Fraternidad, verdad y libertad. Una historia abierta, con Francisco, Domingo y Nolasco

Seré  el primer ponente de la Mesa Redonda que, según el cartel, se celebrará esta tarde de.3.11.20 en la aula/capilla de Santa Catalina del patio de la Catedral Vieja de Salamanca, que fue hasta la desamortización (1836) centro y sede de su Universidad.

Trataremos, como el cartel dice sobre LA MERCED EN LA HISTORIA DE SALAMANCA, básicamente en su Universidad, pues ambas (Merced y Universidad) nacieron el mismo año (1218). Vivían por entonces Francisco (+1226) y Domingo (+1221), que marcaron, con Pedro Nolasco (fundador de la Merced), los ideales de la Iglesia y sociedad posterior de Europa.

Francisco marcó el camino de la frateridad en pobreza/riqueza compartida. Domingo dejó abierto el camino de la búsqueda de la verdad. Nolasco quiso establecer el camino de la libertad, con el dinero al servicio de la vida de los hombres.

El Papa Bergoglio tomó el nombre de Francisco, pero ese nombre es inseparable del nombre y obra Domingo y Pedro Nolasco, como mostrarán las reflexiones que siguen, situadas y formuladas desde una perspectiva de “merced” (=mujer al servicio de la libertad) como pone de relieve el cartel de la fiesta.

GUERRA DE CRISTIANOS (SIGLO XII)

El siglo XII había comenzado en la primera cruzada (1095-1099) y la conquista de Jerusalén (1099) y terminaba con el fracaso de las cruzass y la caida de Jerusalensanta en manos musulmanas (1187). No había todavía estados nacionales propiamente dichos, ni una estructura social independiente de la religiosa. Había cristiandad: reinos, principados, territorios que giran en torno a varios centros de influjo político y de un modo especial en torno al papa.

Al norte y este quedaban pueblos que no habían sido bien cristianizados, pero no ofrecían gran peligro: poco a poco iban entrando en la unidad de Europa occidental cristiana. Al oriente estaban los ortodoxos del imperio bizantino (y Rusia). Teóricamente eran aliados; pero su misma evolución social y religiosa les ha ido separando del cuerpo que se forma en torno al papa, para quedar al margen, con su historia y vida diferente.

En la frontera de la cristiandad occidentel se alzan los otros, es decir, los musulmanes, más allá de una línea que se inicia en el poniente (España), cruza por el centro del Mediterráneo y llega por oriente a Egipto, Palestina, Siria, Mesopotamia. El mundo  parece roto en dos mitades enfrentadas en dura guerra que ahora empieza a concebirse como santa. Los primeros cristianos fueron enemigos de la guerra y extendieron su fe por palabra y testimonio de vida. Pero cuando algunos pueblos "convertidos" se enfrentaron a los "bárbaros" paganos comenzó a mirarse la guerra como un hecho permitido y hasta religioso: protegía a los creyentes ante el riesgo que implicaban los infieles.

En una línea cercana en ciertos rasgos al AT se movían ya los musulmanes, que entendían y ejercían la guerra como medio de conquista y expansión creyente, en gesto que suponer una amenaza para ciertos cristianos, desde España hasta Bizancio[1]. Humanamente hablando, era normal que esa pretendida amenaza musulmana suscitara una respuesta mimética cristiana, de cruzada o guerra santa. Estrictamente hablando, las cruzadas no fueron lucha generalizada de cristianos contra musulmanes, sino combates localizadas en torno a Palestina que tenían como meta la conquista y la pretendida libertad "cristiana" de la llamada tierra santa, centrada en el sepulcro vacío de Jesús. Parte de la nueva Iglesia de Occidente quiso volver de manera militar hacia su pretendido origen, para encontrar su identidad, su punto de partida en aquel trozo de tierra donde el Cristo padeció y fue muerto y abrirse luego a su destino universal, que lleva de Jerusalén a todas las naciones.

 Los cristianos, bien conscientes de sí mismos, quisieron reencontrar su fuente en la frontera (o centro) de la tierra de elección, Jerusalén, para demostrar así su propia elección y poderío por la guerra. Ciertamente, no olvidaron la exigencia misionera: sabían que el mensaje de Jesús se extiende en paz, a través de la palabra; pero pensaban también que ese mensaje se halla amenazado por la fuerza musulmana y con su fuerza superior cristiana quisieron defenderlo. Justifican así la guerra santa, como lo hará más tarde un caballero: los varones prudentes... por cuatro cosas han de tomar las armas: la primera para defender la fe católica...[2].

Este fue el modelo del pensamiento Cristiano en el siglo XII, un modelo que acabo  con el fracaso de las cruzadas...  y con el surgimiento de la nueva Europa, de las universidades y la nueva cultura marcada por hombres como Francisco, Domingo y Nolasco.

(2) SIGLO XIII. DOS CAMINOS DE PAZ. DOMINGO Y FRANCISCO.

El claustro de la Catedral Vieja de Salamanca

 Aula/capilla de Santa Catalina. Catedral/Universidad de Salamanca 

Para superar esta visión del fracaso de las cruzadas quiero evocar dos movimientos cristianos centrales del siglo XIII, desde la perspectiva de F. Zúmel, teólogo Y Maesto General de la Merced- del XVI, que escribe la historia de su Orden: franciscanos y dominicos (mercedarios y/o trinitarios) rechazan el camino militar de las cruzadas en perspectiva nueva de evangelio.

1.- Introducción: los dos problemas.

El tiempo de cruzadas había terminado sin que los cristianos conservaran Jerualén o recrearan allí su experiencia religiosa. Los problemas de la fe no estaban a ultramar (ni se resolvían alístándose en la guerra), sino dentro de la misma cristiandad amenazada por sus contradicciones. Para resolverlos era necesaria una nueva pasión por la pobreza (desprendimiento evangélico) y la verdad (conocimiento liberador), en visión más honda y radical del evangelio. 

– Cuando la mayor parte de España estaba oprimida... y el estandarte de la cruz era tratado sin honor alguno..., surgió la orden de predicadores para iluminar la fe de Cristo y para que pudieran enseñarse los caminos verdaderos de la salvación, de tal manera que los hombres no se terminaran arruinando en forma miserable en razón de su ignorancia.

– Cuando el mundo se encontraba lleno del deseo de riquezas, cuando ardía y casi se encontraba poseído ya por el furor de la soberbia, surgió la orden más humilde del seráfico Francisco, para abajar la soberbia, templar el ansia de riquezas y dar ejemplo de humildad y de paciencia[9].

 Certeramente diagnostica Zúmel: había división entre pueblos; musulmanes y cristianos se enfrentaban en batalla. Pero el auténtico problema era la falta de conocimiento y la ansiedad de las riquezas, como vieron Domingo y Francisco.

– El ser humano vive y se despliega en clave de verdad. Por eso, la fe no se puede imponer a los contrarios: no se gana la verdad con guerras. En la línea de Jesús, los hermanos de Domingo han de ser predicadores de la palabra, hermanos pobres que extienden evangelio sin imposiciones. Avanzando en esa línea, ellos serán pedagogos, sabios en filosofía y teología, para iluminar (transformar) a los infieles a nivel de conocimiento.

El segundo problema es la praxis o conducta material de los creyentes. No basta la palabra, es necesario el compromiso en favor del evangelio. Infieles y cristianos viven igualmente dominados por la sed de la riqueza: luchan por tener y controlar los bienes de la tierra. Sobre ese fondo hade surgir un testimonio diferente, un nuevo ejemplo de acción (de vida activa), en seguimiento de Jesús, en humildad y cercanía con los pobres. Aquí se han situado Francisco y sus hermanos menores, testigos de solidaridad[10].

  Ciertamente, había otros problemas, estos eran los mayores: el deseo de un saber impositivo, el ansia de riquezas. De ellos hablaremos brevemente.

2. Más allá de la violencia, la palabra: Domingo de Guzmán

 En el plano del saber se han situado los Hermanos Predicadores de Domingo que defienden y propagan la verdad por el anuncio (predicación). Han descubierto que las diferencias no se pueden resolver por fuerza: no hay cruzada que convenza, ni ejército que pueda conquistar la paz por guerra. El camino de Jesús se expresa a través de la palabra, como sabe la parábola del sembrador (cf. Mc 4). Por eso, los amigos de Domingo estudian y predican para expandir el evangelio a través de la palabra. Viven en pobreza, rezan juntos y caminan por los pueblos: son mensajeros andantes de Jesús y de su vida. De esta forma redescubren y explicitan la verdad central del cristianismo, tal como se expresa en el mandato misionero (cf. Mc 6, 6--13; Mt 10, 5-15): ofrecen con su vida el testimonio de Jesús, sin más riqueza que su palabra, sin más poder que la ayuda humana (curaciones) que expanden sobre el mundo. Así quedan en manos de los hombres y mujeres que acogen (o rechazan) su mensaje [11]:

En la raíz del gesto de Domingo y sus Hermanos Predicadores está la experiencia de un anuncio no violento de Jesús. Los misioneros no llevan espada, ni alforja (dinero), ni repuestos de tipo cultural o social (vestidos, libros...). Son mendicantes, dan de balde lo que tienen (su palabra) y reciben aquello que les pueden ofrecer (comida, casa), quedando indefensos en manos de los hombres y mujeres a quienes se dirigen. Son mendicantes como el Cristo, por gracia y no por miseria, pues quieren compartir bienes y vida con la gente del entorno. Saben que toda imposición es mala y que el triunfo que se logra por medios militares constituye en el fondo una derrota. Por eso ofrecen gozosamente lo que tienen y quedan a merced de aquellos que escuchan o no escuchan su palabra, como quiere Mc 6, 6-12 par.

Pasando el tiempo, los Hermanos Predicadores de Domingo se harán Padres Maestros y Doctores, buscando una manera coherente y más "científica" de anuncio cristiano, en la línea de las Summas de Tomás de Aquino. Posiblemente ganan en lógica, pero pierden en radicalidad cristiana. Más aún, en cierto momento, algunos Hermanos Predicadores tenderán a imponer lo que creen verdad con razones de fuerza, inquisiciones y exigencias vinculadas a un tipo de espada. Por bien de la iglesia es preciso que vuelvan a sus raíces dominicanas: al servicio encarnado y pobre de la Palabra que se ofrece sin violencia sobre el mundo[12]. 

3. Pobreza y solidaridad. Francisco de Asís.

 En perspectiva convergente, Francisco de Asís con sus Hermanos Menores ha ofrecido testimonio de vida cristiana allí donde amenaza el poder de las riquezas. Sabe que en el base de toda la injusticia y lucha de la tierra hay un ingente anhelo posesivo: el enemigo de la fe no es la presencia musulmana, es la avaricia de los creyentes, la espiral de riquezas y poderes que amenazan la vida de los fieles. La guerra, igual que la mentira y opresión intelectual, nace de la codicia. En contra de eso, la verdad es gracia y sobrepasa el nivel de los deseos: sólo conoce de verdad y encuentra al Cristo, transcendiendo la violencia de la tierra, quien rechaza la opresión de las riquezas. Desde este fondo, condenando el ideal de conversión por la violencia que late en las cruzadas, Francisco ha formulado nuevamente los principios de la paz cristiana:

 Los hermanos, dondequiera que se encuentren sirviendo o trabajando en casa de otros, no sean mayordomos ni cancilleres, ni estén al frente de la casa en que sirven... Y por el trabajo pueden recibir todas las cosas que son necesarias, menos dinero. Y cuando sea menester, vayan por limosna, como los otros pobres. Y pueden tener las herramientas e instrumentos convenientes para sus oficios... Guárdense los hermanos, dondequiera que estén, en eremitorios o en otros lugares, de apropiarse para sí ningún lugar, ni de vedárselo a nadie. Y todo aquel que venga a ellos, amigo o adversario, ladrón o bandido, sea acogido benignamente (Francisco de Asís, Regula, I, 7).  

Por eso, ninguno de los hermanos... tome ni reciba ni haga recibir en modo alguno moneda o dinero ni por razón de vestidos ni de libros ni en concepto de salario por cualquier trabajo... Empéñense todos los hermanos en seguir la humildad y pobreza de Nuestro Señor Jesucristo y recuerden que nada hemos de tener en este mundo, sino que, como dice el apóstol, estamos contentos teniendo qué comer y con qué vestirnos (1 Tim 6,8). Y deben gozarse cuando conviven con gente de baja condición y despreciada, con los pobres y los débiles, y con los enfermos y leprosos y con los mendigos de los caminos (Ibid I, 8. 9)[13].

 A partir de Cristo-pobre, Francisco no compite contra nadie: vive en actitud de entrega confiada con (entre) los pobres. De esa forma redescubre y explicita desde el evangelio una serie de valores que pueden ayudarnos a seguir al Cristo, dentro de la nueva situación que nace entre los pueblos europeos con la burguesía. Más que una Orden religiosa, ha suscitado un movimiento de evangelio. Estos son sus corolarios principales:

 – Ley del trabajo. Como los pobres del mundo, los Menores de Francisco deben trabajar: llevan su herramienta y la utilizan allí donde alguien pide o necesita su servicio, como verdaderos proletarios; pero ellos no venden su trabajo, como harán más tarde los obreros explotados, sino que lo regalan, dándolo de balde, allí donde alguien pide o necesita su servicio.

Superación del sistema salarial. Los Hermanos no rechazan el salario por sentirse superiores, ni tampoco por principios teóricos, sino porque se ponen muy abajo, en la más honda pobreza de la tierra: ofrecen lo que tienen y después no exigen nada, nunca obligan, no se imponen. Regalan su riqueza y confían recibir la de los otros. De pronto, sobre el viejo mundo roto por la lucha del dinero ellos suscitan un camino de esperanza.

Rechazo del capital. Conforme a lo anterior, los Hermanos no se apropian cosa alguna como propietarios, ni siquiera se hacen dueños de la tierra donde duermen (cf. Mt 8, 10): quieren compartir trabajo y bienes, caminos y pobreza, con los habitantes de su entorno. De esa forma los descubren como hermanos, en fraternidad que abarca a bandidos o ladrones, herejes, musulmanes o paganos...

  Según eso, no es precisa la cruzada. El evangelio no se puede vincular a las batallas. Los Menores de Francisco extienden Reino con su propia pobreza y su experiencia de encuentro fraterno con los pobres. En esta línea ejercen su misión::

 Así, pues, cualquiera hermano que quiera ir entre sarracenos o otros infieles vaya con la licencia del ministro... Y los hermanos que van pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos.

– Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda creatura por Dios (1 Pe 2, 13) y confiesen que son cristianos.

– Otro, que cuando les parezca que agrada al Señor anuncien la palabra de Dios para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo... (Regula, I, 16).

 Lo Menores de Francisco invierten el esquema de cruzada. No van como señores, no pretenden dominar ninguna tierra, ni se empeñan en librar Jerusalén de musulmanes, pues actúan como hermanos de todos los vivientes (humanos) de la tierra, sin poderío, ansia de riqueza o deseo de conquista ideológica, económica, política. No extienden la verdad por razones, sino con el ejemplo de la vida liberada. Así confían, como pobres entre pobres, dando un silencioso y fuerte testimonio de Jesús en los pueblos que parecen enemigos. Allí donde vinieron los cruzados a imponerse por las armas, llegan ellos desarmados, siendo anuncio de Jesús en Palestina.

3) DAR LA VIDA POR LA LIBERTAD. SAN PEDRO NOLASCO, RELIGIOSOS REDENTORES.

 Según el esquema de Zúmel, Domingo y Francisco ofrecieron el más hondo testimonio de acción no violenta en el lugar las dos graves heridas de lo humano: frente a la imposición intelectual expandieron la humilde palabra dialogada (Domingo), frente a la opresión de las riquezas una vida en la que todo se comparte y todo es gracia (Francisco). Pues bien, Zúmel descubre una tercera herida, vinculada con el cautiverio.

Tanto la guerra como la opresión intelectual y el ansia de dinero cautivan a personas y las dejan oprimidas, sin libertad para vivir de forma autónoma. Pues bien, frente a la guerra que esclaviza a los humanos se elevaron por entonces (a principios del XIII) dos grupos de religiosos redentores: trinitarios y mercedarios:

 Nació entonces la orden de los redentores de S. María de la Merced... :

– en primer lugar, para instruir a los cristianos cautivos, para confirmarles en la fe, de tal manera que no desfallecieran;

– nació también para liberarles, aun con riesgo de la vida, de las manos de los turcos y los moros, dándoles por ello las riquezas y aun la misma vida (Zúmel, De initio, 13).

 El más hondo problema es que no existe libertad. Lógicamente, para ofrecer y cultivar la libertad sobre la tierra, los redentores (de la Merced y Trinidad) reasumen de algún modo el ideal de las cruzadas, pero no lo hacen por guerra, pues saben que toda libertad violenta es falsa. Son importantes la verdad (plano ideológico) y los bienes compartidos (plano económico), pero a juicio de los Redentores de Pedro Nolasco (mercedarios) y Juan de Mata (trinitarios) el don y taea principal es el despliegue solidario y libre de su vida.

Recordemos los tres planos del conflicto del Ap: polìtico (Bestia), ideológico (Mal Profeta) y económico (Cortesana). En el principio se encontraba la Gran Bestia del poder militar que esclaviza a los humanos. Pues bien, para superar la esclavitud que brota del despliegue militar de nuestra historia se elevan los Hermanos Redentores, empleando para ello medios no violentos de diálogo (canje interhumano) o rescate económico y social, aún a riesgo de la propia vida.

Los Hermanos Redentores saben que la herida más sangrante de la historia es la carencia de libertad: luchamos unos contra otros, por razones ideológicas (religión) y económicas (ganancia), y acabamos construyendo un mundo donde muchos tienen que vivir sin libertad. Sólo se cura esa herida allí donde aparecen humanos bien dispuestos a entregarse por la vida y libertad de sus hermanos. No basta la enseñanza (Domingo) ni la comunicación económica (Francisco). Donde la herida es más fuerte habrá de ser más exigente el remedio para ella:

Así como la cautividad es suma miseria, porque pobreza es tener poco y padecer necesidad, mayor pobreza no tener cosa alguna, suma pobreza (es la de aquel que) a sí mismo no se tiene, sino que está cautivo... así por el contrario librar de este sumo mal (liberar a los cautivos) es la obra más heróica de las que podemos usar con nuestro prójimo. Esta obra... (es) la más excelente de todas, porque si bien lo consideramos en ésta se incluyen todas las demás obras de misericordia: quien rescata a su prójimo, le adoctrina y enseña, vístele y dale de comer[14].

Domingo es misericordioso pues enseña y dirige en línea de verdad. Misericordiosos son los Menores de Francisco, pues comparten la vida con los pobres. Pero misericordiosos en grado supremo han de ser los Redentores que procuran liberar de su opresión a los cautivos: les sostienen con visitas, para que mantengan su fe y su dignidad en cautiverio, y les liberan, si es posible, de su misma condición de esclavitud, llevándoles a tierra de cristianos, para que compartan y cultiven la fe y la dignidad con los hermanos[15].

 Ciertamente, Jesús fue maestro, el primero de los Predicadores y el mayor de los Menores, siervo de los pobres. Pero en sentido más profundo ha sido redentor: se ha entregado para liberarnos de toda opresión y cautiverio; ha muerto para hacernos libres, capaces de asumir la propia vida y realizarla de manera personal, superando así la ley del diablo-muerte que es el miedo y la violencia en la que estábamos hundidos. Verdad y pobreza deben convertirse en fundamento de liberación, como han sabido los Hermanos Redentores, llegando así hasta el nervio más sensible de la historia, la opresión interhumana: por falta de libertad se dividen los humanos y combaten hasta someterse unos a otros; por ella se debaten en disputas de tipo intelectual; por causa (o falta) de ella quieren asegurar su vida en las riquezas... Así lo han sentido los Hermanos Redentores, ofreciendo libertad donde algunos se encontraban menos libres:

 La cautividad es la más honda (summa) miseria de los hombres, pues Dios les ha creado en suma libertad, y mientras se hallan detenidos bajo el poder de sarracenos viven de una forma absolutamente miserable (miserrime): no son dueños de sí mismos, se consumen en la más honda pobreza[16].

Pecado era el error que corroe la verdad y divide las mentes (Domingo) y el deseo de riqueza que esclaviza a los humanos, haciéndoles vivir en lucha mutua (Francisco). Pero el pecado superior consiste en negar la libertad de los humanos, impidiendo que ellos vivan, desarrollen su creatividad y puedan compartir la historia, en clave de confianza (de fe en el Dios de libertad). El cautiverio antiguo era expresión de ese pecado que se opone de raíz a la experiencia de Dios y de su obra creadora. En este contexto se vuelve necesaria la más honda cruzada de evangelio dirigida a liberar en paz, por medio de la entrega de la vida, a los hermanos y no a tomar por fuerza la tierra palestina.

Eran tiempos de crisis y contrastes, comenzaba el siglo XIII. Habían las cruzadas: no se puede extender el evangelio por la guerra. Pero los santos más grandes descubrieron, sobre la violencia militar, la fuente del evangelio, en la línea de Domingo, Francisco y los hermanos redentores (Juan de Mata, Pedro Nolasco). Se abrió un camino nuevo y permanente (antiguo) dentro de la iglesia. Ahora que aquel ciclo de historia ha terminado (final del siglo XX), pero la iglesia sigue ante los mismos problemas de entonces. Será bueno que exploremos también hoy los caminos y experiencias de no violencia activa, redentora, superando así los nuevos brotes de violencia y cautiverio que amenazan con ahogarnos[17].

4) ESPIRITUALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA. IGNACIO DE LOYOLA

 Terminamos este capítulo evocando a otro cristiano que ha querido responder de manera espiritual (entrega de vida y servicio apostólico) a los retos de violencia de su entorno: Ignacio de Loyola. Fue valiente caballero, vasco al servicio del emperador del mundo. Pero le hirieron los navarros en Pamplona y, curando sus heridas, pudo descubrir otra manera de hacerse caballero, cruzado de la iglesia. En cierto aspecto, Ignacio, fundador de la Compañía militar de Jesús, fué el último cruzado medieval, siendo, al mismo tiempo, el creador de una espiritualidad "moderna", centrada en la entrega de la vida al servicio de la libertad interior y eclesial más que social de los creyentes. Los símbolos que emplea siguen siendo claramente militares:

 – El primer punto es poner delante de mí un rey humano, elegido de mano de Dios nuestro Señor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos.

– El segundo es mirar cómo este rey habla a todos los suyos diciendo: mi voluntad es de conquistar toda la tierra de infieles; por eso, quien quisiera venir conmigo ha de ser contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.; asimismo ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria como la ha tenido en los trabajos.

– El tercero considerar qué deben responder los buenos súbditos a rey tan liberal y tan humano y por consiguiente si alguno no aceptase la petición de tal rey cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero.

La segunda parte de este ejercicio consiste en aplicar el sobredicho ejemplo del rey temporal a Cristo Nuestro Señor, conforme a los tres puntos dichos. Y cuanto al primer punto, si tal vocación consideramos del rey temporal a sus súbditos, cuánto es cosa más digna de consideración ver a Cristo Nuestro Señor, rey eterno, y delante de él todo el universo mundo, al cual y cada uno en particular llama y dice: Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos y así entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria[18].

  Ignacio se define así como instructor de caballeros cristianos al servicio de la iglesia. Su rey no se contenta con tomar Jerusalén, quiere conquistar toda tierra de infieles, en batalla superior y religiosa. Ignacio quiso destacar en la milicia del, consiguiendo gloria bajo el estandarte del emperador "cristiano" (Carlos V). Pero después de renacer en Loyola y de madurar en Jerusalén, puso su potencia miliar y la potencia de su grupo de soldados liberados (Compañía de Jesús) al servicio de la más honda cruzada de la iglesia.

Esta cruzada de Ignacio, caballero-peregrino, tendrá aspectos de búsqueda interior y total desprendimiento, pero vendrá a manifestarse de una forma aún más intensa como entrega al servicio del apostolado eclessial. Ciertamente, la iglesia estaba al fondo de todo lo anterior, en los caminos de Domingo, Francisco y Nolasco. Pero sólo ahora aparece como centro de preocupación, tema directo de la gran batalla que empieza a librarse sobre el mundo, como indica la meditación sobre las dos banderas:

 Así por el contrario se ha de imaginar del sumo y verdadero capitán, que es Cristo Nuestro Señor.

El primer punto es considerar cómo Cristo Nuestro Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén, en lugar humilde, hermoso y gracioso.

– El segundo, considerar cómo el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos los estados y condiciones de personas (Ejercicios 143-145; cf. 135-147).

 Esta batalla de Jesús tiende a una nueva conquista universal que se planea y realiza como apostolado, al servicio muy concreto de la iglesia cuyo centro es Roma. Por eso, los soldados de la Compañía de Jesús deben prepararse como verdaderos militares, superando todo anhelo de riqueza y soberbia (cf. Ibid. 142, 146): dejarán honra y grandeza de este mundo y seguirán a Jesucristo en camino de misión o apostolado en nombre de la iglesia (Ibid., 352-370). De esta forma ha transformado Ignacio de Loyola la cruzada militar antigua, dirigida a la conquista externa de Jerusalén, en apostolado al servicio concreto de la iglesia. Esa iglesia es nación y/o tierra de Jesús; por eso los jesuitas aparecen como Compañía de soldados escogidos para sus misiones más difíciles y urgentes.

Ciertamente es buena y necesaria la transformación espiritual de la violencia por medio de este tipo de catarsis misionera y eclesial que ha programado Ignacio de Loyola, soldado convertido al evangelio. Pero su programa incluye rasgos que deben completarse o reinterpretarse desde los esquema de los santos anteriores (del siglo XIII):

 – Ignacio de Loyola significa el reto más profundo de espiritualización eclesial de la violencia. Su nueva Compañía ha realizado para servicio de la cristiandad una inmensa labor de apostolado y de cultura. Pero es muy posible que deje algo de lado valores de universalidad humana de los santos del XIII, centrándose en la Iglesia y no en el ser humano, en la violencia de una entrega espiritual bien programada más que en la libertad del evangelio.

Por eso, seguimos necesitando en nuestro tiempo el mensaje de Domingo, Francisco y Nolasco, entendidos como representantes de un programa evangélico de superación humana de la violencia. Ellos han descubierto las heridas del humano y han comenzado a ofrecer sus soluciones. Por eso nos siguen pareciendo guías de evangelio. Aceptar los avances de Ignacio no supone olvidar a los testigos anteriores. En el camino de la superación de la violencia ellos siguen siendo ejemplares.

 Ordinariamente los esquemas suelen ser forzados y por eso no queremos insistir en ellos demasiado. Pero siguiendo los niveles de lucha del Ap pudiéramos decir que Domingo ha destacado la lucha y paz ideológica (en nivel de palabra), Francisco la económica (en plano de bienes compartidos) y Nolasco la político-militar (en nivel del cautiverio y liberación). Hemos visto ya las mutua relación de estos niveles, que aún queremos estudiar con más detalle en las páginas que siguen (cap. 5º y 6º). Pero quede ya constancia de que todos se encuentran implicados. Como supo el maestro Zúmel, a finales del XVI, el programa de liberación sociopolítica de Pedro Nolasco (y Juan de Mata) resultaba inseparable del camino de Domingo y Francisco. Sigue siendo clave la lucha espiritual en favor de la iglesia, en el sentido de Ignacio de Loyola; pero creemos que es aún más importante la lucha (o no-lucha, pues se trata de un programa de no-violencia-activa) para liberación del ser humano. En esa perspectiva nos sitúa desde el XIII san Pedro Nolasco. En ella queremos mantenernos.

NOTAS

[1] De la guerra santa musulmana habria que tratar en otro contexto

[2] M. de Cervantes, Don Quijote, 2.ª parte, c. 27.

[3] Cf. E. G. Castro, Encuadre histórico-religioso de la O. de la Merced, Est 34 (1978) 228-237; J. F. Conde y A. Linaje, La Renovación religiosa, en Varios, Historia de la Iglesia en España, II-I. Madrid 1982, 348-405.

[4] Regla de los Caballeros Teutónicos en M. Perlbach, Die Estatuten des Deutschen Ordens nach den ältesten Handschriften, Niemeyer, Halle 1890.

[5] Cf. E. G. Castro, O. c., 221.

[6] Santo Tomas de Aquino, S. Th., 2,2, q. 10, a. 8. Traducción en Suma Teológica VII, BAC, Madrid 1949, 375.

[7] De laude novae militiae. Ad milites Templi, 1. Traducción en Obras completas de san Bernardo I, BAC, Madrid 1983, 496-543.

[8] Texto crítico en A. Wallensköll, Les Chansons de Thibaut de Champagne, roi de Navarre. Champion, Paris 1925, 184-185. Anotaciones semánticas en A. Pauphilet, Poètes et Romanciers du MA, Gallimard, Paris 1952, 898-899. Cf. E. G. Castro, O. c., Est 34 (1978) 225; F. Cardini, Il movimento crociato, Firenze 1972, 105.

[9] F. Zúmel, De initio ac Fundatione Ordinis 13, en Id., Regula et Constitutiones OBM de Mercede, Salamanca 1588.

[10] F. Zúmel, Ibid 12-14.

[11] Cf. Liber Consuetudinum, prólogo, en Santo Domingo de Guzmán visto por sus contemporáneos, ed. M. Gelabert y J. M. de Garganta. Madrid 1947, 864.

[12] El evangelio sigue siendo palabra dialogada que se ofrece y comparte en gracia. Donde se impone por la fuerza pierde su carácter de mensaje salvador. Sólo donde busquen y compartan la verdad, los humanos serán fieles al Cristo. Por eso, como buscadores y predicadores de la fe, los dominicos han de ser cruzados sin espada: no combatirán con espada; expondrán, expandirán y cultivarán la fe con la palabra (cf. Heb 4, 12-13), en camino exigente de escucha y elaboración teórica del evangelio.

[13] Edición y traducción en J. A. Guerra, San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época. Madrid 1978. Reglas, en págs. 91-118.

[14] G. Torres, Declaración en lengua vulgar de la Regla y Constituciones de la OBVM de la Merced, Salamanca 1565,13v-14).

[15] Cf. F. Zúmel, De initio, 13-14.

[16] F. Zúmel, Regula et Constitutiones OBVM de Mercede, Salamanca 1588,57

[17] Los ejemplos de Domingo y Francisco siguen llevándonos al centro del evangelio. A partir de ellos podemos reelaborar, con los hermanos redentores, un programa nuevo de liberación no violenta de todos los humanos, colaborando con instituciones humanitarias, confesionalmente no cristianas, que se mueven en la misma línea.

[18] Ignacia de Loyola, Ejercicios Espirituales 92-95.

Volver arriba