagen 1)
-- Se trata de poner la libertad de las personas por encima del poder de los estados y de las iglesias, de las civilización y religiones (imagen 2).

Por eso lo recordamos hoy, en el día de su fiesta, retomando los números centrales del Documento: Los mercedarios y la Nueva Evangelización (México 1992).
Felicidades a todos los amigos y hermanos mercedarios. Buen día para todos, en especial para los que están reunidos en Capítulo General y elegirán presumiblemente, en este mismo día, un General para dirigir la obra de San Pedro Nolasco..., en diálogo y comunión con la obra de San Juan de Mata (imagen 3). Ambos siguen siendo los iconos fundamentales de la historia de la libertad activa en la Iglesia de Occidente-
Son importantes los bienes compartidos, es fundamental la búsqueda y testimonio de la verdad, resulta muy valioso el compromiso religioso de la Iglesia... Pero en el principio de todos los bienes y tareas de los hombres y mujeres está el testimonio y la búsqueda de la libertad.
LOS MERCEDARIOS Y LA NUEVA EVANGELICACIÓN (CONTINÚA)
42
No es que pretendamos honores especiales. Somos un grupo ya muy antiguo de religiosos, religiosas y laicos que asumen el mismo carism
36
Hemos culminado el apartado anterior hablando de María, la estrella de la evangelización (EN 82). Para nosotros, los mercedarios, ella ha sido siempre la inspiradora de la obra de la redención (Const 7). No es ya una simple reina celestial, ni es sólo un gran modelo de fe en Dios y de pureza interna: "ella es madre de los cautivos a los que protege como hermanos queridos de su Hijo, y es igualmente madre de los redentores que ofrecen libertad a los cautivos, pues anima y promueve así la misión del Señor que "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes" (Const 7, con cita de Lc 1,47 ss).
37
Fue Pedro Nolasco el fundador de la Merced en 1218. Pero Nolasco se apoyó en la gracia y exigencia de María que apare¬ce ante sus ojos como promotora del carisma y obra de libera¬ción de los cautivos. Ella, al humilde sierva del Señor, viene a presentarse ante nosotros como fundamento y signo protector de la tarea redentora: lleva en sus entrañas el dolor de todos los cautivos; al mismo tiempo, pone en marcha la misión transformadora de los redentores. Por eso la llama¬mos madre, guía y fundadora de la Orden, presentándola ante el mundo como Virgen de la Merced, esto es, principio y garantía de liberación para los hombres.
38
Esto lo queremos y debemos recordar de una manera espe¬cial en América Latina. Al lado de su carisma redentor, desde hace 500 años, los mercedarios extendieron por América el amor hacia María, la madre y protectora de todos los escla¬vos. Así se le venera desde 1495 en el Santo Cerro de la Cruz de la Vega, en la República Dominicana, el primero de los santuarios marianos de América.
Así se la venera luego y se la sigue venerando en todos los países del inmenso continen¬te, desde México hasta Chile y Argentina. Ella, la Virgen liberadora de la Merced, está presente en la vida cristiana no sólo de Ecuador, Perú o Argentina (donde es patrona prin¬cipal o peculiar), sino también en todo el resto de la tierra americana. Propagando con eficacia la devoción a María, la Orden de la Merced ha contribuido a crear esa "fisonomía mariana" del cristianismo e América Latina. Por eso, al celebrar este Capítulo en México, queremos recordar agradeci¬dos a todos los creyentes que han visto en maría un signo privilegiado del amor cercano, providente y redentor de Dios para los hombres.
39
Quizá pudiéramos decir que la Virgen de la Merced ha sido un don excelso de Nolasco y los mercedarios han ofrecido a la iglesia: María ha recibido un nuevo título de gracia, revelando con más fuerza su presencia salvadora dentro de la historia. Ella aparece como signo privilegiado de la libertad de Dios para los pobres. Así seguimos venerándola los merce¬darios:
"Nuestra propia liberación, según el modelo que es María, nos llevará a la acción redentora y a cantar con María y como María en el Magnificat la grandeza de Dios que libera al hombre. De una verdadera devoción o amor filial a María debe surgir la disponibilidad más completa para participar con ella en la liberación de los pobres y esclavos. El canto de María de la Merced debe sugerir nuestro trabajo liberador...
Los mercedarios debemos recabar de María una gran sensibili¬dad para conocer y comprender los problemas de la fe en el mundo de hoy, para descubrir las situaciones de mayor escla-vitud y las personas que más necesitan de la liberación que nos trae María de la Merced (Documento final del Encuentro Intermercedario, Barcelona, 1981).
40
Partiendo de María podemos y debemos recordar los otros grandes motivos de la teología mercedaria.
Nosotros veneramos a la Trinidad como misterio de amor y comunión en el que encuentra su principio y su sentido toda redención y comunión interhumana. Veneramos igualmente al Cristo de la Merced, el redentor originario que ha anunciado el reino, ha liberado a los más pobres de su tiempo y ha entregado su vida por la libertad completa o redención de todos los hombres y mujeres de la tierra. igualmente aceptamos a la Iglesia como orden de la libertad: ella aparece ante nosotros como gran comunidad o familia de creyentes redimidos que celebran la vida de Jesús y quieren expandirla entre los hombres en gesto de participa¬ción redentora.
41

En este aspecto, los mercedarios no tenemos un mensaje o carisma plenamente nuevo dentro de la Iglesia. Venimos asu¬miendo y expresando ya desde el siglo XIII el carisma de evangelización liberadora que la Iglesia actual ha presentado de manera universal. Para unos, el pecado del mundo es el dinero: por eso la respuesta de la Iglesia ha de venir en la línea de testimonio de pobreza (Francisco de Asís). Para otros el problema es la falta de verdad: lógicamente, la Iglesia ha de responder en forma de predicación de la palabra (Domingo de Guzmán). Otros dicen que sufrimos por un insuficiente apostolado: por eso piensan que es preciso fundar y promover grupos que extiendan y defiendan la vida de la Iglesia (en la línea de Ignacio de Loyola). Nosotros aceptamos como buenas esas perspectivas. Pero pensamos que existe todavía otro problema más profundo:
es la falta de libertad entre los hombres: por eso asumimos el mensaje de liberación de Pedro Nolasco, situándonos en el mismo centro de la bús¬queda actual de la Iglesia.
42
No es que pretendamos honores especiales. Somos un grupo ya muy antiguo de religiosos, religiosas y laicos que asumen el mismo carisma redentor. Pero en estos últimos años hemos experimentado el gran gozo de ir viendo que la Iglesia uni¬versal (y especialmente la de América Latina) va abriendo caminos de liberación que nosotros hemos recorrido humilde¬mente desde antiguo.
Toda la Iglesia está asumiendo en forma consciente un camino de evangelización liberadora: el anuncio de Jesús va unido al gesto de la caridad concreta de los fieles que procuran compartir los bienes y crear sobre la tierra espa¬cios de concordia y comunión donde se pueda descubrir y celebrar la gracia que Dios Padre nos ofrece en cristo, por medio del Espíritu que viene a definirse precisamente como "vida compartida": amor gratuito que libera y vincula a los amigos.
Dentro de esa línea de vida de la Iglesia ha de enten¬derse el carisma mercedario. Más que fijar sus fronteras hacia fuera y distinguirlo así de otros carismas de la vida religiosa importa ahora mirarlo en dimensión de hondura, como un modo de vivir y expresar la gracia redentora de Dios entre los hombres. Así descubriremos que los mercedarios somos ante todo "fieles de Jesús", esto es, cristianos que pretenden asumir con radicalidad la misma vida y gracia del conjunto de la Iglesia. Esto significa que antes que mercedarios somos cristianos. Sólo por ser cristianos, y buenos cristianos, podemos hacernos con San Pedro Nolasco redentores de cauti¬vos.
43
Pero pasemos ya al tema concreto de nuestras Constitu¬ciones. La primera gran palabra inspiradora que rige nuestra vida dice así: "Que el Maestre y los frailes que han hecho profesión en esta Orden... trabajen de buen corazón y con toda obra buena en visitar y librar a los cristianos que están en cautividad y en poder de sarracenos y de otros enemigos de nuestra ley" (Const 1272, Proemio).
Está su¬friendo Cristo en los cautivos y oprimidos, conforme a la palabra de Mt. 25, 31-46. Por eso, los hermanos redentores deben ayudarle, liberando a los cautivos. Sólo de esa forma, en gesto de servicio redentor, allí donde se ayuda a los que viven marginados o expulsados de la comunión de los creyentes libres, puede expandirse el Evangelio.
44
Como hemos dicho ya al comienzo de este documento (núm. 7), "los mercedarios nos dedicamos a visitar y redimir a los cristianos de las nuevas formas de cautividad" (Const 1986, núm. 4). Por eso hemos de ser como San Pedro Nolasco expertos en cautivos, es decir, capaces de adentrarnos de manera consciente, crítica y activa en el gran mundo de las opresio¬nes que destruyen a los hombres, haciéndoles difícil el acceso al evangelio. Por eso, igual que hablamos de la nueva evangelización liberadora tenemos que hablar también de las nuevas formas de cautividad:
"(Ellas) constituyen el campo propio de los mercedarios y se dan allí donde hay una situación social en la que concurren las siguientes condiciones:
1) opresora y degradante de la persona humana;
2) nace de principios y sistemas opuestos al Evangelio;
3) pone en peligro la fe de los cristianos;
y 4) ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que se encuentran dentro de ella" (Const 16).
Estas palabras constituyen eso que pudiéramos llamar el fundamento hermenéutico de los mercedarios. Sabemos que hay situaciones sociales que provienen de principios opuestos al evangelio y que degradan al hombre, poniéndole en peligro de perder la fe.
Ciertamente sabemos que la fe es un "don de Dios" que nunca puede apoyarse ni comprarse con factores externos, de tipo económico o social. Pero, al mismo tiempo, sabemos que esa fe se encuentra vinculada a la libertad y gratuidad del contexto social. Por eso, el mejor modo de afianzar y defender la fe de los cristianos es servirles y ayudarles, en gesto de amor gratuito, dirigido a los más necesitados (es decir, a los cautivos y oprimidos), transfor¬mando al mismo tiempo la situación opresora en que viven.
45
Los mercedarios hemos reflexionado desde antiguo sobre esta implicancia social de la fe: sabemos que sin gratuidad (entrega de la vida por los otros) y sin libertad no puede darse cristianismo. la comunidad eclesial sólo se extiende (en la línea de Mt. 28, 16-20) allí donde los fieles de Jesús se aman, en gesto de ayuda y de liberación que se dirige a los que están más oprimidos.
En esta perspectiva nos sitúa el Documento de Córdoba, Argentina, redactado por los Provincia¬les de la Merced en 1978:
"Redención significa todo el surgimiento del hombre nuevo que basándose en la Pascua de Jesús culmina con el Reino; inclu¬ye, en consecuencia, una liberación de todas las esclavitudes económicas, sociales y espirituales que, según la palabra del Apóstol (1 Cor 15), desembocan en la muerte. Fiel a ese principio, San Pedro Nolasco ha situado la liberación de los cautivos en la línea de la obra redentora universal de Cristo.
Toda redención tiende a ser humanamente liberadora aunque a veces no llegue a explicitarse esa exigencia en lo social y en lo económico a lo largo del tiempo de este mundo. Por su parte, la liberación se dirige por su lógica interna hacia aquella redención de Cristo donde el hombre supera toda esclavitud, pecado y dependencia (Documento de Córdoba, C, II,1).
46
Estas palabras, leídas a la luz de las notas de las nuevas cautividades, nos sitúan en el mismo centro de la liberación mercedaria. Se distinguen así dos palabras que en otros contextos se suelen presentar como equivalentes. Tam¬bién nosotros las venimos empleando así, sin distinguirlas. Será bueno que las definamos ahora, al menos en este preciso contexto:
a. La Liberación suele mantenerse en un plano social. Se trata de sacar al hombre de su estado de opresión o cauti¬verio; se trata de crear sobre la tierra estructuras de justicia que no sigan condenando a los más pobres a la pura lucha por la vida, al hambre o a la violencia. Esto es lo que la tradición mercedaria llamaba redención del cuerpo: ella consiste en rescatar a los cautivos y sacarles del lugar (o situación) donde no pueden realizarse libremente.
b. Esas liberaciones corporales o sociales están encauzadas hacia la gran libertad o redención que nos ofrece Cristo con su muerte. Sabemos ya que el hombre no se salva por las circunstancias o las obras exteriores sino sólo por la gracia de Jesús, recibida y asumida en libertad, en lo más hondo del alma. Pero la tradición mercedaria ha sabido desde siempre que esa "liberación externa o corporal" es signo y principio de la redención plena de Cristo.
Precisamente en el lugar donde se unen los dos gestos (liberación o ayuda externa y apertura hacia la fe) surge la obra mercedaria. Se le puede llamar obra de liberación si se resalta el primer plano. Será obra redentora si quiere acen¬tuarse el segundo. Pero más que los nombres importa la vincu¬lación que se establece entre esos dos momentos.
47
Así nos situamos en el centro de ese gran misterio donde se vinculan actuación de Dios (gracia salvadora) y esfuerzo liberador de los hombres. Sabemos con la Iglesia que ya estamos redimidos: Dios nos ha ofrecido su vida y plenitud en Cristo, de manera que somos desde ahora propietarios y here¬deros de su reino. Pero, al mismo tiempo, los pobres y cauti¬vos de este mundo con señal privilegiada de la gracia de Dios sobre la tierra, como hermanos más pequeños de Jesús (Mt. 25, 31-45) y centro de la Iglesia (cf. 1 Cor 1,26-31; Mt 18,1-9).
Pues bien, la misma gracia de Dios así expresada en la vida de los pobres viene a convertirse en principio de liberación o ayuda humana, en gesto donde pueden destacarse tres aspec¬tos o momentos:
a. La gracia es fuente de nueva gratuidad. Dios nos hace portadores y testigos de aquel mismo amor que nos ha dado. Así mostramos nuestra fe en el Salvador: ofreciendo nuestra ayuda gratuita precisamente a aquellos hombres y mujeres que no pueden respondernos de la misma forma, pues no tienen medios para ellos (los pobres y perdidos de la tie¬rra), como indica con toda claridad el evangelio (cf Lc 14,7-13).
b. Por otra parte, si creemos que Dios ama a los pobres y cautivos, también nosotros debemos ofrecerles nues¬tro amor, para ser de esa manera imitadores y testigos de aquel mismo Dios sobre la tierra. Eso significa que no les amamos para salvarlos a ellos, sino también para salvarnos a nosotros mismos, siendo fieles al evangelio recibido y descu¬briendo a Dios en el lugar en el que Dios mismo se encuentra, es decir entre los últimos y pobres de la tierra.
c. Finalmente, la misma acción liberadora viene a ser anuncio de evangelio: ayudándoles a desarrollarse en liber¬tad, queremos que los hombres puedan vivir y desplegar en plenitud su fe cristiana. La misma acción liberadora puede ayudarles a expresar mejor su fe, descubriendo y gozando la libertad de Cristo, en compañía con los restantes fieles de la Iglesia.
48
No queremos reducir la redención de Cristo, entendiéndo¬la tan sólo en un nivel de pura transformación histórica o social. No queremos convertir el evangelio en una especie de manual más o menos espiritualizante de cambios políticos. La redención de Cristo es don de Dios, es gracia escatológica. El proyecto de amor y libertad que ofrece la Iglesia del Señor desborda todas las limitaciones de este mundo y sólo puede asumirse y proclamarse en gesto de fe intensa. Pero la fe en Cristo y la gracia de su salvación ha de expresarse y de alguna forma también anticiparse en gestos y estructuras de justicia y liberación humana.
De esa forma actualizamos las señales que Jesús fue realizando sobre el mundo. Sus milagros eran signo de espe¬ranza escatológica del reino siendo, al mismo tiempo, acciones muy concretas de amor y ayuda humana: Jesús mostraba la bondad de Dios liberando bondadosamente a los más necesitados de su entorno. Pues bien, de un modo semejante, los merceda¬rios queremos predicar la redención plena de Cristo (su resurrección de entre los muertos) ayudando de manera muy concreta a los más necesitados del entorno. Sólo allí donde se sirve de verdad al hombre, en gesto de amor liberador, se expresa y ratifica la fe del evangelio.
49
Todos sabemos que la fe no se compra, pero ella se puede predicar y se testimonian con el gesto de la entrega gratuita hacia los otros. Es evidente que los mercedarios, como grupo especial, no somos imprescindibles dentro de la Iglesia. Pero debemos añadir que sin este gesto de "caridad liberadora al servicio de la fe", que los mercedarios hemos destacado a lo largo de ocho siglos, expresándolo en el signo de María de la Merced, no podría darse Iglesia. Por eso queremos seguir ofreciendo dentro de ella nuestro sencillo pero intenso testimonio, situándolo a la luz de la nueva liberación que han destacado los últimos Papas.
Nuestro proyecto mercedario exige pongamos en marcha un proceso de incesante encarnación, como indicaba ya el objeti¬vo general del Capítulo de 1986: "La Orden encarna su misión redentora en la Iglesia y en el mundo de hoy". Por eso nos habíamos comprometido a promover "experiencias concretas de encarna¬ción" (Ibíd, Objetivo misión), para redescubrir de esa manera el carisma de San Pedro Nolasco, a partir de las nuevas cautividades del mundo, especialmente en América Latina. En esa misma línea, el Mensaje de aquel mismo Capítu¬lo decía:
"Se nos pide que penetremos en las nuevas formas de cautivi¬dad, con el espíritu de San Pedro Nolasco. Sólo en la medida en que sepamos "visitar" a los cautivos estaremos en el espíritu de las Constituciones. Ello nos obliga a un esfuerzo inteligente, programado y decidido de encarnación: hablamos de cautividades, pero hacemos poco por conocerlas de un modo experiencial, comprometido; a veces decimos que no existen, y quizá se encuentran cerca de nosotros, en las márgenes de nuestra sociedad, en los suburbios o barrios populares de nuestras parroquias... Pero no basta conocer, ni incluso visitar en el sentido de informarse; estamos obligados a visitar en el aspecto de acompañar y ayudar; debemos realizar una auténtica función liberadora" (Mensaje, núms. 8-9).
50
Avanzando en esa línea de liberación, los mercedarios queremos ofrecer dentro de la Iglesia una palabra en favor de la liberación de la cultura. Hay en nuestro tiempo una espe¬cie de gran lucha o batalla cultural. Ciertamente, sigue habiendo lucha en el nivel de lo económico: hay conflicto por la posesión, distribución y control de las riquezas de la tierra. Hay también conflicto político social, centrado en la búsqueda del poder y en la manera de ejercerlo sobre el mundo, en claves militares. Pero la batalla decisiva ha comenzado a darse ya en el nivel de la cultura, como saben bien los documentos de la Iglesia (encíclicas de los últimos Papas, textos de Medellín y Puebla, lo mismo que los borrado¬res de Santo Domingo).
Son muchos los que están empeñados en imponer a los demás una determinada concepción de la vida, utilizando para ello medios culturales (educación y propagan¬da, control informativo, etcétera). Se empieza ya a decir que el poder supremo es la comunicación, entendida en un sentido extenso: dominan el mundo los que elaboran y controlan eso que pudiéramos llamar la "nueva subjetividad" de la ciencia y la técnica, pudiendo modelar de esa manera la mente de los hombres.
Estamos ante un reto de dimensiones incalculables. A través de una nueva genética mental (o educación dirigida sólo en una línea) los dueños del sistema podrían imponer su criterio sobre el resto de la población de la tierra, mante¬niéndola de algún modo en una especie de sometimiento cultu¬ral, mucho más peligroso que los sometimientos anteriores. Parece que ya estamos avanzando en esa línea, en un camino donde al fin no habría ya lugar para la fe y para el amor, puesto que todo estaría dominado por un tipo de gran máquina impositiva que terminaría haciéndonos a todos sus esclavos.
51
Pues bien, en contra de eso es necesario que asumamos y desarrollemos un proyecto de educación liberadora que, asu¬miendo el valor de las nuevas técnicas informativas y de las ciencias de la comunicación, las ponga al servicio de la plenitud del hombre. Cuatro son sus momentos principales:
a. Educar a los marginados, es decir, a aquellos que han quedado fuera de los grandes proyectos culturales, sin con¬ciencia propia y sin palabra. Se trata de educarles para que ellos puedan hacerse responsables de su propia libertad, dentro de este mundo duro en que vivimos.
b. Educar de un modo humanizante. No se trata de enseñar técnicas o cosas sino de crear hombres, haciéndoles capaces de desarrollarse de verdad como personas: que no se dejen dominar por la propaganda de turno del sistema dominante, que cultiven valores de solidaridad humana, de libertad y de justicia.
c. Sólo en tercer lugar se puede hablar de una educación explícitamente cristiana, dirigida al desarrollo de los valores evangélicos. La fe no se impone, ni se enseña como ciencia. Pero ella se puede y debe testimoniar con el ejemplo de la vida y con la entrega en favor de los valores del reino de Jesús.
d. Hay en fin una "educación de redentores". Sabemos que el gesto de la entrega de la vida es gracia. Nadie puede formar liberadores, creando para ello una especie de escuela o facultad, en la línea de otras facultades técnicas (de inge¬niería o medicina). Entran aquí muchos factores de gracia y elección, de búsqueda personal y entrega de la vida. Pero es evidente que los mercedarios queremos ofrecer una especie de "escuela de liberación" donde otros cristianos puedan ini¬ciarse con nosotros en el camino de una educación al servicio de la libertad humana y de la fe cristiana.
Ciertamente conocemos los riesgos de una cautividad cultural. Pero, por encima de ella, creemos en la libertad del hombre que ha venido a ofrecernos a Jesucristo. Por eso queremos seguir insistiendo en una educación liberadora, en los planos arriba señalados.
52
Ahora, es este Capítulo del Vº Centenario, desde un continente de especial cautividad como es América Latina, los mercedarios hemos ratificado nuestro compromiso liberador, diciendo que "profundizamos en el conocimiento y discerni¬miento¬ de las nuevas formas de cautividad para ejercer nues¬tra misión redentora conforme a las exigencias de nuestras Constituciones y de la Nueva Evangeliza¬ción (Objetivo del Area de Misión). Esta es la novedad que ahora aportamos: queremos reinterpretar y actualizar con fidelidad nuestro antiguo carisma y compromiso redentor en el contexto de la Nueva
Evangelización. Así ofrecemos a la Iglesia universal y de un modo peculiar a la de América Latina, nuestra sobria pero intensa aportación liberadora.
No partimos de cero. Conservamos y asumimos el recuerdo de los viejos redentores de cautivos (San Pedro Nolasco, San Ramón Nonato, Santa María de Cervellón, San Pedro Armengol, San Pedro Pascual, San Serapio, etcétera). Guardamos la memoria de los primeros evangelizadores de América Latina, ya citados. Pero, y sobre todo, aportamos ahora las muchas experiencias de nueva encarnación y las tareas redentoras que vienen realizando varias de nuestras Provincias Religiosas.
53
Ciertamente, hemos hallado y seguimos hallando dificul¬tades a la hora de fijar unos destinatarios generales de nuestro carisma que vengan a encontrarse por igual en Africa, Europa o América. Además, nuestra Orden se encuentra dividida por Provincias que tienen bastante autonomía. Por eso, hemos preferido que sean ellas las que avancen en la línea redento¬ra, buscando en cada uno de sus campos los destinatarios privilegiados de nuestra tarea redentora.
Debemos afirmar con humildad, pero a la vez con gran confianza, que hemos ido dando pasos o avanzando en esa línea. Diversas Provincias de la orden han fijado ya en sus Estatutos los destinatarios privilegiados de la obra libera¬dora. Así hay religiosos que trabajan en favor de los exilia¬dos en Africa; otros se esfuerzan por acompañar y ayudar a los encarcelados, postencarcelados y exiliados en España y en Italia. Finalmente, hay muchos religiosos que realizan un esfuerzo grande en favor de encarcelados, niños abandonados y jóvenes carentes de esperanza de futuro en los diversos países de América. Todos ellos se sienten continuadores de la obra de San Pedro Nolasco y ofrecen en la Iglesia un testimo¬nio de liberación en favor de la libertad humana y de la fe en los de los oprimidos y cautivos.
54
Esta labor se realiza a través de ministerios de acción liberadora, directamente dirigidos a la ayuda de los más necesitados, y también por medio de los ministerios apostóli¬cos más tradicionales de la Iglesia, que ahora reciben nuevo contenido redentor. Así queremos lograr que nuestras parro¬quias y centros educativos vengan a ponerse al servicio de los nuevos cautivos, convirtiéndose en centros de irradiación liberadora. En este camino buscan y avanzan también aquellas Provincias que no han fijado todavía con precisión los desti¬natarios y medios de su obra mercedaria.
55
Queremos seguir avanzando en esta línea, respetando las opciones de cada una de las Provincias, pero buscando, al mismo tiempo, algún gesto redentor común que nos unifique a todos los mercedarios. Por eso nos comprometemos a suscitar grupos de reflexión y búsqueda que nos ayuden a descubrir mejor nuestro camino mercedario, en unión con todas las religiosas hermanas y los hermanos laicos que asumen también nuestro carisma, dentro de la búsqueda eclesial de la Nueva Evangelización. De esa forma seguiremos cumpliendo y actuali¬zaremos mejor las palabras que nos dirigía Juan Pablo II:
"Nos complace constatar de qué manera prudente, habiendo cambiado profunda¬mente los tiempos y las condiciones de la vida cristiana, la Orden de los Mercedarios ha sabido acerta¬damente y ha logrado fielmente adaptar el propósito de su Fundador de liberar a los cristianos de la cruel esclavitud del cuerpo a otros modos de liberación de los hombres que se ven también hoy no menos oprimidos por otras formas de escla¬vitud que llamamos injusticia y falta de respeto hacia la dignidad humana, que llamamos pecado e ignorancia de la verdad evangélica ..." (Carta al P. Maestro General de la Merced, 28/5/1985).
"Ya el pasado año envié una carta al P. Maestro General... En dicha carta reafirmaba la confianza que todavía la Sede Apostólica pone en el carisma de vuestra familia religiosa que, desde hace tantos siglos, y en formas que le son pro¬pias, sirve a la causa de la dignidad humana y de la libertad de la fe y de la vida cristiana allí donde especialmente estos valores son más gravemente conculcados... Me complace el poder alentaros en vuestro compromiso de poner en práctica los ideales y propósitos de vuestro Fundador el en contexto histórico/social contemporáneo, tan diverso, bajo muchos aspectos, de aquel de su tiempo, aunque igualmente necesitado de ser orientado hacia los mismos valores fundamentales de justicia, de misericordia, de liberación, de reconcilia¬ción y de paz." (Discurso al Capítulo General, 23/5/1986).
(SEGUIRÁ)