Eliseo Tourón (1934-1996), 25 años (con 25 de San Dámaso,Madrid)

Se celebran a la vez ambas memorias: La muerte de Eliseo Tourón (27.12.1996); el nacimiento la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso,de Madrid (8.10.1996), con discurso inaugural de Eliseo, su primer decano, gravemente enfermo.

Había sido un hombre bueno, fiel mercedario, profesor inteligente, amigo de todos, gran cristiano. Había enseñado en varios centros teológicos. Terminó siendo profesor del Seminario de Madrid, que se estaba convirtiendo en Facultad de Teología dentro de Universidad de San Dámaso, fue su primer Decano. Murió de un cáncer, que se le precipitó, a mi juicio, por el inmenso dolor que le produjo la "gestación" de la nueva Facultad. Lo puedo decir, era mi mejor amigo, le conocí por dentro.

Sufrí con él, día a día, aquel duro "proceso" eclesial, como verá quien siga leyendo. Murió con él una parte de mi vida, gran parte de mi "inocencia"eclesial.

 Así quiero presentarle hoy, a los 25 años de su muerte, a los 25 del comienzo de la facultad de Teología de San Dámaso, de Madrid, a la que felicito y saludo, como gran institución educativa en cuyo surgimiento tuvo un papel importante mi amigo Eliseo.

Esta "semblanza"  será algo larga, consta de dos partes. (1) Introducción, muerte de Eliseo, nacimiento de San Dámaso. (2) Vida y obra de Eliseo Tourón del Pie, recuerdo y homenaje de su vida, a los 25 años de su muerte. 

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INTRODUCCIÓN. ÚLTIMO AÑO DE ELISEO, PRIMERO DE SAN DÁMASO.

Hasta entonces, en los últimos años, el Seminario de Madrid estaba afiliado a la Universidad Pontificia de Salamanca, y yo mismo debí actuar varias veces como profesor de Salamanca para alguna conferencia y para presidir exámenes de grado (alguna vez lo hice con D. Antonio Cañizares, actualmente Cardenal de Valencia). Pero las cosas cambiaron el año 1990 cuando D. A. Suquía, Cardenal de Madrid (1983-1994), puso en marcha un proyecto de creación de la Universidad de San Dámaso con facultad de teología propia.

 Fue un proceso complejo. Por un lado, estaba la necesidad de cambio de modelo de Seminario, por otro la institución de una “facultad central” de teología, que de hecho quería a la “clásica” de Salamanca, que había sido por decenios la Facultad de Teología de la Conferencia Episcopal Española. Del seminario de Madrid provenían los profesores “veteranos”, quizá el mejor plantel de teología que en ese momento había en España (Muñoz Iglesias, Martín Velasco, Maldonado, Alemany, Gesteira, Adánez, Castroviejo…), que habían introducido el Vaticano II en España. Por otro empezaron a entrar  nuevos profesores, de nuevos movimientos eclesiales,  representantes  de un post-concilio que se estaba convirtiendo en pre-concilio (un tipo de restauración de la iglesia anterior al Vaticano II).

Era necesario crear un tipo de consenso, establecer puentes, formar espacios de diálogo. Para ello, como hombre neutral (el clásico hombre-bueno), unos y otros, veteranos y nuevos profesores, eligieron a Eliseo como decano en funciones, hombre de centro y diálogo, que aceptó ilusionado la tarea, con la esperanza de crear una “facultad de todos”, de concilio y post-concilio, simplemente de cultura y evangelio.

Pero fue una tarea imposible. Unas manos invisibles, con una política no confesada pero clara, se fueron imponiendo, en una línea de dictado, no de consenso. Con D. Ángel Suquía (desde 1990 hasta 1994) fue todavía posible el diálogo, se mantuvieron mediaciones. Eliseo me decía: Tú le conoces, es hombre de mando, pero con él se puede hablar (ambos eran guipuzcoanos). “Hemos podido lograr consensos y quizá podamos crear una facultad de todos”.

Pero Suquía se jubiló y entró A. Rouco (arzobispo de Madrid a partir del 1994, dos años más joven que Eliseo), y con él fue imposible el diálogo. Me lo decía Eliseo, casi llorando cada vez que nos veíamos, en esos dos últimos años de calvario de su vida. Me repetía: “Don Rouco sólo conoce y aplica la democracia de la autoridad: yo mando, y vosotros obedecéis”.

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 Yo quería disuadirse, diciendo que aún había esperanza, pero él me repetía: “Con Rouco imposible, es del anti-concilio, viene para dinamitar el Vaticano II, para hundir la facultad de teología de Salamanca, de la que fue profesor, y para crear aquí una a su imagen y semejanza, la facultad central de España, la suya. No nos deja opinar y hacer a nosotros, los profesores, los de antes, los de ahora. Hay lugar para todos los que quieran pensar, trabajar, hacer iglesia. Pero él no quiere hacer iglesia, sino su iglesia”.

 Eliseo, que era demasiado bueno, fue incapaz de imponer las “normas académicas”, con su fondo medieval (Universidades más democrático antiguas). Manos invisibles (pero cada vez más evidentes) le puentearon sin, sin hacer caso de reuniones, de acuerdos, de pactos, de claustros. Se hacían las cosas sin que Eliseo el decano supiera cómo ni por qué…. Don Rouco (asé le llamaba Eliseo cariñosamente) imponía siempre su criterio, sin atender a la voluntad de los profesores. Con él estaba D. Javier Fernández (hoy arzobispo de Granada), al que nombro obispo auxiliar para temas académicos y teológicos. Yo le dije a Eliseo: “Déjalos, renuncia, Si no te dejan ni os dejan hacer, diles ahí lo tenéis, yo me voy”.

 Pero no se quiso ir, por sus profesores amigos, los con Concilio-Concilio, ni por la nueva Facultad, ni por la teología, ni por la teología, ni por el evangelio. Se mantuvo y fue muriendo. Lo vi clarísimo a comienzos del último año, 1996.

Ciertamente, las enfermedades tienen su ciclo biológico, de manera que en un sentido son imprevisibles… Pero en otro sentido tienen causas y despliegues psico-somáticos y yo estoy absolutamente convencido de que Eliseo se fue enfermando y al final murió por los disgustos que le fue produciendo el “parto” de la Facultad de Teología de San Dámaso.

 Nos reuníamos cada mes, éramos más que hermanos, conversábamos. Por él en parte escribí mi libro Las siete palabras de X. Pikaza, que él me definió como “almario”, libro de mi alma, escribimos juntos muchas cosas. Sería imposible reseñar todo lo que pasó aquel año rico 1996, año de vida, tiempo fatídico de muerte. A modo de resumen, quiero recordar siete puntos: 

1.No le quisieron nombrar catedrático. Era sólo “titular”. Se presentó a la cátedra, pero se la “puentearon” con métodos propios de la mala endogamia que empezaba a triunfar. Tenía dos doctorados (Teología Dogmática e Historia de la Iglesia), varios libros que presentaré después. Escribió además un espléndido trabajo de habilitación titulado – Comer con Jesús. Su significación escatológica y eucarística I-II, Rev.Esp.Teol 55 (1995) 285-329;429-486. Pero no le quisieron aprobar. Impusieron desde arriba un “tribunal amañado”, que le suspendió diciendo que “le faltaba un punto y coma” (la coma de la nueva endogamia). Le suspendieron a él y a toda la renovación verdadera del Vaticano II. Le suspendieron porque defendía una nueva teología y pastoral eucarística de la Iglesia, en diálogo con los mejores exegetas y pastoralistas del momento.

2. Desautorizaron su gestión… El 11.XII.1995, como director del centro de Estudios Teológicos (germen de la nueva Facultad de teología) presentó un informe  de los caminos recorridos y de los que deberían recorrerse. Me mandó una copia que conservo y que entonces discutimos, éramos como gemelos. Le dije que su informe debía ser  más duro y claro, en línea de verdad. Pero él no me hizo caso, prefirió ser “blando”, dialogando, abierto a todos. Muchos del ala nueva (y sobre todo Rouco y Martínez) no parece que quedaron satisfechos. Empezó entonces la enfermedad de Eliseo. Su preocupación era la facultad, los compañeros, la Iglesia.

3.Nueva desautorización. Discurso inaugural como Decano en funciones (8 -X- 96). Había pasado casi todo el año enfermo, estaba grave. Pero se sintió con fuerzas para presentar su discurso oficial de creación de la facultad, como decano. Me envió el discurso. Fui a Madrid, lo discutimos también, lo sigo teniendo en mi disco duro de PC y en mi enojado corazón… Le dije que fuera más contundente, y que se despidiera con elegancia, pero con una protesta oficial por la manera de haber llevado a sus espaldas (puenteándole siempre) la organización de la nueva facultad. Pero no quiso hacerlo, quiso ser hasta el fin pactista ybueno,  y presentó un discurso irénico, como si todos fueran santos, tendiendo los últimos puentes. Ya estaba enfermo de muerte. La preparación de ese discurso avivó a juicio su cáncer de pancreas, que parecía parado, pero que a partir de ese momento se disparó de un modo  rapidísimo (murió dos meses después, el 27.12.96)

4. Mons. Javier Martínez se despidió por carta, pero no fue a verle. A partir de ese momento, la enfermedad se precipitó. Le escribí personalmente a D. Javier, obispo auxiliar de Madrid (hoy Arzobispo de Granada), encargado de temas académicos. Le dije que Eliseo se moría sin remedio, y que en el proceso de su enfermedad había sido decisivo el tema de la Facultad de Teología; le pedía que fuera a verle y que hablaran de hombre a hombre, dejando al lado otros planos de discusión. Me contesto muy diplomático, diciéndome que lo sentía, que le iba a escribir, como lo hizo, de puño y letra. Pero no fue a verle. Eliseo agradeció mucho aquella carta. No supo en este mundo que yo le había casi “obligado” a Don Javier a escribirle, porque sabía que eso le gustaría a Eliseo.

5. D. Rouco miró para otro lado. Quizá debía haberle escrito también o llamarle por teléfono, habíamos sido amigos en la Facultad de Salamanca, el tema era importante... Pero no lo hice, no tuve valor para hacerlo, no sabía cómo reaccionaría. Le encontré en el velatorio, de negro riguroso. Fui a saludarle, me dijo “hola”. Yo le respondí quizá demasiado directamente: “Le habéis matado, ha muerto por la manera que habéis tenido de tratarle en el tema de la facultad”. Me miró sin mirarme y dijo simplemente “¿tú crees?”. Luego, inmediatamente, miro para otro lado y se marchó decidido sin hablar más. No he vuelto a verle en 25 años. Pero eso es otra cuestión. Conmigo podía ser displicente. Con Eliseo no tenía ningún derecho de serlo. Lo he sentido hasta hoy. Prometí entonces vivir en libertad y amor, por Jesús, para la Iglesia, por la teología, y así vivo, por gracia de Dios, por amor de Mabel (a quien Eliseo no tuvo ocasión de conocer, ni yo la conocía entones).

6. Con Eliseo se acabaron los puentes. Nueva Facultad de teología de San Dámaso…La nueva facultad nació de esa manera por Eliseo, pro sin Eliseo. Quedaron libres de él y de los grandes profesores del antiguo seminario, casi todos ya fallecidos. Nació una nueva facultad, que ha logrado ser muy importante en la teología oficial de España, como si fuera centro académico de un tipo de episcopado español (sustituyendo de hecho a la facultad de Salamanca). Esa nueva Facultad de San Dámaso, con los “movimientos eclesiales que han desembocado en ella” ha hecho muchas cosas buenas, ha tenido y tiene grandes profesores, buenas publicaciones publicaciones. Me felicito por ello, pero sigo llevando en el alma la muerte de Eliseo. No he vuelto por allí (por San Dámaso) en 25 años, evidentemente, tampoco no me han llamado. Pero conozco gente que va por allí, y les felicito y les deseo buen trabajo, para recrear la iglesia desde el evangelio, en la línea del Vaticano II y de Francisco.

7. Un “retrato” de Eliseo ¿vuelta a San Dámaso? En la comunidad mercedaria de Eliseo vivía por entonces el P. Julián Martin Casado, gran acuarelista, que pintó para él el óleo que he puesto de portada. Le dije a Eliseo: “Mira,que Julián te pinto de profesor híbrido… Tu chaquetilla la ha convertido en toga de doctor-decano. Llevas un escudo de la Merced en ella. Estás como eres, hombre de calle y profesor y decano de una facultad de Teología…”. Está como era, pero ya con su sonrisa triste, anunciando la muerte. Le seguí diciendo: “Llevaré esta acuarela a San Dámaso para que la pongan al principio de la galería de decanos…”. Pero no la pude llevar. La acuarela sigue en la comunidad mercedaria de la Basílica de la Merced (General Perón, Madrid). Me gustaría que pusieran una copia en la facultad de San Dámaso. Sería una forma de recordarle. Además de la acuarela he puesto dos fotos de Eliseo amigo y académico:

  1. La primera en una comida de amigos mercedarios (año 1976, creo): De derecha a izquierda: Eliseo, “Muri”, Pedro (†), Ricardo, un servidor… Eliseo era ante todo amigo, un hombre sincero, de corazón. Su tema central, como hombre y como cristiano, era la mesa compartica, el amor de los amigos, una iglesia de amor en libertad.
  2. La segunda es la presentación oficial del Nuevo Diccionario de Mariología, que él adaptó, dirigió y recreó en edición española (San Pablo Madrid 1988). De derecha a izda: Un servidor, Eliseo, Mons. A. García Gasco, obispo auxiliar de Madrid (luego arzobispo-cardenal de Valencia), Mercedes Navarro, el Director de Ediciones SanPablo

ELISEO TOURÓN DEL PIE. SEMBLANZA BIO-BIBLIOGRÁFICA (1934-1996)

Vida

Nació en Madrid, el 15 de enero de 1934, pasó su infancia y creció en Ondarribia, Fuenterrabia, a la vera del Bidasoa, en la muga vasca que divide a España y Francia. Ingresó en el Colegio Apostólico de la Merced en Sarria el 1946. Hizo el noviciado en Verín y profesó en la Orden el 14 de octubre de 1950. Cursó estudios de filosofía y teología en el Seminario Mayor de Poio (Pontevedra).

Tras una breve estancia como profesor de humanidades en el Colegio Apostólico de Lekeitio, Bizkaia (curso 1958/9), fue nombrado profesor de historia de la iglesia y teología, en el Colegio Mayor de Poio (cursos 1959-1965), alternando su docencia con el estudio de diversos temas de literatura, arte y antropología. Fruto de esa preocupación es su obra pionera sobre El mundo, el Hombre y Dios en la Fenomenología de Merleu-Ponty. Monasterio de Poyo 3, Madrid 1961. El encuentro con el gran fenomenólogo francés marcará en adelante su visión de la corporalidad y la historia, de la fidelidad a lo real y la preocupación por los problemas del ser humano.

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Alternando docencia e investigación, prepara su tesis doctoral en teología (en la Universidad Pontificia de Salamanca), escogiendo para ello un tema clásico: La noción de analogía en Santo Tomás de Aquino y en la Escolástica posterior. Le hubiera gustado trabajar directamente sobre Yves Congar o K. Rahner, sus autores preferidos en el campo teológico, pero le pareció más prudente iniciarse en la investigación teológica con un tema de cruce entre historia, filosofía (teoría del conocimiento) y teología. El centro de su tesis, defendida el 1965, está dedicado a la comparación entre Santo Tomás y algunos de sus primeros "receptores" hispanos, en la renovación escolástica del siglo XVI, especialmente el P. Jerónimo Pérez, O. de M., profesor de Valencia y Gandía.

Culminada su carrera en teología, se traslada a Roma para estudiar Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana (cursos 1965-1968). Vuelve a Poyo donde sigue impartiendo clases de teología e historia (cursos 1968-1971), mientras se ocupa de la preparación de su segunda tesis doctoral. Vuelve por un año a Roma (curso 1971/1972), doctorándose en historia de la iglesia con un trabajo sobre El Pensamiento Histórico de A. Loisy.

Desde entonces (fines de 1972) residió regularmente en Madrid (en las comunidades San Jacinto, Casa del Refugiado (acompañando a jóvenes refugiados de zonas de guerra( y en la Basílica de la Merdec), impartiendo clases de Teología e Historia de la iglesia en los diversos centros teológicos de la capital (Instituto San Pio X y teologados claretiano, salesiano y agustiniano), ofreciendo también cursos, como Profesor Invitado, en el centro teológico GES y en la Facultad de Teología de la UP de Salamanca. Desde 1979 y hasta su muerte eseñó en el Centro Teológico de San Dámaso, de la Diócesis de Madrid.

Los 17 últimos años de su vida están vinculados, con pasión intensa y gozosa al citado Centro Teológico donde, el año 1990, recibe nombramiento de Profesor Agregado en la cátedra de Teología fundamental y sistemática: introducción a la teología, escatología y mariología. Su dedicación a la enseñanza y administración escolar está marcada por el gozo y sufrimiento. Fue causa de gozo intenso el hecho de que una mayoría de compañeros le hayan mostrado su confianza, siendo nombrado Director (1993) y luego primer Decano (1996) de la nueva Facultad de Teología. Motivo de intenso sufrimiento han sido las dificultades "burocráticas" que le han impedido acceder al título de Catedrático, como había pedido por dos veces.

Esta dedicación gozosa y sufriente al Centro (Facultad) de Teología de San Dámaso ha marcado los últimos años de su vida, además de las labores pastorales y mercedarias: cursillos, ejercicios espirituales, años de colaboración en la casa de Refugiados de la Merced en Madrid etc. Más que hombre de mando y dirección, Eliseo Tourón ha sido amigo y compañero y como auténtico amigo, con fe en los compañeros, ha realizado sus funciones administrativas en la dirección de la revista Pastoral Catequética, en la facultad de teología, en las parroquias y demás lugares de apostolado.

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En plena función docente cae enfermo (primavera de 1996), dejando por un tiempo su trabajo. Durante el verano intenta reponerse en Poio, pero volvió más enfermo a Madrid a primeros de setiembre y su casa, el convento de la Merced de la Calle Basílica, ha sido lugar de peregrinación, encuentro y solidaridad de sus amigos, compañeros y religiosos mercedarios. En medio del cariño general, silenciosamente, como había vivido, murió el 27 de diciembre de 1996. Por su capilla ardiente pasaron las autoridades eclesiásticas de Madrid, incluido el Arzobispo Sr. Rouco Varela. El funeral, presidido por uno de los obispos auxiliares de Madrid, contó con la asistencia de numerosos religiosos, profesores y amigos.

Más que hombre de libros y publicaciones, el P. Eliseo ha sido maestro de la palabra hablado, hombre de tradición oral, de experiencia compartida. A pesar de eso, ha dejado un legado muy significativo de trabajos escritos, la mayoría de ellos ocasionales, algunos de gran altura científica, que quiero ir reseñando.

No ha sido hombre ambicioso, coleccionador de cargos y títulos. Es significativo el hecho de que no haya publicado enteras sus dos tesis, a pesar de haber recibido ambas la máxima calificación. Nunca ha presumido de su doble doctorado, ni aún frente a aquellos que no han valorado su investigación.

Ha creído en las personas, en el contacto director, de amigo con amigo, de diálogo cercano y confiado, de profesor que va guiando a sus alumnos, teniendo, por un lado, una gran autoridad moral y siendo, por otro, muy cercano a cada uno de los alumnos. Ha sido un hombre de cultura múltiple, de gran curiosidad, siempre a caballo entre la literatura y la historia, la filosofía y la teología. No ha querido nunca imponer su ciencia, ni valerse de ella para medrar.

Más que lo que él ha sabido y escrito le ha interesado lo que han sabido y hecho los demás. Puedo ofrecer el testimonio personal, emocionado, de la lectura que ha realizado de mis trabajos y de los trabajos de sus amigos y amigas, valorándolos siempre de un modo positivo, gozándose con ellos.  Más que sus publicaciones le han interesado las publicaciones de los demás, en gesto evangélico y humano que muchos no han comprendido, tachándole de poco agresivo. A pesar de eso, Eliseo Tourón ha dejado como herencia una obra envidiable de síntesis humanista de la teología que ahora recogemos con cierto detalle:

Obras de juventud. Trabajos menores

Como casi todos los eclesiásticos de su tiempo, EliseoTourón comenzó a publicar sus trabajos en la revista de su Estudiantado Teológico, en Poio. La Revista se llamaba Sal-Lux y refleja las preocupaciones literarias y eclesiales del momento. Cuatro son las publicaciones fundamentales de entonces:

  1.  – La ironía por los siglos medios, Sal-Lux 9 (1954) 18-20
  2. Un itinerario de San Pedro Pascual, Sal-Lux 10/11 (1955) 28-31
  3. Personajes o mitos en Guareschi. Un arte de novelar, Sal-Lux 12 (1955) 2023
  4. Diálogos. Algunos puntos de novela religiosa, Sal-Lux 14/14 (1957) 86-90
  5. El gran secreto de la carta de Colón, Estudios 54 (1961) 325-327

 Estos trabajos definen ya las preocupaciones básicas de Eliseo Tourón en sus años de estudiante en Poio (cf. "Memorias informales" de mi estancia en el Monasterio de Poio, Bol. Merced Castilla, 99 (1990) 52-63. Ellos anuncian y de algún modo contienen en ciernes lo que será su obra posterior. Le mueve básicamente una preocupación de tipo literario y teológico. De la ironía literaria trata el primero de esos trabajos (centrado en el Arcipreste de Hita y en San Pedro Pascual). Pero de la ironía, que es humor gozoso, pasa Eliseo Tourón a la visión de conjunto del sentido del hombre en el mundo, tanto en los relatos de Guareschi (su inolvidable Don Camilo), como en la síntesis teológico-literaria de San Pedro Pascual (siglo XIII) y en la novela religiosa moderna.

Estos trabajos están perfectamente escritos, con estilo casi preciosista, dialogante, con citas de Aranguren y un fuerte influjo de la filosofía existencialista. Siguiendo en esta línea, Eliseo Tourón hubiera sido un teólogo del arte, un hermeneuta de la vida que se entiende como aventura entre la gracia y el destino, entre el amor y el riesgo del olvido.

Dejemos que pasen los años (de 1957 a 1971). Durante ellos, Eliseo Tourón ha cursado sus estudios superiores, ha presentado su segunda tesis doctoral y ha empezado su labor propiamente universitaria. Ha publicado también algunos breves trabajos en la revista La Merced, de la Provincia Mercedaria de Castilla. Son de tipo más circunstancial, de carácter menor. Por eso no hemos querido recogerlos.  

Pero entre 1971 y el 1976, la revista La Merced se transforma, comenzando a realizar una extraordinaria labor de apostolado literario y teológico. Cambia para ello su mismo y se titula La Merced. Fe y actualidad (=Merced FA). Son años de pleno postconcilio, acaba en España el franquismo, se abren horizontes de libertad creadora, se está definiendo el tipo de vida que luego hemos vivido, en los siguientes veinte años. Durante ese tiempo, Eliseo Tourón colabora de forma constante y ejemplar en esa revista, con trabajos de serio compromiso teológico y pastoral:

  1.  – La Iglesia, misterio apasionante y angustiante, Merced FA 4(1971) 299-302
  2. Líbranos del mal, Merced FA5 (1972) 23
  3. Iglesia y desmitificación I, Merced FA5 (1972) 43-46
  4. – Iglesia y desmitificación II, Merced FA 6 (1972) 113-117
  5. – La Eucaristía construye la Iglesia, Merced FA 7 (1972) 203
  6. De la penitencia a la Resurrección, Merced FA 9 (1973) 59-61
  7. La naturaleza ¿signo pagano o cristiano?, Merced FA 10 (1973) 137-141
  8. Madurez y alteración, Merced FA 11 (1973) 220-223
  9. La ciudad donde reina un niño (H. Montherlant), Merced FA 12 (1973) 259-259
  10. Paolo Freire, Merced FA13 (1974) 66-68
  11. Max Thurian, Merced FA 14 (1974) 13-115
  12. La Democracia, Merced FA 17 (1975) 54-56
  13. Las normas morales, Merced FA 18 (1975) 60-62
  14. Miguel de Unamuno, Merced FA20 (1975) 36-37
  15. Humanidad y divinidad de Jesús, Merced FA 22 (1976) 24-28
  16. Cristianismo y sociedad, Merced FA 23 (1976) 35-39

  Durante esos años, en forma de breves trabajos, Eliseo Tourón fue publicando sus aportaciones fundamentales sobre el sentido y función del cristianismo. En este momento le sigue fascinando lo referente a la literatura, pero también se vuelven importantes para él otras dos temáticas: la comprensión del cristianismo (en diálogo con Bultmann) y la apertura social, siempre en línea de diálogo al servicio de la libertad. Le interesó la teología de la liberación, pero se mantuvo frente a ella en sobria distancia, sobre todo a causa de su talante liberal en el mejor sentido de la palabra.  

Dogmática. Historia de la teología

ELISEO TOURON DEL PIE | Valín Libros

Teología dogmática e historia de la teología han sido los centros de interés de la investigación de Eliseo Tourón, como podía suponerse partiendo de sus dos tesis doctorales: una sobre la analogía en la Escolástica y otra sobre toda la problemática de la evolución del dogma en Loisy y en el conjunto del modernismo.

Como podrá verse por la bibliografía que sigue, Eliseo Tourón no ha vuelto al tema de la analogía, a no ser en la publicación de un extracto de sus tesis (Estudios, 1975). Por el contrario, la problemática en torno a Loisy le ha seguido preocupando y ha dedicado a ella trabajos de gran valor en el campo de la revelación y la evolución del dogma, tanto sobre autores del entorno modernista, como sobre otros católicos y protestantes que se encuentran relacionados a ella (Bremond, Blondel, Rahner, Barth, Bultmann...).

Eliseo Tourón ha sido ante todo un especialista en historia de la teología, tema sobre el que ofreció cursos monográficos en la Fac. de Teología de la U. Pontificia de Salamanca (años 1977-/9). En actitud de diálogo ha querido mantenerse siempre, retomando en una nueva perspectiva antropológica y dogmática los problemas que habían planteado los modernistas. Dividimos los trabajos sus trabajos de un modo esquemático, de forma que pueda obtenerse una visión de conjunto de sus preocupaciones básicas:

Presentación de libros y temas históricos

  1. – Notas a dos libros recientes (E. Przywara, "Teologumento español"; N. Monzel, "El                cristiano y la teología"), Estudios 60 (1963) 145-151
  2. En torno a "Cristo y la Biblia" de X. Pikaza, Estudios 101 (1973) 295-315
  3. A propósito del último libro de X. Pikaza sobre "Experiencia religiosa y cristianismo",  Estudios 137 (1982) 261-269
  4. – Transmisión de la revelación en la catequesis de hoy. (Estudio y análisis de cinco catecismos  actuales), Teología y Catequesis 3 (1984) 365-395

El dogma cristiano. Función de la teología

  1. – La Evolución Dogmática en Amor Ruibal, en Varios, Diálogos sobre Amor Ruibal, Estudios,             Madrid 1970, 155-178
  2. Función de la Analogía en la Teología Natural de Santo Tomás de Aquino y en la Escolástica             posterior, Estudios 109 (1975) 187-216
  3. – La apologética de Loisy, Blondel y Laberthonnière, Estudios 112 (1976) 17-44
  4. Loisy y Bultmann en los orígenes de la Historia de las Formas, Estudios 117 (1977)                91-98
  5. – H. Bremond. Un ensayo de psicología religiosa (1901), Estudios 119 (1977) 531-550

Eclesiología ecuménica.

  1. – Iglesia y Trinidad en la Teología ortodoxa: V. Lossky y N. Afanassieff, Estudios Trin. 12 (1979) 305-341
  2. – Presupuestos modernistas de la eclesiología de Loisy I-II, Estudios 128 (1980) 23-38; 249-266
  3. – La eclesiología transcendental y categorial-histórica de K. Rahner, Estudios137 (1982)           223-248
  4. Karl Barth. Eclesiología de la reconciliación, Estudios 142 (1983) 345-378

No todos los trabajos recogidos en este apartado tienen la misma densidad. Algunos de ellos son más circunstanciales, sobre todo los recogidos en el primer apartado. Los recogidos en el segundo y tercer apartado forman dos unidades compactas y significativas, como indicaremos con algún detalle.

Los estudios dedicados al dogma (apartado 2) recogen, básicamente, los núcleos fundantes de las tesis doctorales de Eliseo Tourón y presentan una visión orgánica del despliegue e identidad del dogma cristiano. Forman unidad y podrían haber sido elaborados como libro o trabajo de investigación unificado.

Los trabajos del tercer núcleo habían sido pensados como capítulos de una Eclesiología ecuménica que yo mismo le había pedido que fuera elaborando. Las tardanzas editoriales y los nuevos compromisos docentes le impidieron ultimar ese trabajo que todavía hoy podría publicarse en forma unitaria, con algunos retoques, como libro básico de eclesiología. Las visiones que aquí ofrece Eliseo Tourón no han sido superadas y siguen permaneciendo actuales (más actuales) después de más de quince años de repliegue y "repliegue" teológico.

Estos trabajos (los de la sección 2 y 3) reflejan eso que pudiéramos llamar la época dogmática de Eliseo Tourón. Fueron tiempos de intensa reelaboración sistemática, marcados por un deseo de llegar a las raíces de la identidad cristiana, en clave de revelación, dialogando con la filosofía y la cultura de la modernidad.

Este es un aspecto algo olvidado de Eliseo Tourón. Él mismo lo ha dejado un poco al margen, en sus años posteriores, a partir de sus nuevas preocupaciones docentes, centradas en la escatología y mariología (con la antropología cristiana). Pero si queremos entender su pensamiento debemos volver una vez más a estos principios de recia dogmática, de estudio de la historia de la teología, en diálogo con el modernismo y protestantismo.

Historia de la Merced, Teología del arte

He querido unir en un mismo apartado estos dos temas porque van unidos en intención y despliegue argumentativo. Eliseo Tourón ha sido mercedario de vocación y artista de nacimiento. Muchas veces hemos reflexionado juntos sobre temas de historia de la Merced, pero más aún sobre cuestiones de belleza. No le ha podido seguir en sus aficiones musicales. Le he acompañado con frecuencia en jornadas de estudio y disfrute de la naturaleza y del arte, en clave de pintura, escultura y arquitectura.

Juntos hemos visitado las grandes capitales del arte en Italia (Roma y Nápoles, Florencia y Venecia)y las pequeñas ciudades o pueblos de España (La Alberca y Zamora, Ávila y San Pedro de la Nave). Más de una vez, presintiendo queriendo animarme en momentos de dificultad, me decía: ¿sabes que en tal pueblo hay unas tablas de Berruguete? Y nos íbamos a ver las tablas, convirtiendo la vida en obra de arte. Ese era su oficio: convertir la vida en arte.

Pero en los últimos años nos había vencido el afán de los trabajos. Él los suyos, yo los míos. Teníamos pendiente un viaje de estudio y turismo por la cornisa cantábrica, recreando la historia, reviviendo el arte, desde su pueblo, Ondarribia, hasta el convento de Poio, en Pontevedra. Cuando cayó tronchado por la enfermedad, desde el ambulatorio de Pontevedra, el 2 de setiembre de 1996, me llamó y me dijo: ¡Pon fechas para ese viaje!. Pusimos fechas, pero sentí que sería imposible. Él también lo sabía. Pero seguimos soñando juntos. ¡Hasta habíamos pensado la manera de iniciar la gira, viendo a los dantzaris de su tierra!. Pero se apresuró la muerte. Me gustaría hacer el viaje un día, pensando en él, disfrutando como él hubiera disfrutado, del mar y la montaña, de la vieja ermita, de la amistad nueva y eterna.Como mercedario y artista, estos son algunos de sus trabajos:

Historia de la Merced

  1. – La Orden de la Merced desde 1218 a 1330, Estudios 90/91 (1970) 397-436
  2. – San Pedro Pascual en las disputa anti-islámicas del medievo, Varios, Centenario de San Pedro                         Pascual III, La Merced, Valencia 1972, 95-117
  3. – Notas de viajar por una ruta tirsiana, Bol. Merced Castilla 69 (1982) 55-59
  4. – Desarrollo histórico de la Merced (siglos XIV-XX). Ensayo hermenéutico-histórico, Analecta             Mercedaria (Roma),7 (1988) 69-128
  5. Crónica de un centenario. Coronación de la Virgen de la Merced de Barcelona, Bol. Merced             Castilla 90 (1988) 102-111
  6. – Tirso de Molina y la Merced en América, Estudios 172/5 (1991) 661-730

  1. Estética teológica.
  2. – Un retablo de J. B.Churriguera para la Iglesia de la Merced de Madrid, Bol Merced  Castilla 61 (1980) 42-44
  3. – Pintores y escultores que trabajaron para la Merced en el siglo XVII, que figuran en el catálogo de A. Palomino, Analecta Mercedaria (Roma), 3 (1984) 61-82.
  4. – La iconografía mercedaria en Interián de Ayala, O. de M. (1657-1730), Estudios 151  (1985) 357-380
  5. – Notas de la Merced en el Arte y los Libros I-III, Bol. Merced Castilla 78 (1985) 74-79;  81 (1985) 49-55; 83 (1986) 59-64

En la primera parte (historia de la Merced) sin importantes los trabajos del año 1970 y de 1988. Ambos forman unidad, como dos capítulos de una misma Historia fundante de la Merced donde se vinculan multitud de datos (estudio de los hechos) con una inteligente valoración hermenéutica. La Merced es para Tourón un modo de vivir el evangelio en clave de libertad y de acción liberadora. Por eso no ha tenido que esforzarse nunca en encontrar o desarrollar una vertiente social en su teología, pues ella ha estado desde el principio al servicio de su vocación de libertad redentora.

En línea mercedaria se sitúan también los trabajos de la segunda sección (estética). El más significativo es el de 1985 y está dedicado a Interián de Ayala, uno de los más importantes teólogos del arte, autor de un tratado titulado Pictor Christianus. No existe, que yo sepa, ninguna monografía importante sobre la vida, pensamiento y teología estética de Interián de Ayala. Benedicto XIV le dedicó atención preferente en su Carta Apostólica Sollicitudini nostrae (1745), como ha mostrado con gran erudición F. Boespflug, Dieu dans l'art (Cerf, Paris 1984). Eliseo Tourón es el primer teólogo español que lo ha estudiado, centrándose en la iconografía mercedaria, pero mostrándose abierto a toda la teología del arte. Sólo por haber realizado este trabajo de pionero sería benemérito en nuestro panorama cultural. Esperamos que alguien siga sus pasos y dedique una tesis doctoral a la figura de Interián de Ayala, elaborando a partir de ella una nueva teología del arte.

Mariología.

 Eliseo Tourón ha entrado en la mariología desde su vocación mercedaria y su búsqueda antropológica. María ha sido para él el signo más alto del ser humano, la persona que dialoga con Dios y responde de manera plena a su llamada. Por eso, y por su dedicación docente, como profesor de Mariología, en el Centro Teológico San Dámaso ha podido elaborar una admirable. síntesis mariológica.

Pero tanto como sus trabajos personales ha influido en la mariología española más reciente su trabajo como director de la edición española del Nuovo Dizionario de Mariología (Paoline, Roma 1986). Con muy buen criterio, no se ha limitado a traducir el original italiano sino que lo ha reelaborado, introduciendo más de veinte voces nuevas, escritas por algunos de los teólogos hispanos más significativos (M. Gesteira, S. Galilea, S. Muñoz Iglesias, J. M. Velasco, M. Navarro etc.). El mismo Eliseo Tourón, ha colaborado en este su Nuevo Diccionario de Mariología (=NDM), Paulinas, Madrid 1988, con las voces Ángeles y Redemptoris Mater.

Por otra parate, Eliseo Tourón había participado en algunos de los Congresos de Mariología más significativos de los últimos decenios: el IX Congreso Mariológico Mariano (Malta, 1983) y el Congrso de la Facultad Teológica Marianum (Roma, 1992), como indicaremos al presentar sus trabajos. Por comodidad los dividimos en tres campos: historia, sistemática y escatología. Los tres se encuentran vinculados, formando una clara unidad teológica, como indicaremos.

  1. Historia.
  2. Malta, isla del naufragio de San Pablo, sede del IX Congreso Mariológico-Mariano, Bol                    Merced Castilla 62 (1983) 37-41
  3. Presencia de la piedad mariana en algunos escritores mercedarios del siglo XVII, Analecta                      Mercedaria (Roma), 5 (1986) 117-142
  4. La Mariología veinticinco años después del Concilio, Verdad y Vida 47 (1990) 331-373
  5. – El Magnificat en Lutero, EphMar 44 (1994) 371-390

Visión sistemática.

  1. – Zaguán y pórtico (a la mariología), en NDM, 11-15
  2. Ángeles (María y los...), en NDM, 81-100
  3. Redemptoris Mater, en NDM ,1684-1688
  4. María de la Merced, redentora-liberadora de cautivos, Estudios 161/2 (1988) 155-186
  5. María, oyente y discípula de la Palabra, RevEspTeo 59 (1990) 435-467
  6. Colocación y conexión de la mariología en el ámbito de las disciplinas teológicas, en Varios,             La mariologia tra le discipline teologiche, Marianum, Roma 1992, 269-399

Mariología y escatología

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  1. – María en la Escatología de Lucas, EphMar 31 (1981) 241-266
  2. Interpretación mariana Ap 12 en los comentarios barrocos del siglo XVII, Estudios 1848(1985)                         81-91
  3. María, icono escatológico del Espíritu, Communio 1 (1986) 37-46
  4. – Ideas y creencias escatológica en la apócrifos asuncionistas RevEspTeo 54 (1994) 125-179

 Tres de los cuatro trabajos dedicados a la historia (1) siguen siendo significativos. Uno (1986) recoge la ponencia del Congreso de Malta (de 1993) y está dedicado a la mariología clásica española (mercedaria) del siglo XVII, representada por autores como P. de Oña, Pedro de la Serna y S. Saavedra. Otro (1990) ofrece un balance equilibrado de la mariología postconciliar; es, a mi juicio, el mejor trabajo de conjunto publicado sobre el tema en lengua castellana. El tercero (1994) ofrece una relectura católica de la mariología protestantes, a partir del comentario clásico de Lutero sobre el Magníficat; aquí pasan a segundo plano aspectos marginales de la disputa mariana interconfesional; en el centro de la mariología viene a situarse el carácter profético de la Madre de Jesús.

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Pasando al campo de la sistemática queremos vincular el trabajo de 1988 (dedicado a María de la Merced) y el de 1990 (dedicado a María como oyente y discípula). Unidos ambos nos ofrecen una de las visiones más actuales y equilibradas de la Madre de Jesús, como persona y figura donde se vinculan la experiencia de la libertad (Merced) y la radicalidad de la fe (discípula).

Pero en este campo de la sistemática debemos destacar el último trabajo (1992), que recoge la ponencia pronunciada en el Congreso Mariano de ese mismo año, en Roma. Este largo estudio ofrece una verdadera sistemática mariana o, quizá mejor, una mariología de conjunto. Eliseo Tourón ha tenido la capacidad de vincular de un modo unitario las diversas tendencias mariológicas, situándolas en el centro de la elaboración teológica católica. De esa forma ha elaborado una antropología mariológica (o mariología antropológica, si se permite la palabra).

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Finalmente, como indica el tercer apartado dedicado a la escatología, Eliseo Tourón ha interpretado a María como icono o signo escatológico del Espíritu Santo. Pudiera también haberla llamado icono escatológico de la nueva humanidad. En esta perspectiva se puede leer el trabajo que ha dedicado a los Ángeles (en el NDM). Pero quizá resultan más significativos sus dos estudios históricos, uno dedicado a los apócrifos asuncionistas (1994) y otro a los comentaristas barrocos del Apocalipsis (1995). En ellos muestra Eliseo Tourón su curiosidad humanistas pero, sobre todo, su honda y esencial erudición investigadora, puesta al servicio de la actualidad teológica. Allí donde muchos mariólogos se limitan a repetir proclamaciones piadosas de última hora, Eliseo Tourón ha sabido leer pacientemente en los textos de la tradición mariana, apócrifa y teológica, descubriendo en ambos casos un hondo tesoro de piedad pensamiento.

Muchas veces he comentado con Eliseo Tourón estos temas. El más significativo de nuestros diálogos, por ser el último, ha estado dedicado a descubrir de nuevo las conexiones entre María y la Libertad humana, en clave antropológica, eclesial y mercedaria. A los dos nos habían encargado un trabajo para el número final de Ephemerides Mariológicae de 1996. El mío versaba sobre María Reina desde el transfondo del AT. El suyo sobre María (Reina y) Liberadora en la actualidad. Le dio tiempo de acabar trabajo, aunque estaba llebángole la muerte. María, madre y hermana de la libertad, ocupó su mente y corazón de enfermo, durante algunos de sus últimos meses. No logró verlo publicado. Todavía sigo esperando la revista (Eph Mar 46, 1996). Será para muchos de nosotros la palabra cordial y cercana de su testamento mariano.

Escatología.

La actividad académica propiamente dicha de Eliseo Tourón había empezado con un libro sobre antropología, que volvemos a citar ahora. La antropología, interpretada de forma escatológica, constituye la culminación de su obra, como seguiremos indicando.

A escatologia na teologia paulina by Pedro Barros

 Escatología no es para Tourón aquello que vendrá simplemente después de la muerte sino la misma condición finita y transcendente del ser humano, condenado a la muerte, pero abierto siempre a la esperanza. En esta perspectiva han culminado sus más hondas intuiciones literarias, iniciadas en los años de estudiante en Poio. Desde la escatologìa ha recreado su visión existencialista de la realidad. De manera esquemática ofrecemos sus trabajos más significativo en este campo:

Contexto filosófico, literario y experiencial

  1. El hombre, el mundo y Dios en la fenomenología de Merleau-Ponty, Monasterio de Poio 3,                 Estudios, Madrid 1961, 97 págs.
  2. – Aproximación a las fuentes e interpretación de el "Condenado por Desconfiado" de Tirso de             Molina, Estudios132/3(1981) 407-424
  3. Escatología anticipativa y proyectiva en "Moradas", Rev. Espiritualidad 165 (1982) 567-599

  1. Historia
  2. La Vida eterna. Una década de publicaciones sobre la vida Eterna, Communio (1981) 173-188
  3. Boletín bibliográfico sobre Escatología, IB, Centro teológico S. Dámaso 39 (1981) 1-36
  4. Comentarios del siglo XVII al Apocalipsis. (Escatología e Historia Universal), Estudios 143               (1983) 495-512

Escatología cristológica

  1. Los signos de los tiempos. Escatología y revelación en el NT, Estudios 146/7 (1984) 593-622
  2. Juicio de Dios como liberación, Communio (1985) 49-54
  3. Jesucristo, realización escatológica del hombre, Teol. y Catequesis 14 (1985) 229-241
  4. Anticipación escatológica por el Espíritu en la Teología Paulina, RET 47 (1987) 201-238
  5. El saber escatológico: dar razón de la esperanza, Verdad y Vida 185 (1989) 9-22

  1. Elaboración sistemática y catequética
  2. Escatología Cristiana. Aproximación catequética, San Pio X Textos , Madrid 1990, 208 págs
  3.  – Escatología, en X. Pikaza y N. Silanes, El Dios Cristiano. Diccionario teológico, Salamanca 1992, 415-440
  4. Angelología, en Ibid 49-58
  5. Creer en la vida contra la muerte, Misión Abierta 5 (1992) 24-27
  6. El hombre ante el más allá, en Varios, Religión y cultura. Un reto a la sociedad segoviana
  7. Col. Universitario, Segovia (1994) 12-14.
  8. Lenguaje apocalíptico y escatología cristiana, Teol. y Catequesis 49 (1994) 11-24

En el contexto de la antropología hemos querido situar el libro sobre Merleau-Ponty (1961), centrado en la fenomenología existencial del comportamiento. A Eliseo Tourón le ha seguido pareciendo válido ese análisis, pero a lo largo de los años ha descubierto, cada vez con más fuerza sus lagunas, especialmente en el campo escatológica. Más profundo que Merleau-Ponty es, el drama escatológico, Tirso de Molina (1981), empeñado en mostrar la relación que existe entre confianza y salvación o plenitud del mundo. Avanzando en esa línea, Las Moradas de Santa Teresa (1982) han servido para que Eliseo Tourón analice el carácter escatológico de la experiencia mística, situándola de esa forma en el centro de la teología cristiana.

A la historia de la escatología en los últimos tiempos ha dedicado Tourón del Pie dos boletines bibliográficos (ambos de 1981), que le permiten situar el tema dentro del panorama teológico, tanto católico como protestantes. Pero más significativo resulta en esa línea su trabajo sobre la visión escatológica de los comentarios hispanos del siglo XVII al Apocalipsis (1983). Este es un tema que, siendo poco conocido, resulta fascinante: varios exegetas hispanos del siglo XVII (entre ellos Pedro de la Serna) han interpretado en forma escatológica el triunfo y expansión de los Austrias. Sobre la base de sus comentarios, se podría trazar una línea entre la visión del Apocalipsis y el mesianismo (filosófico, histórico) de la nueva humanidad barroca. Este es un trabajo que está pidiendo una continuación. Nadie, que yo sepa, lo ha retomado. Sería urgente hacerlo, pues nos permitiría comprender eso que pudiéramos llamar "el apocalipsis del alma hispana" y su transformación tras el siglo XVIII.

Eliseo Tourón ha querido elaborar una escatología centrada en Jesús, pasando así de la mariología (y de la antropología) a una escatología cristología, como muestran los trabajos de la sección 3ª de este apartado. Todos tienen un mismo tema de fondo: el hombre escatológico es el Cristo; por eso, los signos de los tiempos se identifican con el signo de su propia vida, entregada por los demás. Cristo se vuelve así esperanza personal para los humanos, de manera que se le puede presentar como realización escatológica del ser humano (1985). Desde esa perspectiva ha construído Tourón de Pie su pneumatología como experiencia y verdad de la anticipación escatológica del Cristo (1987).

La elaboración sistemática viene reflejada en los dos textos escritos de manera escolar (1990) y condensada (1992). Ellos condensan una larga búsqueda anterior, realizada en diálogo fecundo con los grandes escatólogos de este tiempo (Ruiz de la Peña y Kehl, Ratzinger y Greshake, por poner unos ejemplos). La aportación de Eliseo Tourón no reside tanto en su visión teórica como en su deseo de centrar los problemas en clave cristológica y existencial. La escatología no es un discurso abstracto sobre el modo de ser tras la muerte (con la problemática del alma separada y del estado intermedio) sino un modo de fundar la vida presente del cristiano en el don de Dios. Así lo han destacado los últimos trabajos de 1992 y 1994, abiertos también a la tensión liberadora: no se puede hablar de escatología cristiana sin compromiso en favor de los más pobres.

En las semanas anteriores a su muerte, Eliseo Tourón seguía interesado por la escatología, empeñado en preparar un trabajo para el homenaje póstumo a su amigo escatólogo J. L. Ruiz de la Peña (fallecido, en setiembre de 1996). El trabajo se iba a titular Música y Cielo. Ángeles cantores en el Apocalipsis y quería ser una continuación del que ya había dedicado a los ángeles en 1992. Tuvimos ocasión de hablar varias veces sobre el tema. Yo tenía la certeza nostálgica de que no podría terminarlo, no le quedaba tiempo. A pesar de ello me pidió bibliografía: la esperanza de la "música celeste" le llenaba por dentro. Un día dijo, simplemente, ya oigo la música. Supimos que estaba preparado para morir. No pudo acabar el trabajo en este mundo. Le estaba llamando la música verdadera.

Antropología eclesial. Pan compartido

De la antropología escatológica he querido pasar a la eclesial, culminando con ella la parte central de esta nota bibliográfica sobre el Eliseo Tourón. He tenido ya ocasión de acentuar la importancia de su reflexión eclesiológica al ocuparme de su visión de la dogmática y la historia (3, 3). Allí se insistía en el aspecto ecuménico del tema. Ahora quiero destacar el aspecto fundante de este reflexión eclesial: la misma tensión escatológica le ha obligado a volver a la historia, descubriendo y destacando en ella la tarea de creación comunitaria.

 Aquí encontramos al último Eliseo Tourón, el más hondo y cristiano. Es como si los años y dolores le hubieran madurado, haciéndole capaz de comprender lo que implica la comunión, la confianza mutua, el pan compartida. Su mismo cargo al frente del Centro de Ciencias Teológicas de San Dámaso le puso en contacto con las disensiones y egoísmos de la vida. Descubrió en carne propia lo que implica la lucha por el poder y la sufrió intensamente, él que nunca había luchado por el poder. Desde esa perspectiva pueden entenderse estos trabajos:

  1. – Comunidad y Reino, Bol. Merced Castilla50 (1978) 35-46
  2. – El Espíritu de Jesús, animación de la comunidad, Bol. Merced Castilla 51 (1978) 23-31
  3. La comunidad, cuerpo de Cristo, Bol. Merced Castilla 52 (1978) 35-43
  4. – Comer con Jesús. Su significación escatológica y eucarística I-II, Rev.Esp.Teol 55 (1995)            285-329; 429-486.

Los tres primeros trabajos (1978) recogen su visión más neutral y teórica sobre el sentido de la comunidad. Eliseo Tourón expresa en ellos su propia vivencia de la comunidad religiosa (mercedaria) y cristiana como espacio de encuentro humano y de presencia del Espíritu. Esta era su teología, esta su más honda experiencia: el Dios de Jesús se hace presente en la comunión gratuita, gozosa, confiada, creadora, entre los hombres y mujeres de la tierra, especialmente en la iglesia.

Esta era su fe, esta su más honda certeza de creyente que siempre había irradiado confianza y que, lleno de confianza, había ofrecido a los demás su colaboración, su propia vida. Por servir a sus amigos (compañeros) aceptó el cargo de Director del Centro Teológico de San Dámaso, encontrando entre los verdaderos compañeros y amigos un inmenso respaldo y cariño que le mantuvo gozoso los últimos años de la vida.

Pero, al mismo tiempo, recibió también oposiciones fuertes, especialmente de algunos que debían haberle acompañado: entre 1992 y 1994, la autoridades académicas "superiores" rechazaran por dos veces su petición de "acceso a catedrático", acusándole de carencia de publicaciones. Quien haya seguido esta reseña bibliográfica advertirá la falta de sentido de tal acusación. Personalmente le indiqué que podìa desistir la cátedra, que quedara como simple agregado, que renunciara a Director, pues parecía claro que no era grato para algunos. A pesar de eso, por fidelidad a sus auténticos compañeros, en gesto claro de compromiso cristiano y claridad evangélica, mantuvo su petición, disponiéndose a escribir un trabajo programático que fuera como un compendio de su visión teológica.

Ese es el trabajo final que citamos (Comer con Jesús...: 1995). Es casi un libro, cien densas páginas sobre el más apasionante de los temas de la nueva teología: el sentido teológico y escatológico, comunitario y personal de la comida compartida. Esto era para él el evangelio, este el sentido más profundo de la vida: comer juntos, dialogando a nivel de pan y palabra, de libertad personal y confianza humana. Le habían negado la "comida", le estaban rechazando. Él respondió académica y humanamente con el gesto más hondo de solidaridad. No acusó a nadie, no se rebeló contra ninguna institución. Simplemente ofreció su palabra, por medio de este escrito: quiso decir lo que implica ser cristiano, desde su larga trayectoria de creyente.

Estaba empeñado en terminar ese trabajo, ampliándolo en clave histórica y dogmática, hasta formar un volumen grande, su obra madura de teología sistemática. Siguiendo en esa línea había comenzado a preparar un tercer trabajo, ya más centrado en el sentido escatológico de la eucaristía (pasando de la comida compartida al misterio sacraental). Lo fué escribiendo en los últimos meses de su vida, herido ya de muerte, con tenacidad admirable. A primeros de octubre de (1996) me llamó y me dijo: No logro concertrarme; pásalo a limpio, corrige algunas citas, completa algunos datos; ya no puedo hacerlo. Fue su último trabajo. Lo estaba preparando para el homenaje que la Facultad de Teología de Barcelona quería dedicar a su amigo E. Vilanova.

Lo hicimos juntos. Más que un estudio académico era un testamento, el propio testamento de Jesús conforme a Mc 14, 25: ¡en verdad os digo, no beberé más del fruto de la vida hasta el díaen que beba el nuevo en el reino de Dios! El trabajo se titulaba La comida escatológica. El Logion de Mc 14, 25. Me insistió: ¡Pon el texto griego como subtítulo! Era como si tuviera miedo a que su traducción y sus aplicaciones no fueran fieles a la palabra de Jesús. Es evidente que ya estaba esperando el pan final del reino. Por eso quiero, por eso debo, citar aquí también el texto que él quería, que él soñaba:en verdad os digo, no beberé más del fruto de la vida hasta que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de   (Mc 14, 25).

Repasé su trabajo, precisé las notas, introduje alguna aplicación, conforme a mi propia forma de entender a Mc, acentué en algún momento la relación entre el vino del reino y la comida en este mundo, como queriéndole decir que viviera, que también en este mundo se puede ya empezar a gustar el vino nuevo. Aceptó todas mis correcciones, desplegando su más hondo humor de siglos, de vasco y gallego: ¡Me lo has mejorado! Pero sabía que iba a morir. Aún bebimos juntos un vaso de vino en alguna comida. Me pidió que recopilara los trabajos que habíamos preparado juntos sobre la eucaristía. Han pasado 25, no he logrado hacerlo todavía, aunque, pasados tres años, publiqué en su honor, con el título que él me ofreció, un trabajo de síntesis titulado Fiesta del pan, fiesta del vino, mesa común y eucaristía, VD, Madrid 2000. Había muerto ya el 27 de diciembre de 1996, hace ahora 25 años.

 Murió en paz, dijo lo que tenía que haber dicho, sin haber odiado a nadie, sin tener enemigos, pues a nadie consideró enemigo. Como creyente vivió, en manos del Cristo en quien había creído entregó su vida. Unos días antes me dijo simplemente ¡ya lo tengo asumido! No quise preguntarle más, quedamos en silencio amigo.

Conclusiones. Perfil humano

Como habrá podido observarse, la bibliografía de EliseoTourón resulta extensa y significativa. Mucho más extensa ha sido todavía su afisión a la lectura, siempre en diálogo con los libros más importantes del momento. Algunas de lecturas han quedado fijadas como recensiones (en el Boletín de la Merced, en Estudios o en Rev. Española de Teología) constituyen verdaderos ensayos, ejemplares por su deseo de entender siempre a los demás.

 Pero más que un escritor o teólogo de oficio, Eliseo Tourón ha sido un maestro de la palabra y un amigo. Por encima de los libros le ha interesado la Universidad de la Vida. Ha sabido estar cerca de todos, formando parte de algunas de las agrupaciones teológicas mas significativas, desde Asociación de Teólogos Europeos hasta la Asociación de Teólogas Españolas; a ellas, a las mujeres teólogas, ha dedicado de forma especial su amistad, deseándoles largo y fructuoso trabajo. Cuatro días antes de morir me dijo por teléfono: ¡Mándame el libro de Mercedes Navarro y sus amigas sobre la teología del cuerpo femenino! Se lo llevó un compañero el día de Navidad (25 de Diciembre); lo tocó, lo miró, lo admiro. Estaba en su mesa cuando quedó muerto en la cama, en medio de una siesta convertida en sueño eterno.

Fue un hombre bueno, he dicho varias veces. A nadie ha condenado de antemano, a nadie a rechazado, ni a varones ni a mujeres, a personas de un grupo de izquierdas o de derechas (por utilizar esa terminología tan poco apropiada). Con frecuencia le he oído hablar bien de personas que no se habían portado bien con él. Era un caballero, era un cristiano.

 He dicho que más que escritor y teólogo ha sido amigo. En Poio, Pontevedra, y en Madrid, los dos lugares donde ha residido más extensamente le han rodeado los amigos. No les ha pedido nada, les ha ofrecido su presencia. Ellos, gozosamente, le han regalado también su confianza y cariño. Ha muerto al fin satisfecho, rodeado de presencia cristiana, mercedaria, de teólogos y amigos.

 Su "sistema" teológico queda abierto, como queda abierta su amistad. Más que lo que él hiciera le interesaba lo que hicieran sus amigos y compañeros. Sabía disfrutar con los demás, admirarse de la bondad y la belleza, agradecer. Esa es su mayor herencia teológica: que sigamos trabajando en su nombre, como si él viviera, que otros sigan llevando adelante sus proyectos, como si él les animara. Cuando murió nuestro amigo común, el teólogo franciscano Victoriano Casas (1989), a quien cariñosamente llamaba "hermano lobo" (un hombre que también había padecido mucho en los últimos años) me dijo: ¡No sufras! Tenemos un amigo en el cielo! Quiero hoy seguir diciendo lo mismo: ¡No sufras, no suframos, tenemos un amigo en el cielo, esperando compartir con nosotros el vino nuevo de la fiesta de Jesús! 

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