(Vigil 2). Revelaciòn cristiana y universalidad. Sin rebajas teológicas

El secretariado de la Congregación para la Doctrina de la Fe supone que el libro de J. M. Vigil contiene varios errores, entre ellos “la comprensión inmanentista de la Revelación, entendida como un caer en la cuenta de lo que Dios va obrando; la consecuente equiparación de la Revelación sobrenatural a las revelaciones de otras tradiciones religiosas (pp. 81-91); la ruptura entre el Reino de Dios y la Iglesia; o, la reducción de la religión a la ética, entendida como justicia y respeto al otro (pp. 195-209). En el fondo de estas afirmaciones se encuentra la negación de la verdad sobre Cristo, el Hijo de Dios encarnado, y de la originalidad del cristianismo…”. He querido seguir reflexionando sobre el tema, ofreciendo otra vez algunos materiales básicos del libro de Vigil (caps. 9 y 10) para añadir al final una breves reflexiones personales. Todo lo que sigue es un resumen del libro de Vigil, menos la última parte que es mía

Revelación exclusivista

En el fondo de la visión conservadora del cristianismo –y del exclusivismo en concre to- es el concepto de «revelación».
Cuando a una persona de mente exclusivista le
preguntamos cuáles son las razones «últimas» de su postura, invariablemente nos invocará la Biblia, la revelación, como su última razón: «es Dios mismo quien nos ha dicho la verdad, y nosotros debemos aceptarla con religiosa sumisión».
Cuando algunos cristianos de hoy se oponen a la posición pluralista (como cuando los inquisidores del siglo XVI se oponían al heliocentrismo), su razón última era y sigue siendo la Biblia, la revelacióncristiana: es Dios mismo –decían, y siguen diciendo- quien nos ha revelado la verdad, quien nos ha dicho lo que debemos creer, y esa revelación es cierta al pie de la letra, y lo es de una forma inmutable.

Visión actual de la revelación

• La revelación
no es, en realidad, unas palabras o unos textos, sino el proceso vital existencial de un pueblo que hizo una experiencia religiosa,
experiencia que se materializó finalmente en una expresión escrita. La
revelación no es el texto, no son las palabras, no es un libro. Es más bien elproceso, la experiencia religiosa misma por la que ese pueblo, como todoslos demás pueblos, trató de darse un sentido para su vida, a partir de losmitos del mundo religioso y cultural en que vivía, pero matizado y rehechopor la experiencia de Dios que vivieron en su historia.
No hay revelación en estado puro… La revelación sólo se da en
la densidad de lo humano, en el laborioso proceso de las tradiciones, en
la capacidad cultural del ambiente y en las posibilidades de la lengua, enel esfuerzo por responder a las preguntas y necesidades concretas de lasdiversas comunidades, en la reflexión teológica de figuras individuales o de comunidades determinadas.

• Todas las religiones son reveladas. Hubo un tiempo en el que los historiadores de las religiones distinguieron tajantemente entre religiones «naturales» y religiones «reveladas»; pero «un estudio más atento ha demostrado que esta antítesis resulta muy difícil de mantener» .
Por nuestra parte, los cristianos tendemos lógicamente a considerar a la Biblia como un mundo aparte, sin apenas contactos con la realidad circundante,como nacida enteramente de sí misma, sin influjos ni contaminaciones… En realidad, hoy, ningún teólogo serio pretenderá que las Escriturashebreas y cristianas puedan ser puestas aparte de las demás obras en lasque se consignan las creencias y experiencias religiosas de las demás religiones.
«La revelación pertenece a la autocomprensión de toda religión,
que siempre se considera a sí misma como creación divina, y no meramente
humana». Las religiones son, en definitiva, los puntos donde se condensa esa ‘evidencia’ general, los lugares donde la presión reveladora logra romper expresamente la opacidad del espíritu finito. La religión bíblica no resulta en este sentido diferente. Por eso, lejos de exclusivismos caducos, ha departirse del axioma fundamental: ‘todas las religiones son verdaderas’, enel sentido de que en ellas se capta realmente, aunque no adecuadamente, lapresencia de Dios.

Riesgo bíblico: Israel como “pueblo elegido” Ni «pluralismo» ni «exclusivismo» son palabras o conceptos que
podamos encontrar en la Biblia, ni en la teología clásica, pues han sido creadoso acuñados recientemente.
¿Cuál sería el concepto bíblico equivalente a
ellos (directa o indirectamente)? Sería éste: la «elección».
Según la visión clásica ya citada, Dios habría «elegido» a un pueblo
entre todos los pueblos.
Ese pueblo pasa a ser «el pueblo de Dios», el depositariode las promesas, el referente de Dios en medio de la Humanidad.
«Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo».
El Primer Testamento reflejaen sus páginas ya citadas la visión que tiene de los demás pueblos y susdioses: andan descaminados, sometidos a los ídolos, que son «cosas muertas» (Sab 13, 10), «nada» (Is 44, 9), «vacío» (Jer 2, 5; 16,19), «mentira» (Jer10, 14; Am 2, 4; Bar 6,50), «demonios» (Dt 32, 17; Bar 4, 7); «hasta lasbestias valen más que ellos» (Bar 6, 67). El culto a los ídolos es «causa y fin
de todo mal» (Sab 14, 27). Sólo Yavé es «un Dios verdadero» (Jer 10, 10).
Por eso, «el» Pueblo de Dios debe ser un «pueblo separado», que
no se mezcle con los demás pueblos. Cuando llegue el pueblo elegido a
la tierra que Dios le promete, las naciones que allí viven serán derrotadas, expulsadas y sacrificadas: «cuando Yavé tu Dios te las entregue, tú las vencerásy las sacrificarás como anatema… Deberán tratarlas ustedes de lasiguiente manera: demolerán sus altares, destruirán sus estelas, arrancaránsus postes sagrados y quemarán sus ídolos. Pues ustedes son un puebloconsagrado a Yavé su Dios» (Dt 7,2.5-6).Dt 7,7-25 es el lugar clásico de la «elección» en el Primer Testamento.Allí se dice:Serás más favorecido que todos los pueblos. Yavé no dejará caer sobre ti ningunade las plagas de Egipto que tú conoces. En cambio, las hará caer sobre aquellos que teodien.
Así, pues, extermina todos los pueblos que Yavé tu Dios pondrá en tus manos.No tengas piedad de ellos, ni sirvas a sus dioses, para que ellos no sean la causa de turuina (7, 15-16)27.
Se trata de un concepto, el de «elección», que tiene dos caras: por una
parte se insiste en la Biblia en que la elección no es por méritos propios,que no es que el pueblo se la haya merecido, que se trata de una elección gratuita, un «capricho» de Dios, que, precisamente, parece elegir a quien menos se lo merece…

Tetragrámaton. Una nueva parábola de la elección

A la altura de estos tiempos y en el momento actual de la teología,
es claroque el concepto bíblico de elección necesita una deconstrucción sustancial.
Queremos completar este abordaje del tema de la «elección» con la
referencia a otro autor, Torres Queiruga, cuya evolución, también en este
punto, nos ilumina respecto a la situación actual del tema. Hace años él
explicaba plásticamente el tema con la «parábola de Tetragrámmaton»,
ser poderoso y feliz que vivía en la cuarta dimensión y pretendía comunicarsu felicidad a seres que vivían en la tercera dimensión.
Él se comunica a todos, pero en esa comunicación encuentra un grupo de estos seres quepor diversas circunstancias responden con mayor receptividad; entoncesél cultiva más ese grupo en todo lo que da de sí, para a partir de suexperiencia trasmitir mejor el mensaje destinado a todos. «Lo que pudieraparecer un privilegio de los ‘escogidos’, no es más que la estrategia de su amor:
cultivar intensamente a uno solo, es el mejor medio de alcanzar más
rápidamente a todos».
Es fácil notar que esta interpretación de la elección dista mucho
del concepto común que de la misma se tiene. Queiruga no concibe una
elección realizada directamente por Dios, caprichosa y arbitraria, «gratuita», que, por su voluntad, segregaría a un pueblo para privilegiarlo, comotradicionalmente fue interpretada la elección. No cree en este tipo deelección, que sería un privilegio y un favoritismo. La «elección» realmente existente, -si puede llamarse así, luego entraremos en ello-, tiene otra base,que él ejemplifica con otra comparación: la del profesor que habiendo percibido
que un alumno está captando su explicación más claramente que los
demás, le atiende un poco más para que la capte plenamente y así pueda
estimular la comprensión de los demás alumnos. Nótese que aquí no se
trata propiamente de la «elección» caprichosa de un alumno por parte del
maestro; aquí se trata más propiamente de la adopción de una «estrategia
pedagógica» por parte de un maestro inteligente que consiste en valerse
de la mayor capacidad de respuesta de un alumno para utilizarla en favor
del conjunto de los alumnos. No es una elección arbitraria, sino sobre unabase real.
Y no es realmente una elección, sino una estrategia pedagógica.
La base real de esa elección es la mayor capacidad de respuesta
de un alumno. No es una elección arbitraria, lo que sería un favoritismo
del profesor: es la utilización pedagógica a favor de todos de la ventaja
comparativa de que un alumno goza por motivos ajenos a la voluntad del
profesor. Se apoya, por tanto, sobre la base real de la inevitable desigualdad real, teniendo en cuenta además que «la sensibilidad para lo divinono coincide necesariamente con las dotes de los «sabios y prudentes» deeste mundo [cf. Mt 11,25]».

Con ello Queiruga quiere decir que la llamada
«elección» de Dios no puede ser entendida como una elección caprichosa
y favoritista, sino sobre la base real de la desigualdad real.
En efecto, aunque, por su parte, Dios quiere comunicarse lo más
posible con todos los seres humanos y sin limitación alguna, en toda la
medida de lo posible, de hecho, dada la finitud humana, no es posible
una respuesta igual entre los seres humanos ni entre los pueblos. El
autor insiste en el amor gratuito y sin distinciones de Dios a todos los
seres humanos y a todos los pueblos, desde siempre. Pero la recepción de
ese amor está condicionada por la finitud humana, que, cruelmente, hace
imposible la igualdad, estructuralmente Pero Dios lucha contra esta
desigualdad, no precisamente reforzándola con elecciones favoritistas, sino utilizando las diferencias a favor de todos. «No cabe en la historia otra universalidad real».
El pueblo de Israel habría sido un pueblo que, en medio de la comunicación de Dios a todos los pueblos, habría desarrollado una especial sensibilidadpara captar la presión religiosa de Dios sobre la conciencia de lahumanidad. En ese grupo Dios encuentra la posibilidad de ir potenciandoun camino hacia la manifestación total.
Esta interpretación de la elección que nos presenta Torres
Queiruga está muy lejos de la concepción clásica de la «elección». Más
aún: diríamos que estamos ante la única forma aceptable de entender hoy
la «elección». Cualquier otra forma, la elección de privilegio y favoritismoya no es aceptable. Cabe, con todo, la pregunta: ¿podemos seguir llamando«elección» al contenido de esta reinterpretación? Seguir utilizando lapalabra «elección», ¿no seguirá induciendo a error al resucitar o dar porsupuesta la vieja concepción?

Cristianismo, no hay pueblos elegidos ni iglesias elegidas

Por nuestra parte, nosotros nos adherimos de todo corazón a la
decisión que últimamente Torres Queiruga ha tomado de proponer el
abandono de esta categoría.
Nos referimos al texto con el que él «imagina», por encargo del editor de la obra colectiva, Joaquim Gomis, lo queun eventual Concilio Vaticano III declararía respecto al «diálogo de lasreligiones en el mundo actual». Recojamos esta imaginada declaración delVaticano III, que, con Torres Queiruga, suscribimos:

«Por eso, conscientes de la novedad teológica que ello supone y de la
necesaria actualización hermenéutica que impone en la lectura de nuestros
textos sagrados, este Concilio ha decidido renunciar a la categoría de elección.En Dios, «no hay acepción de personas»; ni, añadamos, de religiones.Por lo que respecta a su amor, todos somos, por igual, sin la mínima discriminación,hijos e hijas muy queridos».
TORRES QUEIRUGA, A., El diálogo de las religiones en el mundo actual, en
GOMIS, Joaquim (org.), El Concilio Vaticano III, Desclée, Bilbao 2001, págs.67-84.

Breve excursus: Los elegidos son… ¡los pobres! (Nueva visión de Isrel)

Tras lo que acabamos de plantear y afirmar, más de un lector se estará
preguntando: entonces, ¿Dios no «eligió» a nadie? Aunque hoy veamos
claro que Dios no hace acepción de personas ni siquiera de religión, ¿Dios no eligió al pueblo de Israel? ¿Qué hay de base real histórica en la tradiciónde elección que la Biblia recoge a lo largo de todas sus páginas?Demos unas pinceladas muy breves como respuesta.
Hay tres hipótesis sobre el origen de Israel.

La primera es la que la letra misma de la Biblia nos narra: descendencia de Abraham, traslado a Egipto, éxodo, travesía por el desierto y conquista de la tierra de Canaán... Hoy todos los exégetas científicosreconocen que estas afirmaciones son teológicas, y no tienen basehistórica probable.

La segunda hipótesis es la de que la presencia de Israel en la tierrade Canaán se debe a la emigración de grupos seminómadas. La poblaciónque vino a constituir Israel habría nacido en la estepa y el desierto,habiendo emigrado después hacia la tierra cultivable. Esta hipótesis de laemigración pacífica, que ha sido la interpretación clásica, tampoco resistehoy día las críticas de los expertos actuales.

La tercera hipótesis es la de que Israel se formó en la segunda mitad del siglo XIII a.C., por la vía de una revolución agrario-campesina en lasmontañas de Israel.. Esta revolución se hace en nombre de un dios «El» (que es el que figura enel nombre teofórico de Isra-El), cuya voluntad es la construcción de unasociedad distinta, sin explotadores ni explotados, sin reyes ni ejército, basa da en un ideal de fraternidad colectiva.Es lo que más tarde dará lugar a laconfederación de las tribus de Israel en las montañas de Canaán.

¿Quién fue el sujeto constitutivo del origen de Israel, el grupo humano
que hizo la experiencia religiosa profunda que posibilitó y vehiculó la
revelación bíblica? Ese grupo fueron los «hapirús»: el grupo social de losmás pobres, gente excluida de la sociedad de las ciudades-estado, personasdedicadas a veces a actividades menos dignas para conseguir sobrevivir.

X. Pikaza. Reflexión final. Ni rebajas ni supermercado (todo a cien pesetas)

1. El camino recorrido por Vigil… (de la mano de A. Torres Queiruga) es un camino universal: todos somos Hijos de Dios…Sólo se puede afirmar que Cristo es Hijo y Revelación de Dios si todos somos hijos, si todos compartimos el camino de la revelación.

2. La diferencia de una “gran religión” (por ejemplo budismo o cristianismo) radica en su capacidad de superar sus exclusivismos, abriendo para todos los hombres un camino de la iluminación y/o de filiación divina y de fraternidad humana. En ese sentido, el cristianismo es verdadero en la medida en que puede abrir para todos (desde todos) el “reino de Dios”: una filiación y salvación, que consiste en superar la visión de un pueblo mejor (elegido y separado de los otros), ofreciendo a todos los hombres unos espacios de vida en gratuidad y amor mutuo. Esto es lo que ha hecho en la práctica Jesús. Esto es lo que ha formulado San Pablo, partiendo de la experiencia radical de la vida y muerte de Jesús.

3 El cristianismo es verdadero en la medida en que no quiere imponer su verdad (no es imperialista en sentido religioso), ni dice que todo es lo mismo (dejando a los hombres y mujeres en manos de la pura lucha o de la indiferencia), sino que ofrece, de hecho, un camino gratuito de encuentro y diálogo para todos los hombres, un camino en el que todos puedan descubrir, como gracia (no por pertenencia a un grupo mejor), “que todos somos hijos de Dios y hermanos”.

4. La universalidad de la religión es un reto práctico (nunca teórico, en teoría se pueden imponer todas las ideologías...), al servicio de “los otros”. La verdad de la iglesia no está en lo que ella tiene, sino en lo que tienen los otros, con los que ella debe dialogar. Esa verdad no se expresa diciendo "yo tengo la verdad y los demás deben aceptarla", sino en descubrir, potenciar y compartir la verdad de los otros y en especial de los pobres (es decir, de aquellos de quienes se supone que no tienen verdad). [[Donde digo “los pobres” digo “los otros”. Los “elegidos de Dios”, para mí (para la Iglesia) han de ser aquellos que parecen excluidos del diálogo humano, en sentido real y concreto. Descubrir su verdad y compartirla con ellos, esa ha sido la tarea de Jesús y de la Iglesia]].

5. El cristianismo es verdadero en la medida en que renuncia a su exclusivismo y pone de relieve la verdad de los otros. Eso significa que debe buscar el desarrollo de las otras religiones, de las verdades de otros grupos... para bien de todos. Las religiones que no sean capaces de ofrecer una experiencia de universalidad terminarán pronto o se enquistarán, como residuos folclóricos de un pasado. Sólo las religiones que sean capaces de hacer el camino de la universalidad (en la que se revela Dios o lo divino en el hombre) podrán recorrer la travesía que nos va a llevar a la nueva humanidad.

6. El cristianismo es verdadero en la medida en que deja de presentarse como algoya acabado “frente” a las demás religione, como un edificio ya “construido” donde tienen que entrar todos. El cristianismo sólo puede ser verdadero en forma de camino, como fermento de vida para otros. Un grupo humano como la Iglesia sólo “vive” de verdad en la medida en que “ofrece juego” para que vivan todos, no como pura táctica para llegar a un triunfo final propio, sino como expresión de humanidad, en la línea de Jesús, a quien interesa la vida de los excluidos, de los separados, de los negados.

7. Sólo si “confieso” desde el corazón (sin imponerlo ni exigirlo a los demás) que Jesús es “hijo de Dios” puedo hacer esta travesía cristiana de filiación y universalidad, dialogando con otras religiones y experiencias vitales, no para que yo o nosotros ganemos, sino para que gane la humanidad… Yo (cristiano) realizo esta travesía desde Jesús, otros pueden realizarla desde otras fuentes (iluminación búdica, sumisiòn plena al Dios universal...)… Para mi, Jesús es Hijo de Dios, porque me capacita para dialogar con todos, en camino de salvación. Pero si quiero imponer a otro esa visión mía de Jesús hijo de Dios dejo de creer en ella.

8. Este diálogo implica un tipo de muerte propia. Si un tipo de cristianismo no muere no puede dar fruto. Decimos que Jesús tuvo “morir” para dar fruto (y lo celebramos); pero nos resistimos a creer que nuestra iglesia tiene que morir… Al decir eso, separamos a la Iglesia de Jesús y corremos el riesgo de quedarnos en una iglesia que no sea ya cristiana.

9. Por eso… no queremos ir de rebajas (con un mínimo común denominador religioso), ni de supermercado (todo a cien, todo da igual), sino de radicalidad cristiana. Cuanto más fiel quiero ser a Jesús más universal seré, menos miedo tendré a dialogar con Buda (por ejemplo), para aprender de Buda, para compartir con Buda… para hacer juntos un camino.
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