Santiago de Compostela: Acogida, Misa y Pastoral de peregrinos

Desde hace siglos hay en la Iglesia católica una Pastoral de lugares "santos", es decir, cargados de memoria "sagrada", vinculados con la vida de Jesús (Jerusalén), con el principio de la Iglesia de occidente y la memoria de Pedro y Pablo (Roma) o con misión y experiencia del camino del "final de la tierra", donde se recuerda al Apóstol Santiago (Compostela).

Éstas han sido las tres "peregrinaciones" principales de los cristianos católicos, y así se han llamado sus participantes:

Palmeros, son los que van a Jerusalén, con el signo de la Palma del Domingo de Ramos, la gran Procesión.

Romeros son los que van y vienen de Roma, lugar donde culminan y se centran todos los caminos de Occidente, con Pedro, con el Papa.

Peregrinos son los que van lejos, por agros, campos y montañas hasta Compostela, básicamente a pie , trayendo al volver su concha, su signo de mar infinito, con la Cruz de Santiago.

He presentado ayer un esquema de acogida, misa y pastoral de Compostela, que ahora resumo y repito, quitándole la anécdota externa (para algunos que me han pedido que lo haga. Ésta es pues una postal "repetida". para los interesados en la "liturgia" final del camino de Compostela, Somos todos peregrinos, ésta puede ser parte de nuestra liturgia, desde la perspectiva de Compostela.


1. Del camino a la acogida en Compostela




El tesoro de Compostela es la fe que sigue suscitando el camino no sólo el Camino, que tiene su propia dinámica, sino la ciudad de llegada, con el Signo y Presencia espiritual del Apóstol, en el final de la tierra. La riqueza verdadera de esta ciudad es el mismo Santiago, cuya tumba se dice que está bajo la Catedral, cuya memoria ha trazado un camino de fe hacia el antiguo Occidente, el Finisterrae de los romanos, donde quiso llegar Pablo (Carta a los romanos).



El Camino de este Apóstol primero (primero en mori) y último (del fin de la tierra) en la línea de la Via Láctea, en la derrota de Occidente (mirando desde Europa Central) no necesita siempre y para todos una misa cristiana. Es un camino de historia y de vida, de tierra y leyenda, de contacto directo con la naturaleza y con los compañeros, co-peregrinos que van jalonando el camino, a paso de hombre, es decir, de humanidad inmediata, sin más riqueza que el sol y su luz, con la noche y la lluvia, día a días por los campos, desde Paris o los Alpes, hasta el Campo de la Estrella.

Mirado así, el camino es una espacio y movimiento humano, de fondo religioso, sin necesidad de que lo bauticemos con agua bendita de Iglesia. Van a su aire muchos, con su canción interna, con sus botas fuertes, pisando los caminos, acariciando con los ojos las curvas de la tierra, hasta sentirse ya cerca no Cebreiro, y más aún en el Humilladoiro o Lavacolla, lugares todos de historia y de vida.


Éstos van a Compostela sin necesidad de misa, van por ir, por sentir, por pensar, por compartir… quizá con leyendas y mitos, hasta con magias diversas. Bendígales la suerte, el Dios de los caminos y vuelvan con más salud y amor a sus países, sobre todo si han subido al último acantilado del faro de Fiesterra.

2. Una Acogida apostólica, sin “misa”, sin sin Cena del Señor (a las once de la mañana)


Pero una mayoría de peregrinos vienen para encontrar de alguna forma la huella del apóstol de Jesús y su camino, quizá sin ser católicos practicantes. Para eso será buena una forma de misa sin comunión eucarística sacramental (¡en el sentido dogmático del término!). Para ellos (y en sentido para todos) se podía organizar una liturgia (algunos le llaman para-liturgia) de entrada en la catedral.

Sería “la misa de las once”, que empezaría en la plaza del Obradoiro, con un gran canto de bienvenida (¡Herru Santiagu!), una palabra emocionado de acogida y una invitación a entrar en el templo por la nave central, saliendo por las laterales.

Me gustaría que esa “misa sin Cena del Señor” tuviera unos gestos especiales: Que los responsables de la Catedral (y del municipio de Santiago) ofrecieran a todos los peregrinos una Concha/Vieira de Santiago, una especial, con el sello del Apóstol, de esas que no se venden… quizá con una flor. En el verso o reverso de la Concha podría ir escrito: Sigillum Jacobi, Sello del apóstol.




Los gastos no serían muchos, el signo podrían quedar grabado en los corazones de los peregrinos, a quienes habría que ofrece un pequeño “pan vendito”, un panecillo del tamaño de un cuarto de mano, como signo de Eucaristía Universal, en la línea de “la misa de las multiplicaciones” del Señor.

Sería simplemente una entrada solemne, con concha de Santiago, con un panecillo, con cantos de saludo y una pequeña “homilía” (¿podrían ponerse unas jarritas de viño galego? ¡Yo no diría que no!). Al final de la ceremonia, hacia las doce se podría decir que quienes quisieran compartir una celebración explícitamente cristiana podían quedarse, que a las doce y media (¡para que hubiera tiempo!) se celebraría la Misa de la Cena del Señor.

3. La misa del Apóstol, la Cena del Señor (doce y medía)


Sería una “misa cristiana”, con referencia expresa a Jesús, el Señor del Apóstol. Sería misa para cristianos, pero a nadie se le obligaría a salir, una misa en la que bastaría una lectura (los gestos anteriores de entrada servirían de “acto penitencial” y de primera lectura.

Sería una misa con cantos, pero también con silencio, sin demasiada homilía, pasando de la multiplicación de los panes (liturgia anterior) al gesto de compromiso pascual de Jesús en su Cena de entrega, comunión y despedida. No se trazarían prohibiciones para la comunión (¡éstos no, éstos tampoco…!), pero se diría que la comunión explícita implica un compromiso por el Cristo de Santiago, un compromiso para ser como Santiago, dando incluso la vida por el Evangelio de la Comunión Universal.

Sería una misa “de misterio”: de permanencia en el espacio del Señor Jesús, simbolizado por su templo, una misa de catequesis por sí misma. Se invitaría a comulgar a los creyentes, pero no se pondrían trabas, ni habría gorilas vigilando.

((Dicho sea de paso: Habría que pedirle al Papa Francisco que nos haga celebrar un Sínodo de Eucaristía, como está celebrando el de la familia… En ese sínodo de la familia ha invitado a comulgar a los re-casados, a los homosexuales… a gentes antes excluidos, no para rechazar algo anterior, sino para retomar el camino de Jesús. Algo de eso debería suceder en la eucaristía de los grandes santuarios, como el de Compostela).

4. Una pastoral y espiritualidad del Camino en la Cripta o junto al lugar del “martirio”


Al terminar esa misa de las doce y media (para todos) el celebrante podría invitar a quienes así lo quisiera a un tipo de misa o liturgia más intensa, que se celebraría a la caída de la tarde, en un lugar más intimo.

Yo propondría un espacio junto a las excavaciones, una especie de “catacumba”, para un grupo pequeño de más comprometidos. No entro a discutir de quién es la tumba central del “campo de muertos” que se extiende bajo la catedral. Sólo sé que allí se ha venerado y se venera el recuerdo del Apóstol de Occidente y de otros cristianos antiguos. En aquel entorno, donde hasta ahora sólo entran los turistas y pagando bien (a mi me llevaron como examinador de teología…) debería habilitarse un entorno de oración más intima, más decidida, en la línea de Santiago, el primer apóstol “asesinado” (martirizado) por su celo por Jesús.


Esta liturgia de la caída de la tarde sería más largo, con eucaristía (Cena del Señor) explícita o sin ella. Sería un espacio de meditación y profundización cristiana, para gentes de un día…, pero sobre todo para peregrinos que quisieran quedar algo así como una semana en Compostela, para realizar así un “cursillo de iniciación” al evangelio (recordemos que en un camino de Santiago se iniciaron los Cursillos de Cristiandad, con lo que han significado para la Iglesia).






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