Sagrado Corazón Samaritano 27.6.19. Sagrado Corazón: Amor que une y cruza fronteras
100 años de la Consagración al Sagrado Corazón

Mañana (viernes día 28) se celebra una fiesta que hace un siglo marcaba la vida de la Iglesia y de gran parte de la sociedad “católica”, el día del Sagrado Corazón de Jesús. Pero las cosas han cambiado y muchos no saben lo que ha significado el Sagrado Corazón, aunque su imagen siga presidiendo el horizonte de grandes capitales, como París y Río de Janeiro, con Palencia, Córdoba o Bilbao (imagen 2), por venir más cercana.

Hace cien años (V del 1919), el Rey Alfonso XIII, secundando los deseos de los papas (de León XIII,y Pío XI), rodeado de autoridades militares, civiles y eclesiásticas, consagró el Reino de España al Sagrado Corazón, en el Cerro llamado de Santa María de Los Ángeles, al sur de Madrid (imagen 1).
Fue un gesto solemne, pero quizá ambiguo, pues la “consagración” al Sagrado Corazón, no se hace elevando una estatua en su honor, desde el poder dominante y en el fondo para seguir dominando, sino abriendo espacios de justicia y solidaridad, al servicio de los más pobres. Aquella consagración se hizo medio de una España hambrienta y dividida, en la que muchos se sentían oprimidos por los mismos que elevaban estatuas y consagraban su poderal Sagrado Corazón.

Aquel gesto avivó el recelo y rechazo de otros que, menos de 20 años después (VIII de 1936) fusilaron al Sagrado Corazón (imagen 3), sin saber en verdad lo que hacían, echándole la culpa de la injusticia social del país y del “sagrado alzamiento” de aquellos, que al nombre del Corazón de Jesús (muy mal entendido) iniciaron su Cruzada para reconquistar su España por las armas.
Aquella consagración no sirvió para unir en amor y solidaridad las dos españas, ni sirve hoy para cruzar fronteras de ríos (ver imagen inferior), para compartir riquezas y para respetar diferencias entre pueblos, con justicia y solidaridad, sin imposición de unos y otros. Hubo represalias y anti‒represalias, de manera que el Sagrado Corazón, signo de Cristo-Rey, pudo convertirse en signo de lucha entre dos “españas”.

Por eso, la evocación de esta fiesta, cien años después, produce gozos, pero también recelos y miedos enormes, y exige una gran conversión por parte de los cristianos, con un compromiso de amor que sea íntimo y social, en apertura justa a todos, en perdón, en compromiso por la justicia, en un mundo donde padres y niños mueren queriendo cruzar unas fronteras que algunos defienden apelando a un tipo de Cristo-Rey, que ya no es Jesús de Nazaret.
Ciertamente, las cosas han cambiado desde 1919, pero no todas para bien, y no parece que los problemas de fondo se hayan resuelto, de manera que podamos hablar del Sagrado Corazón de Jesús y de todos los cristianos, en gesto intenso de transformación interior y justicia, de amor personal y de solidaridad económica.
No sé si los católicos hoy (2019), al celebrar el Sagrado Corazón, estamos dispuestos a trazar un camino de iniciación en el amor, personal y social, en intimidad, en justicia, para cruzar así los ríos peligrosos de la vida.

En este contexto, quiero presentar y comentar dos textos, uno del Antiguo y otro del Nuevo Testamento, que pueden servir de base para la celebración de una Vigilia del Sagrado Corazón.
1. EL SAGRADO CORAZÓN ES DIOS: AMARÁS CON TODO TU CORAZÓN
Así dice el texto clave sobre el corazón en el Antiguo y Nuevo Testamento. Forma parte del Shema o gran “confesión” israelita sobre la “tarea de la vida” (cf. Dt 6, 4‒6), y ha sido citado y ratificado por Jesús en Mc 12, 28‒34 par (donde se añade como segunda parte: “y amarás al prójimo como a ti mismo”, cf. 19, 18).

Éste es el punto de partida y el corazón judío del cristianismo: Aprender a amar de todo corazón, antes y por encima de toda ley. Éste es el culto y devoción del Sagrado Corazón: aprender a amar todos, empezando por el rey de España en el año 1919, y terminando por cada uno de los hombres y mujeres: amar a los demás, a los pobres y humillados, a los excluidos… Esta es la palabra clave de la revelación de Dios, que empieza diciendo:
Escucha Israel, Yahvé tu Dios es Uno,
amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón…” (Dt 6, 6).
Esta palabra supone que el hombre es corazón para amar, y que Dios es también corazón, aquel que puede y quiere ser amado. “Amarás a Dios con todo tu corazón…” significa que has de ser corazón para amar, y que Dios es aquel que despierta en ti la sed y tarea de amor, amando a todos y a cada uno, en intimidad y cariño (corazón), en intensidad y justicia (con todas tus fuerzas…).
Si el rey de España del año 1919, rodeado de obispos, militares y burgueses (con pocos obreros de blusa) consagró España al Sagrado Corazón (es decir, al amor de Dios) eso significa que se comprometió a crear espacios de amor, a abrir caminos de justicia y ayuda a los más pobres… Pienso que la mayoría de los que estuvieron en el Cerro de Santa María de los Ángeles (o del Sagrado Corazón) no sintieron las cosas así (empezando quizá por el Rey). Por eso es bueno retomar el hilo ahora, un siglo después, y precisar lo que significaba aquella palabra doble del Deuteronomio:

‒ Confesión: Escucha Israel, Yahvé, tu Dios es Uno. Frente a la multiplicidad de dioses y poderes del mundo, Yahvé es la unidad originaria, Todo‒Amor, y en él se condensa todo lo que es, en línea de monoteísmo (como e evocaré al tratar del Segundo Isaías). No hay a su lado ningún otro poder, ningún otro principio de realidad. Éste es el Dios sin nombre, presencia salvadora (soy el que soy…).
‒ Petición: Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón. Este Dios Uno no impone ningún gesto de sometimiento o sumisión, ninguna ley que diga “te humillarás a Dios” (le obedecerás con temor, como parece decir Allah a los musulmanes), sino “amarás…”, es decir, vivirás agradecido, amando lo que Dios ha hecho (es decir, amándole a Dios, viviendo en su amor), y de esa forma amando a todos los hombres.
Toda la interpretación del judaísmo (y del mensaje de Jesús: cf. Mc 12, 18‒34 par.) depende de la forma de entender este amarás, que, situado en este lugar de Deuteronomio y del Evangelio, quiere decir simplemente “ámame”, como ha puesto de relieve con asombrosa radicalidad F. Rosenzweig (La Estrella de la Redención, edición original de 1921). Dios pide a los hombres amor, no por egoísmo, para así imponerse sobre ellos, sino para darles lo más alto, es decir, por impulsar en ellos lo más hondo, dejándose amar por ellos, para que así también los hombres sean lo que son, esto es, amor de unos a otros, pues en amor son y sin amor se mueren.
‒ Amar implica ser fiel, en la línea de la palabra Hesed, que se aplica especialmente a Yahvé, que mantiene su alianza con los hombres (cf. Ex 34, 56). Ser fiel significa promover el pacto de la vida, no someterse a otros poderes, no dejarse comprar ni vender por otras cosas (por nada o por nadie), sino vivir en amor hacia todos. En esa línea, al decir a los hombres “amarás al Señor…”, Dios les sitúa en un plano de libertad afectiva, no de imposición legal, en un gesto que puede expresarse en forma de vinculación matrimonial varón‒mujer, pero también en otras formas de amor personal y/o social, pues en ellas se expresa el amor de Yahvé.

‒ Amar significa entender y desplegar la vida en fidelidad de corazón…, en comunión gozosa con Aquel en quien vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17, 28), en comunicación de vida con todos los hombres. Esta palabra (¡amarás a Dios…”) puede entenderse desde la perspectiva de la tradición profética que empieza en Oseas y Jeremías, para culminar en el tercer Isaías (Is 55‒66), donde Dios aparece como padre, madre y compañero de los hombres. Pues bien, este Dios que ama quiere ser amado, y así pide amor a los hombres, no por egoísmo, sino por revelación de vida, para que ellos sean en plenitud, revelando y desplegando así la riqueza y sentido de la realidad, que es amor.
Aristóteles sabía ya que Dios es el “erómenos”, amado, aquel que enciende la llama de vida en todos los seres (Metafísica, XII, 7), pero entendía ese amor de un modo impersonal, como expresión del dinamismo cósmico. La Biblia, en cambio, presenta a Dios como amor personal, en línea de entrega y comunicación de vida, como aquel que quiere ser “amado”, haciéndose así el más débil, pues su grandeza consiste en atraer a los hombres, haciendo que ellos puedan crecer en amor, ser amados y amar, ser conocido y conocer (conocerse) en comunión personal, como seres humanos (personas), no sólo como padres e hijos, esposos y esposas, como ha confirmado Jesús (Mc 12, 28‒34 par.) vinculando el amor a Dios con el al prójimo, en sus diversas formas personales[1].
Ámame significa ama y vive... Vive amando a los demás, en intimidad y en justicia, en solidaridad con los pobres.
El texto de Dt 6 no dice sin más “déjate amar de corazón” (aunque lo supone, por todo lo que antecede y sigue), sino que dice algo más hondo “amarás”: Sé tú mismo amor dirigido a Dios, es decir, a los hijos y amigos de Dios… Ama así, “locamente”, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, a los hijos‒amigos de Dios, que son todos los hombres y mujeres, especialmente a los más pobres, a los que pasan hambre, a los que no dejamos que pasen la frontera y vengan a nosotros, para compartir nuestra vida (como el padre y la hija muerte de la frontera USA).
2. DIOS SAMARITANO, EL SAGRADO CORAZÓN

El evangelio de Lucas, citado el pasaje anterior, retoma el pasaje de Dt 6, diciendo “amarás al Señor tu Dios…” y lo interpreta, como yo he querido hacer, añadiendo: ¡La forma de amar a Dios de todo corazón es amar a tu prójimo como a ti mismo…! (cf. Mc 12, 28‒34). Pues bien, el evangelio de Lucas, que era un gran catequista,para preciar lo que implica el amor al prójimo como amor a Dios (y de Dios) ha introducido aquí la parábola del Buen Samaritano.
No la voy a comentar. Lo he hecho además en un libro sobre la Misericordia. Al escuchar la palabra de Jesús, un “escriba” (un nomikos, es decir, un jurista) le preguntó diciendo quién es mi prójimo y Jesús le respondió contando la parábola del buen samaritano, es decir, del hombre de corazón.
He tratado de esta parábola en diversos lugares, y una página antigua de RD.com. http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2010/07/20/p276086#more276086). Retomo y aplico aquí algunas ideas de aquella postal, renovadas totalmente, en este contexto de celebración de los 100 años de la Consagración Regia de España al Sagrado Corazón:
1. Parábola de Lucas. No parece que Jesús haya “inventado” esta parábola del Dios‒Samaritano, como ha puesto de relieve, con su lucidez habitual J. P. Meier, Un Judío Marginal V, Esa parábola ha sido compuesta más bien por un cristiano de la iglesia antigua (quizá por el mismo evangelista Lucas), creando así uno de los más bellos e inquietantes retratos de Jesús, un Jesús samaritano, hombre de corazón, Dios de misericordia.

Este Jesús “samaritano”, quizá menos piadoso que los sacerdotes y levitas, pero más abierto a las necesidades de los hombres, es el verdadero Sagrado Corazón. Ésta es la primera sorpresa del texto: Tenemos un Sagrado Corazón que no es español, como era el Rey Alfonso XIII, sino que es samaritano y que viene darnos lecciones de corazón de Dios.
2. Jesús Samaritano, Sagrado Corazón (no el del Rey de España). El Dios Samaritano de la Parábola ha sido objeto de un largo estudio en la tradición teológica de los Padres de la Iglesia, que, en general, identifican al Samaritano con Jesús, Hijo de Dios, revelación del Padre, que “desciendo” (se encarna) para realizar su obra salvadora, para ser “misericordia” entre los hombres, en un contexto de conflicto donde otros hieren (y matan, quizá con un tipo de justicia), y donde sacerdotes y levitas se inhiben, como si ese tema no les importara.
Pues bien, al Dios-Jesús (bien Samaritano) le matarán al final, precisamente, los poderes del entorno del templo (sacerdotes, levitas y gobernadores) precisamente por actuar de Buen Samaritano (unos poderes que se parecen mucho, como un huevo a otro huevo, a los que iban con el Rey de España cuando consagrado la nación a un Sagrado Corazón, que no parecía ser el del buen Samaritano
3. Un Sagrado Corazón Samaritano, un Dios “complejo”. Parece que el rey de España y los que consagraron el país‒nación al Sagrado Corazón sabían lo que eso significaba, igual que los que fusilaron después al Sagrado Corazón, o los que se alzaron en armas para defender al Sagrado Corazón, que “reinará en la España de la buenas derechas”. Pero en Sagrado Samaritano de la parábola lo tenía más difícil. Él vivía en un mundo complejo, donde las cosas estaban mezcladas entre buenos y presuntos malos, un mundo donde nacen como setas los bandidos, tras cualquier tipo de lluvia.
Este Buen Corazón samaritano Bandidos con diverso tipo de pedigrí o de ADN, bandidos políticos (los grandes imperios desde Asiria y Babel hasta Roma, que son tramas de bandidaje sacralizado) y bandidos religiosos (que utilizan culto y religión para oprimir a los demás, y encima se hacen pasar por santos). Ciertamente, hay también bandidos sin más, simples malhechores, pero no son quizá la mayoría. No se sabe por qué el Dios Samaritano permite eso, pero debe ser por algo (¿por libertad, por caridad?). Pienso que él no andaría consagrando estados al Sagrado Corazón, como hacía el Rey de España.

4. Aquel Sagrado Corazón Samaritanoparece que no pisaba mucho el templo. Tenía corazón para la vida, no para un tipo de administración religiosa. No se le encuentra en el santuario de Jerusalén, donde andan por su casa sacerdotes y levitas. Se dice (decían los Padres de la Iglesia) que tampoco andaba por las curias de Roma y Constantinopla (o sus equivalente), donde los jerarcas religiosos siguen utilizando la religión para justificar su propio poder, ocupadas en cuestiones que tienen poco que ver con su tarea del Sagrado Corazón Samaritano.
Ese Sagrado Corazón Samaritano era un poco “callejero”, un hombre de caminos, que pasaba cerca de Jerusalén, pero no parece que entrara para hacer una visita al Santísimo, porque el Santísimo era él, y los caídos del camino con los que se encontraba.
5. Pues bien, en nuestro caso, el Dios Samaritano (el hombre de buen corazón) sigue andando por los caminos de la vida (cuesta arriba, cuesta abajo), o por llanuras sin fin, como andaba el Señor Don Quijote (esto decía Unamuno). No hay vereda ni carrejo de la vida por donde no pase; no hay crimen que él no sepa y quiera curar con su aceite y con su vino.
Este Dios Samaritano tiene un corazón que se apiada de los hombres, y que les ayuda, sin preguntarles por su religión o credo, es un Corazón de amor al servicio de los oprimidos y expulsados, siendo él mismo un “expulsado”, un samaritano, dispuesto a “luchar” contra todo aquello que destruya al ser humano (por pederastia o bandidaje de navaja en cinto, o de guante blanco en Banco).
6. Dicen que a este Dios Samaritano le preguntaron por cuestiones candentes (graviora), relacionados, por ejemplo, con la “ordenación de la mujer” y respondió que no sabía, no entendía el tema. También le preguntaron sobre la ordenación de hombres casados, y puso una cara de inmensa extrañeza. Dijo que quizá eran cuestiones importantes, pero más de salón y de poderes que de caminos, más de institución sacralizada que de vida al servicio de los hombres.
Volvieron a preguntarle, respondió que él no entendía de esas cosas (no había venido a repartir herencias, como dice Lucas, ni a dirimir sacerdocios, como quería Caifás y Anán el Joven, ni a dirimir sacralidades), pues a su juicio, al borde del camino, varones y mujeres eran iguales, y que a él no le importaban los “prepucios” (cortados o no) de aquellos que piensan que sin prepucio activo de varón para mujer ( no para otro varón) no se podía ser sacerdote. Parece que respondió “pues peor para los sacerdotes”, pero no me entrometo en esas cosas
7. El Dios Samaritano es un Dios Eficaz que, por alguna razón (él sabrá) ha dejado que salgan al camino los bandidos… pues si no dejas que crucen los caminos los posibles caminos al final no podrá cruzarlos nadie. No vino a matar bandidos, como dijo un policía, amigo mío, pues si empiezas matando no acabas… Ni a cerrar fronteras, las del Río Grande o las del Estrecho de Alborán (si así se llama). Dejó que siguiera habiendo bandidos, pues matando a todos los que lo parecen, no se arreglaba nada.
Así sigue cabalgando este Sagrado Corazón samaritano, con su cabalgadura, en la que lleva una alcuza de aceite (elaion: remedio universal) y una bota de vino (oinon: que es también remedio universal), como sabe Lc 10, 34). Por eso, si quieres saber si hay Dios, un Corazón Sagrado, sal al camino de la vida, ponte en contacto con los hombres y mujeres, siempre al lado de la vida.

8. Este Sagrado Corazón Samaritano es Dios de Cabalgadura (en ella carga a los heridos…); es Dios de aceite, que es suavidad, que es alimento y medicina; es Dios de vino, que es alegría y es canto (dice una leyenda apócrifa que hasta llegar a la posada acabaron la bota de vino el Sagrado Corazón Samaritano y el Herido que se iba despertando, y que bebían entonaban juntos los alegres cantares de la vida…).
Este Corazón Samaritano es quizá un Dios de guitarra, que conoce los mesones del camino donde para la gente… Y la leyenda apócrifa, que acabo de citar, dice al final, que esta parábola no la invento Jesús, sino que se la contó un buen mesonero que un día de frío le acogió con sus discípulos, una noche de frío en que pasaban por los altos del Golán y no tenían donde dormir.
8. Me atrevo a decir así, al final, con un poco de miedo (¡no sé si el texto apócrifo es fiable, no sé si J. P. Meier aprobaría mi propuesta) que, al escuchar esta parábola en la noche fría de un mesón perdido (tal como la contaría luego el evangelio de Lucas), Jesús tomó la decisión de entrar en Jerusalén montado sobre la cabalgadura de aquel samaritano (¡que era precisamente la suya). Entró como corazón de todos, para todos, montado sobre un asno (Mc 11, 1‒11 par), para ayudar y acompañar a todos los caídos del borde del camino. Pero le tuvieron miedo y me mataron pocos días después
[1] “Soy el que soy” (Ex 3, 14) significa “el que estoy presente amando”, como presencia y llamada de vida. En esa línea podemos añadir que Dios sólo tiene aquello que da (conforme al principio supremo del Sermón de la Montaña: quien quiera salvar su vida la pierde, sólo quien la entrega por amor hasta la muerte ése la gana). Dios es, por lo tanto, el que más se arriesga, dándose a sí mismo (estando/siendo) en aquellos a quienes crea desde el fondo de sí mismo, es aquel que renuncia a su libertad de imposición, a su presión de totalidad, a fin de que otros sean libres ante él (y por él, e incluso contra él), conforme a una experiencia repetida por la cábala judía: Siendo “todo”, Dios renuncia a ser El Todo (a ocupar el espacio entero de la vida, en línea de dominio) para que sean, surjan otros a su lado (con y como él), de forma que sólo a través de su muerte (entrega) en Jesús puede hacerse y se Todo en todos, en plena libertad, sin imposición alguna, sino todo lo contrario, en total generosidad (cf. 1 Cor 15, 28).